VARIOS EQUIPOS EN RIESGO

La pelea por evitar el descenso en el ciclismo: mejor luchar por carreras menores que por etapas del Tour

El sistema de puntuación de la UCI está provocando que algunos equipos en riesgo de perder la categoría prefieran enviar a sus mejores hombres a clásicas de segunda fila, donde tienen más opciones de sumar puntos

Las licencias World Tour, basadas en méritos y resultados deportivos, se conceden por periodos de tres años, fruto de un método que se ha ido modificando desde su implantación en 2005

Llegada al sprint en el Giro, con Caleb Ewan (Lotto) caído al fondo.

Llegada al sprint en el Giro, con Caleb Ewan (Lotto) caído al fondo. / Archivo

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

En casi todos los deportes de equipo, ligas estadounidenses al margen, uno de los atractivos de cada temporada es saber qué equipos ascienden o descienden en las diferentes categorías. Así ocurre con el fútbol, el baloncesto, el balonmano... En ciclismo, sin embargo, no es común que ocurra, entre otras cosas porque la normativa ha ido cambiando y fruto de ella hace tres años que no hay movimientos de ese tipo en la máxima categoría, el UCI World Tour.

2022, sin embargo, es un año de ascensos y descensos para los equipos masculinos de ciclismo. El primer trienio iniciado con la última reestructuración de divisiones acaba este curso y con él la vigencia de todas las licencias otorgadas en 2019 a las escuadras de la primera división del ciclismo mundial. La mayoría llegan a estas alturas con los deberes hechos, pero hay quien se juega el futuro y está teniendo que ser imaginativo para optimizar el rendimiento de sus corredores en materia de puntos.

Pero antes de entrar en detalle, conviene explicar un poco de historia. Hasta comienzos de este siglo, el ciclismo carecía de una categorización al máximo nivel que indicara qué equipos podía acudir a las mejores carreras. Cada prueba, empezando por el Tour de Francia y siguiendo por todas las demás, decidía bajo sus propios criterios a qué escuadras invitaba a participar, dejando en manos de los organizadores todo el poder, pues acudir a Tour, Giro o Vuelta podía determinar el futuro comercial y económico de los equipos.

Se daban así circunstancias hoy impensables, como que el Movistar Team (entonces Banesto) no acudía al Giro muchos años, y lo mismo ocurría con buenas escuadras extranjeras en la Vuelta. La voluntad de la Unión Ciclista Internacional (UCI) de abrirse a nuevos mercados como Australia, China o el Golfo Pérsico, organizando allí carreras, se veía debilitada sin un sistema que obligara a los equipos a acudir a ellas: pocos estaban dispuestos a cruzarse medio mundo para competir en una prueba carente de prestigio.

Cambio en 2005

Por todo ello, de cara a 2005 se crea lo que entonces se llamó UCI ProTour, una primera división mundial de entre 18 y 20 equipos que tenían garantizada su presencia en las mejores pruebas por etapas y de un día del calendario internacional. A cambio, estaban obligados a acudir a carrera de máximo rango, aunque no tuvieran interés deportivo o económico en ellas.

Criterios económicos y deportivos determinaron la adjudicación de esas licencias, con una vigencia inicial de cuatro años. Illes Balears (el actual Movistar), Euskaltel-Euskadi, Liberty Seguros (antiguo Once) y Saunier Duval fueron los cuatro equipos españoles con representación el primer año de vigencia del sistema, 2005.

El problema con el que se encontró este novedoso escalafón de categoría fue el rechazo de ASO, RCS y Unipublic, organizadores de las tres 'grandes', que querían mayor libertad para invitar a escuadras de sus respectivos países. En 2008, las tres empresas sacan sus pruebas (incluyendo Tour, Giro, Vuelta, Milán-San Remo, París-Roubaix, Lieja, París-Niza, Dauphiné...) del circuito ProTour, que sigue existiendo agonizante durante tres años.

La situación se reequilibra de cara a 2011, cuando la UCI y las tres grandes empresas llegan a un acuerdo para modular esa primera división. El acuerdo se centró en mantener la filosofía de participación forzosa de equipos (17, en principio), pero que estos se eligieran en función de resultados deportivos, ya que la UCI tendía a conceder licencias por intereses comerciales o económicos a escuadras no necesariamente competitivas.

Problema de valoración

El problema aquí era cómo valorar esos resultados deportivos, más aún en un contexto de crisis económica en el que algunos equipos se veían condenados a la desaparición por falta de patrocinadores, pese a haber completado buenas temporadas o a reducir drásticamente su presupuesto. Y a nadie le interesaba un equipo sin buenos corredores compitiendo al máximo nivel.

Así que el punto de equilibrio fue calcular los puntos sumados (en función de diferentes baremos) por los ciclistas que el año siguiente fueran a competir ese equipo. Es decir, si un corredor ganaba el Tour un año y cambiaba de maillot de cara al siguiente, sus puntos se los sumaba ese nuevo equipo y el anterior, que era el que había destinado sus recursos para conseguir ese logro, no sumaba nada.

Siendo el ciclismo, como es, un deporte de equipo, el sistema chirriaba. Al final, era como si a un equipo de Segunda se le concediera este año el ascenso a Primera porque ha fichado a Karim Benzema. Una injusticia que además daba lugar a rarezas como equipos que contrataban a ciclistas de medio pelo que habían triunfado en circuitos muy secundarios (asiáticos o africanos) solo porque traían puntos relativamente baratos al equipo.

Los cinco mejores

El sistema se va afilando con el paso de los años. De cara a 2015, se determina que solo contarán los puntos de los cinco mejores ciclistas de cada equipo y que estos podrán elegir si la suma es la de los corredores del año anterior o la de aquellos que tengan en nómina para el siguiente. El problema seguía radicando en que la voluntad de realizar ascensos y descensos chocaba con la necesaria estabilidad que necesita un equipo ciclista a la hora de buscar patrocinadores.

De ahí que, en 2019, se establezca el sistema actual. Las licencias se conceden a entre 18 y 19 equipos durante un periodo de tres años (siempre que se cumplan ciertos requisitos de carácter económico), dejando margen para cubrir posibles vacantes por renuncias, de manera que se conceden garantías de estabilidad a los patrocinadores durante un tiempo.

El sistema se empezó a aplicar en 2020, en un trienio que finaliza este curso. Cada temporada, los equipos han ido llenando su zurrón con los puntos obtenidos por sus 10 mejores ciclistas, independientemente de que en la actualidad sigan en nómina de esa escuadra o no y sin importar los de futuros fichajes.

Y hay quien ha llegado con los deberes más que hechos y otros. No hay datos oficiales de la evolución, pero el medio especializado La Lanterne Rouge lleva a cabo una actualización casi diaria de la evolución de la clasificación que determinará los 18 equipos World Tour del trienio 2023-25.

Como se observa en el gráfico, Lotto e Israel, dos equipos que vienen siendo World Tour están virtualmente descendidos, mientras que Alpecin y Arkéa, hasta ahora de segunda categoría, tienen un puesto asegurado en la primera división ciclista para los tres próximos años. El Movistar no está demasiado lejos del corte, pero desde la escuadra navarra transmiten tranquilidad al respecto.

Sin embargo, no está todo decidido, pues todavía queda alrededor de media temporada por disputarse, incluyendo la Vuelta y sobre todo el Tour. Y algunos de los equipos más apurados ya están actuando en consecuencia, debido al cuestionable sistema de puntuación.

El pelotón se queja de las clásicas de tercer nivel (las llamadas 1.1) están completamente sobrevaloradas. Ganar una de estas jornadas de un día da más puntos que conseguir la victoria en una etapa del Tour. Y mientras que en esas carreras recibe puntos hasta el 25º clasificado, en las etapas de las grandes vueltas solo reciben recompensa los cinco primeros. Es incluso mejor ganar una prueba de cuarto nivel (1.2) que ser tercero en la etapa reina del Tour.

Estrategias alternativas

Un desajuste que está provocando que equipos en la zona caliente estén apostando por mandar a sus mejores ciclistas a carreras menores en lugar de hacerlo a algunas de las mejores del calendario, grandes escenarios en los que es muchísimo más difícil obtener buenos resultados. Por ejemplo, el velocista Caleb Ewan (Lotto) está combinando Giro y Tour con carreras de nivel bastante bajo que normalmente no entraban en su calendario. Algo similar ocurre con el esprínter del Bike Exchange, Dylan Groenewegen.

Algo parecido ocurre con Michael Woods y Jakob Fuglsang, hombres fuertes del Israel, destinados también a pruebas de bajo nivel. Sep Vanmarcke, uno de los mejores rodadores del EF, se quedará fuera del Tour para explorar un calendario alternativo que le permita sumar más puntos. O para intentarlo, al menos.

Porque estar en el World Tour o no lleva aparejado en la práctica el acceso a las grandes pruebas del calendario. Los equipos franceses, italianos o españoles tienen el comodín de que seguramente sean invitados a la gran vuelta de su país, pero no es el caso de ninguno de los afectados. Y sin Tour (sobre todo), Giro y Vuelta, los patrocinios bajan o desaparecen y con ellos el presupuesto y la capacidad de retener talentos. Y todo ello durante tres largos años. Demasiado quizá para algunos equipos.