ARRANCA LA FINAL FOUR

Pablo Laso, el ‘bajito’ que devolvió al Real Madrid a lo más alto, busca su tercera Euroliga

El entrenador vitoriano ha disputado este jueves en Belgrado el primer partido de su séptima Final Four, más que nadie en la última década

Suma 21 títulos, incluyendo dos Euroligas, cinco Ligas y seis Copas, y ya es el técnico que más partidos ha dirigido en la historia del club blanco

Pablo Laso, en diferentes partidos de su etapa como entrenador del Real Madrid.

Pablo Laso, en diferentes partidos de su etapa como entrenador del Real Madrid. / Agencias

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Pablo Laso lo ha vuelto a hacer. El técnico vitoriano ha llevado al Real Madrid a jugar una nueva Final Four de la Euroliga, y van siete en la última década. En la semifinal de este jueves ha batido al Barça de Sarunas Jasikevicius (83-86), en una nueva versión del ‘clásico’ en Europa entre los dos grandes del baloncesto español. En su undécima temporada como entrenador blanco, Laso está decidido a ampliar su brillante palmarés y hacerse con su tercera Copa de Europa.

Pocos, muy pocos, confiaban en él cuando llegó en 2011 a la sección de baloncesto del Real Madrid, que atravesaba en aquel tiempo una situación algo más que delicada. La catastrófica marcha del equipo, con Ettore Messina al frente, se volvió insostenible y el italiano acabó poniendo los pies en polvorosa y dejando al equipo blanco no solo en cuadro, sino también inmerso en un ambiente casi depresivo, con cerca de 60 millones de euros gastados, una veintena de fichajes y ni un solo título. A Messina lo sustituyó su ayudante en el banquillo, el también italiano Emanuele Molin, quien solo dirigió al equipo durante cuatro meses.

En el club sabían que aquella crítica situación exigía el fichaje de un entrenador de primera fila, pero, sorprendentemente, se anunció la contratación de un técnico de presunto perfil bajo, con un currículum modesto y sin experiencia en banquillos de esos en los que o se manejan bien la presión y la adrenalina o te funden en pocos días. Era Pablo Laso, hasta entonces al frente del Gipuzkoa Basket, exjugador con una larga trayectoria en la Liga ACB (jugó cinco temporadas en el Real Madrid), y uno de los mejores bajitos (1,78) que tuvo el baloncesto español en los ochenta y los noventa. Sonaba a apuesta delicada. Alguien en los despachos del club blanco parecía jugar a la ruleta rusa.

De hecho, a Laso se lo sometió a juicio antes incluso de sentarse en el banquillo. Aún quedan testimonios de aquellos días en las redes sociales presagiando una catástrofe y quejándose de la falta de preparación del técnico vitoriano. Pero muchos aficionados, sesudos analistas y aprendices de Nostradamus acabaron asumiendo que el suyo había sido, a la postre, eso que ahora se denomina un 'epic fail' en toda regla.

10 años después, Laso suma 21 títulos, incluyendo dos Euroligas, cinco Ligas y seis Copas, y ya es el entrenador que más partidos ha dirigido en la historia del club blanco, superando también en victorias al mítico Lolo Sainz. Los datos son incontestables. Son la esencia en la competición, dentro y fuera de las canchas. Y lo cierto es que Laso rompió la sequía blanca y devolvió al Madrid a la élite del baloncesto europeo.

Y lo hizo desde el inicio con un juego alegre, eminentemente ofensivo, lo que acabó convirtiéndose en un efecto llamada. La afición comenzó a llenar el pabellón partido tras partido. Conseguir una entrada para ver jugar al Madrid de Laso era casi misión imposible. Porque ver en acción a su equipo era una delicia, con el marcador cambiando sus dígitos como si fuera un pulsómetro en ebullición, alcanzando la centena de puntos cada partido casi como norma.

UN BASE ELÉCTRICO

jugó durante 19 temporadas

Era, seguramente sin pretenderlo, la esperanza, el espejo en el que se miraban todos los jóvenes españoles que jugaban al baloncesto sin el privilegio de haber dado el estirón y alcanzado una altura suficiente para dejar el balón por encima del aro. Los clubes se centraban exclusivamente en las operaciones altura y en detectar a espigados adolescentes, desechando casi por norma a los bajitos. Los ‘pequeños’, como Facundo Campazzo, hoy en la NBA, son la excepción, pero siempre tendrán su sitio en la cancha.

Aquella virtud de Laso para orquestar el juego de sus equipos sobre el parqué parece indisociable de esta actual capacidad que tiene ahora para ‘leer’ el baloncesto, someter a los rivales, y personarse en la escena del ‘crimen’ y resolver el enigma, o lo que es lo mismo, tomar la decisión acertada cuando todo se decide en una cancha. Eso le ha llevado a acumular títulos y a ser hoy el entrenador que más Final Four ha disputado en la última década (siete, contando la que se celebra este fin de semana en el Štark Arena de Belgrado).

Este Laso tiene menos pelo y más kilos, pero también más experiencia, más sabiduría, una voz más ronca y un genio efervescente. Ahora, en lugar de asistencias, reparte gestos, aspavientos y dispara muecas. El entrenador del Real Madrid recorre la banda de la cancha sin sosiego alguno, como un átomo incontrolado, dando órdenes, corrigiendo a sus jugadores, aplaudiendo sus mejores acciones... y sometiendo a los árbitros a lluvias de decibelios con quejas y muestras sonoras de disconformidad que nunca pasan desapercibidas.

Ese genio incontrolado le ha jugado malas pasadas y ya le ha costado alguna que otra descalificación. Inolvidable aquella en una final de la ACB en la que salió de la cancha del Barcelona en silla de ruedas (se había roto el tendón de Aquiles), llevado por uno de sus ayudantes, increpando al trío arbitral. O esa otra en Euroliga ante el Efes turco en la que al ser descalificado le espetó a uno de los árbitros a grito pelado: “No te preocupes, que me voy. Que me voy. Ya estoy cansado. Todo el año igual”.

LAS 'LASINAS'

Sus jugadores conocen bien los ‘calentamientos globales’ de Laso, esa explosividad que se manifiesta cuando frunce el ceño, agarra con contundencia la silla en los tiempos muertos, atrapa la pizarra con fuerza y hunde la punta de los rotuladores sobre ella mientras empieza una reprimenda que acaba en bronca colosal. Las cámaras han recogido ya unas cuantas. Algunos de sus tiempos muertos pueden verse Youtube y cuentan con miles de visitas.

Son las conocidas como 'lasinas', y en ellas el técnico vitoriano del Real Madrid dispara verbalmente en todas las direcciones y surgen los tacos por doquier. Durante ese minuto, Laso, enfundado en su característico traje oscuro y rodeado por sus jugadores, aprovecha para poner el dedo en la llaga, la lupa en los errores. En ese instante se convierte en una especie de sargento, como aquel de la película La naranja Mecánica, pero sin uniforme militar ni dramas irresolubles. Eso sí, Laso enseña los galones e infunde en esas situaciones temor y respeto a partes iguales. “Tengo que aceptar que los jugadores no son mis amigos”, ha reconocido recientemente en DAZN.

FINAL FOUR

Esta temporada, después de sufrir una dolorosa e inusual serie de derrotas, el equipo de Pablo Laso ha vuelto a encaramarse a la Final Four, a la que solo llegan los cuatro mejores de Europa. Este jueves, en la semifinal ante el FC Barcelona, se le ha podido ver de nuevo delante de su banquillo agitando sus brazos, arqueando las cejas, resoplando, evidenciado su disconformidad con el arbitraje, aleccionando a los suyos con voz grave y ese temperamento que se desborda cuando el balón está en juego. Es su forma de vivir con algo más que pasión este deporte al que le ha dedicado toda su vida.

Un deporte que ha evolucionado desde sus tiempos como base. El propio Laso ha propuesto alargar y ensanchar la cancha. Pero de subir el aro a más altura no ha dicho nada. Es lo que tiene ser ‘bajito’, aunque eso no le haya impedido situar al Real Madrid otra vez en lo más alto del baloncesto europeo.