Opinión | 35ª TÍTULO DEL REAL MADRID

¡Es LaLiga, estúpidos!

Que nadie menosprecie el torneo de la regularidad, el que solo se ha ganado seis veces en los últimos 15 años. El del día a día, el que se gana con curro diario y no con empellones y épica. Que nadie lo menosprecie, y menos en las condiciones en las que ha llegado

Real Madrid

Real Madrid / EFE/Mariscal

En las elecciones estadounidenses de 1992, un asesor político de Bill Clinton llamado James Carville acuñó una expresión que, a la postre, resultó decisiva en aquellos comicios.

El contexto era el siguiente: su oponente, George Bush, llegaba intratable. Había batido el récord de aceptación en el índice de popularidad, alcanzando un 90% en las encuestas. Partía como gran favorito y sólo sacaba pecho de su política exterior, con la Guerra del Golfo como estandarte.

El tal Carville entendía que la candidatura de Clinton debía contraatacar centrándose en cuestiones cotidianas como las necesidades locales y el bolsillo de los americanos. Colgó, en las oficinas de su equipo, carteles recordando cuáles debían ser las prioridades de su campaña. En uno de ellos escribió: “La economía, estúpido”.

De recordatorio interno, aquella frase pasó a convertirse en un eslogan que caló en la ciudadanía. La transmisión oral le incluyó un verbo al principio y aquel “¡Es la economía, estúpido!” hizo su labor, convenció los americanos y pasó a la posteridad como una de las claves estratégicas de aquella sorprendente victoria de Bill Clinton.

La historia viene al caso porque el Real Madrid se ha proclamado este sábado campeón de LaLiga por 35º vez en su historia. Pero si uno se da un paseo por el madridismo de las redes sociales, los términos clave más repetidos podrían ser “City”, “Remontada”, “Rudiger”, “Guardiola”, “La madre de Mbappé”, “Champions” y “Mino Raiola comisiones Haaland”.

Si uno se da un paseo por el madridismo de las redes, los términos clave más repetidos podrían ser “City”, “Remontada”, “La madre de Mbappé” y “Mino Raiola comisiones Haaland”

Tan relegada a un segundo plano ha quedado LaLiga, que un periodista llegó a preguntarle a Carlo Ancelotti tras el partido de Manchester si el Madrid celebraría el título si lo ganaba este sábado contra el Espanyol. La temporada, a estas alturas, discurre por redes entre un “Champions o fracaso” y montajes de un jugador del PSG y otro del Borussia vistiendo la camiseta banca.

Que nadie menosprecie el torneo local. El de la regularidad, el que solo se ha ganado seis veces en los últimos 15 años. El del día a día. El que se gana con curro diario y no con empellones y épica. Que nadie lo menosprecie, y menos en las condiciones en las que ha llegado. Porque en verano, el sentir del madridismo era tirando a tristón. El traspaso fallido de Mbappé y el hecho de que los únicos fichajes de relumbrón fuesen un defensa (Alaba) y un tipo con un sospechoso parecido físico con Rosyton Drenthe (Camavinga), dejaba en reserva los ánimos de la afición. Olía a otra temporada de transición.

Hay que celebrar esta Liga. Y no sólo porque con la última no se pudo (por la pandemia). Es que hay muchos factores que convierten en única a esta Liga. Por ejemplo, que va a ser la última que levante una leyenda como Marcelo. Un tipo que llegó al club con 18 años, se sobrepuso a las pitadas más implacables del Bernabéu y ahora se va a convertir en el madridista con más títulos de la historia (24), superando a Gento. También será la última que gane Gareth Bale. Pero el galés ya está más fuera que dentro y él mismo se ha borrado de este partido.

Será la última Liga que gane Gareth Bale. Pero el galés ya está más fuera que dentro y él mismo se ha borrado de este partido.

También quedará en la retina como la Liga en la que Vinicius, tras marcarle al Celta (¡al Celta!), se lanzó en barrena a la grada y se empotró con la masa, que del mismo éxtasis casi lo fusiona con los cimientos del nuevo Bernabéu. Una celebración más propia de otros tiempos y otras latitudes.

Y la cosa no ha acabado. Esta también podría ser la primera Liga en la que el Barça se quedase fuera de puestos de Champions en muchos años. Que, aunque estén segundos, si sus directos competidores hacen los deberes, podrían estar en la calle. Porque el Betis tiene un enfrentamiento directo contra ellos en casa, y otro en la última jornada contra un Madrid ya (presumiblemente) campeón y presto a jugar relajado.

El madridismo está malacostumbrado. Tanta épica, tanta remontada más allá del 90, tanta magia y sillas por los aires, hacen que a veces se olviden los éxitos cotidianos. Si no se gana esta Champions, cundirá una tristeza entre la afición que no tiene razón de ser. Y eso es culpa del tan manido ADN del que tanto se habla últimamente. De la idiosincrasia del club. Y de las circunstancias.

El historial de remontadas del Madrid y las condiciones en las que las culmina hacen que la confianza en la camiseta sea infinita. Nadie duda de la remontada contra el City y de la victoria en la final, levantando un 0-3 si hace falta, que ya aparecerá Benzema en el 98 con una chilena ganadora. O Vinicius con golazo tras cabalgada loca (a la que seguiría correr varias horas desnudo por la Castellana, si es que quiere superar la celebración del día del Celta). Pero seguro que algo pasará.

Nadie duda de la remontada contra el City y de la victoria en la final, levantando un 0-3 si hace falta, que ya aparecerá Benzema en el 98 con una chilena ganadora

Una confianza a todas luces necesaria. Miren si no a la orilla opuesta; el Barcelona no tiene confianza para ganarle a nadie. La humildad 'guardiolesca' fue, a la larga, un regalo envenenado. Esa necesidad de respeto reverencial por el rival, que llevaba a Pep a encumbrar incluso a la Cultural Leonesa en una eliminatoria de Copa del Rey, hace que el culé viva el fútbol “amb l’ai al cor” (con el ay en el corazón). Con miedo, sin confianza, cualquiera nos puede pintar la cara en casa, sea el Rayo, el Cádiz o un equipo con nombre de embutidos.

La confianza y la ambición son necesarias, sí, pero también el reconocimiento por el trabajo bien hecho. La temporada ha sido un éxito y toca celebrar. Aquel defensa que llegó con la difícil misión de relevar a Sergio Ramos es ahora ‘Alaba el de la silla’, un ídolo. Y el tipo que amenazaba con ser Drenthe, se parece cada vez más a Seedorf. Las otras apuestas jóvenes se consolidan, Valverde y Rodrygo han cumplido 100 partidos con esta elástica, Vinicius valdría hoy 300 'kilos' y Benzema es candidato único al Balón de Oro. Y eso sólo se consigue con trabajo del que se plasma en el día a día.

Carlo Ancelotti, que de rotar no tendrá ni idea, pero de ganar sabe un rato (no en vano se ha convertido en el único entrenador en ganar las cinco grandes ligas europeas: Italia, Inglaterra, Francia, Alemania y España), fue el primero en poner cordura ante la pregunta de si se iba a celebrar LaLiga. Subió una ceja (aunque eso lo haga siempre) y sentenció: “Si hay que celebrar, lo haremos como hace todo el mundo”. Porque Ancelotti es un tipo cabal, pero probablemente se le pasó por la cabeza contestar lo mismo que James Carville en aquella campaña de Clinton: “¡Es la Liga, estúpidos!”.