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Pintando casas y de vacaciones en Málaga, así vive el 'streaker' más famoso, Mark Roberts: "No me retiraré nunca"

Mark Roberts, de Liverpool, tiene el récord absoluto de saltos desnudo en eventos, principalmente deportivos: 568 en 24 países distintos

Asegura que nunca ganó dinero con ello y que se gastaba todo lo que ahorraba trabajando de pintor o camarero en los viajes y las entradas. A sus 56 años, prepara un libro sobre su vida, y asegura que sigue en activo: "Mi funeral será mi última actuación"

Mark Roberts, en la actualidad (Izq), y cuando saltó en Wimbledon en 2000.

Mark Roberts, en la actualidad (Izq), y cuando saltó en Wimbledon en 2000. / EPE

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Era 1993 y Mark Roberts, un joven de 29 años de Liverpool, estaba tomando cervezas en un bar de Hong Kong cuando vio por la televisión cómo una joven semidesnuda saltaba al campo de un partido de la Copa del Mundo de Rugby 7 que se celebraba en la ciudad. Fruto de la embriaguez, apostó con un amigo que él era capaz de hacer eso mismo, pero totalmente desnudo. A la tarde siguiente su amigo se lo recordó: "Se me había olvidado, es que iba muy borracho". 

Pero no lo dudó, compró la entrada -ese día jugaban los All Blacks de Nueva Zelanda- y antes de que arrancara el descanso, saltó al césped, se desnudó, cogió la pelota y la puso entre los tres palos. Un ensayo de un desconocido en pelotas. El público bramaba. Había nacido una leyenda. 

"Nadie sabía lo que estaba pasando realmente. La policía me echó fuera del estadio cuando lo hice, pero ese día cambió mi vida. Yo siempre había sido muy payaso, con los amigos, en casa, en el colegio, y ver cómo 60.000 personas reían a carcajadas me hizo decir 'guau, he encontrado mi vocación'", recuerda Roberts vía telefónica desde su Liverpool natal, donde reside.  

Y tanto que era su vocación. Han pasado casi 30 años, Roberts ya peina canas -últimamente luce una coleta- y es el streaker más reconocido del mundo. Acumula el récord absoluto de saltos desnudo en competiciones de todo tipo, sobre todo deportivas: 568 en 24 países distintos. "Es muy complicado que nadie bata ya el récord porque la seguridad ahora en los eventos deportivos es muchísimo mayor".  

Su largo historial le ha dejado muchos momentos bonitos, pero también muchos amargos. Sin duda, el top de su carrera fue en 2004, cuando hizo su actuación en el evento más popular en EEUU y más complicado para colarse: la Superbowl. Lo estuvo preparando más de un año. "Escribí a la propia NFL y les dije que quería ser árbitro de fútbol americano en Inglaterra, que si me podían enviar un traje. Me enviaron dos. Los corté y les puse velcro [lo suele hacer con todos sus disfraces, porque así se los puede quitar con más facilidad]", recuerda el streaker

Mark Roberts, tras saltar durante la final de Champions de 2003 en Glasgow

Mark Roberts, tras saltar durante la final de Champions de 2003 en Glasgow / REUTERS

Como casi siempre, antes de retomarse el partido tras el descanso, saltó desde la grada al césped -"eran alrededor de cuatro metros"-, se quitó el traje, y se dirigió al centro del campo. "Aproveché que un guardia de seguridad se había ido a hablar con otro. Lo hice muy rápido, nadie me vio venir. Quería coger el balón y hacer un touchdown, pero lo que me surgió fue bailar. Hacer bailes estúpidos", asegura.

En aquella no hubo ningún placaje de los guardias de seguridad como sí le ha ocurrido en otras ocasiones. "Los policías eran los primeros que se reían. Me dijeron que era increíble. Me denunciaron, aun así, y tuve que volver a Texas tres veces más. Al final me pusieron mil dólares de multa".    

Donde peor lo pasó, curiosamente, asegura, fue en el conocido festival canino de Crufs (Birmingham). Se puso un gato de peluche tapando sus partes, y aquello no sentó muy bien. "Los de seguridad estuvieron torturándome durante 15 minutos. Aquello dolió mucho", recuerda el streaker, que insiste en que nunca ganó dinero con sus actuaciones. 

"Durante una etapa llevaba escrito en el pecho la marca de una casino, pero no me daban dinero. Lo que hacían era abrirme una cuenta de juego durante los días que estuviera en la ciudad donde saltaba para que apostara lo que quisiera, pero nada más. A veces pagaban por el hotel y el avión. De hecho, ahora vivo al día, no tengo ningún ahorro", asegura. 

"Mi trabajo siempre ha sido pintor, y si no de camarero, pero nunca he ganado dinero con esto. Yo ahorro dinero para pagarme los viajes y las entradas; en muchos sitios tengo amigos y me quedo a dormir en sus casas", comenta Roberts, que un día fue despedido como barman de un pub de Liverpool después de ausentarse de su trabajo. "Mi jefe me vio por la tele y me echó". 

En España ha saltado varias veces a terrenos de juego. La más sonada fue en el estreno de David Beckham con la camiseta del Real Madrid en agosto de 2003. En aquella ocasión, se colgó unas bolas navideñas tapando sus partes y se escribió en el pecho "Soy el verdadero de las bolas doradas [a Beckham en Inglaterra le conoce como Goldenballs]". Llevaba además una peluca, unas gafas de culo de vaso y dientes falsos. 

Mark Roberts posa con el ex jugador de Rugby Mike Hopkins este verano en Málaga.

Mark Roberts posa con el ex jugador de Rugby Mike Hopkins este verano en Málaga. / EPE

"Aquel día me pasó el balón Ronaldo", recuerda Roberts, que saltó cuando el brasileño le iba a pasar la pelota a Raúl González Blanco en el inicio de la segunda parte. Sin embargo, al verle llegar se la pasó a él. Tras ser retenido en el estadio por los vigilantes de seguridad, fue liberado poco después. A la mañana siguiente, se fue a correr los encierros de San Sebastián de los Reyes (Madrid), conocidos como la Pamplona Chica, pero esta vez vestido. 

La siguiente vez que saltó en el Bernabéu dos años después no fue de tan grato recuerdo para él: "Aquel día Ronaldo me vio aparecer y se colocó con el balón debajo del brazo. Me dejé la ropa en el estadio y me llevaron a comisaría. Sólo tenía puestas unas zapatillas. Eran las 4 de la mañana y la policía me soltó tal cual a la calle. Sin móvil, sin pasaporte... hacía un frío increíble. Menos mal que una persona me vio, me preguntó, y me ayudó con 20 euros para un taxi. Pude ir al hotel del que me había vendido la entrada, que era un Holiday Inn del centro. En el hotel todos sabían quién era".

Muchas son las horas y también las noches que ha tenido que pasar el streaker en comisaría. En Budapest llegó a estar 70 horas en prisión, "en tres cárceles distintas". Fue en 2020, en la final de Supercopa entre el Athletic de Bilbao y el Bayern de Múnich. Tras saltar fue detenido por la Policía. "Cuando tuve el juicio me pidieron dos años de prisión. Ahí realmente pasé miedo. Al final me pusieron una multa". 

Mark Roberts, tras saltar al campo en un Madrid-Barça del año 2005. 

Mark Roberts, tras saltar al campo en un Madrid-Barça del año 2005.  / JORDI COTRINA

El británico saltó también en las pruebas de atletismo de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016. "Estaba en la cima de mi carrera. Iba a hacer los 100 metros listos y los de seguridad me pillaron cuando solo me quedaban diez para acabar. No me pudieron hacer nada porque no hay una ley que impida las invasiones en eventos de atletismo".  

En la inmensa mayoría de casos, cuando ha ido a juicio, acusado normalmente de "causar acoso, alarma o angustia al público", siempre ha ganado.

Al año siguiente, en los Campeonatos del Mundo de Atletismo celebrados en Londres, también saltó, y "me dieron una paliza". En los Juegos Olímpicos de Invierno de Pieonchang de 2018 la reacción fue bien distinta. "Tenía curiosidad por saber cómo se lo iban a tomar los coreanos, me puse un tutú, y la verdad es que todo el mundo se rio, la Policía fue muy amable y me fui de allí sin cargos".  

En la actualidad, y mientras sigue escribiendo sus memorias y trabajando cuando le sale alguna chapuza para pintar casas, trata de venir a España varias semanas al año, sobre todo en verano. A Benalmádena y Fuengirola. 

Mark Roberts, en su 'streak' en el torneo de Wimbledon de 2002.

Mark Roberts, en su 'streak' en el torneo de Wimbledon de 2002. / REUTERS

"Tengo muchos amigos allí y a veces también me quedo en un hotel. La gente de Málaga es muy simpática, las playas son buenas y la comida genial. Como hay tanta gente inglesa la verdad es que me siento como en casa", asevera el streaker, divorciado y con tres hijos "que son ya mayores", de 25, 28 y 34 años. 

Según asegura, entienden que lo que hace es su manera de vivir. "Como tengo 57 años me dicen que pare, pero yo quiere seguir. Ver a a la gente reír es lo mejor del mundo. Quiero que la gente se ría y se olvide de sus problemas aunque solo sea un minuto". 

Ahora aprovecha los ratos muertos para escribir sus memorias mientras una empresa de documentales de EEUU está preparando uno sobre su vida. Le quedan pocos retos por completar, pero dice que sigue necesitando la adrenalina de la acción. "La verdad es que he hecho todos los eventos que he planeado. Todo ha salido. Hay mucha gente que dice que me he retirado, pero no es verdad, solo estoy descansando". 

Dice que ya tiene en mente algún que otro evento para saltar, y que lo hace con la misma ilusión que siempre. "Nunca me retiraré. En mi testamento tengo puesto que en mi funeral quiero que la caja sea transparente y yo esté desnudo. Ese sería mi último espectáculo".