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Pobre remo español

Tras el fracaso de la moción de censura, la certeza es que todos han perdido: los opositores no han conseguido derrocar a Loriente y ella debe ahora rearmar una federación rota en mil pedazos

Asunción Loriente (de rojo), junto a su equipo de trabajo en la Federación Española de Remo.

Asunción Loriente (de rojo), junto a su equipo de trabajo en la Federación Española de Remo. / Efe

Cuando hace un mes se anunció la moción de censura en la Federación Española de Remo contra su presidenta, Asunción Loriente, mi primera tentación fue llamarla a ella, pues habíamos tenido contacto semanas antes a cuenta de un reportaje sobre la presencia (escasísima) de mujeres en los puestos de mando del deporte.

Mi primer impulso se desvaneció pronto, pues pese a ser el recurso que tenía más accesible decidí enseguida que no era ni justo ni procedente llamar a una persona para saber por qué otros les quieren echar de su cargo.

Contacté entonces con José Agustín Gómez-Raggio, el candidato de la moción, y me contó que a él le habían pedido personas de su confianza que asumiera la presidencia y que decidió aceptar. Preguntado por cuál eran los motivos para querer echar a Loriente o no supo o no quiso responder, tampoco parecían importarle, remitiéndose a los presidentes autonómicos que le habían pedido que diera el paso.

Pude hablar con dos de ellos y las explicaciones fueron tan vagas que me quedé como estaba, preso de mi ignorancia. Al fin y al cabo, y aunque suene feo decirlo responde a la realidad, los periodistas deportivos no especializados solo nos acercamos a estos deportes minoritarios cuando se producen grandes éxitos (generalmente olímpicos) o cuando hay broncas institucionales y por ello carecemos de contexto previo.

El caso es que quienes querían derrocar a Loriente apenas hablaban de discrepancias en su manera de gestionar la federación, de que no hacía demasiado caso a las federaciones autonómicas, de que estaba dejando morir el remo… Vaguedades que se perdían en la conversación cuando se solicitaba la ejemplificación a partir de hechos concretos.

Todos esos motivos, por triviales que parecieran, resultaban muy sorprendentes a tenor de la secuencia de hechos vivida en torno a la presidencia de la federación nacional en los últimos años. Loriente llegó al cargo en 2018, tras la dimisión anticipada de quien ocupaba el cargo, y fue posteriormente reelegida en junio de 2021, hace poco más de medio año. En ambos casos, aupada por quienes ahora le querían echar de su sillón.

Por eso, cuando al día siguiente leí la entrevista que le hizo mi compañero de La Nueva España Xuan Fernández a la propia Loriente, también me sorprendió mucho el argumento central de su visión de los hechos: “Una banda de cabreados me quiere echar por ser mujer”.

Recurrir a un argumento tan sensible (y desgraciadamente cierto tantas veces y en tantos ámbitos) cuando esa “banda de cabreados” había decidido libremente elegirla a ella, una mujer, como presidenta, dos veces en los cuatro años anteriores, no parecía entonces ni parece ahora procedente. Más bien parecía un recurso fácil para ganar empatía de cara al exterior.

Me descubrí sencillamente ante un callejón sin salida, pues ni los opositores a Loriente eran capaz de ofrecer explicaciones concretas, ni ella las daba, aunque por supuesto no tenía por qué hacerlo, como presidenta legítima que es y sigue siendo. Tenía y tengo claro que hay motivos ocultos alrededor de este fango y sospecho que tienen que ver, como casi siempre, con el dinero. Pero no supe pasar de ahí.

Hoy hay algo que ya es claro: es posible que Loriente no sea la presidenta más adecuada para el remo español, es posible que sí lo sea, no tengo una opinión formada al respecto, pero es indiscutible que Gómez-Raggio no lo era ni lo podrá ser nunca.

Así lo señala el histórico de tuits del candidato, que le señalan indefectiblemente como un radical, un racista y un mal educado, y que él defiende como meros comentarios tabernarios sin mayor importancia. Tuvo que llevarlos a su portada el diario más leído de España, ‘Marca’, para que una moción llamada al éxito fracasara. Alguien que va dejando por escrito “Sánchez hijo de puta”, “Casado hijo de puta”, “Los fachas somos superiores” y demás lindezas no puede presidir ni su escalera. O no debería.

Ayudó también sin duda el insólito comunicado que firmaron a ultimísima hora (con la asamblea de Banyoles ya comenzada) el CSD y el COE, señalando precisamente esto mismo, la gravedad de que una persona con esa manera de pensar dirija una federación deportiva olímpica. Romper el principio de no injerencia en las federaciones pocas veces estuvo más justificado.

Quizá quienes presentaron la moción en contra de Loriente tuvieran razón en que ella no es la presidenta más adecuada para el remo español, insisto en que me faltan argumentos para valorarlo, pero resulta inexplicable que armaran la alternativa en torno a la figura de Gómez-Raggio.

Una torpeza de tal calibre es imperdonable en un proceso que, evidentemente, iba a atraer una importante atención mediática por el mero hecho de que la persona a la que querían echar es la única presidenta de una federación olímpica española.

Seguramente, con un candidato moderado (normal es un adjetivo muy feo para estos casos), discreto y educado en sus manifestaciones públicas, la moción habría prosperado, pues contaba de partida con una amplia mayoría de apoyos entre los asamblearios, pero la oposición a Loriente se dio a sí misma el tiro de gracia confiando su suerte a Gómez-Raggio.

Finalizado todo el proceso, la certeza es que todos han perdido. Los opositores no han conseguido derrocar a la presidenta y ella debe ahora rearmar una federación rota en mil pedazos, con heridas que tardarán en sanarse, si es que lo llegan a hacer. Y el remo, un deporte minoritario que, como todos, necesita toda la publicidad positiva que pueda conseguir, copa páginas y minutos de radio y televisión por un proceso escabroso y desagradable que, además, no ha servido para nada. Para nada bueno, al menos. Pobre remo.