PERFIL

Courtois, el portero tranquilo

El guardameta belga del Real Madrid, Thibaut Courtois

El guardameta belga del Real Madrid, Thibaut Courtois / EFE/Rodrigo Jiménez.

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

El belga es hoy una de las claves del indiscutible liderazgo del Real Madrid en Liga. No tenía vocación de guardameta, pero un día cuando el pequeño Thibaut Nicolas Marc jugaba al fútbol como lateral izquierdo en el Genk, el entrenador le miró y le dijo: “¿Por qué no pruebas un rato como portero”? Y aquello cambió su vida para siempre.

Es espigado, y esta es una condición indispensable cuando se habla del cancerbero moderno. Es fuerte y seguro, con aire de despistado, pero no le escapa una. O casi ninguna, porque recibir goles, los recibe, pero es de esos porteros que convencen y dan seguridad. Ofrece tranquilidad a sus defensas y a los exigentes aficionados de la parroquia blanca. Va muy bien por alto, es una garantía en las salidas y bloca muchos balones, impidiendo segundas oportunidades a los delanteros rivales. Observando el mapa de calor de sus movimientos por el terreno de juego resulta evidente que es un portero de área chica, y que las aventuras lejos del travesaño no van con él.

Y es que la portería del Real Madrid no es un lugar precisamente cómodo. Estar ahí abajo es como hacerlo en una delgada línea roja, en un umbral reversible que da paso tanto a la gloria como al destierro. Y Thibaut pareciera que ni se inmuta. Tiene ese semblante de tipo ‘tranquilote’ que cede en pocas ocasiones a la presión y que mantiene la concentración y la calma en los momentos más delicados. Eso no está al alcance de cualquiera en esa demarcación y en ese club.

Ese físico y esas maneras lo convierten en una mezcla entre John Wayne y Jacques Tati, ambos actores que sobrepasaban, como él, el metro noventa de altura. Courtois tiene algo de hombre tranquilo, de tipo que frustra goles sin despeinarse, aunque a veces los desaguisados de la defensa blanca lo expongan en demasía y no pueda evitar rescatar el balón de la red con algo de resignación.

Es el jugador más alto de la historia del Real Madrid. De hecho, media plantilla actual de la sección de baloncesto del club no llega a sus 199 centímetros de estatura. Representa el concepto, y posee el estilo y el físico de portero moderno con el que siempre soñó Florentino Pérez.

Courtois nació en 1992 en la localidad belga de Bree, de poco más de 15.000 habitantes. Allí lo más lógico es que el larguirucho muchacho que iba creciendo como a espasmos hubiera seguido los pasos de sus padres, ambos jugadores de voley, o que se hubiera decantado por el ciclismo, porque por aquellos lares hay cientos de kilómetros preparados para montar plácidamente en bicicleta y contemplar desde el sillín amplios y verdes prados salpicados de ganado.

Pero el pequeño Thibaut comenzó a jugar al fútbol y después de probar un día con los guantes ya decidió que lo suyo era la portería. Debutó en la Primera División belga a los 17 años, en las filas del Genk. Dos años después se proclamó campeón de liga y puso rumbo a Inglaterra fichado por el Chelsea, que lo cedió durante tres temporadas al Atlético de Madrid.

Con los rojiblancos logró ser dos años el portero menos goleado de la Liga y acarició con la punta de los dedos la Champions League de 2014, pero aquel cabezazo de Sergio Ramos en Lisboa en el fatídico 93 para los atléticos lo separó de la gloria europea.

Llega al Real Madrid

Después de aquello, el belga, que ya se había consagrado como uno de los mejores cancerberos del mundo, se hizo cargo de la portería del Chelsea. Allí jugó con éxito, pero en 2018, tras un intento fallido de fichar a De Gea, el Real Madrid sacó la chequera y estampó en una de sus hojas en negro sobre blanco la cifra que pidió el club inglés. Casi 40 millones de euros. Así llegaba Courtois al Bernabéu, donde fue recibido, expresión taurina mediante, con división de opiniones. En el vestuario merengue había hecho daño la falta de confianza del club en Keylor Navas, y al belga le costó ganarse el aprecio de algunos de sus nuevos compañeros. Pero era una cuestión de tiempo.

Hoy, el guardameta es uno de los hombres más importantes de la plantilla y su concurso está siendo una de las claves en la marcha del equipo en Liga y en Champions. Pese a haber encajado ya 15 goles en 17 encuentros de Liga, Courtois está siendo decisivo y facilitando que el Madrid sume de tres en tres los puntos en la competición doméstica. En Europa se muestra menos franqueable y ha encajado solo tres goles en seis partidos. Sus intervenciones enmiendan los errores de la zaga y ofrecen la seguridad que reclama Ancelotti, y se vuelve a hablar de él como uno de los porteros más en forma del mundo, después de que dos de sus máximos rivales, Oblak y Ter Stegen, estén dando muestras este año de menor fiabilidad en sus respectivos equipos.

Algo tiene que ver en ello el estado de forma física en el que se encuentra el belga. Y eso está directamente relacionado con su alimentación, de la que se encarga el chef vitoriano Asier Urbina, que dejó atrás los fogones en el norte de España para encargarse de la cocina del guardameta madridista. Urbina llegó a ser jefe de cocina del restaurante Ikea, en Vitoria, que contaba con una estrella Michelin. Ahora, como asesor gastronómico del belga cuida de su dieta y de su equilibrio nutricional.

Es una muestra más del cambio de los tiempos y de las formas en el fútbol moderno. Otra, la representa el acceso de los futbolistas a las redes sociales. Courtois no solo crece como jugador, sino que en el mundo virtual amplía cada semana su número de seguidores. Pese a ese carácter algo frío y aparentemente distante, el dorsal número uno del Real Madrid y de la selección belga actúa como un imán gigante en Instagram (más de 8 millones de seguidores), Facebook (7 millones) y Twitter (2.800.000).

Pero donde el futbolista se ha sentido más cómodo es en Twitch, una plataforma digital en la que el usuario puede emitir en directo lo que está haciendo y que otras personas lo vean sean de donde sean. Ahí Courtois se desenvuelve como pez en el agua y comparte con sus seguidores sus partidas de juegos online, aunque en los últimos meses ha pisado el freno y se prodiga menos. Curiosa paradoja, porque el último sitio al que un portero de fútbol desea entrar en el césped es a la red. Allí reposa el balón tras cada batalla perdida, que es lo que representa un gol del rival en el mundo real.

Benzema y Vinicius arriba, con Courtois abajo, forman el triángulo mágico de Ancelotti esta temporada. La fiabilidad ofensiva, la creatividad y la seguridad, respectivamente. Al Madrid le llegan a portería con demasiada facilidad esta temporada. Ha habido cambio de cromos importante en la defensa blanca y está por ver que la cosa encaje. Por eso es aún más importante el estado de forma del cancerbero belga, un portero de guante blanco, que se toma sin nervios aparentes las acometidas de los delanteros rivales.

Es algo que Courtois ha recalcado en más de una ocasión: que él no se pone nunca nervioso. Sea cierto o no, eso es lo que transmite. A sus compañeros y a la grada. Es, como John Wayne, el hombre tranquilo. Pero a diferencia del actor norteamericano, Thibaut lo es en la vida real, donde los disparos del rival no son de fogueo.