ENTREVISTA

Joan Capdevila: "En la final del Mundial tenía miedo a cagarla y que se lo recordaran a mis nietos"

Joan Capdevila al final de un partido con la selección española.

Joan Capdevila al final de un partido con la selección española. / Reuters

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Joan Capdevila (Tárrega, 1978) repite en varias ocasiones que durante su prolífica carrera supo estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, pero que lo hizo estando en cada momento preparado para lo que le llegaba. Fuera su precoz debut con el Espanyol o la final del Mundial de Sudáfrica, en la que se ganó un hueco de honor en la historia del fútbol español. Ya retirado, ejerce de portavoz de Relaciones Institucionales del Espanyol, el club de su vida desde que su tío le contagió la pasión perica. Ahora, en esta entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, hace repaso de una trayectoria que le llevó también por el Atlético, el Deportivo, el Villarreal y el Benfica, además de un par de exóticas aventuras, incluyendo un último paso por los Saiyans FC de TheGrefg en la Kings League.

Pregunta. Su pasión por el fútbol le viene de familia.

Respuesta. Mi padre jugó 20 años en el equipo del pueblo, en Tárrega, que jugaba en la Tercera catalana, nunca se movió de ahí. Los domingos íbamos a verle jugar y en casa veía mucho fútbol, era de los que se levantaba de madrugada para ver partidos de la Copa América, muy futbolero. Cuando se retiró, se sacó el curso de entrenador y dirigió a algún equipo de categorías inferiores, por la provincia. Él trabajaba en Casa del Cid, una empresa de hostelería y mi madre descuartizaba pollos, hacía pollos a l’ast. A los seis años me apuntaron a fútbol y empecé a entrenar los sábados por la mañana, para pasar el tiempo. Ahí empezó todo, empecé a los seis y ahora con 43 sigo jugando siempre que puedo.

P. ¿Fue del Espanyol desde niño?

R. Del Espanyol me hizo mi tío, el hermano de mi madre, que es soltero. Cuando fui un poquito más mayor, me empezó a llevar a Sarriá. Al final me hice socio de la peña espanyolista de Tárrega, nos íbamos en autobús cada dos semanas a Sarrià y de vez en cuando me llevaba a Zaragoza, Logroño o Pamplona, sitios cercanos. Tenía 12 o 13 años y pasaba los domingos con mi tío por ahí. Allí me aficioné al Espanyol y me hice socio, ya llevo 30 años.

Mi tío me llevaba desde niño a Sarrià y también a ver el Espanyol a Zaragoza, Pamplona, Logroño...

P. ¿Y su padre? ¿Era culé?

R. No, no. Quizá le tiraba más el Barça, pero nunca se pronunció mucho. Yo a día de hoy se lo sigo preguntando y todavía no lo tengo claro. En realidad no era de nadie, le gustaba ver partidos. Todavía hoy voy a casa de mis padres y me lo encuentro viendo un partido de 1998 que están poniendo en el Fútbol Replay. Y ya cuando llegué a profesional fue animando a los equipos en los que estaba, como es lógico.

P. Llega relativamente tarde a la cantera del Espanyol.

R. Llegué tarde, sí, pero quién sabe, si me fichan con 10 años a lo mejor a los 15 me echan... Yo siempre he pensado que me vino bien llegar un poco tarde. Con 17 años estaba jugando en el primer equipo del Tárrega en Tercera, ese año ganamos la liga y al siguiente me fichó el Espanyol para su juvenil, pasé de un equipo absoluto a de nuevo un juvenil, un caso curioso. Cambié Tárrega por Barcelona y mí me parecía Nueva York, tan grande... Me voy a la residencia del Espanyol, en Gran de Gràcia, y estoy allí dos años, luego me alquilé un piso con otro compañero. Todo fue muy rápido, llegué al filial, subí enseguida al primer equipo y ya me quedé toda la temporada.

Joan Capdevila durante uno de sus primeros partidos con el Espanyol, en 1999.

Joan Capdevila durante uno de sus primeros partidos con el Espanyol, en 1999. / Francesc Casals

P. Debuta con Brindisi, en San Mamés.

R. Imagínate, en una semana paso de jugar con el filial ante mil personas a hacerlo en San Mamés ante 45.000. Estaba jugando Pacheta de lateral izquierdo, pero se lesiona y en el descanso me llama Brindisi y me dice “ven aquí que vas a jugar”. Luego ya no me enteré de nada más de lo que me dijo, me puse blanco. De repente me encuentro con Joseba Etxeberria de cara, me produjo un respeto tremendo, pero también disfruté mucho del día. Yo pensaba: “Igual no vuelvo a jugar nunca más, pero esto ya no me lo quita nadie”. Fue el 31 de octubre de 1998, me acuerdo perfectamente.

P. Y a partir de aquel partido juega prácticamente siempre.

R. Sí, la semana siguiente se vuelve a lesionar Pacheta en el minuto 15, salí yo, ganamos y ya me quedé de titular toda la temporada. Tuve la suerte de estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Ojo, y también estaba preparado, porque muchos jóvenes tienen esa oportunidad pero no están preparados, porque tienen la cabeza en otro lado o lo que sea. Yo sí lo estaba.

En mi debut tuve suerte de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, pero también estaba preparado

P. ¿Es complicado que a un chaval de 20 años no se le suba a la cabeza una progresión tan rápida?

R. Cuando debutas es un momento de euforia, todo el mundo te felicita… Pero tienes que saber cortar con eso rápido y es importante tener a alguien al lado que te recuerde que sí, que has debutado, pero que al día siguiente tienes un entrenamiento en el que si no estás al cien por cien habrá un compañero que te pase por encima. Está bien tener ese momento de felicidad, pero no debes alargarlo durante muchos días.

P. Al final de esta temporada deja el Espanyol y ficha por el Atlético.

R. Juego todo el año, hago una gran temporada y el Atlético paga mi cláusula (800 millones de pesetas). Parecía un paso importante en mi carrera, aunque luego las cosas no salieron como debían. Es verdad que fue una salida un poco rara, turbulenta, pero al final todos quedaron contentos. Esto es fútbol, Toni ese mismo año se fue gratis al Atlético y se marcharon más canteranos en aquella época: Lardín, Morales, Sergio, Lopo, De Lucas, Tamudo estuvo a punto… Todos salieron y no pasó nada, aunque en su día fue un mal trago.

Capdevila, en su etapa en el Atlético, en un lance con el barcelonista Kluivert.

Capdevila, en su etapa en el Atlético, en un lance con el barcelonista Kluivert. / Reuters

P. Llega a un Atlético plagado de estrellas, concebido para competir por el título y…

R. El equipo estaba en Europa, con unas expectativas altas, pero todo se tuerce. No sale nada desde el primer día, después llega la intervención judicial en contra de Gil… Todo lo peor que podía pasar nos pasó a nosotros. Fue un año muy duro, pero a veces esa dureza te hace madurar antes. Tenía 21 años y de todo se aprende. Un mal año deportivo, no estuvimos a la altura y bajamos junto a Sevilla y Betis. Es la espina clavada en mi carrera. Han pasado muchos años y aún no he encontrado explicación a ese descenso. Piensas que todo se tuerce de mala manera: problemas deportivos, extradeportivos… Todo se juntó y me tocó vivirlo a mí y a mis compañeros.

Han pasado muchos años y aún no encuentro explicación al descenso del Atlético

P. Todos los que han compartido momentos con Jesús Gil tienen alguna anécdota de no creer. Cuénteme la suya.

R. Yo solo estuve un año, no puedo contar mucho. Bueno, recuerdo un día en que nos llamó a todos a su despacho, todos en fila india esperando turno, y por las caras que veíamos había más de uno que no salía bien parado. Me toca a mí, entro en el despacho, con su bandera grande, el Imperioso y todo… Acojonado es poco. Pero Gil me trató bien, me dijo que era un chaval joven, que estaba trabajando bien, me animó a seguir… Salí bien parado, pero el respeto que tuve al entrar en ese despacho no se me olvidará en la vida, los dos solos ahí… Casi no podía ni hablar, la verdad. No me echó la bronca. ¡Menos mal!

Entré al despacho de Jesús Gil, con la bandera gigante, el Imperioso... Acojonado es poco

P. Usted estaba dispuesto a quedarse en el Atlético en Segunda.

R. Sí, firmé por cinco años y dije que no había problema, que estaríamos un año en Segunda si todo iba a bien y volveríamos a subir. Me dijeron que si recibía alguna oferta me lo pensara, pero me quería quedar. Lo que ocurrió es que ataron a Valcarcel, del Málaga, y me llamaron para contarme que tenían un acuerdo con el Deportivo por Valerón, Molina y por mí y que si yo no aceptaba se caía toda la operación. De una forma elegante, me animaron a que me fuera. Fui para allá, firmé por siete temporadas y a empezar de cero, una aventura nueva. Cuando bajé con el Atlético se me pasaron muchas cosas por la cabeza, que igual no valía para el fútbol, muy desanimado, y gracias al Deportivo volví a ilusionarme.

Capdevila celebra un gol con el Deportivo.

Capdevila celebra un gol con el Deportivo. / Reuters

P. En el Deportivo tiene una pelea por el puesto con Enrique Romero muy intensa, le cuesta varios años ser indiscutible.

R. Sabía que era muy difícil ser titular, el Dépor venía de ganar la Liga y Romero tenía 27-28 años, estaba en plenitud, con mucha experiencia. Yo tenía que esperar mi oportunidad y Jabo (Irureta) también lo veía así. Poco a poco fui ganando protagonismo, respondí cuando me tocaba salir al campo y año a año fui aumentando mis minutos. Piensa que aquel Deportivo tenía dos jugadores por puesto que eran muy buenos: si no jugaba Tristán, lo hacía Makaay; si no salía Valerón, era Djalminha...

P. ¿Era Djalminha el mejor?

R. Era algo diferente, el típico jugador que marcaba diferencias, un poco como Ronaldinho. Era nuestra estrella, un espectáculo. Disfrutamos todos mucho de él, de su magia, en los entrenamientos hacía cosas espectaculares. Yo estaba convencido de que se iría a un Barça o un Madrid, pero por suerte se quedó.

P. Se lo pregunto sin rodeos: ¿Estaba loco?

R. No, loco no. Es brasileño... Luego tuvo el enfrentamiento con Irureta. Valerón era muy bueno y solo podían jugar once y… Llegó lo del famoso cabezazo y se perdió por mal comportamiento el Mundial de 2002 por eso, que lo gana Brasil, habría sido campeón del mundo

P. ¿Cómo vivió aquel encontronazo con Irureta?

R. Impacta. Puedes discutir con el entrenador, tener tus rifirrafes, pero una acción así no deja buena imagen ni para el club, ni para la afición, ni para los niños. Se equivocó y luego hicieron las paces. No era agradable ver noticias sobre el tema, lo que nos gustaba era ver a Djalminha saliendo por lambrettas, por goles, pero no por actos de indisciplina. En el fondo, tuvo suerte por el carácter que tenía Jabo, que era un entrenador cuando había algún problema, lo resolvía en privado en el vestuario, no de cara al exterior. Si Djalma le hace eso a Luis Aragonés igual habrían pasado otras cosas...

Djalminha tuvo suerte de que lo del cabezazo fue con Irureta; si llega a ser con Luis Aragonés...

P. Qué cerca estuvieron de la final de la Champions…

R. Muy cerca, era nuestro sueño, toda una ciudad volcada después del 0-0 en Oporto. Fue una pena, imagina lo que era para el Deportivo jugar una final de Champions. Habría sido el colofón a todos los años de trabajo de aquel equipo, la guinda a la Liga, la Copa y las dos Supercopas. Nos quedamos a las puertas y mira ahora cómo está el Deportivo, cómo de dura es la realidad.

P. ¿El Centenariazo es su momento cumbre en clubes?

R. Nosotros íbamos al Bernabéu prácticamente de invitados. Lo del Centenariazo fue algo histórico y único, algo que todos los deportivistas van a recordar. Nadie se acordaba de nosotros y ganamos una Copa al Madrid en el Bernabéu.

El Centenariazo fue histórico, único; íbamos de invitados y ganamos la Copa en el Bernabéu

P. Le he pedido una anécdota de Gil. Cuénteme ahora una de Lendoiro.

R. Lo típico de cuando negociaba... Una vez fue mi padre a negociar mi renovación y le tuvo hasta las siete de la mañana en el restaurante. Mi padre no bebe alcohol, pero Lendoiro le ofrecía champán todo el rato y… cuando llegó a casa, antes de irme al entrenamiento, le pregunté qué habían acordado. Me contestó: “No me acuerdo de nada, tengo mucho sueño”. Y se fue a dormir. Al final no se llegó a un acuerdo y es cuando me voy al Villarreal.

P. ¿Por qué elige después el Villarreal?

R. Tenía más ofertas, del Betis y el Levante. Me informé mucho de cómo trabajaban, de sus planes de trabajo... Tuvieron un gran interés por mí y era un club muy serio. Creo que elegí bien, estuve cuatro años magníficos y disfruté de mi vida profesional, que no siempre es posible.

Capdevila pugna con Kagawa, del Manchester United, durante su etapa en Villarreal.

Capdevila pugna con Kagawa, del Manchester United, durante su etapa en Villarreal. / Reuters

P. Es en esa época cuando se asienta con la selección española.

R. ¡Luis Aragonés se da cuenta de que para ganar me tiene que convocar y ponerme de titular! Fuera de bromas, en aquellos años el Villarreal fue subcampeón de Liga, jugamos Champions y Europa League… Teníamos un entrenador como Pellegrini que proponía un fútbol espectacular y yo llegué con una madurez personal y futbolística pletórica. Fueron mis mejores años, entre los 28 y los 32.

P. ¿Fue Luis Aragonés el entrenador más influyente de su carrera?

R. No diría eso, lo han sido todos, desde la base incluso, que son los hacen que cuando yo llegué a Primera estuviera preparado para el reto. Y he aprendido mucho de Jabo, de Caparrós, de Ranieri… Es muy importante saber escuchar y entender lo que dicen los entrenadores. Cuando te retiras te das cuenta de la razón que tenían cuando te decían ciertas cosas. Muchos jugadores no escuchan, van a la suya, pero es vital para un profesional.

P. Había un clima muy enrarecido y pesimista en la selección en los años anteriores, con todo el lío de Raúl y demás. Sería complicado de gestionar.

R. Muy complicado. Yo recuerdo que antes de ir a la Eurocopa de 2008 nos daban por todos lados. Entre lo de Raúl, entre que perdimos en Suecia… Nos caían palos por todos lados. Luis supo aguantar todo ese chaparrón y no fue fácil. Solo alguien con esa personalidad era capaz de aguantar todo lo que aguantó en aquella época. Nos protegía a los jugadores y nos hacía sentirnos cómodos.

P. ¿Tenían fe en sus opciones de ganar la Eurocopa?

R. No, cuando llegamos ahí, realmente no. Nunca pensé en ganarla hasta que llegué a Austria. El primer día nos dice Luis que quería ganar, pero nosotros no habíamos escuchado nunca la palabra ‘ganar’ en España. ¿Cómo vamos a ganar en España si nunca hemos ganado nada? Pero poco a poco nos fue convenciendo de que podíamos ganar. Empezamos ganando 4-1 a Rusia, con buenas sensaciones, y al final nos creímos ese convencimiento que nos transmitía. En los penaltis contra Italia dimos un paso al frente, nos sentíamos en deuda con Luis y sabíamos que ahí no podíamos fallarle y superamos esa barrera de cuartos.

En la Euro de 2008 pensábamos: ¿Cómo vamos a ganar en España si nunca hemos ganado nada?

P. ¿La de la Eurocopa de 2008 fue la mejor España?

R. Sin duda. Es el torneo que más he disfrutado, más que en el Mundial incluso. Fue la primera vez, una novedad, el grupo, el ambiente… Aquella semifinal contra Rusia es el mejor partido que he jugado con la selección, jugamos de una manera espectacular aquel día.

P. El Mundial ya es diferente, partían como favoritos.

R. Sin ganar nada ya nos decían que éramos favoritos, imagina después de ganar la Eurocopa… Te ponen por los nubes. Nos habíamos ganado el respeto de los rivales, ya no éramos esa selección a la que siempre le pasaba algo: el fallo de Salinas, el codazo a Luis Enrique, el gol anulado a Morientes… Cambió un poco el chip, la mentalidad.

P. Pero llega el primer partido...

R. Y lo perdemos contra Suiza, sí. Pasamos de favoritos a ser un desastre mundial en 90 minutos. ¡Y éramos los mismos jugadores! 20 días después fuimos campeones del mundo. Sabíamos de nuestras posibilidades, habíamos agotado el crédito pero sabíamos que nos quedaba una opción, que era ganarlo todo. Era muy difícil pero lo conseguimos.

P. Hábleme del gol de Iniesta.

R. Quedaba muy poco tiempo, estaban con uno menos y yo tenía fe en que íbamos a tener una o dos ocasiones aún, pero en el fondo estaba convencido de que llegábamos a penaltis. Ocurre esa jugada, esa contra de Navas, un par de rebotes, Cesc para Iniesta.... Me quedé sorprendido, ¿qué ha pasado? Ya cuando vi al linier correr hacia el centro del campo y a Iniesta hacia el córner soy consciente del gol. Yo solo pensaba que quedaban tres minutos, que se me hicieron más largos que el resto del partido.

El once de España, con Capdevila (dorsal 11) en la final del Mundial de Sudáfrica 2010.

El once de España, con Capdevila (dorsal 11) en la final del Mundial de Sudáfrica 2010. / Reuters

P. En aquella final eran todos jugadores del Barça, del Madrid...

R. Y yo del Villarreal. Una presión acojonante, pero a la vez estaba tranquilo porque sabía que mis compañeros no me iban a fallar. Sabes que le mandas un melón a Xavi o a Iniesta y te lo bajan como si nada, te daban esa seguridad. Yo en esa final pensaba: que no me resbale, que no la cague yo porque si no hasta mis nietos quedarían retratados, se lo recordarían. Tenía ese miedo de cagarla y que me recordaran por la calle por ese fallo.

P. Volvamos a su carrera de clubes. Un año después del Mundial deja el Villarreal y se marcha al Benfica.

R. Juan Carlos Garrido no cuenta conmigo, yo tenía ya 33 años, quería probar fuera y lo más cerca era Portugal, con un club grande e histórico. Deportivamente no fue un año brillante, Jorge Jesus no cuenta mucho conmigo (solo juega 11 partidos), pero conocí la grandeza del Benfica en el mundo. Cosas del fútbol, me gustó mucho la experiencia a pesar de eso.

P. Acaba regresando al Espanyol 13 años después de su salida. ¿Era una deuda pendiente?

R. Para mí fue un privilegio poder empezar y acabar en el Espanyol. No me lo habría imaginado, pero el destino me tenía preparado y eso y fue un motivo de orgullo. Estoy muy agradecido a la oportunidad que me dio el club, se curaron cicatrices antiguas, del año 99. Llegué veteranillo, con 34 años, y disfruté mucho esa última etapa como profesional en España. Fue un final feliz.

P. Pero no fue el final.

R. Es que en 2014, cuando acabo mi contrato con el Espanyol, yo me retiro. Me voy con Gol de comentarista al Mundial de Brasil y allí me ofrecen jugar en la India. Yo digo que no, que estoy retirado, pero me dicen que la liga dura cuatro meses… Y bueno, allí me fui. Regreso en Navidad, otra vez retirado, me llaman para ir seis meses a Bélgica y allá que me fui también. En Bélgica me lesioné el cruzado, me opero… y me sale lo de Andorra, en el Santa Coloma. Pero ya en plan hobby más que profesional.

P. Y se retira de verdad en una previa de Champions.

R. Fui para jugar la previa, pero me dicen que me quede toda la temporada, que no hacía nada en mi pueblo y que fuera a jugar cuando me apeteciera. Lo hago, vuelvo a jugar la previa de Champions y ahí ya sí que decido retirarme de verdad.

Capdevila en su actual puesto de portavoz de Relaciones Institucionales del Espanyol.

Capdevila en su actual puesto de portavoz de Relaciones Institucionales del Espanyol. / RCD Espanyol

P. ¿Tenía claro qué iba a hacer después de colgar las botas?

R. No, claro del todo, no. Quería formarme como entrenador y estaba metido en cosas de la tele, pero claro no y eso es un error. Yo creo que a partir de los 32-33 años tienes que tener un orden: dónde vas a vivir, qué te apetece hacer, cómo te vas a formar…

P. ¿Al futbolista le preparan para el día posterior a la retirada?

R. No, no le preparan. Y mi consejo es ese, que los futbolistas se preparen para su futuro. Que organicen su vida, porque cuando caes de la burbuja del fútbol profesional, la realidad de la vida es otra y te pegas unas hostias cada día como panes. La preparación a ese golpe tiene que ser progresiva, organización, pensar lo que vas a hacer y así suavizar la caída.

Cuando caes de la burbuja del fútbol profesional te pegas unas hostias como panes

P. ¿Usted lo hizo?

R. Sí que lo hice, pero creo que lo debería haber hecho antes y mejor. Tenía una idea y salió bien: vivir en Barcelona, donde estoy cerca de mi otro hijo, mi mujer también está cerca de Castellón, me salió la opción de trabajar en el Espanyol en Relaciones Institucionales… Mejor no me puede ir.

P. Iba para entrenador y ha acabado con traje y corbata.

R. El carné lo tengo, nunca se sabe. Me gusta lo que estoy haciendo, veo fútbol, voy a actos en representación del club, estoy ocupado, viajo con el equipo… No es como estar en el césped o el vestuario, pero es seguir vinculado. A mí me gusta mucho el vestuario y quizá en el futuro me gustaría probar como ayudante, como tercero, algo así. Ya veremos.