ANÁLISIS

El doble reto del deporte español: renovar sus estructuras y generar nuevos ídolos

El modelo de Barcelona 92 ya no sirve, pero el desinterés por la política deportiva y la incapacidad de alcanzar acuerdos de los principales partidos ha impedido que el deporte español progrese como debería

Ana Peleteiro, en los JJOO.

Ana Peleteiro, en los JJOO. / JUAN IGNACIO RONCORONI

Sergio R. Viñas

En algo menos de un año se cumplirán tres décadas del evento que más y mejor cambió el deporte español. Los Juegos Olímpicos de Barcelona permanecen en el imaginario colectivo como un hito que trascendió lo meramente deportivo y proyectó al mundo la imagen de una España viva, moderna y progresista, fruto del consenso alcanzado durante los años anteriores para proyectar una imagen de unidad y éxito. El paso de los años ha hecho que se desvanezca aquel espíritu, pero el deporte se ha quedado atascado, en muchos aspectos, en 1992.

La aspiración olímpica de Madrid, recientemente recuperada al menos como hipótesis, no tiene por qué ser el camino más adecuado

El rotundo éxito de aquellos Juegos generó un acomodamiento de los diferentes agentes implicados en la política deportiva, convencidos de que la receta que triunfó entonces podría mantener su eficacia para siempre. Y durante algún tiempo lo hizo, claro está, pero 29 años después el deporte español requiere un debate profundo sobre hacia dónde quiere ir y cómo quiere alcanzar los nuevos retos que se le plantean, muy distintos a los de entonces. La aspiración olímpica de Madrid, recientemente recuperada al menos como hipótesis, no tiene por qué ser el camino más adecuado. Más bien al contrario.

Porque el deporte español no necesita, hoy, un golpe de efecto sino una enmienda a la totalidad. Acumula muchas legislaturas siendo un patito feo de la acción política y en los últimos años, además, se ha sumido en una deriva de inestabilidad institucional: desde 2016 ha habido cinco presidentes del Consejo Superior de Deportes y desde 2011 ocho directores generales. Una tendencia que no es sino el reflejo de la poca importancia que le han ido dando al deporte los sucesivos gobiernos.

Irene Lozano traspasa la presidencia del Consejo Superior de Deportes a José Manuel Franco ante el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes.

Irene Lozano traspasa la presidencia del Consejo Superior de Deportes a José Manuel Franco ante el ex ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes. / E. P.

Reformas profundas y urgentes

La ausencia de voluntad para abrir este melón se ha visto reforzada por la incapacidad de alcanzar consensos de la que ha hecho gala la clase política en los últimos tiempos en casi todos los ámbitos. Una de las tareas más apremiantes desde hace años es reformar la Ley del Deporte de 1990, un texto útil en su momento y ahora totalmente desfasado. Tras muchos intentos, su tramitación parece cercana, pero no sería conveniente lanzar las campanas al vuelo todavía.

Debería ser ese el primer paso para definir cómo se estructurará el deporte español en la próxima década, pero la tarea, aun con la hipotética aprobación de un nuevo texto ajustado a los tiempos actuales, no habrá hecho más que comenzar. El Plan ADO, ideado de cara a Barcelona 92 para la financiación de los deportistas olímpicos, agoniza por la reducción de patrocinios privados y por la práctica desaparición de RTVE de la ecuación. Hoy, España se sitúa por debajo de la media de la Unión Europea en inversión pública en deporte, muy por detrás de los países escandinavos, Suiza, Francia o Países Bajos. Sólo la inercia mantiene vivo un sistema caduco y poco efectivo. 

Un reto también social

El deporte español, cómo no, también se enfrenta a retos sociológicos que exceden el ámbito nacional. La popularización de las nuevas tecnologías absorbe tiempo de ocio deportivo a nuestros niños, lo que impacta tanto en su salud (pues ese es el principal objetivo de la práctica deportiva) como en la aparición de nuevos deportistas profesionales que den relevo a los actuales. Según un informe realizado por la Fundación Gasol en 2019, recopilando testimonios en 245 centros educativos españoles, sólo un 36,4% de los niños realiza la actividad física diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud y más de la mitad de ellos pasan tres horas al día delante de una pantalla, cuando la recomendación es de un máximo de dos. No es aventurado predecir que ambos indicadores funcionan como vasos comunicantes y que serán ahora, tras la pandemia, todavía peores que entonces.

Las pantallas están restando tiempo de actividad física, y por tanto salud, a nuestros niños

La aparición de nuevos ídolos es, además, una necesidad acuciante, ya que la década que acaba de comenzar traerá aparejada una completa renovación de referentes. Las generaciones doradas de fútbol y baloncesto, Alejandro Valverde, Rafa Nadal, Mireia Belmonte o Fernando Alonso ya dejaron atrás sus mejores años y la actual es la era de los Jon Rahm, Carolina Marín, Ana Peleteiro y, quizá aún, Marc Márquez, a la espera de confirmaciones como las de los ciclistas Juan Ayuso y Carlos Rodríguez, el tenista Carlos Alcaraz, la atleta María Vicente o futbolistas como Pedri y Ansu Fati. Unido a este último punto, el creciente encarecimiento del deporte en televisión contribuye a alejar a los niños de sus ídolos. Un problema que, dada la globalización del deporte y su competencia con otros productos de ocio parece de difícil solución.

Luis Rubiales y Javier Tebas durante una Asamblea de LaLiga.

Luis Rubiales y Javier Tebas durante una Asamblea de LaLiga. / Guillermo Martínez

Las guerras del fútbol

LaLiga continuará siendo el producto más pujante que España ofrezca al mundo en los próximos años. Es, tras muchos años de férreo control económico, una competición sostenible y atractiva, más allá de los estragos provocados por la pandemia, pero se enfrenta a amenazas que van desde el proyecto de Superliga a la pujanza de la Premier League y los clubes-estado.

La profesionalización del fútbol femenino debería ser la punta de lanza para la progresiva equiparación de los deportistas de ambos géneros en todas las disciplinas

Sería recomendable, eso sí, que LaLiga y la RFEF consiguieran aparcar sus diferencias para trabajar juntas. Las dos directivas actuales mejoran por mucho la labor de sus predecesores, pero eso no basta si la confrontación está a la orden del día, como también ocurre con agentes internacionales como UEFA y FIFA. Otro de sus retos es seguir profundizando en una estructura sólida que contribuya a sostener e incrementar la profesionalización del fútbol femenino, que debería ser la punta de lanza para la progresiva equiparación de los deportistas de ambos géneros en todas las disciplinas. Pensar en que eso ocurra en 2030 quizá sea demasiado ambicioso, pero no pensar en ello sería imperdonable. EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, por descontado, se compromete a contribuir en su sección de Deportes con esta búsqueda de la igualdad, tan justa como necesaria.