LIBROS
Jorge Dioni López: "El porno es una propuesta política que sitúa al varón heterosexual en el centro"
El autor de ‘La España de las piscinas’ reflexiona sobre pornografía y capitalismo en su ensayo ‘Pornocracia. Por qué el mundo actual nos agota (y qué podemos hacer con el deseo)’

El escritor Jorge Dioni, en Madrid. / ALBA VIGARAY
El país de las maravillas donde los hombres siguen siendo los fuertes, los proveedores, los empotradores, los que deciden, los que controlan ese relato en el que, por fin, todo es más fuerte, más rápido y más duro, el parque de atracciones del aquí mando yo, de la literalidad y la certidumbre, ese lugar perfectamente etiquetado y categorizado, sin misterio ni metáforas porque ya sabemos, como recordaban las protagonistas de la serie Autodefensa, que follar es como ir a misa, ya sabes lo que va a pasar.
Después de ensayos como El malestar de las ciudades y La España de las piscinas, Jorge Dioni López (Zamora, 1974) publica Pornocracia (Arpa), un libro en el que reflexiona sobre el porno como industria, como espacio de conversación entre hombres a través del cuerpo de las mujeres, como gran contenedor de la nostalgia masculina por la asimetría perdida, como espejo de nuestro malestar y perfomance de nuestro agotamiento, como productor de verdad y termómetro social, como ese lugar que imprime su ritmo y estructura a la sociedad turbocapitalista en que vivimos, ese bucle de expectativa, excitación, descarga, bajona y hola de nuevo, ¿qué deseas ahora? que define un tiempo sobresaturado de estímulos y en el que todo es contenido.
“Somos una sociedad que se mata a pajas”, escribe Jorge Dioni López en este libro plagado de titulares cuya necesidad de escritura se activó después de ver la serie Autodefensa y leer Resonancia, de Harmut Rosa o Microfísica sexista del poder, de Nerea Barjola. También, con “la visión de una guerra pornográfica” como el genocidio de Gaza, convertida en “un contenido que sirve para excitar a un tercero”, definición con la que responde el autor en este ensayo a la pregunta de qué es el porno y que desborda el simple video de contenido sexual. “Yo creo que la comunicación política, sobre todo de los últimos dos años, de Milei, Trump o Ayuso, se entiende mucho mejor dentro de esta idea de un contenido que sirve para excitar a un tercero. ¿Por qué se graba una persona de la administración Trump con los presos que ha deportado detrás, todos iguales? Porque es un contenido pornográfico que sirve para excitar a un tercero”, explica el autor a este diario.
Jorge Dioni López, que dedica bastantes páginas a analizar las condiciones materiales de quienes hacen y producen pornografía, comparte con EL PERIODICO DE ESPAÑA las circunstancias que le han permitido trabajar en este ensayo. “Escribo en la biblioteca José Hierro de Alcorcón, mi barrio, porque me concentro mucho mejor allí que en mi casa y durante seis meses, en los dos últimos trimestres del año, corté la mayoría de colaboraciones. En la Escuela de Escritores no di cursos, por ejemplo, y pude hacerlo porque mi pareja tiene un trabajo muy estable. Yo me ocupo, por ejemplo, de la comida, de hacer la compra, pero puedo tomarme dos trimestres con pocas colaboraciones, casi sabáticos, aunque ahora he vuelto a pillar muchos cursos, esa obsesión del autónomo de recuperar el tiempo perdido, que es precisamente lo que critico en el libro”.
P. ¿El porno tiene ideología? Y si la tiene, ¿cuál es?
R. En principio no tiene ideología, pero hay varias cuestiones. Una de ellas es que la pornografía se basa en que alguien convierta la intimidad en un producto, yo me creo un espacio de intimidad, una habitación propia, y veo a alguien que la ha perdido. En esto siempre hay una dinámica de poder y eso, inevitablemente, te acabará llevando a posiciones de derechas. No hay que olvidar que la intimidad es una cuestión muy relacionada con nuestra identidad. Si yo convierto mi intimidad en un producto, estoy dándole poder a otra persona para que me compre esa intimidad, y esa cuestión de que esto es empoderante porque me permite sacar un dinero, una independencia… es el pacto mefistofélico que hace el neoliberalismo, es decir, tú me das y yo te quito y te pediré más tarde, cuando yo lo necesite.
P. El porno es ese lugar en el que únicamente el hombre dicta las normas y establece las jerarquías, un universo en el que nadie te da la turra con el consentimiento, y eso es profundamente reaccionario
R. El porno mainstream es totalmente así. Es un universo donde quitarle la voluntad o intentar imponer tu deseo a la mujer es parte del erotismo, es parte del producto, sin ninguna duda, donde el deseo de la mujer no es relevante. Hay una práctica que se ha puesto de moda en los últimos diez o quince años que es el squirting. ¿Por qué? Porque el orgasmo femenino es menos visible y, aunque al final sea orina muchas veces, esto sí lo veo y además, muevo los dedos y hay penetración, porque el gran triunfo del patriarcado es creer que el sexo es penetración y si no hay penetración no hay sexo. Aquí hay movimiento brusco y eso es muy masculino, sale algo, lo veo, lo toco y puedo provocarlo cuando quiero, tú estás a mi merced. Y otra cuestión que se ha popularizado muchísimo es el sexo en grupo, que no tiene nada que ver con el sexo o con pasárselo bien porque es una forma de crear camaradería. Estamos aquí para hacer grupo, como decía el entrenador del Rayo Vallecano.
P. ¿Por qué hay tan poco porno mainstream y heterosexual en el que las tías se lo pasen bien? Es como si se descartara que el placer femenino pueda excitar a un usuario masculino
R. No voy a hacer un not all men, pero mi idea es que no nos lo acabamos de creer. El orgasmo femenino tiene una reacción física, lo notas, pero tienes que tener una mínima curiosidad, claro. Creo que la falta de curiosidad tiene que ver con la inseguridad y yo tengo 50 años y me he liberado, pero está toda esta inseguridad respecto al tamaño que veo en generaciones posteriores, en foros en los que la gente dice que le da mucho palo desnudarse porque a ver si me van a decir….
P. ¿Cómo ha acusado el porno los avances del feminismo?
R. Yo interpreto que es una de las causas del endurecimiento y de que en escenas muy normales ya sean muy habituales los azotes, los tirones de pelo, coger del cuello… Creo que este tipo de cosas tienen que ver con el avance del feminismo. Recuerdo que el mundo en el que yo vivía de pequeño era un mundo en el teníamos muchos espacios en los que sólo había hombres, donde podíamos ejercer esta socialización basada en el desprecio de la mujer, de lo femenino y lo no heterosexual. Y todos esos espacios cada vez son menores. Yo tenía veinte años la primera vez que fui a un gimnasio y solo había hombres. En el fútbol solo había tíos, había un montón de espacios donde hacer esa socialización que hemos perdido y no nos hemos interesado por el espacio privado. El porno es una reacción a eso, claramente, y un contenido por sí solo igual no, pero si tú eso lo metes en una dinámica de visión de contenidos en la que ves una escena de un gangbang, te haces una paja, después inviertes en criptomonedas y luego ves al Xocas que te está diciendo que las tías no sé qué… todo eso te va haciendo un poti poti de no follo porque es que ahora las tías… Y no, no follas porque igual eres un cretino.
P. ¿Por qué no habla en el libro del porno hecho por mujeres o de ese porno que sí contempla el placer femenino?
R. Hablo muy poco porque me centro en el mainstream, en lo más consumido, en lo más visto, no en el porno que debería ser o el que a mí me gusta, con trama, como el de Erika Lust o el de Anneke Negro. La diferencia es que ese porno sí contiene el placer (femenino) y creo que es más reposado, más lento, con un cuidado técnico y una trama previa, aunque sea muy pequeña. Creo que esa es la gran diferencia, no tanto la de evitar la dureza porque hay porno hecho por mujeres que tiene BDSM, sino el dominio por el dominio, el aquí mando yo, tú te pones a perrito y ahora te follo y lo primero que hago es darte un azote. Pero bueno, ¿por qué? Hay una frase de una mujer que decía que si nosotras lleváramos constantemente un dildo de veinte centímetros con un arnés los tíos entenderían perfectamente lo que es el consentimiento.

El escritor Jorge Dioni publica 'Pornocracia'. / ALBA VIGARAY
P. El porno es el último gran reducto de la nostalgia masculina por la asimetría
R. Total. Es una utopía donde toda la teoría del consentimiento no existe, donde el no sigue siendo sí. Después, la realidad va más lenta que las expectativas. Acabamos de ver cómo ha sido absuelto el jugador del Barcelona, Dani Alves, pero tenemos un mundo ahora en el que, si eres profe de universidad o jugador de fútbol, estás en la primera generación que ya no puede hacer ciertas cosas. Yo he hecho deporte y la sensación de impunidad que tenía esa gente era muy alta, soy Dios y aquí viene todo el mundo a rendirme pleitesía, ¿quién no va a querer follar conmigo? Creamos estructuras sociales por consenso en las que cosas que estaban permitidas dejan de estarlo. ¿Por qué? Porque hay personas que no tenían poder y ahora lo tienen y dicen no, por ahí ya no paso.
P. Pero luego llegan algunos jueces y volvemos a la casilla de salida
R. Claro, es que hay una resistencia. Es esa dinámica de competición, de verlo todo como de suma cero y, como pasa con el satisfyer, en vez de pensar cómo puedo aprender de esto, cómo puedo pasármelo bien y disfrutar de este nuevo mundo, es una competición, es ver cómo jodo a los demás y recupero mi sitio. Esa visión competitiva del mundo en la que hay un pastel y, si tú te comes un trozo, no me lo como yo.
P. ¿Qué dice de nosotros que nos excite el malestar ajeno?
R. Que tú no estás sufriendo daño, básicamente. Este lo está pasando mal, pero yo no. Siempre hemos tenido el pequeño morbo de ver el malestar ajeno, hay muchos programas de televisión y de radio basados en gente que contaba sus movidas, lo desgraciada que era, nos gusta eso de los ricos también lloran y el baile de la muerte, pero el cambio es que cuesta encontrar un proyecto político que te diga este va a ser el mundo en 2030 o en 2040, aunque igual el vicepresidente de Estados Unidos sí lo tiene, y las mujeres van a estar en casa, los señores negros van a estar en sus pueblos y vamos a volver al mundo de American graffiti, que es a lo que queremos regresar. Ese hombre tiene un plan, pero al otro lado no lo hay, y en ese plan se sufre, pero yo no estoy dentro de ese sufrimiento. Timothy Snyder, que está pensando en irse de Estados Unidos, con buen criterio, dice que en las políticas de la eternidad los gobernantes ya no pueden prometer un mundo mejor, no pueden prometer vidas mejores, pero sí pueden prometer que tú sufrirás menos que otros y ahí hay una elaboración de contenidos pornográficos como las deportaciones en vivo. Estoy filmando cómo deporto a esta gente y además le pongo el subtítulo de ASMR, es decir, de sonido placentero, para que te excites con las cadenas, con cómo los ato, cómo entran en el avión, con lo que gritan, con la niña llamando a su madre… Y yo lo veo y digo: no estoy ahí. El porno de los 90 era de señores que filmaban a mujeres para que las viéramos otros señores, pero ahora son señores que se filman a sí mismos para que los veamos otros señores.
P. Tiene algo de guerra contra la empatía
R. Es que la empatía no es productiva. Lo que te está diciendo el modelo es que, si tú te preocupas de los demás, estás perdiendo oportunidades. Ese discurso que dice que te alejes de la gente tóxica, de los amigos que te cuentan problemas. El día que tus cuatro o cinco amigos tengan un problema, ¿cómo no vas a estar para escucharlos durante el tiempo que necesiten? Toda esa dinámica dice que eso no es productivo y lo que hace es quitarte empatía. ¿Y a qué se da prestigio? Al cinismo. El cínico parece que tiene una información que tú no tienes y como la información es algo tan valioso, le da muchísimo prestigio. Te voy a contar una historia personal. Hablé con una pareja que tuve hace veinte años, no nos veíamos desde entonces, y en un momento dado nos preguntamos cómo nos recordábamos. Ella me dijo que me recordaba como un buen tío y nos despedimos y tal, pero a las dos horas yo me empecé a rayar porque el buen tío es el pagafantas, el pringado… Se lo conté luego a una amiga y claro, me echó la bronca porque eso es lo más bonito que alguien puede decir de ti, pero tenemos un montón de concursos de realidad en los que parece que el avispado, el que hace trampas… claro, si no hay una sanción generalizada a hacer trampas o a mentir, al final estos comportamientos se van extendiendo. El presidente de la Generalitat Valenciana debería tener vergüenza por mentir, debería sentir vergüenza por su actuación y por haberla tapado con mentiras. Y no. Porque lo que dice el concurso es que intente sobrevivir, que se mantenga en el puesto, y eso resta el valor a esta estructura de convivencia en la que te avergüenzas un poco de ser una mala persona con los demás.
P. Dice que el porno influye en conductas, pero no las crea. ¿Cómo repercute en chavales con una información sexoafectiva precaria esa imagen de la sumisión y docilidad femenina tan presente en el porno?
R. Digo que no crea conductas porque los hombres no hemos necesitado pornografía para violar, abusar y ejercer el poder históricamente. Siempre se intenta buscar al monstruo que haga clic, pero el monstruo es la estructura de poder que nos da poder a nosotros. Ese es el monstruo. Y con ese monstruo no te quieres enfrentar en realidad. La ultraderecha siempre pone mucho énfasis en atacar la educación sexoafectiva, pero no tiene ningún problema con el porno. De hecho, la administración estadounidense trata de prohibir libros y películas, pero en esa administración está Elon Musk, dueño de una red social que tiene un contenido que no está en plataformas por ser demasiado duro. En Budapest se sancionan cosas, pero se deja rodar el cine porno. ¿Por qué? Porque es una propuesta política que sitúa al varón heterosexual en el centro. La cuestión con los jóvenes es tener un discurso alternativo porque el discurso censor no va a funcionar. Y claro, la derecha se ha tomado muy bien que hay que proteger a los niños, pero protegerlos es darles información, no los vas a proteger de otra manera, y no solo para que tengan relaciones placenteras, sino contra abusos. Es decir, ¿qué me está haciendo esta persona que viene a mi casa a cuidarme? Si le quitas esa información, esa protección, tienes una persona más débil y esa dinámica del gabinete secreto: yo, hombre, entro en el gabinete secreto y a ti no te dejo entrar porque yo te voy a enseñar.
P. ¿Es pornográfico el libro que ha escrito Luisgé Martín sobre José Bretón?
R. No lo he leído y no sé si es pornográfico, pero acabo de dar un taller precisamente sobre no ficción y el último día una persona me preguntó, ¿y tú cómo lo hubieras hecho? Yo tengo una serie de criterios de cuando era periodista. Por ejemplo, no abrir comillas, no escribir que habría cumplido 27 años si no hubiera tomado ese autobús, ese tipo de cosas. Respondí que yo no tengo la formación para afrontar un proyecto así y creo que a veces hay que decir eso, que no tienes la formación para afrontar un proyecto así. Ya está. El periodismo desaparece cuando aparecen las comillas. Tú no puedes decir Mazón dice, Pedro Sánchez afirma... ¿Y qué?
P. Pero Luisgé Martín no es periodista
R. Pero está tratando con un hecho. Que haga una novela, que se invente un personaje. Y, además, volvemos a lo anterior. ¿Por qué parece que el mal tiene tanto prestigio? Hay una frase de Simone Weil que recojo en el libro que dice: “El mal imaginario es romántico, novelesco, variado; el mal real es triste, monótono, desértico, aburrido”. Lo más cerca que yo he estado del mal fue como periodista en un juicio a dirigentes de ETA, a toda la cúpula de Artapalo. Estaban todos ahí y no me pareció que fueran gente fascinante, Hannibal Lecter o el tío más listo de su pueblo. Pensamos que son fascinantes por el cine, el oficial nazi que escucha música clásica y es hiperculto y toma champán mientras te da unos azotes, toda esa dinámica del BDSM. Y no es así. Como aparecía en (la película) La pianista, si te dan unos azotes, te duelen y no es tan bonito si no lo haces bonito. El mal es bastante tonto y la gente que hace esas cosas se va a dormir muy tranquilamente y si se va a dormir muy tranquilamente es porque se pregunta pocas cosas. Y si se pregunta pocas cosas es que muy fascinante no es.
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