Crítica de 'Una ballena': representar el misterio

No es habitual en el cine español actual encontrarse con una película que abrace el fantástico con la contundencia con la que lo hace Una ballena. Cineasta familiarizado con el cine de género, tanto con sus narrativas como con sus estéticas, Pablo Hernando (Berserker) extrema aquí los materiales de su filmografía anterior: la idea del misterio, la configuración de una realidad extraña en un entorno autóctono y la expresión de lo inesperado en la bruma.

Híbrido de thriller, ciencia ficción y fantasía, Una ballena tiene por protagonista a una misteriosa asesina a sueldo (Ingrid García Jonsson) que se mueve entre un entramado criminal portuario y un lugar aún más oscuro. Hernando se convierte en la sombra de la protagonista, la acompaña en su metódica rutina, la sigue en su deslizarse entre esos dos mundos. Su relato tiene mimbres de thriller, pero la prioridad del director no parece ser tanto el suspense como explorar el misterio desde las imágenes, sobre todo desde las imágenes de naturaleza fantástica. Y es ahí donde la película se eleva.

Hernando rueda (y cruza) de un modo tremendamente magnético los universos de la protagonista, el real y el fantástico (y mental). 'Una ballena' es visualmente espectacular. Tanto cuando se mueve en lo reconocible como cuando se abre a la fantasía, hay en ella un pensamiento evidente de la puesta en escena, la planificación, el estudio del rostro y la utilización de la luz (la fotografía, magnífica, es de Sara Gallego) para dar forma a lo enigmático e insondable.