EXPOSICIONES
Dior, Kenzo, Rabanne… La artista Mako Artigas expone sus diseños textiles en Madrid
La diseñadora japonesa, referente del textil desde los años sesenta, expone en la Real Fábrica de Tapices una muestra de su obra marcada por la tradición nipona y la vanguardia occidental

Fotografía de sala de la exposición 'Arte y Diseño. MAKO y el textil japonés'. / REAL FÁBRICA DE TAPICES
Mako Artigas llega a la Real Fábrica de Tapices sin hacer ruido, del brazo de su marido, Joan Gardy Artigas. Saluda con discreción, sonríe a quienes se acercan, pero habla poco. Detrás de esa modestia se esconde una de las diseñadoras textiles más prolíficas de las últimas décadas: con 88 años, sigue en activo en su taller de Gallifa (Barcelona), y aunque muchos no lo sepan, todo el mundo ha visto alguna vez un diseño suyo. Ha trabajado para firmas como Christian Dior, Paco Rabanne y Kenzo, y en España, sus estampados aparecieron en los vestidos de El Corte Inglés durante los años setenta y ochenta.
Desde los años sesenta, Artigas ha creado piezas que combinan la tradición textil japonesa con las vanguardias occidentales. Ahora, algunas de ellas se pueden ver en Madrid hasta el próximo 16 de mayo, en la Real Fábrica de Tapices, en una exposición organizada por Casa Asia y comisariada por Ricard Bru, biógrafo de la artista.

Mako Artigas en la inauguración de la exposición el pasado 18 de marzo en Madrid. / REAL FÁBRICA DE TAPICES
Al entrar en la Real Fábrica de Tapices (Fuenterrabía, 2), lo primero que uno se encuentra es una alfombra rayada en blanco y negro. Da pena pisarla, pero hay que hacerlo para acercarse a las fotografías que cuelgan de las paredes de la entrada a la muestra. Rodeando el textil, imágenes de archivo que la artista ha ido conservando a lo largo de su vida, algunas de su infancia y adolescencia en Japón, otras de sus primeros meses en Madrid, de cuando su marido y ella se conocieron, de cuando se afincó definitivamente en Barcelona… Llama la atención ver a la artista acompañada de personalidades como Joan Miró, Picasso y Calder, amigos de los Artigas. Como la alfombra, todas las imágenes están en blanco y negro.
Los inicios en España
Nacida en Tokio en 1937 bajo el nombre Masako Ishikawa, la diseñadora llegaba inicialmente a España en los sesenta, una vez finalizada la ocupación norteamericana en Japón. Mientras artistas contemporáneas como Yoko Ono, Shigeko Kubota y Yayoi Kusama emigraban a Estados Unidos, ella puso rumbo a Europa en un momento en el que salir de su país no era fácil.
"Superados los cuatro años de formación universitaria, su anhelo por descubrir el mundo y viajar a Europa en un momento en el que era difícil salir del país la empujaron a probar suerte", asegura Bru en la inauguración de la muestra. La artista cuenta que el gobierno japonés tenía entonces otras prioridades económicas y no daba becas para ir al extranjero fácilmente. La oportunidad llegó a través de las monjas -había estudiado en un colegio católico-, que "la invitaron" a España. En realidad, aquel viaje en barco que duraría un mes y tendría infinidad de escalas lo pagaron sus padres.
Después de una breve estancia en Madrid se instala en Barcelona, donde comienza su formación en estampación en la Escola Massana. Allí impartía clases de cerámica Josep Llorenç Artigas, padre de quien un año después se convertiría en su marido. Su relación con los tejidos, sin embargo, venía de antes: "Todos sus antepasados, por parte de padre y de madre, se habían dedicado al tejido. Su familia japonesa lleva 500 años dedicándose a la industria textil", señala Bru.

Mako Artigas en su taller en los años 80. / FUNDACIÓ J. LLORENS ARTIGAS
Estas raíces, junto con el ambiente artístico en el que se desarrolló, le permitieron crear una obra que dialoga con la tradición y con las principales tendencias de vanguardia. Mako se aproximó, de la mano de Gardy Artigas, al mundo de Miró y de otros artistas de vanguardia como Chagall, Giacometti o Hamada, cuyas obras, explica Bru, inspiraron la de Artigas.
Inspirada en el 'haikyu' japonés
Las fotografías son la antesala a un pasillo que incluye textiles y antiguos katagami -unas plantillas de papel utilizadas en la tradición japonesa para teñir patrones en textiles- que Artigas rescató de su casa familiar en Japón, así como dibujos realizados en papel japonés valiéndose de gouache, tintas a color y acuarela que la artista utiliza para plasmar sus ideas antes de trasladarlas al tejido.
Aunque la base de su trabajo la compone el textil, con el tiempo la diseñadora se ha ido acercando a la cerámica, en parte influenciada por su marido, ceramista y escultor. La obra en cerámica es más intimista y en la mayoría de los casos no comercializa con ella: platos, cuencos, jarrones y piezas de joyería de uso personal a las que se unió la porcelana en 2018. Llaman la atención los gatos, una serie de estos animales pintados algunos en colores lisos y otros con estampados sutiles diseñados en colaboración con su hijo, Isao Artigas. Se expone además la maquinaria que emplea en su taller: planchas de metal, ollas de cera incolora que utiliza para rellenar los espacios vacíos en sus diseños, plantillas y, por supuesto, pinceles de toda clase.

Algunas piezas de cerámica expuestas en la muestra. / REAL FÁBRICA DE TAPICES
Entre los motivos de las obras expuestas se encuentran flores, ramas de árboles, frutos y hojas, muchas hojas. "Su mirada como esteta bebe de muchas fuentes, sobre todo de una vida rodeada de arte y de artistas que, como si de un bosque se tratara, han crecido y florecido con infinidad de formas y colores a su alrededor", explica Bru. Relaciona el trabajo de Artigas con la obra del poeta japonés Matsuo Bashö, que en su haikyu celebraba la belleza del silencio de unos pétalos al caer: "La obra de Mako se ha desarrollado y ha crecido desde la humildad y el silencio y, de un modo sigiloso, ha sabido encontrar un camino en el bosque, indagando entre las mil formas de la naturaleza, la estética japonesa y el arte del siglo XX". Este fue la inspiración para una muestra anterior que se llevó a cabo en la Universidad de Salamanca, la misma que repite ahora en Madrid bajo otro nombre, pero con la misma estructura y las mismas piezas expuestas.
La exhibición termina con la proyección de un documental sobre la historia -o historias- de la artista que dura tres cuartos de hora. Producido por Casa Asia, en él cobran sentido las fotografías expuestas al inicio de la muestra. Muy recomendable volver a la primera sala una vez visto el documental, las imágenes dejarán de ser una secuencia de fotografías vintage para convertirse en una pieza de la historia del Japón de entreguerras.
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