Las 9 canciones que tienes que escuchar este fin de semana

Verde Prato está por sacar disco y el adelanto publicado avanza que merece la pena pararse a escuchar. Titulada 'Bihotz Iraultzaileak' ('Corazones revolucionarios'), el proyecto de Ana Arsuaga elige envolver su dulce voz con un sonido new age de sintetizadores y gran variedad de percusiones tradicionales. Una nueva propuesta en la que profundizar en su renovación del cancionero vasco con los medios musicales a su disposición en el siglo XXI. El disco, 'Bizitza Eztia' ('Dulce vida'), grabado en Roma, está producido por Donato Dozzy. Podremos escucharlo al completo el 5 de marzo, día que la cantante arrancará gira en la Sala Sol de Madrid.

La inteligencia artificial ha llegado ya también a los videoclips y, para muestra, está la nueva imagen creada para acompañar la canción de los colombianos Aterciopelados, que prefieren tomarse el apocalipsis con calma, revestirlo de un ritmo a medio tiempo con el que suspenderse en el vacío y burlarse de la crisis actual apostando por el amor, la esperanza y el sentido de lo colectivo. La canción, una especie de vals futurista con dosis de romanticismo, forma parte del nuevo EP del grupo de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago, imprescindibles en el pop-rock latinoamericano de las últimas décadas.

También tiene disco nuevo la cantaora Rocío Belén, que en estos tanguillos arreglados con instrumentos propios del pop, muestra su capacidad cantaora. Esta acompañada en la composición, producción, arreglos y guitarra de Francis Gómez; el piano y programaciones de Álvaro Gandul; el bajo de José Manuel Posadas 'Popo', la batería Lito Mánez; y los coros y palmas de Los Mellis. Su disco, 'Alzaré mi voz', es una carta de presentación que cuida los detalles, y en el que esta joven cantaora almonteña despliega su conocimiento del cante clásico por alegrías, tangos, bulerías, o fandangos, además de estos tanguillos, entre otros.

Chico listo, Hens. Sabe lo que se espera de él en cada tema y, por tanto, obvio, entrega lo deseado. Ni más ni menos: aunque Muriéndome de amor no sorprende, cala entre sus seguidores. Mantiene la dosis rock que le dio a conocer e, incluso, le aporta el enfoque propio de su generación. Suena actual y coherente, algo paradójico para los tiempos que corren. Es auténtico. Conecta a la primera con los Z, por algo será.

La Zahara de Olor a mandarinas estaría orgullosa de la Zahara de Demasiadas canciones. Musicalmente están en las antípodas, pero una no sería posible sin la otra. Su evolución sonora refleja un crecimiento personal tan cruento como natural: escribe lo que llora y eso, por poco que parezca, ojo, es uno de los ejercicios más complejos para todo artista. Pocos se atreven a adentrarse en el pechito de lo forma en la que lo hace ella. ¿Gustará? A los clásicos seguro que no, pero la seguirán acompañando. Es imposible quitarle el ojo.

Podrían haber ganador el festival de San Remo. Incluso Eurovisión. Pero, bueno, la bota es la bota. Y, claro, a veces, sólo es cuestión de ser el más italianísimo posible. La banda liderada por Stash Fiordispino tiene entre manos el hit de la edición: bien italiano, más italiano, siempre italiano. Tres minutos del pop más jugoso, repleto de referencias y reminiscencias. Todo una bomba de Sicilia para arriba.

Cuando The Pains of Beign Pure at Heart aparecieron a finales de la primera década de los 2000, hacía ya unos años que los muros de ruido que habían construido el rock y el pop alternativo de los 80 y 90 (el indie y su derivación shoegaze) habían pasado un tanto de moda. En la aproximación rockista de los Strokes o en esa especie de nuevo tropicalismo empujado por Vampire Weekend podía haber algunas distorsiones, pero el noise ya no era el envoltorio perfecto de la emoción como lo había sido antes. Y de repente aparecieron estos chavales, de la misma ciudad que las bandas mencionadas, recuperaron los pedales que utilizaban los Pastels o My Bloody Valentine, volvieron a hablar de cosas parecidas y presentaron canciones tan perfectas como esta que podremos escuchar este domingo en su concierto en Madrid. Puede que la nostalgia (la de aquel momento y la de ahora, que regresan tras años parados) no sea la mejor consejera, pero algunos grandes momentos sí que le debemos.

Joe Crepúsculo tiene una capacidad asombrosa para hacer bien lo que más le divierte: coger géneros o estilemas trillados, a menudo horteras, apropiárselos y devolvérnoslos en forma de canciones de autor, quizá porque tampoco hay muchos que digan tanto con tan poco como él hace con sus letras. Pongamos este tema, en el que ha montado un esqueleto disco house propio de un Ibiza Mix pero lo ha condimentado con los aliños necesarios para que sea a la vez absolutamente crepuscular (en todos los sentidos) y hedonista: es decir, lo que indica su título. La idea de bailar y llorar no es nueva, pero tampoco está de más hacerle otro himno. ¿Acaso hay mejor forma de sobrevivir a un dolor que darlo todo en la pista cuando algo está roto por dentro?

A sus 100 años Marshall Allen, figura cósmica del free jazz y líder de la Sun Ra Arkestra desde la muerte del maestro y de John Gilmore en los 90 (él lleva en la banda desde los años 50), todavía tiene fuerzas para publicar un disco hecho un poco a trompicones, algo lo-fi y desarreglado (qué más de, si somos del jazz libre), y que le salgan canciones tan sugerentes y bonitas como esta a la que pone voz la gran Neneh Cherry. Es un guasón, Allen (mírenlo ahí, con su purito), porque este es el primer álbum que publica bajo su propio nombre en toda su carrera y tanto al disco como a este tema los ha bautizado Nuevo amanecer. Que nos dure.