CRÍTICOS DE DISCOS

Manic Street Preachers, furia, elegancia y sabiduría en ‘Critical thinking’

La banda galesa se crece en su 15º álbum dispensando sus invectivas contra el sistema en canciones que son álgidas herederas de su pop emotivo y arrollador

Una imagen promocional de Manic Street Preachers

Una imagen promocional de Manic Street Preachers / ALEX LAKE

Manic Street Preachers

‘Critical thinking’

Sony Music

Pop-rock

Estrellas: ****

El 1 de febrero se cumplieron 30 años de la desaparición de Richey Edwards, un caso no resuelto que acabó zanjándose, ya en 2008, cuando el guitarrista rítmico de Manic Street Preachers fue declarado oficialmente muerto (lo cual no terminaría con los supuestos avistamientos del personaje en medio mundo, de Goa a Fuerteventura). El grupo era una piña, cuatro amigos de infancia, y el trance pudo haber sido el fin, pero no fue así: el trío restante cerró filas e inició un fortalecedor ciclo artístico, con más sensibilidad melódica y más drama, y menos desmelene punk, a partir de los impepinables álbumes ‘Everything must go’ (1996) y ‘This is my truth tell me yours’ (1998). 

¿Y luego? Aunque Manic Street Preachers llegaron a tocar el cielo, trepando hasta el Olimpo del Brit-pop y rivalizando con Oasis, a lo largo de este siglo han mantenido un laborioso perfil con altibajos. En ‘Critical thinking’, su 15º álbum, las ofrendas más nítidas son los cuatro ‘sencillos’ que se han ido publicado desde el pasado agosto, reunidos de la primera mitad del ‘tracklist’, pero la, digamos, cara B reserva sustanciosos medios tiempos. El recorrido lo encabeza un tema no del todo representativo, el propio ‘Critical thinking’, bastante pospunk, con verbo airado y un señalamiento de las fuerzas e intereses que nos hacen sentir inseguros: “Cree en ti mismo / Síndrome del impositor, ¡a la mierda con eso!”. 

Tensiones emocionales

El arranque es de impacto, si bien resulta más reconocible la banda que, acto seguido, desliza arrolladoras dinámicas melódicas, con brío y guante blanco, en ‘Decline & fall’, con su esbelta línea de sintetizador, y en la euforia flotante de ‘Brushstrokes of reunion’. Piezas inductoras de tensiones emocionales que la voz de James Dean Bradfield vehicula con sobrio esplendor, al tiempo que Nicky Ware se apodera del micro en los pliegues melancólicos (que no afectados) de ‘Hiding in plain sight’. El contraste entre la belleza sonora y la crudeza lírica es un trazo distintivo: ahí está ‘People ruin paintings’, bonita manera de cantar al desengaño que dispensa la naturaleza humana.

Pasado este póquer de cartas ganadoras, ‘Critical thinking’ se decanta hacia formas más recogidas, y hay que mencionar ‘Dear Stephen’, donde el grupo suspira por un regreso del Morrissey que un día conocimos, y ‘Being baptised’, en la que flota la bonhomía del finado Allen Toussaint, con quien, al parecer, Bradfield tuvo un encuentro. Al final, ‘One man militia’ trae de vuelta a los Manic Street Preachers más enojados: “No sé de qué estoy a favor, pero sí sé de qué estoy en contra”, arranca la letra. Y de esa fricción entre la ira y la necesidad existencial de conjurarla con canciones hermosas y un poco desesperadas sale el que resulta ser uno de sus mejores álbumes, al menos desde sus altas cimas noventeras.

La francesa Marylou Vanina Mayniel.

La francesa Marylou Vanina Mayniel. / EPC

Oklou

‘Choke enough’

Because

Pop-electrónica

4 estrellas

La francesa Marylou Vanina Mayniel dio que hablar en 2020 con ‘Galore’, ‘mixtape’ ahora superada (tras colaborar con Dua Lipa y telonear a Caroline Polachek) por este primer álbum oficial, donde desarrolla su noción pop minimalista y embrujada. Canciones en las que confluye un eco bucólico y el trazo futurista, entre la nana galáctica y un hyperpop de arte y ensayo, con tantos detalles microscópicos como tonadas con miga: prueben con ‘Harvest sky’ o ‘Blade bird’. J. B.

Ambrose Akinmusire, en una acuación.

Ambrose Akinmusire, en una acuación. / EPC

“honey from a winter stone”

Ambrose Akinmusire

(Origami Harvest)

contemporánea

4 estrellas

Era el trompetista de jazz más elocuente, el más magnético, el más sobresaliente de su generación, pero la categoría -trompetista de jazz- le quedó estrecha. O incómoda. A cada paso Ambrose Akinmusire se aleja un poco más de lo conocido y dibuja un territorio donde solo está él. En “honey from a winter stone” inventa un juego de tensiones entre el rigor académico de un cuarteto de cuerdas y el “flow” de un pulso que está entre el jazz y el hip hop. Un lugar donde todo ocurre poco a poco, y cada tanto, la trompeta de Akinmusire emerge como si fuese lava. Y entonces esta música estremece de verdad. Roger Roca