RESCATE ARTÍSTICO
Feliza Bursztyn, la escultora colombiana que "murió de tristeza", según Gabriel García Márquez
La última novela de Juan Gabriel Vásquez rescata la figura de la artista, que fue amiga de Gabriel García Márquez y falleció prematuramente en París a los 48 años

La escultora colombiana Feliza Bursztyn, en una imagen cedida por Penguin Random House. / ARCHIVO
La prensa colombiana adoraba a la escultora Feliza Bursztyn, una mujer de humor zumbón, sonoras carcajadas y mucho ingenio, capaz de presentarse ante el periodista de turno con un soplete en la mano, una mascarilla de protección, guantes de cuero roñosos y un collar de perlas. Esa era la respuesta de la artista a aquellos que la acusaban de cultivar creaciones poco femeninas porque el material de su trabajo era la chatarra mugrienta, hierro y acero inoxidable, que otros desechaban y ella recogía con su furgoneta. Tras pasar por sus manos y su esfuerzo, de aquella basura metálica ella extraía una extraña belleza que chocaba frontalmente con las ideas convencionales de la crítica local y miope de los años 70 y 80 que, salvo excepciones, no la apreció demasiado.
Hoy tiene obra expuesta en la Tate Modern y en el MoMA de Nueva York, y viene acompañada por esa aura de vida interrumpida y carrera malograda de los que mueren jóvenes. Bursztyn lo hizo a los 48 años de un ataque cardiaco que le sobrevino en un restaurante parisino mientras cenaba con unos amigos entre los que se encontraba Gabriel García Márquez. Era una noche gélida de enero de 1982 y ella había optado recientemente por el exilio después de que el gobierno colombiano la acusara falsamente de actuar como correo secreto para la Cuba castrista. Tras su muerte el autor de Cien años de soledad, que la conocía de muchos años atrás, diagnosticó: Feliza “murió de tristeza”. Así lo escribió en un artículo por el que muchos la descubrieron, cuando ya era tarde para hacerlo personalmente.

El escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez. / Ricardo Maldonado Rozo / RICARDO MALDONADO POZO
Fue precisamente ese artículo el que la reveló a Juan Gabriel Vásquez en una recopilación de la obra periodística de Gabo, muchos años después. Y de ahí surgió la semilla que ha desembocado ahora en Los nombres de Feliza (Alfaguara), una novela que la devuelve con precisión y riqueza literaria. En aquel artículo supo el también escritor colombiano que Feliza había sido una mujer valerosa, no solo para contravenir las convenciones de su época dedicándose a su arte a través de materiales tradicionalmente poco femeninos, sino también para enfrentarse al divorcio de su primer marido, un americano expiloto de guerra que consideró un capricho sus ansias de creación y la conminó a abandonar la vida bohemia y a ocuparse de las tres hijas del matrimonio que ella tuvo entre los 19 y los 24 años. Puesta a elegir, escogió la libertad, marcharse, y por ello fue castigada a verse alejada de las pequeñas y por parte de la comunidad judía a la que pertenecía, a un funeral simbólico que se concretó en un ataúd vacío que sus padres colocaron en el salón de la casa familiar.

Feliza Bursztyn, en una imagen de archivo de la galería Elvira Moreno. / ARCHIVO
Reivindicación de las artistas
“La figura de Feliza se había hundido en el olvido por haber sido una mujer contestataria y por supuestas complicidades con los movimientos revolucionarios, lo que no era cierto porque ella nunca pasó de una cierta simpatía por la revolución cubana. De la misma manera que tenía amigos en la izquierda también los tuvo en la derecha”, explica Vázquez que ha visto cómo solo en los últimos 15 años ha sido redimida por galerías y exposiciones, coincidiendo con la exhumación social de tantas creadoras plásticas. “Mientras escribía esta novela en París fue para mí muy estimulante ver que la ciudad le dedicaba una muestra a la gran artista colombiana Olga de Amaral y el haber tenido una provechosa conversación con la escultora Doris Salcedo en el Festival Eñe. Me enorgullece esta efervescencia de artistas mujeres y cómo está resolviendo la tradicional incuria que ha habido para con ellas”.
Feliza estudió Bellas Artes en Estados Unidos donde realizó aguadas tradicionales poco antes de su primer matrimonio y solo después del desastre conyugal se trasladó a París. Allí estudió con Ossip Zatkine, escultor de origen ruso, que trabajaba con materiales clásicos, esos que no existían en su país. “En Colombia no hay fundiciones ni canteras”, se quejó ella a su maestro y él respondió: “Pues cambia de país”. Imposible. Vásquez asegura que demostró una voluntad terca de regresar a Colombia: "Y si allí no había materiales nobles, lo haría con lo que tuviera a mano, con lo que la gente desprecia, y lo convertiría en parte de su poética”. Y así, más colombiana que el presidente de Colombia, regresó.
Caza de brujas
En plena guerra fría, Feliza convirtió su casa taller bogotana en un punto de encuentro de intelectuales y creadores, con fiestas hasta el amanecer, y por ello despertó las suspicacias del gobierno de Julio César Turbay quien dictó leyes muy duras para contrarrestar el auge de la guerrilla M-19 que había dado varios golpes: desde robar la espada de Simón Bolivar hasta secuestrar y asesinar a diplomáticos, militares y políticos. “El gobierno empezó a perseguir a todo el que pareciera vagamente de izquierdas y muchos artistas cayeron por ello. El propio García Márquez se vio obligado a exiliarse en México y cuando Feliza cayó también en esa cacería de brujas la acogió allí durante unos meses”, relata el escritor.
La madre de la escultora definió a su hija como un ser transparente, pero Vásquez discrepa. Feliza era un ser con muchos nombres y muchas aristas. “Nuestro nombre es una de las pocas certezas que tenemos en la vida y ella no tuvo ni siquiera eso -reflexiona Vázquez-. Sus padres le pusieron Felicia y luego ella en su adolescencia se lo cambió. Su gran amor el poeta y crítico Jorge Gaitán la disfrazó con un seudónimo en sus diarios y su apellido judeo-polaco solía aparecer mal escrito en los diarios, incluso en su tumba hay una errata. Todo ello da cuenta de la inestabilidad que tuvo en vida”.
- Ignacio Peyró: 'A partir del 85 Julio Iglesias lo volvió a intentar, pero se dio cuenta de que nunca volvería a ser tan grande
- Marina Garcés, filósofa y ensayista: 'La soledad no es un fallo, sino una condición gracias a la cual podemos amar
- El último rugido de Medina Azahara: 45 años y 4.000 conciertos después, se despiden de Madrid con tres 'sold out
- Basket of Nean, el 'Banksy español' del que ya apenas queda huella en Madrid: 'No desvelaré nunca quién soy
- Carabanchel celebra el primer Día Francisco Ibáñez bajo el impresionante mural de '13 Rue del Percebe
- John McTiernan en Madrid: 'Hollywood fue construido por europeos. No sería extraño que ahora el proceso fuera el inverso
- Melody, más clichés a Eurovisión: la nueva versión de 'Esa diva' es aún peor que la original
- ¿Está basada 'Adolescencia', la serie que está arrasando en Netflix, en un caso real?