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La historia real de 'La infiltrada', la cinta de Arantxa Echevarría que acaba de ganar el Goya a mejor película

En ella se cuenta la historia de Arantxa Berradre, una joven agente de la Policía Nacional que se estuvo infiltrada en las filas de ETA durante siete años

Carolina Yuste interpretando a Arantxa Berradre en 'La infiltrada'.

Carolina Yuste interpretando a Arantxa Berradre en 'La infiltrada'. / ATRESMEDIA CINE

Madrid

Fueron 14 los meses que Arantxa Berradre (nombre ficticio, sus iniciales reales son E. T.) pasó infiltrada en las filas de ETA. Entre enero de 1998 y marzo de 1999, la joven agente de la Policía Nacional convivió en un piso de una habitación, en el barrio de Intxaurrondo y luego en la calle Urbieta de San Sebastián, con Kepa Etxebarria y Sergio Polo, dos etarras liberados del comando Donosti.

Muchos detalles de la historia de Berrade se han conocido ahora -otros tantos se mantienen en secreto por seguridad de la agente- porque han sido llevados al cine de la mano de Arantxa Echevarría en La infiltrada. La cinta, protagonizada por Carolina Yuste y Luis Tosar, acaba de alzarse con el Goya a Mejor película -además del Goya a Mejor actriz protagonista que Yuste ha recibido por su papel- junto a El 47 de Marcel Barrena. En la película los espectadores pueden entender cómo la vida de esta policía infiltrada dependía en gran parte de su capacidad de mantener la calma en situaciones límite, tomar decisiones en tiempo récord y, por supuesto, no cometer ni un solo fallo. Un grupo de 12 policías, dirigidos por un jefe que era el controlador de Berradre y quien la reclutó para la misión, junto a un equipo del GEO, estaban pendientes de ella en todo momento, pero el riesgo que corría la joven era permanente.

La policía tuvo que dejar atrás su vida para construir una nueva identidad como Arantxa Berradre. Tenía 22 años y acababa de salir de la Academia de Policía de Ávila. Dirigida por un inspector jefe que sería su controlador llamado "El Inhumano", regresó entonces a Logroño, su ciudad natal, bajo el nuevo nombre y se alistó en un pequeño grupo antisistema de la ciudad. Poco después se muda a San Sebastián, donde se convirtió en infiltrada de la Policía dentro de las filas del Comando Donosti, uno de los más sanguinarios de la historia de ETA, coincidiendo con Kepa Etxebarria y Sergio Polo. La agente obtuvo información clave sobre la falsa tregua que la banda proclamó entre 1998 y 1999.

El final de la misión y el Ford Fiesta blanco

Después de siete años como infiltrada, la agente terminó su trabajo en 1999 con el arresto de los máximos dirigentes del comando con los que había convivido cuando estos intentaban escapar a Francia. Se la condecoró con la Cruz de Distintivo Blanco y sus dirigentes le dijeron que podía pedir lo que quisiese: un trabajo soñado, una vida en el extranjero... Pero no quiso nada, se limitó a decir que había cumplido con su labor y que no necesitaba nada más. Al final, pidió un Ford Fiesta blanco porque la acababan de destinar a una comisaría que estaba lejos de su residencia habitual. Duró poco tiempo, porque se convirtió en un objetivo para la banda terrorista y tuvo que desaparecer: su cara aparecía en carteles colgados en las herriko tabernas del País Vasco donde se leía "se busca traidora". Además, localizaron a sus padres y a sus hermanas y publicaron sus fotografías.

Desde entonces se encuentra en paradero desconocido. Lo único que se sabe de ella es que sigue en activo y que formó una familia. El resto es ficción, y está en La infiltrada.