Opinión
Goya 2025: un juicio salomónico
Con el premio 'ex aequo' a las mejores películas, al final había tanta gente en el escenario como en un concierto de góspel

Leonor Watling y Maribel Verdú junto a los equipos de 'La inflitrada' y 'El 47'. / Álex Cámara / Europa Press
Hasta la mitad de la ceremonia, las estatuillas de la 39ª edición de los Premio Goya se habían concedido de forma bastante repartida. Se dieron galardones de lo más lógico, como el Goya al mejor sonido para Segundo premio –el filme sobre Los Planetas obtendría después, merecidamente, los de mejor montaje y dirección–, la fotografía para La habitación de al lado –en dura competencia con la de Segundo premio; la cinta de Almódovar lograría también musica y guion original– y el maquillaje para Marco, dada la complicación de hacer envejecer secuencia a secuencia al personaje encarnado por Eduard Fernández. Llegados a este punto, con todo, y antes del discurso social del Goya Internacional, Richard Gere, El 47, la favorita en todas las quinielas, ya llevaba acumulados cuatro premios, los de efectos especiales, dirección de producción y actriz y actor de reparto. No logró los de actriz revelación, música, guion original y vestuario, pero al final, las predicciones se cumplieron… con sorpresa y suspense, pues después de dar el nombre del filme de Marcel Barrena como el ganador a la mejor película, Belén Rueda, la encargada de desvelar el último secreto, añadió el de La infiltrada para pasmo colectivo. Extraño juicio salomónico y el primer ex aequo a la mejor película en la historia de los premios. Había tanta gente en el escenario –de los dos equipos– como en un concierto de góspel, nadie sabía quién tenía que hablar primero. Si querían sorpresa, la tuvimos.
Eduard Fernández podría haber sido nominado por su trabajo en El 47, pero lo hizo por Marco, y logró así su cuarto Goya por su interpretación del hombre que nos engañó a todos con su sufrimiento en los campos de concentración nazis. La estatuilla se la entregó su hija Greta y el actor se despidió con un buen chiste: dijo que se encontró a un jardinero que le dijo “seamos felices mientras podamos”. No fue una sorpresa su premio. Tampoco lo fue que lo ganara Carolina Yuste por La infiltrada. Entre actores haciendo de músicos andaba el Goya al mejor actor revelación, y lo cierto es que cualquiera de los tres lo merecía: Daniel Ibáñez y Cristalino –este también músico antes de actuar– por meterse en la piel de Jota y Florent, de Los Planetas, y Pepe Lorente, el vencedor, por dar vida al fallecido Mauricio Aznar, de Más Birras. Seguimos con la música, porque C. Tangana ha llegado y besado el santo –Goya a la mejor película documental para La guitarra flamenca de Yerai Cortés– y el premio más reñido era el de dirección novel, y se alzó con él Javier Macipe por La estrella azul. Las gracias las dio en forma de milonga argentina, lo que fue de agradecer.
El 47 coronaba un año de premios al cine social: el corto documental Semillas de Kivu, el corto de animación Cafuné y el largometraje de animación Mariposas negras. Y si, ganó Emilia Pérez en la categoría de película europea. “Menos odio, menos escarnio y más cine”, pidió Enrique Costa, distribuidor del filme en España. Que sirva para algo.
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