TEATRO
Rubén Ochandiano, actor: "Creo que soy la persona más normal que conozco"
El actor madrileño protagoniza, dirige y produce el monólogo Kostya, que permanecerá en cartel del Teatro del Barrio de Madrid hasta el día 16 de febrero

El actor Rubén Ochandiano estrena en el Teatro del Barrio su monólogo 'Kostya (el hombre que quiso)'. / Cedida
El de Rubén Ochandiano (Madrid, 1980) resulta un rostro bastante familiar después de años viéndolo en los teatros, el cine y la televisión. Se convirtió en ídolo adolescente gracias a la serie Al salir de clase, apareció en un puñado de películas en las que a menudo le tocaba hacer de rarito y, con el tiempo, tras superar una grave crisis personal, se recicló en director teatral.
Ahora está a punto de estrenar en el Teatro del Barrio de Madrid el monólogo Kostya (el hombre que quiso), como el protagonista de La Gaviota, de su adorado Chéjov. "En el monólogo juego con la idea de que Kostya no murió al final de La Gaviota y que ahora es un hombre de 45 años que reflexiona sobre los pilares de su existencia: su madre, Boris Trigorin, la vocación, el arte, el amor, la necesidad de intimidad con el otro... Pero también sobre sus inquietudes, el paso del tiempo y el funcionamiento de la profesión, de la industria, de los teatros públicos o de la muerte. Los pilares de su existencia se parecen un poco a los de la mía, y sirven para hacer un juego metateatral”, comenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA sobre un montaje que permanecerá en cartel hasta el día 16 de febrero.
P. 'Kostya' le ha permitido escribir una carta de amor a las cosas que sustentan su vida.
R. Eso es. Hace ya catorce años que dirigí La Gaviota. La estuvimos haciendo durante un año y fue uno de los periodos más felices de mi vida. Sentía que ponerme en contacto con ese material modificaba mi forma de estar en la vida. Poder estar cada día en contacto con esas palabras, con esos estados de ánimo, con esas reflexiones... Son personajes y conflictos que no te acabas. Y esto era un poco una manera de retomar La Gaviota, de mandarle una carta de amor a esta obra y a Chéjov.
P. Veo que, además de protagonizar el montaje, lo dirige, lo produce y es el autor del texto. ¿Sirve usted para un roto y un descosido?
R. Arrastraba el deseo de hacer teatro desde hace mucho tiempo. El teatro en Madrid es un circuito al que resulta muy complicado acceder. No he recibido en mucho tiempo ninguna propuesta que me resultase apetecible. La idea de este monólogo me acompañaba desde hace mucho. Y participar en un formato como MasterChef te proporciona una cantidad de dinero que te puede permitir no tanto hacer una inversión, puesto que este espectáculo no requiere gran inversión, pero sí tener unos meses en los que puedes decir que no a otras cosas para enfocarte en esto. Ante la falta de propuestas de teatro que me atrajeran, decidí regalarme algo que me apetecía mucho hacer como creador y como actor.
P. ¿Por qué cree que apenas le han ofrecido papeles protagonistas?
R. La verdad es que ese no es asunto mío. Por más que en ciertos momentos de inseguridad o crisis uno se plantea cosas, si miro el tema con perspectiva, sin hacer mucho caso ni al boicoteador ni a las neurosis, no cambiaría mi carrera por ninguna otra. He tenido ocasión de trabajar con algunos de los directores más fascinantes del planeta y de hacer personajes que me han dado la oportunidad de investigar y de vivir experiencias que tanto a nivel profesional como vital son para mí insustituibles. No me lo planteo. En teatro prácticamente solo he hecho protas, pero siento que el teatro en Madrid es un lugar que se reparte mucho en una merienda de amigos y que si no estás dentro de esa pandilla, no te comes un colín.
Siento que a menudo aquí, y también por eso me he ido a trabajar fuera en muchas ocasiones, tuve que trabajar por debajo de mi capacidad de trabajo, que muchas veces he tenido que provocar las situaciones"
P. ¿Pero solía tener la sensación de que recibía propuestas de trabajo por debajo de sus posibilidades?
R. Siento que a menudo aquí, y también por eso me he ido a trabajar fuera en muchas ocasiones, tuve que trabajar por debajo de mi capacidad de trabajo, que muchas veces he tenido que provocar las situaciones. Pero al final, conforme vas creciendo, o yo al menos lo siento así, te vas encontrando con compañeros de trabajo que tienen una mirada parecida con respecto a esta profesión, que es maravillosa y profundamente injusta.
P. ¿Qué tipo de prejuicios tuvo que combatir para acceder a entrar en concursos como 'MasterChef Celebrity' o 'Traitors España'?
R. Para mí son programas distintos, porque Traitors es un programa al que yo juego con mis amigos, aunque de manera privada. Pero cuando me lo propusieron sí que me surgieron prejuicios.
P. Lo decía también porque se define usted como una persona clasista y esnob.
R. Sí, me pongo clasista con respecto a las elecciones que uno lleva a cabo y que definen el tipo de creador que es. Pero también siento que en los últimos años, en especial desde la aparición de las redes sociales y las plataformas, las reglas del juego han cambiado. Y probablemente estuviera más cómodo con las reglas del juego de antes, reglas según las cuales no hubiese sido del todo comprensible que alguien como yo accediese a participar en Traitors o MasterChef. Ahora mismo se ha generado una impunidad en la que, con tal de tener según qué número de followers, da igual cómo los consigas. Entonces, desde el momento en el que no supe cuáles eran las reglas del juego, me vi teniendo que desarrollar un profundo respeto hacia mí mismo, algo que me llevó a hacer lo que me saliera del rabo. Me apetecía hacer Traitors. Me vi rechazándolo por el qué dirán, pero al final decidí que no me daba la gana. Porque durante muchos años fui extremadamente riguroso con eso de ser un purista.

Ochandiano, entre Penélope Cruz y Lluís Homar en 'Los abrazos rotos' (2009), de Pedro Almodóvar. / ARCHIVO
P. ¿Se refiere a eso que algunos llaman ser ‘un actor de prestigio’?
R. Bueno, siento que se me puso cierta vitola… Ojo, que yo la asumí y me parece perfecta, pero me dije ‘¿por qué voy a rechazar la posibilidad de pasármelo bien haciendo algo solo por esa vitola?' Si además hacía veinte años que no me nominaban al Goya, y tampoco es que estuviera yo haciendo el protagonista de la peli de Almodóvar, ¿no? Por eso pensé ‘¡que le den por saco!’. Es decir, lo hice porque me apetecía y me divertía. Y MasterChef fue ya otra cosa, la verdad. Nunca hubiera dicho que iba a participar ahí, pero la vida me cruzó con Macarena Rey [CEO de la productora Shine Iberia] y ella se empeñó mucho en que lo hiciera. Me pasó lo mismo que te contaba con el otro, que lo iba a rechazar por prejuicios. Y al final, escuchando ese respeto hacia mí mismo que te digo que tuve que desarrollar para sobrevivir en esto, decidí hacerlo. Pero del mismo modo decidí marcharme cuando vi que tenía que pasar por encima de quien soy.
A estas alturas todos sabemos de qué va MasterChef. Cuando uno decide entrar ahí, ya sabe a lo que se expone"
P. Fue honesto por su parte.
R. Sí, aunque también te diré que a estas alturas todos sabemos de qué va MasterChef. Cuando uno decide entrar ahí, ya sabe a lo que se expone. Lo que pasa es que a mí se me contaron una serie de cosas que luego no se cumplieron. Yo llegaba a mi casa sintiendo que me ponía muy corporativo para ir a favor de obra y que esto me estaba llevando a pasar por encima de mí mismo. Fue entonces cuando decidí irme.
P. ¿Es cierto que de pequeño se inventó un personaje de macarra para sobrevivir al infierno del acoso escolar?
R. Creo que hice lo que en realidad hacemos casi todos los varones homosexuales: renunciar a mi identidad para sobrevivir. Es curioso, y esto es algo que ayer hablaba con Jano Sanvicente [ayudante de dirección y producción], porque esta función requiere de algo que permita conectar con la vulnerabilidad del personaje pero que a mí me cuesta. Tengo tan incorporado en mí lo de vivir a la defensiva que me cuesta conectar con el corazón. Pero sí, claro, en la adolescencia me pasó eso que te decía.
P. ¿Y le costó abandonar esa pose?
R. Estoy aún en ello. Me costó años de terapia reconocer que soy un hombre delicado y que, al final, incluso con esa toma de conciencia, en muy pocos entornos siento que pueda abandonarme a ese ser, a esa parte de mí. Al final, hay algo vivido en la infancia o la adolescencia que te imprime carácter y que te lleva a estar siempre a la defensiva. Pero trato de ser consciente de ello y, en cuanto me doy cuenta, trato de aflojar ahí.
Creo que el golpe en la mesa que se dio en 2017 en relación al lugar que la mujer debe ocupar en la sociedad no se ha dado todavía respecto al colectivo gay"
P. Me consta que algunos artistas españoles se resisten a salir del armario porque creen que eso les llevaría a perder trabajo. ¿Entiende su postura?
R. Lo entiendo perfectamente. Aunque no sé si esa persona sería alguien con quien yo me podría entender de manera íntima. Creo que el golpe en la mesa que se dio en 2017 en relación al lugar que la mujer debe ocupar en la sociedad no se ha dado todavía respecto al colectivo gay. Y creo que, en realidad, nosotros somos nuestros propios enemigos, que muy pocas veces nos apoyamos mutuamente. Además, es mucho más difícil tener aliados fuera del colectivo porque, así como el hombre heterosexual siente que tiene que ser aliado de la lucha que te comentaba antes, en general, al hombre heterosexual le cuesta más entender que también tiene que ser un aliado del colectivo. Quizá porque, en cuanto se muestra como aliado, ya es susceptible de ser visto como ‘sospechoso’. Es como ‘¿y cuáles son tus razones para ser aliado de eso?’. Entiendo que la gente quiera protegerse, pero siento que, mientras exista esa protección, vamos a estar muy desamparados como colectivo. Y hablo de colectivo pero, en realidad, soy el primero que no empatiza con la mayoría de las cosas que unen al colectivo en sí mismo. Pienso en el niño que hoy es gay y se enfrenta a ciertas cosas. Por ejemplo en el hijo de la chica que limpia en mi casa, que tiene 14 años y es gay. La madre me cuenta cosas y pienso que deberíamos hacer todo lo que se pueda para que esa criatura no tenga que vivir traumatizada de por vida, como nos pasó a muchos de mi generación. Y eso que, en mi caso, [lo de salir del armario] fue algo totalmente egoísta.
P. ¿Por?
R. Me llamaron varias veces de esta lista de los gais más influyentes que publica El Mundo y dije que no. Pero cuando cumplí 33 años dije ‘A tomar por culo, se acabó, no quiero seguir sosteniendo la ansiedad que me genera tener que disimular quién soy’.
P. He leído que se considera un lobo solitario a su pesar. ¿Está trabajando en el asunto?
R. Estoy trabajando en ello, pero siento que me he pasado de vueltas. Quiero decir que tengo una pedrada, como todo el mundo. Disfruto mucho de estar solo, pero también de las conexiones enriquecedoras. Lo que pasa es que creo que soy la persona más normal que conozco. Estoy muy trabajado, muy terapeutizado, y siempre opto por vínculos que sean saludables, sanos, responsables y enriquecedores. Claro que busco mi lugar de pertenencia en el mundo, mi manada, pero no sé si me acaba de resultar fácil entrar en según qué sistemas de funcionamiento. Me da envidia la gente que se lo pasa bien con otras cosas, pero a mí solo me interesa lo que tiene que ver con mi profesión. Y por tanto, la gente con la que me lo paso bien es esa que está metida en esto. Pero también desde una mirada muy particular. De hecho, cuando intento vincularme con otros actores muchas veces siento que la manera de encarar el oficio que ellos tienen no es parecida a la mía. Entonces, también me cuesta encajar ahí. Mis amigos son actores, pero tengo pocos. Aunque bueno, tampoco sé si soy yo la persona más sociable del mundo, aun queriendo serlo.
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