TENDENCIA
Belleza masculina, colegios de élite y espías comunistas: la moda recupera el 'gay posh chic' de 'Otro país' y 'Retorno a Brideshead'
La última colección de Hedi Slimane para Celine se mueve por las mismas coordenadas estéticas que aquellas cintas de los años 80 que regresaban a la época de entreguerras y de auge de los totalitarismos

Rupert Everett y Colin Firth en 'Otro país' (1984). / ARCHIVO
Con el habitual adelanto para entendidos de la industria de la moda, hace unos meses Celine presentaba su colección para hombre primavera/verano 2025 diseñada por Hedi Slimane. Su propuesta tiene un claro sabor inglés a pesar de que la casa es francesa, y la campaña ha sido fotografiada en blanco y negro en los jardines y estancias de Holkham Hall, una country house de inspiración neopalladiana del siglo XVIII en Norfolk. Los modelos, muy jovenes, muy lánguidos, pasean entre setos y se recuestan contra columnas corintias. Todo bajo el título The Bright Young, una referencia al grupo de pijos de sexualidad ambigua y costumbres descocadas que escandalizaron la Inglaterra de los años 20, los llamados 'the bright young things'.
Sin embargo la inspiración de las imágenes y de la ropa no se corresponde con el Londres vibrante de entreguerras, lleno de bares nocturnos, alcohol, drogas y ritmos derivados del jazz, sino que parece venir de otro lugar, más campestre, de arquitecturas clásicas y grandiosas y exclusivamente masculino: el de los privilegiados internados en donde se educaba a los futuros dirigentes del imperio y que se extiende, estética y socialmente, hasta las universidades de Oxford y Cambridge.

Imagen de la campaña de primavera-verano 2025 de Celine, todavía bajo el mando de Slimane. / CELINE BY HEDI SLIMANE
Si algo ha caracterizado el trabajo de Slimane, desde su arrollador éxito en Dior Homme a principios de este siglo, cuando consiguió que todos los hombres del planeta volvieran a usar los pantalones pitillo, ha sido el saber inspirarse en los estilos del pasado para aportar a la moda actual los valores añadidos asociados a la ropa de esas épocas. Esos pantalones estrechos de hace 20 años nos hablaban de rock & roll, de Bowie y los Ramones, de cuerpos masculinos que no se esconden. De noche y de piel. Slimane volvió a hacer sexy al hombre después del la larga noche del grunge y no es de extrañar que esa inspiración viniera de la moda de su adolescencia, el Paris de finales de los 70 y primeros 80.
Otro tiempo y otro país
Precisamente en 1984 se estrenaba Antoher Country (en España, Otro país, se puede ver en Filmin), una película que tendría un recorrido y un impacto inesperados. Era la adaptación de la obra teatral homónima de Julian Mitchell, y había tenido un gran éxito transitando de teatro en teatro por todo Londres desde su estreno en 1981 y descubriendo de paso a una generación de jóvenes actores que interpretaron a lo largo de esos años a sus protagonistas: sobre todo Rupert Everett, pero también Colin Firth, Kenneth Branagh y Daniel Day-Lewis.
El argumento toma como premisa la historia de 'los cinco de Cambridge' y en especial la de Guy Burgess, uno de los integrantes de ese grupo de estudiantes que, en los años 30, entraron en contacto con el comunismo y se convertieron en espías para Rusia durante los siguientes decenios mientras ocupaban cargos de relevancia dentro del establishment británico. Cuando el asunto se acabó descubriendo, la gran pregunta fue por qué unos chicos de buena familia, que lo tenían todo, terminaron por traicionar a su país y pasar secretos de estado a los rojos.
La respuesta que propone Mitchell en la obra, fijándose en el caso de Burgess y en menor medida en el de su amigo Anthony Blunt, el historiador del arte que llegará a trabajar como asesor de las Colecciones Reales de Isabel II, parte de la exclusión social que produce la homosexualidad. Es decir: Burgess se habría pasado al otro lado al sentirse rechazado por los suyos, o por creer que en la utopía comunista podría llegar a existir un lugar para los que eran como él.

Anthony Blunt, con la reina Isabel II en 1959. / ARCHIVO
Políticamente la película era una más que evidente crítica al sistema, que atacaba directamente los mecanismos de producción y de transmisión de las ideas de clase y orden, a los famosos colegios privados ingleses que, paradójicamente, se llaman public schools, y donde tradicionalmente se formaban los funcionarios del (todavía) Imperio. Así, el protagonista se acerca a las peligrosas ideas marxistas cuando su amor por otro alumno se ve amenazado por el sistema heterocapitalista. Recordemos que la lucha de clases, el desafío a la autoridad y el sexo no normativo eran temas de actualidad en la Inglaterra de los primeros 80 polarizada entre las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, la respuesta de los mineros azotando un paisaje en crisis y los Nuevos Románticos que miraban las fotos de los Bright Young Things para maquillarse antes de ir cada noche al Blitz, un club y restaurante célebre de la época.
El éxito de la obra de teatro llevaría a su adaptación para el cine con un reparto encabezado por los dos actores que mas tiempo y con mas éxito habían hecho la versión sobre los escenarios: Rupert Everett, que prometía convertirse en el Brando inglés y Colin Firth, el nuevo John Gielgud. Una década después ambos triunfarían entre el gran publico con dos títulos muy diferentes, La boda de mi mejor amigo y Bridget Jones. Como estudiante objeto de deseo escogieron a Cary Elwes, unos años antes de protagonizar La princesa prometida. Dirigida con muy buen gusto y solvencia por Marek Kanievska, la película tuvo un gran éxito de critica y recibió en Cannes el Premio a la Mayor Contribución Artística. Un galardón que, curiosamente, ha sido otorgado en varias ocasiones a filmes de temática homosexual.
Otro país tuvo una distribución decente para una película de contenido homosexual y de crítica al sistema en una época el la que el queer bating no existía, y consiguió una taquilla decente pero, sobre todo, se convirtió en un fenómeno cultural para cierto tipo de consumidor cultural. Si eras alguien moderno en el año 83 no podías no verla. Era el año de Amadeus, Los gritos del silencioPasaje a la India y Érase una vez en América, pero en cines más pequeños, como los míticos Alphaville de Madrid, este era el tipo de película que triunfaba.
Es difícil calcular el impacto generacional de ver por primera vez en pantalla grande a dos hombres que se besan y se abrazan en una escena romántica sin culpa ni dolor ni persecución ni escatología. La escena de las barcas entre Everett y Elwes marcaría a toda una generación de homosexuales y especialmente a los nacidos alrededor del año 70 que en ese 1984 estaban en plena adolescencia. La generación de Slimane.
Sobre lo de la educación inglesa y las relaciones sexoafectivas entre hombres llovía sobre mojado, como sobre los campos de cricket. De hecho, un par de años antes, la televisión mundial se vio sacudida por otra adaptación, esta vez de una novela, Retorno a Brideshead, cuyos primeros capítulos ocurren en Oxford, en donde se conocen sus dos protagonistas, Charles y Sebastian. La serie jamas sería tan explicita como Otro país (era televisión, un medio al alcance de cualquiera, pero ya el material inicial, la novela de Evelyn Waugh, es muy ambigua sobre la relación entre los dos personajes y, más concretamente, sobre la orientación sexual de Sebastian) pero cualquier espectador de la época (y actual) entiende que ahí pasa algo. Y ese algo es claramente amor. Por cierto, el propio Waugh perteneció al circulo social de los Bright Young Things en sus años jóvenes.
Inspiración 'college'
La recuperación estética de ese momento concreto de la moda inglesa tendría una influencia muy amplia. Los Nuevos Románticos, que buscarían en el pasado la inspiración de su presente, no tardaron en encontrar en los Bright Young Things a sus referentes naturales. De hecho pisaban las mismas calles y tenían el mismo interés en la musica moderna. Pero el caso de Retorno a Brideshead y Otro país va mucho mas lejos. Si nos fijamos en entornos tan heterosexuales como el de Style Council, el segundo y mítico grupo de Paul Weller, en 1983 publicaron The Long Hot Summer, uno de sus grandes éxitos. En el correspondiente video que le acompaña, Paul Weller y Mick Talbot hacen punting (remar o batear en esas barcazas planas que se dirigen por medio de un remo muy largo empuñado por el navegante que va de pie sobre la nave) en unas escenas que bien podrían haber salido de la serie televisiva y que crearían un franco desconcierto entre los seguidores mas acérrimos y machotes del ex líder de The Jam. Para hacerlo mas obvio, en 1985, en la portada del disco Our Favourite Shop, los miembros del dúo posan en una tienda decorada con un mas que visible póster de Otro país.

La portada del disco de The Style Council. / ARCHIVO
Aqui no hay ambigüedad ni homofilia que valga: Weller viene de una masculinidad franca y sin problemas, de clase trabajadora inglesa, y el propio nombre del grupo deja claro su interés por la estética. Además, nunca hay que olvidar que lo del cantante con la ropa o mejor dicho, con la elegancia, viene de su identidad primera: como ha dicho siempre y ha recalcado recientemente durante la promoción de su nuevo disco, él es un mod.
La relación entre homosexualidad y la estética Oxbridge culminaría unos años mas tarde, en 1987, con Maurice (también disponible en Filmin), la película de James Ivory protagonizada por Hugh Grant y James Wilbyquizá la primera película de temática homosexual en la que el protagonista ni muere ni sufre ni se sacrifica por el bien común sino que elige ser fiel a si mismo y ser feliz.
Sin embargo en este caso entra en juego el elemento que venía obviándose en los filmes anteriores: la cuestión de clase. Porque Maurice no solo insiste en practicar una sexualidad y una afectividad no mayoritarias, sino que ademas lo hace con alguien de otra clase social, alguien de clase trabajadora. Su gran pecado (o su gran virtud según el moderno y conciliador autor de la novela en la que se basa la película, E.M. Foster) es saltarse la regla escrita a fuego que dice que se puede jugar a los enamoramientos con los compañeros de colegio, en el gimnasio, mientras el resto juega al criquet, pero no hacerlo con alguien de una casta inferior.
No hay que olvidar que mientras sucede todo esto en las pantallas, en otro canal están retransmitiendo las cargas policiales contra los mineros, las carantoñas de amor sublimado entre Thatcher y Reagan y a los yuppies ganando fortunas en la bolsa. Después de todo, el look de colegio privado ingles es también el de la clase que todavía cree que comanda un imperio mas allá de los mares y que domina a razas exóticas y menos avanzadas. Y esa élite viste las mismas camisas a rayas con tirantes.
Por esas cosas de los ciclos de la industria de la moda, Slimane presenta una colección inspirada en una estética culturalmente cargada de homoerotismo durante la campaña electoral americana que ha dado la victoria a Donald Trump, y esa ropa llegará a las tiendas (las de Celine, pero también a todas las de moda pronta que copian instantáneamente lo que hacen las marcas de lujo) en la primavera en la que el presidente-empresario está recién instalado en la Casa Blanca. Ahora, además, sabemos que el diseñador deja la casa francesa y que esta es, por lo tanto, su ultima colección ahí.
En los años 80 se miraba como una premonición oscura la fijación de la moda por las estéticas de los años 20 y 30, las décadas del auge de los totalitarismos, con la banda Ultravox llegando a inspirarse en las gabardinas nazis para cantar baladas de amor por las neblinosas calles de Viena. Como dice Dana Thomas en su libro “Deluxe. De cómo el lujo perdió su esplendor” (Ed Superflua) las grandes marcas de lujo “han desviado la atención de lo que el producto es a lo que representa”. Ahora sólo nos falta por saber que es lo que representa la propuesta de Celine y Slimane: homoerotismo o trumpismo.
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