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Vinos, pódcasts en directo y mucha cultura: Casa Victoria, el nuevo punto de encuentro de la izquierda intelectual madrileña
Recién inaugurado, el local de Lavapiés ofrece una gastronomía cuidada con la que complementará una ambiciosa programación cultural

La parte de Casa Victoria destinada a encuentros culturales y grabación de podcasts. / Cedida
Dice Papo Kling que le resulta difícil definir Casa Victoria, el nuevo local que acaba de abrir en la calle del Olmo. Está situado casi en el punto medio entre dos instituciones de Lavapiés de las que le separan unos pocos pasos, el Cine Doré y Bodegas Alfaro: un emblema de la cultura madrileña y otro de su hostelería más querida. Y casi podría ser una síntesis de ambos mundos, porque aquí ya se están sirviendo cervezas, desayunos y tapeo, pero en breve habrá también arte, creación, pensamiento. Un bar cultural, entonces. Y con un componente político, porque se busca que este sea un espacio para el debate de ideas del espectro progresista del que viene su fundador, "aunque siempre aproximándonos desde la cultura", se apresura a explicar. Lo último que quiere es que se piense en este como un lugar de militancias rígidas, y no como el "punto de encuentro" de casi todos que aspira a ser.
Esa apuesta cultural que define a Casa Victoria no es fácil de percibir en un primer vistazo. Lo primero que uno se encuentra al poner un pie dentro es un bar, un bar bonito pero un bar al fin y al cabo, con sus mesas de aluminio y sus sillas Cesca a la derecha y varios tramos de barra a la izquierda. Hay vigas y ladrillo visto, algunas paredes recubiertas de madera y la luz adecuada. En el equipo de sonido vintage suena jazz y otras músicas negras. Todo está bien medido para que resulte el tipo de local contemporáneo y cosmopolita que ya aflora también aquí, en Lavapiés, pero con un ambiente acogedor que anima a reunirse y estar a gusto.

El interior de Casa Victoria. / Cedida
Hay que llegar hasta el final para descubrir, en un espacio más diáfano, varios sillones de los de ponerse cómodos, una mesita de centro y una estufa de leña. Aquí será donde se instalen quienes vengan a presentar sus libros o a ofrecer una charla sobre cualquier tema relacionado con la cultura o la política. Una política que tampoco se evidencia en sus paredes: si se quieren pistas, hay que poner empeño en buscarlas hasta dar, en la última esquina, con un pequeño cartel de la Guerra Civil llamando a la defensa de Madrid. Poca más militancia hay a la vista.
Faltaba un lugar
"Mucha gente, sobre todo del ámbito cultural y político, me decía que echaban de menos un sitio donde poder encontrarnos y recuperar esa cotidianidad que dejó un poco huérfana el estallido de Podemos". Papo Kling se refiere a aquella pequeña red de locales, donde se daban cita la cultura, el ocio y la política, que fueron creados por la galaxia militante post-15M, y que quedó despedazada por las luchas cainitas de la izquierda. "Quedan espacios más institucionales, como puede ser el Círculo de Bellas Artes, pero faltaba un lugar que pudiera albergar una programación cultural junto a... bueno, estamos en España, a todo el mundo le gusta comer y beber en un entorno agradable y bien ubicado".
La idea aquí es que uno pueda ir a la presentación de un libro, por ejemplo, y no tener que marcharse después. Pero tampoco quedarse hasta altas horas. Si hay algo que tiene claro su promotor es que quiere que este sea un local más bien diurno, y no "un garito". Por ahora, recién inaugurado, está abriendo en horario de mañana, de 10 a 17h. En unos días se ampliará a las tardes y las cenas. Pero no cerrará más tarde de medianoche. "Después de una presentación te podrás quedar a tomar una copa de vino o a cenar algo, pero luego cada a uno a su casa. O al Candela", dice en referencia al mítico local flamenco, de noches legendarias, recién reabierto a pocos metros de este, y del que también es en parte culpable.
En Casa Victoria hay cervezas La Sagra —"la mejor de las industriales artesanales", dice Kling—, vermús y una completa carta de vinos para todos los bolsillos y paladares. Lo de todos los bolsillos lo repetirá varias veces mientras conversa con este diario. También hay bocados cuidados, como sus hot dogs de albóndigas en pan brioche, la pizza fugazzeta rellena, una ensaladilla rusa a la que le ponen dos huevos fritos por encima o unos ñoquis a la chapa especialmente crujientes. "Intentamos coger la gastronomía tradicional y darle una vuelta, un toque diferente y un poco divertido", explica. El extra de argentinidad que habrán notado lo pone la nacionalidad de su dueño. No hay cócteles, lo que se agradece para que no se compliquen las cosas y la barra funcione con fluidez.

Un desayuno en Casa Victoria. / Cedida
El apartado cultural de Casa Victoria tiene otro nombre propio, Casa V, y abarcará charlas, presentaciones de libros, seminarios, talleres y, sobre todo, la grabación de pódcasts y videopódcasts, algunos a puerta cerrada, otros con público. De hecho, casi toda su programación será grabada en audio y vídeo de alta calidad, con el objetivo de que lo que allí suceda no solo lo puedan ver y escuchar las 30 o 40 personas que caben, sino todo el que entre en su canal de YouTube desde cualquier rincón del mundo. La programación de pódcasts ya la tienen "bastante armada. Hay ocho o nueve programas en preproducción y tres que ya casi están listos para salir la semana que viene o la siguiente". ¿Sus temáticas por ahora? Feminismo, diversas expresiones culturales y pensamiento crítico.
Uno de los primeros invitados será Franco Berardi 'Bifo', pensador fundamental de la izquierda italiana post-68 que el próximo 12 de febrero conversará con el psicoanalista y activista argentino, también radicado en Madrid, Jorge Alemán. Pero no todos los que pasen por aquí tienen que compartir ideología. Kling insiste en el espíritu abierto de este espacio alejado de dogmas y organizaciones. "Me encantaría traer a algún intelectual conservador interesante. Pero no a reaccionarios", subraya.
Empresario 'zurdito'
Sociólogo de formación, hijo de argentinos que se exiliaron en España huyendo de la dictadura argentina, Papo Kling lleva ya unos cuantos proyectos culturales a sus espaldas, pero se le conoce sobre todo por su faceta empresarial. En la primera década de los 2000 fundó una marca de moda, llamada precisamente Kling, que durante unos años fue lo más entre la modernidad de Madrid y más allá, y que tras llegar a facturar 15 millones de euros anuales, entró en concurso de acreedores.
Papo escribió un libro sobre el tema en el que, además de relatar aquel golpe y desentrañar las prácticas oscuras que son la base de buena parte de la industria de la moda, también hacía cuentas con sus propias contradicciones. Como la de tener ese lado empresarial con el que, asegura, por fin se ha reconciliado, porque durante mucho tiempo se avergonzaba de él. "Tuve que hacerme cargo de que tenía cierta facilidad para el emprendimiento mercantil y al mismo tiempo podía ser 'zurdito'" [risas].

Cartelería discreta en Casa Victoria. / Cedida
De hecho, la marca de ropa no ha sido su único negocio de éxito —aquel, limitado en el tiempo—, ni su único desencadenante de conflictos propios o ajenos. Hace diez años fundó el Pum Pum Café, enseguida tachado como gentrificador porque "fue el primer sitio de Lavapiés que vendía cafés a 3,50 con el dibujito de la leche, pero después ha terminado integrándose". Luego vinieron otros: el Petit Pum Pum, la Pum Pum Bakery —de donde sales los panes y croissants que se sirven en Casa Victoria— o Pizza Posta —de este provienen sus masas de pizza—. En ese ser aceptado por un barrio siempre combativo ha tenido un papel importante que en Pum Pum se hayan grabado la mayoría de las entrevistas de Punto de Emancipación, el videopódcast que se inventó junto a su amigo Jorge Alemán y por el que han pasado infinidad de líderes e intelectuales de las izquierdas españolas y latinoamericanas.
Aún así, y aunque bromea con ello, se nota que el tema de la gentrificación duele. Cuenta que él vivió en Lavapiés desde los 20 años, que ama el barrio y que lo ha visto cambiar. "Yo he intentado que lo hiciera para bien, que cambiara lo que tenía que cambiar pero que mantuviera su esencia". Y pone el ejemplo del Candela, donde se ha procurado que vuelva a ser el nido de flamencos y de aves nocturnas en busca de arte y misterio que fue en su día, antes de que la capital se convirtiera en una ciudad-marca paraíso de airbnbs.
También reconoce, a su pesar, que entre los clientes de sus diferentes negocios los turistas son más numerosos que los locales. "Sobre todo turismo español, ¿eh? No turismo guiri", aclara. "Y sí, ese público de alguna manera desplaza a los vecinos". Estos días, en cambio, con colas de 20 personas esperando en la puerta ya un rato antes de que abran por la mañana, hay más vecinos que gente de fuera. "Es lo normal cuando abres un sitio nuevo, los primeros en venir son los del barrio". Pero así querría que siga siendo todo el tiempo con Casa Victoria. Al fin y al cabo, para eso tiene "ese componente de espacio cultural, y ese objetivo de hacer comunidad". Que lo consiga en un Madrid donde todo parece cada vez más efímero y canibalizable suena a utopía. Pero se supone que algo saben aquí de eso.
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