EXPOSICIÓN
Una paseo por la obra de Rafael Canogar frente a la Cibeles
La muestra que le dedica CentroCentro, en el edificio del ayuntamiento, repasa la obra representativa y abstracta del artista toledano que, a sus noventa años, sigue comprometido con la pintura y la realidad de su tiempo

'Composición' (1974), una de las obras de Rafael Canogar que se puede ver en la muestra. / VEGAP, Madrid, 2025
Nacido en Toledo en 1935, Rafael Canogar es uno de los grandes pintores españoles de la segunda mitad del siglo XX que, además de continuar en activo, no ha perdido ese compromiso con los temas que preocupan a la sociedad. Una de sus últimas obras, una escultura en madera de nogal titulada Homenaje caídos del COVID-19 fechada en 2024, por ejemplo, sigue la línea discursiva de aquellas realizadas en la década de los setenta como El prisionero o Libertad encarcelada, que buscaban dignificar a las víctimas de la cruel dictadura franquista que se alargaba ya más de tres décadas.
Desde el pasado jueves, estas y otras piezas dialogan en Rafael Canogar. [I] Realidades. [Obras 1949-2024], una exposición comisariada por Alfonso de la Torre que permanecerá abierta en CentroCentro hasta el próximo 18 de mayo. A lo largo de unas sesenta obras —la indeterminación es de la propia organización—, la muestra invita al visitante a recorrer la carrera del pintor partiendo de una de sus primeras obras, Jardín de Vázquez Díaz, un paisaje realista pintado cuando era apenas un adolescente, hasta piezas finalizadas hace unos meses.
Organizada en cinco capítulos, a excepción de ese óleo sobre tabla, la exposición obvia los primeros años de trabajo del artista, marcados por la figuración y el realismo, para centrarse en aquellos años en los que su pintura comienza a explorar caminos menos convencionales hasta alcanzar su madurez. Estos primeros intentos por desarrollar una pintura diferente están representados por tres fantásticos lienzos de pequeño formato en los que es patente la influencia dos autores por los que Canogar mostró una enorme fascinación en sus inicios: Miró y Klee.

Rafael Canogar, trabajando en su estudio. / Juan Barte
"Klee y Miró me dieron el apoyo para adentrarme en el mundo de la abstracción expresionista. ¿Dónde me encontré con Klee y con Miró?, la verdad es que no lo recuerdo con exactitud. Está claro que en mi primer viaje a París en 1954, pero ya antes, en Madrid, debí de ver obras suyas en libros. Teníamos poca información pero algo siempre se filtraba; solía ir a la librería y galería Buchholz y a la librería y también galería Clan, donde siempre tenían libros de mucho interés, libros que fueron como alimento de mi hambre de conocimiento e inquietud", recordaba el artista que, por entonces, no imaginaba que Karl Buchholz, además de importar buenos libros del extranjero y ser un activo galerista en el Madrid de los 40 y 50, era una pieza clave de una tupida red de venta de obras de arte robadas a los judíos.
Pinturas negras
En febrero de 1957, un grupo de artistas, entre los que se encontraban Manolo Millares, Luis Feito, Manuel Rivera, Juana Francés, Antonio Saura y el propio Rafael Canogar, fundó El Paso. Un colectivo que, junto a Dau al Set, renovaría el arte español de postguerra. A pesar de los diferentes orígenes geográficos de sus miembros y del estilo e inquietudes particulares de cada uno de ellos, los miembros de El Paso mostraron unos criterios estéticos comunes. Un detalle que resulta evidente a la vista de los lienzos que conforman Circa 1957. La materia y el signo: el arte otro, el segundo capítulo de la muestra, en el que Canogar desarrolla una técnica, cromatismo, texturas y trazo que recuerdan a trabajos de Millares, Feito y, muy especialmente, Saura.

''Sin título' (1955), pintura de la primera etapa de Rafael Canogar. / VEGAP, Madrid, 2025
"En ese periodo, la materia empleada es óleo con tierra o cemento, mezcla que facilita esa densidad tan estimada por el sentimiento estético de hoy, volcado a lo telúrico, no solo a causa de su intrínseco carácter sino por la plasticidad que permite obtener con la más leve presión y por ese turbador 'realismo de la huella' que infunde a cualquier impronta, surco o rastro, determinado una nueva clase energética pictórica", comentaba el crítico y poeta Juan Eduardo Cirlot respecto de estas obras de Canogar, sobre las que añadía: "la composición, lejos de detenerse en la acuñación de un proceso instintivo y gestual, diferencia con gran claridad y dramatismo formas que se abren como abanicos o dejan caer sus bolsas o cortinas desde uno de los lados del cuadro, cuando no establecen su centro de dispersión en un punto del espacio interior. La variedad de la morfología así lograda es extraordinaria y, a la vez que su progresivo desarrollo, cuida Canogar de impedir que la exasperación, incluso paroxística, que anida en su obra, llegue a dominar sobre el sentido plástico de perfección estética".
La evolución de la obra de Canogar en los siguientes años hará que la valoración de Cirlot ya no encaje con esas nuevas piezas, en las que el informalismo y la abstracción dejarán paso a una fase realista en la que pintura y escultura se combinan para transmitir un indisimulado mensaje político y social. Se trata de las piezas que conforman el tercer capítulo de la muestra titulado Circa 1968. Realeza secreta del dolor y en el que se incluyen, en palabras del autor y como puede leerse en la muestra, "piezas que se sitúan en la frontera de la pintura y la escultura […] pero que son pinturas y como tales se cuelgan de las paredes, no para abrirse como ilusorios espacios con el adorno del marco, sino como materia, como textura de realidades inéditas y únicas". Unas obras surgidas de la lectura de periódicos y revistas de la época, que representan a individuos despersonalizados, abandonados en entornos urbanos hostiles y amordazados por la falta de libertades políticas.

'Escena urbana' (1970) pertenece a una etapa más realista y polítizada de Canogar. / VEGAP, Madrid, 2025
Una nueva paleta cromática
La muerte del dictador, la llegada de la democracia y el frenesí de los años 80 supusieron un nuevo cambio en la trayectoria de Canogar que, si bien regresó a la abstracción, en este caso geométrica, amplió su paleta cromática. De esta forma, el blanco y negro salpicado en ocasiones por algún detalle de otro color dio paso a cuadros en los que destacan tonos azules, ocres, amarillos y, en algunos casos, verdes. No obstante, tanto la década de los ochenta como la de los noventa están infrarepresentadas en la muestra, al menos en comparación con la presencia de obras de décadas anteriores y las realizadas entrado ya el siglo XXI, las cuales se incluyen en los capítulos Abstracciones y construcciones: circa los ochenta y Naturaleza, que me has conmovido.

'Atrio' (2017), una de sus obras de los últimos años. / VEGAP, Madrid, 2025
Si bien desde el punto de vista cronológico, este último es el que recoge piezas más recientes, expositivamente es la primera sección que el visitante encontrará al entrar en la muestra. En ella conviven lienzos de gran formato y disposición horizontal con cuadros de medio formato, verticales y realizados con acrílico y metacrilato. En estos últimos, Canogar combina el trazo, la carga, el volumen y las texturas de la época de El Paso con una paleta más variada, con los que crea piezas de composición equilibrada que evocan motivos de la naturaleza a través de títulos como Cirro, Viento, Cauce.
"Las últimas pinturas abordadas por Canogar permiten relacionarlas con sus orígenes como pintor, aquel (otro) mundo de paisajes cerrados y misteriosos. Intensidad del trabajo del artista, al que ahora se añade un extraordinario esfuerzo físico, capaz de producir grandes pinturas que, en unos casos, parecerán evocaciones del verano, suelos y cielos, paisajes o geografías", afirma en uno de los textos de la muestra el comisario, que compara esas pinturas con la idea clásica de et in Arcadia Ego, particular y merecido paraíso al que Canogar ha llegado después de más de medio siglo de carrera.
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