MÚSICA
The New Raemon y McEnroe: "El escenario hay que respetarlo, pero tampoco hay que pasarse. No hay que salir como si fueras el Mesías"
Dos de los nombres clave de la canción pop de autor española presentan en Madrid este jueves, en el marco del Inverfest, su segundo disco conjunto, 'Nuevos Bosques'

The New Raemon & McEnroe, o también, Ramón Rodríguez (dcha.) y Ricardo Lezón. Las barbas son ahora algo más blancas. / Cedida
A esas combinaciones de artistas que tienen sus propias carreras de cierto éxito y se juntan para grabar un álbum o hacer una gira las solemos llamar supergrupos. No habría demasiado problema en calificar así a la entente que han formado The New Raemon y McEnroe (es decir, Ramón Rodríguez, alma mater del primero, y Ricardo Lezón, frontman de los segundos), porque los dos discos que han firmado juntos, Lluvias y Truenos (2016) y Nuevos Bosques (2024), solo se pueden calificar como irrefutables. Sin embargo, conectados por videollamada desde sus hogares respectivos en el Maresme y en Getxo, resulta tan desmitificador el trato que se dan a sí mismos, tan natural el perfil que muestran a pesar de tratarse de dos figuras fundamentales de un cierto tipo de canción pop de autor en España, que lo de supergrupo suena innecesariamente pretencioso. Casi hortera. Aquí hay simplemente dos tipos enamorados de las canciones, y de lo que se cuenta con ellas, que un día tuvieron la suerte de cruzarse y de encontrar en el otro el aliado perfecto para llevar a cabo su misión: perseguir la belleza a través de la música.
Nuevos Bosques, el álbum que presentarán en Madrid este jueves como parte del cartel del Inverfest, se publicó después del verano. Si se ha demorado ocho años es porque, a pesar del éxito del anterior y de "la presión popular" sobre la que bromea Ricardo, los dos prefirieron "esperar a que tuviéramos algo que decir". La vez anterior fue Ramón quien hizo la primera llamada para ponerse a trabajar juntos. En esta ocasión ha sido al revés: Lezón le dijo a Rodríguez que ya estaba preparado para sacar algo nuevo, sin tener claro exactamente el qué. Lo decidió su amigo: trabajarían sobre diferentes textos del vasco, básicamente sus poemas, pero también otras letras concebidas para este disco. El catalán pondría la música.
"Fue una decisión artística. En el primer álbum conseguimos mezclarnos y que The New Raemon y McEnroe, o McRaemon como lo llamamos nosotros de broma, sonaran a una cierta unidad. Pero los textos de cada uno eran bastante distintos, se podía identificar claramente cuál era el padre o la madre de cada canción", cuenta Ramón. "Esta vez, en cambio, como yo venía de hacer Postales de invierno, un disco influido por la pérdida de un amigo, si me hubiera puesto a escribir habría estado todavía muy cerca de aquello. Así que musicar los poemas de Ricardo me parecía un ejercicio muy guay para mezclar todavía más nuestros dos mundos". "Pero buscando la distancia adecuada", puntualiza la otra parte. "Somos dos personalidades que coincidimos en muchas cosas, pero cada uno tiene la suya".
En el resultado final de este disco, más largo en sus ediciones físicas que en streaming ("en las plataformas la gente ya no aguanta rollos de una hora, en cambio alguien que se compra el vinilo doble es porque le gusta tomárselo con calma y escuchárselo entero", dice Ramón), vuelven a estar la melancolía y ese tempo calmado, pero seguro, que ya estaban en el anterior. Puede que falte algún hit inmediato o más coreable, como pudo ser Malasombra en su momento, pero sus canciones siguen funcionando como piezas pulcramente esculpidas que encierran una mezcla muy particular de vulnerabilidad y fortaleza. Un árbol centenario que se arraiga al suelo con consistencia, pero al que el viento y el tiempo le van dejando sin hojas. La referencia vegetal, en este disco con título forestal, no es gratuita. Canta Ramón en Era Amor, la canción que abre el disco. "Te encuentro en los arroyos / que no existen / en la ausencia de ruido / en el baile de las hojas / muertas / No quiero escribirte / nunca más / Pero no puedo / detenerlo / quiero entregarte cada jardín".
Un libro de poemas que se pueden escuchar
"Llevo 25 años haciendo canciones sobre lo mismo" dice Ricardo sobre esa tristeza y esos relatos de rupturas y reencuentros torpes que firma tanto con esta formación como con su banda de siempre. Lo musical lo deja en manos de Ramón, "que tiene su estudio en casa y controla más de grabar. Yo soy un patán para eso", añade. El nuevo disco se fue cocinando, básicamente, a través de WhatsApp. Después Lezón fue a grabar a las órdenes de su compañero al estudio Nautilus, en Arenys de Mar. Esta vez lo hicieron allí y no en los sevillanos estudios La Mina, donde grabaron el anterior. El sello ahora es Cielos Estrellados, también propiedad de Ramón, y no Subterfuge, discográfica histórica de McEnroe que publicó su primer disco conjunto. El catalán ve esta nueva entrega como un álbum conceptual, "un libro de poemas que se pueden leer y escuchar al mismo tiempo".
Los dos reflexionan en la conversación sobre esa magia que a ellos mismos les sorprende, todavía hoy, cuando crean sus canciones. Pero desmitifican el papel del músico, un tipo que simplemente, dicen, canta y toca un instrumento para los demás. "Ricardo y yo compartimos lo que yo llamo 'respetar el escenario' -explica Ramón-. Pero sin pasarse. No hay que salir ahí como si fueras el Mesías. Igual que hay un señor que es zapatero, nosotros hacemos canciones y salimos a tocarlas. Y ya está. Sin otro artificio que intentar emocionarte haciendo eso y que la gente se emocione. Que suceda ese intercambio".
A pesar de ese espíritu aparentemente poco ambicioso, los dos pueden decir hoy en día que viven de la música. Ramón ya lo hace desde hace tiempo: además de en sus creaciones, trabaja en las de otros. Pero lo de Ricardo es más reciente. Antiguo profesor de tenis y pádel que ha hecho mil cosas, incluso regentar una casa rural, sitúa en los últimos dos años su tiempo de autonomía económica en base a la música. Algo que consigue a base de buscarse más y más conciertos. No dice que sea fácil. "Hay un salto que da vértigo. Y no es solo que vayas a ganar lo suficiente para poder vivir, sino el tuyo interior: convertir en trabajo algo que para ti no lo es. A mí me ha costado", asegura. Odia, dice, toda esa parte de cerrar condiciones de conciertos o discos, de hablar de dinero.
El posible deslizamiento hacia la solemnidad en la conversación lo ataja rápidamente Ramón. "Hay que entender que nosotros somos personas de una cierta edad que tienen más discos que José Luis Perales", bromea. Tanto él como Ricardo son padres que rondan los 50. Cuando entiendes cuáles son tu lugar y tu público, dice, vives más tranquilo. "Esto es una tómbola y tienes que valorar lo que has conseguido". A él, el camino recorrido le ha permitido hacer música para publi o bandas sonoras, que siempre son trabajos más lucrativos. Respecto al esfuerzo del que sale la otra parte del ingreso pecuniario, las giras, aseguran que las disfrutan porque lo más habitual es que las hagan, como lo define Ramón, "en un plan trovadoresco": viajan los dos solos en coche, tocan, a las 23:30 cenan en alguna parte, se recogen pronto y al día siguiente se dan un paseo por la ciudad en cuestión. Quizá se acaben comprando un libro en alguna parte. Al fin y al cabo, hablamos de dos escritores con títulos publicados.

Ramón Rodríguez (izda.) y Ricardo Lezón, The New Raemon y McEnroe, durante su gira anterior. / EPC
El repertorio con el que cuentan se sostiene para que no necesiten mucho más, ni siquiera una banda al completo. Pero eso no es fácil. Lo saben y lo celebran. "¿De cuántos tipos cantando solos con una guitarra aguantas más de cuatro canciones?", preguntan. En sus conciertos, incluso en los que son más a pelo, es raro ver deserciones. La cita madrileña de este jueves, en cambio, es de las grandes. Esa la hacen con banda, y en su formación de directo milita, al bajo, Leia Rodríguez, hija veinteañera de Ramón y componente, junto a su hermana Jazz y otros dos compañeros de aventura, de la reputada banda Mourn. "Para mí es muy divertido -explica un padre visiblemente orgulloso-. Es una manera de vernos, de viajar juntos y pasarlo bien. ¡Vamos en el mismo plan que con Ricardo!". Y vuelve a mencionar ese tipo de gira "trovadoresca". Es decir: alejada de unos estereotipos del rock'n'roll que no hace falta recordar aquí.
Música no urbana
En un dúo que ha titulado su primer álbum juntos Lluvia y Truenos y el segundo Nuevos Bosques, se nota una pulsión fuerte por escaparse de los paisajes de la ciudad. Por hacer una música que, más que rural, se podría definir como no urbana. "Yo es que soy cero urbano -dice Ricardo Lezón-. No me gusta la ciudad, no me inspira y no me adapto. Como dice Raúl Cimas en su serie, a mí la ciudad me escupe. Encuentro más inspiración en lo que tenga que ver con la naturaleza. Y, cada vez más, con la soledad". Si hacen un tercer disco, añade, "se llamará Pantanos y culebras" [risas]. Cantan, dicen, para gente de su edad que ya está un poco de vuelta de las emociones fuertes. "Somos unos señores que abrazamos la belleza de hacerse mayores", dice Ramón, aunque no parece muy de acuerdo Ricardo, pesimista crónico pero con mucho sentido del humor: "Hacerte mayor no tiene nada de bueno. Renunciaría a todo por tener 30 y seguir siendo un merluzo" [más risas].
Toca terminar con la pregunta de sector, de industria. La de si con el actual apogeo de los festivales hay más y mejores posibilidades para los músicos. O no. Ramón se tapa la cabeza con la capucha de la sudadera, Ricardo se cala la gorra. Risas resignadas de quien está cansado de que le obliguen a meterse en charcos. Por fin se animan. "Me parece muy guay que haya festivales. Son perfectos para una escena que no es la nuestra", dice Ramón. "Si quieres hacer dinero, ve a esos sitios. Nosotros no estamos ahí. Pero hay música muy buena en todas partes". Ricardo va por otro lado: "A mí me preocupa que los grupos jóvenes, si quieren tener un futuro en la música, se tienen que meter en esa rueda. Y para eso, tienes que componer para tocar en festivales, y no lo que a ti te gusta", defiende. Se trata, apostilla su compañero, de que "antes había nichos en los festivales, podía haber un poco de todo. Ahora, si no haces un determinado tipo de sonido, es más complicado que te programen. Yo echo un poco de menos esos nichos". Menos mal que el suyo, aunque sea fuera de ese circuito, todavía existe. Y como se podrá ver en Madrid con seguridad, este resiste con fuerza.
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