EXPOSICIÓN INMERSIVA

Así pintó Leonardo da Vinci 'La última cena', una obra maestra destinada a desaparecer

El Museo Nomad de Madrid acoge hasta el 13 de abril una exposición inmersiva en la que se reproduce cómo da Vinci creó una de las obras más reconocidas de la historia del arte

La sala inmersiva del Nomad con la exposición 'Da Vinci: historia de una traición'.

La sala inmersiva del Nomad con la exposición 'Da Vinci: historia de una traición'. / MUSEO NOMAD

Han pasado más de 500 años desde que Leonardo da Vinci pintase La última cena, y sigue siendo una de las obras más apreciadas de la historia del arte por la maestría con la que fue ejecutada. Quizás también por el misterio que la envuelve: de la obra original solo queda un 10%, la mayoría restante es el resultado de las restauraciones a las que ha sido sometida. La original está en el convento Santa Maria delle Grazie, y ahora se puede ver una recreación digital en el Museo Nomad de Madrid, a escasos metros de la Plaza España, hasta el 13 de abril.

Pintada entre 1495 y 1498, esta joya del Renacimiento estaba condenada a desaparecer, y no solo porque la pared donde se encuentra fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, sino también por la técnica que da Vinci empleó para pintarla. Celia Cantero, divulgadora artística en Instagram e historiadora del arte de la Universidad de Sevilla, explica que en lugar de hacer un fresco tradicional, donde se aplica el pigmento sobre una pared húmeda, el pintor exploró con una combinación de óleo y temple sobre yeso seco, algo que le permitía corregir algún error menor y trabajar de manera más pausada, sorteando la rapidez con la que había que pintar un fresco tradicional. Pintó el fresco a capas, como si pintase sobre un lienzo, en lugar de aplicar el pigmento sobre el yeso húmedo. “Esto fue un experimento, una innovación, pero es el motivo principal de la degradación de la pintura”, cuenta Cantero a este diario. Teniendo en cuenta la humedad del refectorio -así se llama al comedor de los monjes- del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, esto no fue buena idea, por lo que diferentes restauradores han tenido que intervenir la pintura a lo largo de los años. Estas restauraciones son el punto clave de la exposición que llegó al centro de Madrid el pasado 10 de enero.

El refectorio de Santa Maria delle Grazie en 1895, con La última cena al fondo.

El refectorio de Santa Maria delle Grazie en 1895, con 'La última cena' al fondo. / MUSEO CENACOLO VINCIANO

El estudio previo y las restauraciones

La composición que hizo da Vinci terminó escamando la pared, afectada por la humedad del salón, y los defectos comenzaron a verse a partir de los seis años posteriores a la finalización de la obra. Comenzó entonces a ser intervenida con mayor o menor éxito dependiendo de la mano del restaurador. Los cambios de temperatura también modificaron los colores originales, que se separaron de su base definitivamente durante el siglo XVIII, por lo que La última cena también ha tenido que ser repintada: Goethe llegó a definirla como un cadáver debido al número de retoques por los que ha pasado.

Una vez pasado el pasillo de espejos y luces led de colores que supone la entrada a la exposición, con su reglamentaria parada para foto cool, se llega a la sala inmersiva del Nomad. Huele a incienso, como si uno estuviese en el refectorio de Milán, y suena una música de aire renacentista. Cuando comienza la proyección, la obra comienza a girar alrededor de la sala acompañada de una voz en off que explica cómo tuvo que ser restaurada desde el primer momento porque la técnica no era adecuada para el ambiente, sin entrar en mucho más detalle. Cantero añade que, además de esto, otra gran parte del daño se ocasionó por unas ventanas que instalaron en el refectorio y que expusieron la obra a una mayor humedad. A partir de entonces, fueron cuatro los retoques por los que pasó La última cena, el último de ellos en el siglo XX: “La última restauración le devolvió muchos detalles que se habían perdido como, por ejemplo, las expresiones faciales, los detalles de la ropa, las sombras... Fue muy criticada, argumentaban que ciertos cambios habían sido muy bruscos, pero gracias a ella podemos seguir disfrutando de la brillantez de la obra”.

Pero antes de pintarla, da Vinci pasó largas temporadas documentándose. Parte importante de la muestra está dedicada al estudio matemático y anatómico que el artista realizó antes de coger los pinceles y comenzar el encargo de Ludovico Sforza, duque de Milán, encargado de la decoración de Santa Maria delle Grazie. Decidió representar a Jesús junto a sus discípulos, pero quería que la expresión fue diferente a obras anteriores, y, para ello, se pintó después del estudio. La última cena está llena de simbolismo -tanto que inspiró al best-seller de Dan Brown, El código da Vinci-, y de rostros bíblicos para los que se inspiró en personalidades con las que convivía. Alguno de ellos se pueden conocer en la planta superior del museo, en una experiencia de realidad virtual que cuenta cómo da Vinci buscaba el rostro de Jesús y el de Judas inspirándose en amigos y enemigos.

Momento de la proyección donde se puede ver el estudio anatómico previo realizado por da Vinci.

Momento de la proyección donde se puede ver el estudio anatómico previo realizado por da Vinci. / MUSEO NOMAD

Originalmente, está situada a unos metros del suelo y el acceso se permite a grupos muy reducidos que pueden contemplarla durante 15 minutos como máximo, dice Almudena Velasco, encargada de la comunicación del Nomad. Situado en el número 78 de la Gran Vía, en este museo se proyecta el mural a tamaño real -8,80 metros de ancho y 4,60 de alto-. Da Vinci: historia de una traición no tiene límites de tiempo, pero sí es más caro ver esta recreación que la original: 18 euros por entrada de lunes a viernes (los fines de semana ascienden a 21 euros) en el Nomad frente a los 15 que cuesta acceder al refectorio de Santa Maria delle Grazie. “No pretendemos que Historia de una traición sea un equivalente a ver la obra original en Milán, ni sustituir la experiencia, es una manera de permitir a la gente disfrutar de ella durante más tiempo”, dice Velasco a este diario. Aunque el museo no tenga un límite de tiempo, la proyección completa dura poco más de 30 minutos, y las actividades de la segunda planta del museo -una zona de pintura para que los más pequeños recreen la obra y una experiencia de realidad virtual en la que se explica en quién se basó da Vinci para pintar ciertos rostros- no ocuparán al visitante más de 10 minutos.

Acercar las obras a través de las pantallas

Da Vinci no es el primer pintor en protagonizar una exhibición en el Nomad. Van Gogh, por ejemplo, estuvo antes que él. “Cambiamos las exhibiciones cada seis meses, es una forma de acercar el arte de otra manera, de hacerlo accesible para quienes no pueden viajar a ver las originales”, dice Velasco, añadiendo que este es un museo “pensado para gente joven, para los que las pantallas son más atrayentes”. Cantero está de acuerdo: "Cada vez se están usando más herramientas como la realidad virtual y eso, además de aportar el valor interactivo, también ayuda a comprender de manera simplificada el simbolismo de artistas como da Vinci".

El recorrido del Nomad finaliza no mucho después de 40 minutos desde la hora de entrada. Pensado para gente joven y especialmente recomendado para acudir con niños por lo visual, lo interactivo y lo colorido, la salida se puede realizar bajando por un tobogán en lugar de por las aburridas escaleras. Punto a favor para el Nomad, cuyos visitantes podrán decir a los que presuman de haber estado en el refectorio de Milán: "Ya, ¿pero a que tú no saliste de ver La última cena deslizándote por una rampa?"