TEATRO
'Travy' o cuando la vida y el teatro se funden y confunden
Oriol Pla rinde homenaje a su familia, con la que comparte escenario y oficio en una obra sobre el mundo de la farándula y la creación

La familia Pla-Solina en escena. / CEDIDA
"Si vas maquillado de payaso tienes que tener un palillo cerca por si te quieres rascar en la cara, para no quitarte el maquillaje", dice el dueño del álbum de fotos que circula entre las manos de unos cuantos periodistas. Explica que las fotografías son de un espectáculo llamado Cuatro maderas y un papel, cuya única escenografía consistía en dos escaleras de pintor y una barra con una toalla enrollada en cada extremo. De aquella estructura, montada seguramente con cosas encontradas en la calle, colgaba un trapecio al que se subía una cría de siete años. Abajo, en el suelo, un chaval de siete tocaba la batería. No recuerda si hicieron aquel show para una fiesta de cumpleaños o un bautizo, pero sí que cobraron cinco mil pesetas y que hicieron aquello porque su padre quería que sus dos hijos "tuvieran una primera experiencia profesional a esa edad, otros dirían que era explotación infantil, pero ahí empezamos a entender el oficio y los pequeños trucos", como ese del palillo y el maquillaje.
Veinticuatro años después, los cuatro vuelven a compartir escenario en una obra que nace de la necesidad de aquel chaval llamado Oriol Pla que tocaba la batería con siete años y que hoy, con 31, tiene una carrera consolidada en el teatro, el cine y la televisión, de rendir homenaje a su familia, a su oficio, a una manera de vivir y a una generación de artistas que abrieron camino en los años de la dictadura y la transición. La obra se llama Travy y está escrita por Pau Matas y Oriol Pla, que, además de firmar la dirección, comparte escenario con su hermana Diana, intérprete de danza, teatro y clown; su padre, Quimet Pla, fundador de Comediants y su madre, Núria Solina, violinista y fundadora de las compañías Picatrons y Circ Cric. Travy se estrenó en octubre de 2018 en el Teatre Lliure de Barcelona, después pasó por la Beckett y La Biblioteca, hizo gira en Cataluña y acaba de llegar, por primera vez en español, al Teatro de La Abadía de Madrid, hasta el próximo 2 de febrero.

Quimet Pla cargando una sandía. A su lado, Núria Solina. / CEDIDA
Travy es una obra en la que vida y teatro se funden y confunden, un espectáculo sobre la creación, sobre hacer lo que uno sabe (y todos saben hacer muchas cosas), una obra metateatral en la que una familia de artistas intenta crear una obra nueva en un espacio que es una casa y una sala de ensayos al mismo tiempo, en la que veremos a Quimet Pla cargar con una sandía y recitar el monólogo de Hamlet mientras hace una tortilla francesa o a Núria Solina reivindicar a los cómicos que salieron a la calle en los 70 con “los zancos, los sombreros, los cuernos, las máscaras, las faldas, los monociclos, el fuego, la música y la jeta por bandera”. En esas discusiones entre los miembros de la familia Travy, que podrían ser los Pla-Solina o cualquier otra saga farandulera de este país, asistiremos a ese diálogo intergeneracional y artístico entre tradición y vanguardia, entre la artesanía y la industria, entre ese mundo de las compañías estables que apenas existe ya y el de los jóvenes que prefieren ir por libre y trabajar con creadores distintos pero miran con nostalgia aquel compromiso de sus padres.
Alguien dirá en escena: “Nosotros somos juglares, hacemos reír a la gente para que la gente se lo pase bien”. Y en eso estarán todos de acuerdo.
Un mismo oficio y dos generaciones distintas
"¿Quién me iba a decir a mí con 18 años, cuando dejé mi casa, que acabaría con toda una familia en un escenario haciendo un espectáculo?", se preguntaba Quimet Pla en la presentación del montaje en Madrid, mientras recordaba aquel contexto político y social en el que nació Comediants, colectivo de teatro de calle que fundó en 1971 junto a Joan Font o Anna Lizarán: "Desarrollamos una serie de ideas y conceptos muy ligados a un tipo de teatro lúdico y contracultural. Fuimos los primeros que salimos a la calle y eso, entonces, estaba prohibido. No sabían qué hacer con nosotros, pero en aquel momento, a nivel político y cultural, si no rompías con normas no servía de nada y lo bueno era que el teatro te lo permitía". A su lado, Núria Solina, con la que Pla fundó la compañía Tot Terreny en 1996, explicaba que "el trabajo de salir a la calle era espontáneo, había ganas de explotar, de romper las normas, y eso no se podía frenar. Fue muy gratificante y, además, el trabajo de calle es lo que más te enseña a proyectar la voz, a moverte, a coger el ritmo, a ganarte el público, a improvisar… esta es la gran escuela que tenemos. Pero entonces, administrativamente, no había papeles. Tú ibas y el alcalde se sacaba (dinero) del bolsillo y te daba. Pero ahora hay que saber hacer facturas electrónicas para poder hacer el payaso. Y eso me amarga, me amarga. Antes era todo más libre".
"Mi padre decía 'yo solo sé hacer teatro' y se necesita mucho coraje para aceptarse como poeta y decir venga, soy esto, tirar millas y transmitir ese amor y esa lealtad con uno mismo", explica Oriol Pla, que creció en un universo artístico y familiar donde "se celebraba mucho la libertad y a la creatividad de cada uno, el juego y poder pasárselo bien. Y cuando tú vives y creces así y ves que los adultos juegan, mienten, ríen, hacen el tonto y se comportan de forma lúdica en la vida, te das cuenta de que dedicarte a las artes es una consecuencia de esa manera de entender la vida. La intención de Travy era poder compartir esa visión de la artesanía de un oficio que los padres transmiten a sus hijos y eso es importante". Al mismo tiempo, el protagonista de la serie Yo Adicto o la película Salve María cree que en Travy también late una conversación sobre "esas lealtades que tenemos y que no sabemos si conservar o cortar porque vivir fuera da pánico y volver a casa siempre es bonito, aunque a los cinco minutos te quieras ir, pero eso te reconecta con la raíz".

Pau Matas (izq) y Oriol Pla (dcha) en la presentación de 'Travy'. / CEDIDA
Pau Matas y Oriol Pla se conocieron en el Instituto Montserrat de Barcelona, se hicieron amigos y pasaron de tocar la guitarra en las terrazas de la Costa Brava para sacarse un dinero a trabajar juntos en montajes como La calavera de Connemara, Ragazzo o Gola, que acaban de estrenar en el Teatre Nacional de Catalunya, con buenísimas críticas y la intención de que pueda verse en Madrid. Matas cree que ambos pertenecen a una generación que siente "melancolía de aquellas otras que montaron unas compañías que eran como familias, mientras que nosotros estamos más programados para buscarnos un sitio dentro de una industria cultural que propone otras dinámicas. Y esto nos genera dolor muchas veces porque nos gustaría tener una compañía, pero a la vez nos gusta tener nuestra libertad".
Lo cierto es que ambos son hijos de un tiempo distinto al que vivieron los padres de Oriol Pla y tantos otros creadores que empezaron su andadura en los últimos años de la dictadura: "Mi madre, por ejemplo, tenía con su grupo un local enorme en Gràcia, se lo podían permitir, y nosotros, ahora, estamos compartiendo un local con siete personas porque está todo muy caro. Social y económicamente había mucho más espacio entonces y ahora también es muy difícil ser artista en muchos sentidos porque hay una mirada muy autorreferencial, hay mucho foco en la personificación y en la mitificación del artista y no en la compañía o el artista como mensajero".
Otra de las grandes cuestiones que atraviesa la obra es qué hacer con la herencia recibida, una conversación que es vieja y es nueva y que siempre está vigente en el terreno creativo. Matas recuerda que "en su momento me dijeron que si estudiaba esto no me iba a ganar la vida con ello. Luego eso es mentira, pero empezaba un poco esta sensación de que no te estaban vendiendo algo que luego no funcionaría, sino que te estaban avisando de que íbamos a vivir peor que nuestros padres. Es una putada, pero yo estoy feliz, no soy pesimista, estoy contento con lo que hago, estoy recogiendo esa herencia y me están sirviendo las cosas". Oriol Pla cree que "la herencia que es tuya no pesa, te aligera el paso. Es decir, cuando la herencia no te deja avanzar es porque creo que hay cosas que no son tuyas. Y saber de dónde vienes es un buen sitio donde ubicarse, pero luego tienes que transformar eso, aventurarte y perderte".
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