LIBROS
José Ángel Mañas ajusta cuentas con sus 'Historias del Kronen' y recorre de nuevo los garitos de aquel Madrid nocturno y rockero
El escritor madrileño regresa a la actualidad con un libro autobiográfico con el que espera liberarse de una vez por todas de la alargada sombra de su primer éxito

José Ángel Mañas, autor de 'Historias del Kronen' / A. CARRASCO
José Ángel Mañas ha vuelto a las librerías y lo ha hecho por todo lo alto. El escritor cuyo primer libro diera, muy a su pesar, nombre a toda una generación de jóvenes escritores, acaba de publicar un texto en el que con una honestidad infrecuente en los círculos literarios, ajusta cuentas con su vida y su obra, concretamente, con aquella que se lo dio todo, pero se lo dio demasiado rápido.
En 1994, con apenas 23 años, Mañas quedó finalista del Premio Nadal. "La ganadora de ese año fue Rosa Regás con Azul", recuerda el escritor, cuya criatura no solo le devoró a él, sino que eclipsó a, nada menos, el libro de una escritora con una larga trayectoria literaria a sus espaldas y que llegaría a ser directora de la Biblioteca Nacional. La voracidad demostrada por ese primer libro fue tal que, cuando se conocieron, el crítico Germán Gullón le vaticinó como si fuera un oráculo: "Tú te morirás y solo quedará el Kronen". Joven e ingenuo, Mañas había robado aquello que más apreciaban los dioses de la literatura y estos decidieron que lo pagase caro. Desde entonces, carga con el peso del Kronen sin importar que, después de tres décadas, lleve medio centenar de títulos publicados.

José Ángel Mañas, en un imagen de archivo. / EUROPA PRESS
El último de ellos, Una historia del Kronen (Aguilar, 2025), es justamente la obra que pretende poner fin a esa maldición. Una historia cercana, sencilla, sincera, emotiva y con toques de humor, en la que el escritor más punk y salvaje de los 90 relata la que ha sido su vida en estos casi 40 años con una actitud le debe más al Lazarillo o a Vida de Torres Villarroel que a los libros de Irvine Welsh o Bret Easton Ellis.
"Aún no lo ha leído mucha gente, pero me alegra lo que me dices de que te recuerda al Lazarillo porque es verdad que tiene algo de novela picaresca. Cuando comencé a escribirlo tenía un poco de miedo debido a ese componente autobiográfico porque, como escritor, no me gusta que se me vea, prefiero ser como los marionetistas, que están en la sombra y que, cuanto mejores son, menos se les ve. Sin embargo, de vez en cuando es bueno mirarse a uno mismo, ver qué ha pasado. Cuando lo hice y me metí a contar la historia, me di cuenta de que no podía tomarme demasiado en serio. En realidad nadie nos podemos tomar demasiado en serio", explica a través del teléfono José Ángel Mañas.
La metamorfosis
Aunque carece de toda pretensión didáctica o ejemplarizante, Una historia del Kronen es un libro de fin de ciclo, de madurez, en el que el lector es testigo de la transformación del autor, si no en una mejor persona, sí en un individuo conforme consigo mismo, con su vida, que no tiene que demostrar nada a nadie y que habla con total naturalidad de sus excesos, de sus sus éxitos literarios, de sus fracasos, de sus ideas brillantes, de sus meteduras de pata, de sus contratos editoriales, del nacimiento de sus hijos, de su relación de pareja que dura ya tres décadas, de la hosquedad de Elías Querejeta, de la amabilidad que le demostró Jorge Semprún en un capítulo de Apostrophes de Bernard Pivot o del desdén y la mediocridad con la que le trató Pérez Reverte en ese mismo programa.
"Todo eso lo da la edad. Llega un momento en el que puedes ser mejor o peor, pero eres así. Esa es una sensación agradable y, si lo transmite el libro, me halaga. Era difícil hacer ese ejercicio de sinceridad, pero también tenía claro que engañarte a ti mismo no correspondía. Tampoco he ajustado cuentas con la gente. Alguna cosa sale por el camino porque, hablando de los noventa, había personas que tenían que salir porque eran muy cercanas a mí, pero nada más porque, si tienes amargura, eso lo corrompe todo", comenta José Ángel Mañas que ha vivido la escritura de Una historia del Kronen como un proceso liberador.
Todo el mundo quiere tener un libro de éxito pero cuando eres joven, metes tu manuscrito en un sobre, lo envías a un premio y quedas finalista, el resultado te viene muy grande
"La sensación es de que me lo he quitado de encima. El Kronen es un peso que, por una parte es una bendición y por otra, una maldición. Todo el mundo quiere tener un libro de éxito pero cuando eres joven, metes tu manuscrito en un sobre, lo envías a un premio y quedas finalista, el resultado te viene muy grande. Se juntó la inseguridad y la arrogancia de la juventud y yo no estaba preparado. Salía en Lo más plus, quedaba mal, me daba cuenta de que salía mal porque no controlaba el contexto mediático, pero tampoco podía hacer otra cosa porque no tenía herramientas. Por eso, este libro me lo debía a mí mismo, se lo debía al público y creo que ayuda a que se entienda mejor mi figura. En ese sentido, ha sido una catarsis y espero no tener que hablar más del Kronen en la vida".
A pesar de los muchos interrogantes que resuelve en relación con la trayectoria y la personalidad de José Ángel Mañas, al finalizar la lectura de Una historia del Kronen surge una cuestión que resulta imposible de eludir: "¿Y ahora qué?".
"Escribí este libro en un momento complicado. Estaba en la crisis de los 50, se me fueron los hijos a estudiar fuera de casa y hasta dejé de escribir. Nunca me había pasado, pero hubo unos meses que paré. El clima era como que la energía se me había agotado. Luego, de repente, esa energía ha vuelto y tengo nuevos proyectos. No sé por dónde irán, pero creo que haré una nueva novela. No sé si será una cosa de ciencia ficción en la que estoy trabajando o algo que siempre he querido hacer: una novela romántica. Una historia de amor pura y dura. Lo que sí es verdad es que cada nuevo libro tiene que ser un reto, así que lo único que puedo decir es que será distinto, algo sorprendente".
El Madrid del Kronen
"Igual que Vargas Llosa regresa siempre a la Lima de los 50, yo me paso la vida revisitando el Madrid noventero", afirma José Ángel Mañas en Una historia del Kronen, libro que puede ser también leído como una particular guía que recorre ese Madrid fantasmal que ya no existe y esa ciudad actual que el autor define como "un Las Vegas en mitad del desierto mesetario, un espejismo histórico, una ciudad improvisada con su boina de polución que, por no tener, no tiene ni río porque el Manzanares, por mucho que lo estanquemos para que gane caudal, no pasará nunca de ser un ridículo arroyuelo del que se mofaron todos los poetas del Siglo de Oro".
A continuación, repasamos de la mano de José Ángel Mañas varios de los escenarios que aparecen en Una historia del Kronen, algunos que ya no existen y otros que están en activo, bien por su capacidad de resistencia, bien porque iniciaron su actividad después de la publicación de Historias del Kronen en 1994.
El Kronen
"En el propio bar Kronen, el dueño, que previamente había colgado en la pared el artículo sobre mí recién aparecido en El País, en cuanto leyó la novela lo descolgó y dejó de saludarme". El bar que da nombre a la novela de José Ángel Mañas existió en la realidad. Su nombre era Kronemburg, abreviado Kronen, y se encontraba en la esquina de Francisco de Silvela con General Oráa. En la actualidad hay un restaurante mexicano llamado Pituka & Petaka. Para la película de Montxo Armendáriz, sin embargo, no se utilizó el bar original, sino que se recreó un Kronen en la otra punta de la ciudad. "El falso Kronen fue un bareto por la zona de Moncloa al que cambiaron el panel sobre la puerta de entrada. Recuerdo que el primer día me acerqué con mi novia. Nos quedamos en la barra. Querejeta y Montxo Armendáriz dirigían todo. No mostraban demasiada empatía con los actores", recuerda Mañas.
Chueca
"Para mí ese Madrid era un Madrid turbio, sucio, peligroso, decadente, de fachadas cochambrosas. Chueca no tenía nada que ver con el barrio chic, gay y guay que es hoy. En los 90 la plaza tenía todas las farolas rotas. Era un prado de jeringuillas. Cada vez que pasabas tenías que esquivar los susurros de los heroinómanos: '¿Caballo?, ¿costo?, ¿centraminas?'. Los jóvenes nos tirábamos por el suelo con las litronas. No había tanto gastrobar ni tanta tienda vintage, ni gentrificación. En la calle Barbieri, en la puerta del Jam había auténticas Lambrettas con cuarenta espejos y, dentro, mods con sus parkas. Parecía Brighton 64. Eran los últimos coletazos retro de la Movida", relata el escritor, que recuerda también otros bares de la época: "Locales como el Ghetto donde los jóvenes nos descamisábamos y pegábamos brincos al son de Jane’s Addiction, Faith No More, Soundgarden, Alice In Chains, los Red Hot Chili Peppers o los Beastie Boys; y donde entraban las primeras pastillas de éxtasis, eso que más tarde se llamaría MDMA o eme, y que entonces eran simplemente pirulas".
Bukowksy Club (San Vicente Ferrer, 25.)
Cerrado hace más de una década, este bar fue uno de los epicentros de la poesía madrileña. Según recuerda Mañas en su libro, "entrando en los 2000 conocí a Marcus Versus, fundador de Ya lo dijo Casimiro Parker. Marcus formaba parte de los jóvenes poetas que descubrieron en su día el Bukowski, bar mítico de Carlos Salem donde se recitaba poesía. De esa escena slam salieron las voces que Casimiro propulsó. El Aleatorio, bar del propio Marcus, se convirtió en la nueva meca de la poesía recitada y Ya lo dijo Casimiro Parker publicó a Escandar Algeet, Marwan, Irene X. Sus libros eran objetos de una calidad extraordinaria, con papel magnífico, estética cuidadísima. Marcus se recorría las librerías con una maletita llena de poemarios y supo hacerse un hueco con la originalidad de su propuesta. Él dio voz, repito, a aquella escena de poesía madrileña, que en mi opinión fue de las últimas escenas literarias potentes en eclosionar".
La boca del lobo (Echegaray, 11)
Después de numerosos problemas con el ayuntamiento de la ciudad, La boca del lobo cerró sus puertas. Le sobrevivió La buga del lobo, un bar restaurante en la calle Argumosa fundado por los mismos propietarios. Mañas recuerda La boca del lobo en el siguiente pasaje: "A Andrés Rodríguez me lo presentó mi amiga Paloma Leyra, también periodista. Fue a finales de los noventa en La Boca del Lobo, un garito clásico de la calle Echegaray. Ese día empezaron a salir. Andrés estaba nervioso. Él entonces dirigía la Rolling Stone española y me pidió algún texto. Debí de enviarle algo mediano, porque nunca llegó a publicarlo".
Wurlitzer ballroom (Tres Cruces, 12)
"Cuando vino a Madrid para uno de sus viajes promocionales, lo invité a la Semana Kronen. Hay fotos en el Wurlitzer, después del concierto de la sala El Sol. Los dos nos tomamos una copa con Chimo [Bayo]. Se nos ve cerveza en alto", comenta Mañas sobre el conocido bar de copas y sala de conciertos de la calle Tres Cruces, al lado del Príncipe Gran Vía, donde David Broncano y su equipo graban La Revuelta. Hace unas semanas, cuando Raphael acudió de invitado al programa en el que sufrió el contratiempo del que se está recuperando, el artista se equivocó de puerta y, en lugar de al teatro, entró al Wurtlitzer, con la consiguiente sorpresa de los trabajadores que estaban en el local.
Ya’sta (Valverde, 10)
"Nuestro bar cerraba a las cinco de la mañana. Las noches que volvíamos a las cinco a casa considerábamos que no habíamos salido. Si después de cerrar nos tomábamos una copa en garitos vecinos con camareros amigos, o si acabábamos en el Ya’sta de la calle Valverde (el after de la zona), entonces estimábamos que habíamos salido un poquito", comenta Mañas recordando la época en la que, con el dinero obtenido por las ventas de libros, montó un bar. "Cuando salíamos de verdad era cuando después de cerrar el Ya’sta nos incorporábamos a la movida discotequera. Locales como el Friends en Puerta de Toledo, el Bocaccio en Colón, el Space en lo alto de la plaza de Castilla, el Attica; o garitos ya muy de bakalas, con gente chunga, en los bajos de Azca". En la actualidad, el Ya’sta sigue funcionando.
La vía láctea (Velarde, 18)
"Coincidimos en La vía láctea, el bar de Malasaña donde él había trabajado durante casi una década como portero. El reencuentro fue efusivo. Nos abrazamos. Entre güisqui y güisqui sellamos una sincera reconciliación. Era primavera. Como estaba en manga corta, constaté que se había tatuado los dos brazos de arriba abajo. ¿No me los habías visto? Me los hice para que, si pasaba alguna entrevista de trabajo, no me cogiese nadie —se rio. Sonaban las bandas garajeras clásicas de La vía láctea, el garito más neoyorquino de Madrid. Miguel escuchaba la música y marcaba el ritmo de alguna canción. Lo hacía con una guitarra imaginaria". El conocido local de la calle Velarde aparece en varias ocasiones en Una historia del Kronen. También se citan otros bares de la zona, como el Nueva Visión o el Maravillas que, a día de hoy, están cerrados (como el primero) o han cambiado su denominación (en el caso del segundo).

'Una historia del Kronen'
José Ángel Mañas
Aguilar
248 páginas | 20,80 euros
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