LA ENTREVISTA

Jordi Galcerán, dramaturgo: "A Puigdemont no lo veo ni cómico ni trágico. Su historia no ha terminado"

Dice que Cataluña sigue dando una producción teatral extraordinaria y se sorprende de que en Madrid se escriba poca comedia

Jordi Galcerán

Jordi Galcerán / Javier Barbancho

Guionista, dramaturgo, traductor, considerado un referente del teatro catalán -su obra El método Grönholm ha sido representada en más de sesenta países-, acaba de estrenar en Madrid FitzRoy, dirigida por Sergi Belbel. Se dice un hombre tranquilo, “normalito, pero que aburro de lo normal que soy”, dice que Cataluña sigue dando una producción teatral extraordinaria y se sorprende de que en Madrid se escriba poca comedia. “Madrid es muy intenso”, ríe.

En FitzRoy, cuatro escaladoras en la Patagonia, detenidas por el mal tiempo en una pared de hielo, se plantean dudas, riesgos, secretos, renuncias, logros. Buena situación para debatir, ahí colgadas, ¿no?

La gracia de la obra es que los problemas que tienen a tres mil metros de altura son mayores, y las pequeñas cosas se convierten en mucho más importantes. De allí no te puedes ir. Tienes que escalar con tu compañera tanto para subir como para bajar, y afrontar las controversias. La duda es si vamos a superarlas, si vale la pena seguir subiendo. Porque tenemos muchos números para caer.

Dice que es la más aventurera de todas las obras que ha escrito.

Yo cuando era jovencillo y empezaba tenía la idea de escribir teatro de aventuras. Fue a verme un crítico de Barcelona, Xavier Fàbregas, y me dijo que le parecía muy bien, pero que antes me leyera un montón de libros que me trajo, todos obras de Shakespeare. Eso era teatro de aventuras, un barco que naufraga, un castillo… La suerte de Shakespeare es que en su época no había cine. Porque hoy día el cine te supera por todas partes. Yo, ya que no las puedo ver escalando en medio del hielo, al menos retrato cómo son esos personajes.

Ahora la gente escala y trepa en general sin pararse mucho a pensar ni a debatir.

Sí, claro. Pero esta escalada es la auténtica, la deportiva, la de la solidaridad. Cuando trepas en la vida real, lo haces para conseguir dinero, poder, fama, sexo. Estas chicas trepan para subir una montaña y se juegan la vida por nada. Simplemente por el placer de haberlo logrado. Es lo que me seduce de estos personajes.

"En Madrid hay pocos autores de comedia. Madrid es muy intenso"

“He empezado cincuenta obras y las he dejado, porque me suena que todo ya lo he visto”. Cabe pensar que con FitzRoy cree haber dado en el clavo.

Al menos están en un espacio y son un tipo de personajes que yo no había visto. Hay obras de escaladores, de montaña. Pero yo para tirar adelante una obra necesito esa sensación de que es especial, de que no lo he visto antes. Nunca haré, por ejemplo, una segunda parte de El método Grönholm, aunque me lo han sugerido, para que se vuelvan a encontrar los personajes. Pero ¿para qué? Esa obra ya está hecha. Prefiero meterme en otro lío distinto.

Esta comedia llega diez años después de El crédito. Historia de un ciudadano del que el banco no se fía y al que maltrata. La vida misma.

Sí, son las relaciones humanas: alguien que tiene poder para concederte algo y otro que intenta conseguirlo. En el fondo el drama es esto. Esta relación pasa en todo. En las parejas, tú intentas ligarte a la chica y la chica intenta saber si el hombre le interesa y si le gusta o no o si se lo quiere quitar de encima.

¿Usted ha tenido que pedir algún crédito?

Sí. Yo he pagado todos los créditos que he pedido gracias a que he tenido éxito en el teatro.

O sea que es de fiar. Un buen chico.

En el aspecto económico, yo no compro nada que no pueda pagar. Y en el aspecto personal, yo creo que también. No tengo la sensación de haber engañado a nadie sentimentalmente en mi vida. Soy un tipo muy formal. Estoy casado desde hace treinta y pico años y no podría hacer nunca autoficción, porque mi vida es tan anodina que no tiene ningún interés.

Jordi Galcerán, dramaturgo

Jordi Galcerán, dramaturgo / Javier Barbancho

Su éxito de los éxitos fue El método Grönholm, multipremiada, representado en más de sesenta países. Entonces usted mereció el apelativo de “rey de la comedia negra”. Más que dar en el clavo, ahí encontró la piedra filosofal.

La suerte. Todo el mundo que escribe algo o que hace algo artístico lo que quiere es que tenga repercusión y que vaya bien. Recuerdo que con Sergi [Belbel] no hicimos ninguna previa. La primera vez que la representamos fue en el estreno, y la reacción que tuvo el espectador para nosotros fue absolutamente sorprendente. No éramos para nada conscientes que esa comedia tuviera la conexión que tuvo con el espectador. Yo la he visto bien hecha, mal hecha, hecha con cuatro sillas, o con una escenografía espectacular, con buenos actores, con malos actores y siempre funciona. Es una obra irrompible, la única irrompible que he escrito, porque otras que he hecho son rompibles [ríe], si no se hacen bien, no funcionan.

En Burundanga (2012) se atrevió con ETA en tiempos no muy fáciles. ¿Para cuándo una comedia sobre Puigdemont? Él sí que sabe hacer mutis por el foro.

A mí me gustaría tratar ese tema, pero creo que aún debe pasar un poco más de tiempo para que nos podamos reír de toda la situación. Reír con respeto, que es como yo utilicé a los personajes de ETA. Yo no me reí de ETA. Intenté hacer a dos etarras, los últimos, que eran un poco torpes, pero que fueran creíbles, y que lo que habían hecho para ellos tuviera un sentido. Tú sabes que lo que hacían ellos era criminal, pero para ellos tenía sentido. Y como dramaturgo tienes que ponerte al lado de los personajes, e intentar que sean creíbles.

¿Y qué hace cuando se pone al lado de Puigdemont?

Bueno, a ver. Es una persona que intentó, cómo decirlo, una apuesta política, puramente política, e hizo todo lo que pudo para conseguirla, y no la consiguió. Fracasó. Pero el momento revolucionario que tuvo Cataluña el 1 de octubre, el hecho de que esos millones de personas fueran a votar, cuando el Estado dijo por activa y por pasiva que no lo conseguirían, ese momento revolucionario quedará en la memoria de los catalanes para siempre.

En términos teatrales, ¿Puigdemont es un personaje cómico o trágico?

No lo veo cómico ni trágico. Porque, además, la comedia y la tragedia dependen mucho del final, de cómo acaba la historia. Y la historia de Puigdemont no ha terminado. Puigdemont va a volver muy pronto a Cataluña, se volverá a presentar a las elecciones y no sabemos aún si su historia es de éxito o de fracaso.

El teatro catalán - grupos, autores, actores-, siempre ha sido muy puntero. ¿Cómo lo ve ahora?

Seguimos siendo un territorio que genera muchísimo talento teatral, porque, al ser un territorio pequeño y con poca capacidad económica, hemos podido hacer muy poco cine y muy poca televisión, y todo el talento de la gente que se quería dedicar a esto iba para el teatro. Yo creo que ahora es un gran momento de teatro de texto. Tenemos una nómina de autores de generaciones más jóvenes que la mía que son buenísimos, que están estrenando por todo el mundo, que escriben de manera muy distinta. Hay muchos autores de comedia. En Madrid los catalanes estrenamos sin parar: Cristina Clemente (Laponia y Terapia integral); Guillem Clua (La Golondrina); Jordi Casanova (Conspiranoia); Josep Maria Miró, Pau Miró… Hicimos con Sergi [Belbel] como una estadística y Cataluña tiene el número más alto de autores por habitante por población del mundo. El teatro de texto catalán se ha convertido en una marca, como en un tiempo lo fue el irlandés. Y estamos estrenando muchísimo en el extranjero. 

Se le considera un referente del teatro catalán. ¿Es usted lo más de lo más? Porque si hay tanto donde elegir…

Hay mucho donde elegir ahora. Hace treinta años, que es cuando yo empecé a estrenar, creo que fui el primer autor que se definió como comediógrafo. No tenía ninguna competencia, era el único. De las cosas que me puedo sentir mínimamente orgulloso es que desde Dakota y El método… los productores y las empresas de teatro vieron que no hacía falta irse a Londres a buscar la última comedia. Que con un autor de aquí y una comedia escrita aquí también podías llenar el teatro y tener éxito. Y entonces una serie de autores se han ido atreviendo a escribir comedia. Una cosa que nos sorprende de Madrid es que hay pocos autores de comedia. Madrid es muy intenso {ríe}.

Le gustaban las películas y los libros de piratas. ¿La piratería lleva ahora diente de oro y pata de palo?

Yo siempre creo que escribes mejor contra alguien. Y hoy en día hay muchas cosas contra las que escribir. En el fondo, los piratas, al menos los de leyenda, luchaban contra el poder, para enriquecerse, pero también para repartir el dinero un poco más. Yo creo que contra lo que hay que luchar es contra el sistema, y siempre intentar mejorarlo. Y soy consciente de que yo vivo en el mejor de los mundos posibles. En una situación política, económica e incluso social envidiable.

¿Cuál es el mayor pirata que conoce?

Es una pregunta complicada, porque yo no soy para nada ocurrente. Yo hago chistes, pero paso dos o tres semanas pensando el chiste.

Si no se le ocurre ningún pirata es que ha surcado pocos mares.

He surcado pocos mares, sí. Yo tengo una vida absolutamente normal. He viajado muy poco, he ido con mi mujer, siempre con la misma, he tenido dos hijos normales, vivo en el Eixample… Yo soy un tío normal. Y por eso me gusta escribir y leer historias de aventuras, porque soy muy poco aventurero. Tengo que hacerlo con la ficción. Mi aspiración es tener una vida larga y tranquila. Y si me dicen que tengo que escoger entre ambas posibilidades, pues prefiero que sea tranquila.