REPUNTE EXITOSO

La generación que ha vuelto a colocar las guitarras en el primer plano de la música española

Encabezada por Alcalá Norte y apadrinada por Carolina Durante, ha devuelto al pop y al rock la visibilidad perdida en los últimos años. Incluso ha inspirado un libro colectivo, 'No sonamos mal'

De izda. a dcha., tres de los miembros de Alcalá Norte: Juampi Julià (guitarra), Carlos Elías (guitarra) y Álvaro Rivas (voz).

De izda. a dcha., tres de los miembros de Alcalá Norte: Juampi Julià (guitarra), Carlos Elías (guitarra) y Álvaro Rivas (voz). / ALBA VIGARAY

El rock lleva décadas muriéndose. No es de ahora. Es lo que se podría deducir de los cantos más agoreros. Es cierto que no goza, en cualquiera de sus versiones (con más o menos condimento pop y más o menos prefijos y sufijos) de la primacía popular que detentan otros ritmos: Si antes te hubiera conocido, de Karol G; Luna, de Feid; y La falda, de Myke Towers, han sido las tres canciones más escuchadas en España en 2024. Un merengue, una pieza de hip hop latino y un reguetón. Está claro. Pero tampoco puede decirse que el pop y el rock de guitarras estén abocados a las catacumbas. Hace al menos cinco años que experimentan un repunte en nuestro país. Un relevo generacional, unas nuevas formas y una parroquia en ascenso, que quizá no llene varios WiZinks ni Sant Jordis pero sí abarrota salas de mediano aforo y abastece varios festivales. Mucho más de lo que se le vaticinaba hace un lustro.

Si hay que concederle a nuestra prensa musical cierto predicamento, los datos están ahí: cuatro de los cinco mejores discos españoles de este año para la revista Mondosonoro son de rock (mientras que en 2023 fueron tres y en 2022 solo dos), y en Rockdelux son tres de sus cinco primeros (mientras en 2023 y en 2022 solo uno de ellos podía considerarse pop rock en esencia). También el digital Muzikalia incluye tres entre sus cinco predilectos (los mismos que el año pasado), pero en 2022 solo colocó uno que estuviera hecho primordialmente con guitarras eléctricas: recordemos que aquel fue el año en el que Rosalía y el dúo formado por Rocío Márquez y Bronquio lo coparon casi todo. Los géneros urbanos y la combinación de tradición y vanguardia cotizaban muy al alza. A la espera de que Efe Eme se pronuncie, hay nombres que se repiten este año: fundamentalmente, Alcalá Norte, la gran revelación de la temporada, pero también proyectos con más recorrido como Carolina Durante o Biznaga. Todos de Madrid, que se ha convertido en el centro neurálgico (que no único) de una hornada cuyos miembros más veteranos empezaron en esto hace más o menos una década. De hecho, también la veterana Ruta 66 acaba de incluir en su primer ejemplar del año a Biznaga – su número uno –, a Alcalá Norte y a Carolina Durante en su Top 5 de 2024.

Carolina Durante se alía con Rosalía en 'Normal'.

Carolina Durante se alía con Rosalía en 'Normal'. / ARCHIVO

¿Podemos hablar de una tercera generación indie (con todos los matices) española de rasgos diferenciados, tras la que germinó en los años noventa y la posterior, la que a finales de la década de los 2000 creció en paralelo a los grandes festivales (clónicos, la mayoría de ellos) desde parámetros muy distintos, en los que el vocablo indie ya apenas significaba nada? Si los libros sirven para oficializar escenas, podemos decir que sí: el libro No sonamos mal. Crónica oral de la nueva escena indie de guitarras (Muzikalia, 2024), escrito por Dani Vega, Enrique Zamorano y Víctor Terrazas (con prólogo de Nando Cruz y Héctor García Barnés), armado en torno a los testimonios de 46 jóvenes nombres de nuestra música, destripa los que podemos considerar un fenómeno. Y lo hace extraordinariamente bien. A los ya mencionados cabe añadir a Cala Vento, Niña Polaca, Ginebras, Kokoshca, Depresión Sonora, La Paloma, La Plata o Margarita Quebrada, entre muchos otros. Incluso nombres ya veteranos que no pertenecen a esta generación pero enlazan con ella, como Triángulo de Amor Bizarro o Dorian. Es decir, que hay de todo: pop naïf, post hardcore, post punk o synth pop.

El único denominador común son las guitarras eléctricas. Algo que, como algunos de ellos asumen, parecía en declive hasta hace poco. “Ahora, con la popularidad de Carolina Durante, parece que la cosa va a mantenerse, pero por un momento pensamos que las guitarras iban a desaparecer”, reconoce en sus páginas Ismael Cámara, de Apartamentos Acapulco. Rober Amor, de La La Love You, también confiesa que los Carolina “abrieron una senda para el nuevo sonido: unos años antes tener guitarras con un poco de distorsión no estaba bien visto y fíjate ahora”. Todos comparten esa querencia por las guitarras bien enchufadas, pero también algunos rasgos comunes que desgranamos a continuación en tres claves esenciales para entender todo esto.

La ausencia de prejuicios

Las tribus urbanas son historia. Hablamos de una generación que apenas las ha conocido a través de sus padres. El acceso gratuito e ilimitado a cualquier clase de música también ha eliminado escrúpulos. Los placeres ya no son culpables, son solo placeres. Los géneros se mezclan a pleno antojo. Algunos de los músicos que aparecen en el libro declaran su pasión por el heavy metal clásico, aunque no sea algo que se evidencie demasiado en su música (en este sentido, podría considerarse pioneros a los barceloneses Las Ruinas – ya disueltos – con su mordaz heavy pop, aunque no se les mencione). También la barrera entre lo indie y lo mainstream es más fina que nunca. A veces, casi invisible. Que le pregunten a Amaia. Como dicen La Trinidad, “si hablamos de la escena posterior a 2017, también hablamos del caballo de Troya que representó para la industria el concurso de Operación Triunfo de ese año”. Hay quienes declaran abiertamente su devoción por grupos como Amaral, La Oreja de Van Gogh, Estopa o Nena Daconte, quienes copaban las listas de éxitos en la primera década de los 2000.

Amaral, durante su actuación en el Sonorama 2023.

Amaral, durante su actuación en el Sonorama 2023. / PACO SANTAMARÍA

Incluso su relación con la escena del trap, aún emergente hace algo más de un lustro, tiene más de retroalimentación que de oposición (como sí ocurrió con la vieja guardia del hip hop, que la recibió con recelo). Marcelo Criminal dice que “estaba muy influido por el trap español, por la primera ola sobre todo, que era muy cutre, muy lo-fi y DIY… eso era el trap, como decía Yung Beef: 'Como no hay trabajo, ahora todos hacemos música'”. Recordemos que el trap también gozó de pila bautismal en forma de libro. O más bien, de dos libros: Making fluS: La música urbana: un cambio generacional, un nuevo paradigma cultural (2021), del colectivo El Bloque, y El trap. Filosofía millennial para la crisis en España (2021), de Ernesto Castro. Pero esta nueva hornada rockera y popera es más complementaria a él que refractaria. Recoge y amplía parte de su legado. Como dice Salvi Urbaneja, de VVV [Trippin’you], en las páginas de No sonamos mal (2024), “cuando ibas a un concierto de trap y hacían playback, pues te reías y tal, pero cuando ya llevas cinco años viendo esa mierda, quieres ir a ver un concierto de verdad porque te apetece ver a gente tocar y que sepa lo que está haciendo sobre el escenario”.

Pocas figuras de nuestro firmamento musical pronunciaron una frase más ejemplarizante que Bad Gyal en el Primavera Sound de 2018: “El que no baile, que se marche a un escenario de guitarras”. Hoy en día esa invitación ya empieza a ser impensable. Las guitarras han sido, en cierto modo, restituidas. Quién sabe si hasta resignificadas.

Un lenguaje más directo

La inmensa mayoría de estos músicos escriben como hablan. O como teclean sus whatsapps. Como Charli XCX en su último disco. No solo se han acabado las camisas floreadas (o de piñas), las barbas hípster y los estribillos épicos para alzar los brazos en un gran festival: también las rebuscadas metáforas que apelan a constelaciones lejanas, galaxias insondables y toda una lírica que puede resultar bien pretenciosa. En un tiempo tan acelerado como este, de consumos fugaces y un ocio cada vez más jibarizado y forzosamente selectivo, conviene abreviar y ser lo más directo posible. Y no desestimar cierto humor. No tomarse demasiado en serio a uno mismo.

Bad Gyal durante un concierto de La Joia Tour en Barcelona.

Bad Gyal, durante un concierto de 'La Joia Tour' en Barcelona. / EUROPA PRESS

Marc Gili, de Dorian, proviene de la generación anterior a esta, pero valora así en el libro su forma de expresarse: “Son, y somos, pero ellos más, hijos de la desmantelación de la socialdemocracia, por lo tanto, hay una mirada de desasosiego, pero muy irónica al mismo tiempo, cosa que el punk no tenía, porque no había hecho la vuelta de tuerca a la ironía y el cinismo que sí tienen estos grupos”. Abunda en la idea de que, “frente al nihilismo y el machismo de ciertos artistas de trap, prefiero esta ironía y este sentido de la rabia y del desasosiego”.

Las sucesivas escenas del indie en España han sido frecuentemente tildadas de apolíticas. De desentenderse de su contexto social. Siempre ha habido y habrá excepciones, pero quizá sea en esta nueva generación donde se aprecia más ese malestar en las letras de sus canciones, aunque tampoco pretendan radiografiar la actualidad ni ofrecer recetarios. Se dice que es la primera generación que quizá se vea obligada a vivir peor que la de sus padres, y en algo se tiene que notar. En realidad, se cumple con ellos el axioma de que todo lo personal acaba siendo político. Como se dice en el libro, “se produce una distancia irónica muy refinada que lleva a los músicos a abrazar un tipo de sinceridad radical frente a lo que sienten, aunque no concuerde con lo que se espera de ellos, algo así como decir: “Pertenezco a esto pero no mucho, o bueno, sí, más de lo que me gustaría””.

Lo expresa muy bien Marcos Crespo, Markusiano, de Depresión Sonora: “A lo mejor voy por la calle y se me ocurre una frase o idea y la apunto en el móvil, y luego, cuando ya tengo una estructura, busco algo que me inspire o vuelvo a frases que ya tengo, intento que sea personal y genuino porque, básicamente, es lo único que me queda, atarme a lo cotidiano, a lo real, al día a día: lo político es algo personal, no es algo panfletario, yo lo que quiero es hacer pensar”. También los sevillanos Vera Fauna dan en el clavo cuando inciden en que “es lo cotidiano, no lo costumbrista”, un matiz esencial.

Mayor presencia femenina

En paralelo a lo que viene ocurriendo en el ámbito internacional, esta generación también ha dado mayor visibilidad a la mujer. De forma natural. Como un proceso lógico e inevitable. Los autores del libro reconocen que les sorprendió que el 48% de sus entrevistados fueran grupos mixtos, compuestos por mujeres y hombres. Casi la mitad, cuando en la mayoría de festivales consolidados apenas llegan al 30%. Tampoco lo planificaron. Salió así. Es cierto que el 52% son grupos formados solo por hombres, y que del 48% restante solo un 15% están compuestos exclusivamente por mujeres. Pero es todo un avance.

Carlota Cossials y Ade Martín forman la nueva Hinds.

Carlota Cossials y Ade Martín forman la nueva Hinds. / ARCHIVO

Mucho ha llovido, por suerte, desde los tiempos en que las Hinds se topaban con toda clase de improperios en las redes sociales, que cuestionaban su pericia técnica con una acritud que no se les dedicaba a sus homólogos masculinos. Casi una década ha pasado. Es algo contra lo que Ginebras, Lisasinson, Cariño o Shego no han tenido que bregar. Carlotta Cosials, de Hinds, explica en el libro que cuando ellas empezaron apenas tenían ninguna referente a quien apelar, “salvo quizá Patti Smith, que ya era una buena señora: no era Marc Demarco”. Cualquier grupo de mujeres que empiece hoy en día ya tiene muchos más espejos en los que mirarse, más allá de la presencia y el liderazgo que en su momento ejercieron Isa Cea en Triángulo de Amor Bizarro, Ariadna Paniagua en Los Punsetes o Amaia Tirapu en Kokoshca.

Esta mayor presencia femenina es celebrada por los hombres. Por los de ahora y por los de antes. Juancho Conejo, de Sidecars, dice en el libro que “es maravilloso, porque cuando nosotros éramos chavales, los locales de ensayo eran como cuarteles militares, en los que solo había chicos, y si veías una chica es porque venía de visita: este cambio es brutal, cojonudo y maravilloso”. Seguramente los comportamientos machistas sigan sin erradicarse del todo, al fin y al cabo es la sociedad en la que vivimos, pero músicos como Marc Gili, de Dorian, también celebran que los grupos de mujeres más jóvenes enfoquen algunas de sus canciones desde una perspectiva de género que no resulte trillada o recurrente: “En el caso de Cariño, me gusta mucho cómo enfocan el tema feminista, de una forma inteligente y poco obvia”, dice en las páginas del libro.