LIBROS
John Carlin y su visión en cómic de la truncada revolución sandinista: "El poder te devora si no hay mecanismos para controlarlo"
El periodista John Carlin y el dibujante Oriol Malet convierten la traición de una revolución en una fábula en cómic tan grotesca como necesaria
Todos conocemos la historia. O al menos creemos conocerla. Una revolución nace del hambre de justicia, los líderes prometen una tierra nueva, las multitudes corean sus nombres, y entonces, como en un guion escrito a fuego en el ADN de la humanidad, todo se pudre. Porque el poder corrompe y, como diría alguien que llevaba décadas de ventaja, "los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros" (Orwell en Rebelión en la granja). Ahora, John Carlin y Oriol Malet han tomado esta vieja lección —tan universal como implacable— y la han convertido en Bestias (Astiberri, 2024), un cómic que duele de puro necesario.
La memoria de un desencanto
Lo primero que sorprende de Bestias es que no es un relato manido sobre Nicaragua y los sandinistas. No es un manual de historia, ni un panfleto. John Carlin, periodista hispanobritánico, con más vida acumulada que un personaje de Graham Greene, lo tiene claro: "Podríamos estar hablando de Venezuela, Rusia, Siria o el alcalde de tu pueblo. Las revoluciones empiezan con ideales y terminan devorando a quienes las crearon".
Carlin no habla de oídas. En los años 80 vivió en Nicaragua, un país que para la izquierda internacional era una especie de Shangri-La tropical. "La ilusión era real. Creíamos que por fin tendríamos un socialismo compatible con las libertades. Era como respirar después de la asfixia de Cuba y la Unión Soviética", cuenta Carlin. Pero el sueño se convirtió en pesadilla, como siempre, y Carlin lo vivió de cerca. "Mis amigos sandinistas están todos exiliados. Las cárceles se llenaron y la revolución terminó traicionándose a sí misma".
Lo interesante de Carlin es que, como narrador, siempre ha tenido un ojo clínico para los momentos de inflexión. Su biografía es una sucesión de testimonios privilegiados: fue corresponsal en Sudáfrica durante el fin del apartheid, experiencia que le sirvió para escribir El factor humano, el libro que inspiró Invictus de Clint Eastwood. Ha trabajado para The New York Times, The Guardian y El País, siendo testigo de cómo la historia —y el poder— devoran a sus protagonistas una y otra vez. Quizá por eso, con Bestias, ha optado por un registro más directo, más crudo. "A veces hay que disfrazar la realidad de fábula para que la entendamos mejor. El cómic tiene una capacidad única para conectar de forma inmediata".
Oriol Malet: la crudeza del trazo
Si Carlin pone el guion, Oriol Malet (Martorell, 1975) es el encargado de darle cuerpo. Y qué cuerpo. El ilustrador catalán, con más de veinte años a sus espaldas y colaboraciones con La Vanguardia, The Washington Post y el mercado francés, despliega aquí un estilo feísta, expresionista y deliberadamente grotesco. Malet, conocido por su versatilidad, no rehúye lo incómodo cuando el mensaje lo exige. Y en Bestias, todo pide incomodidad.
"Quería que el dibujo doliera. Esta historia no puede ser bonita porque la realidad que cuenta no lo es. Estamos hablando de corrupción, violencia y ego desatado. El estilo tenía que reflejarlo", explica Malet. El resultado es impactante: animales deformados, miradas vacías, escenarios que parecen salidos de una pesadilla. Una de las viñetas más poderosas muestra un cerdo subido sobre una montaña de billetes, mientras que otra nos presenta a una cabra encaramada a una pila de calaveras. "La hipérbole es necesaria. A veces tienes que exagerar lo grotesco para que el mensaje cale".
Lo interesante de Malet es su capacidad para reinventarse. Es el mismo autor que ha ilustrado literatura infantil, que ha trabajado en proyectos experimentales como Un monde d’Art Brut y que ha construido una voz propia en la prensa española. "Yo no tengo un estilo fijo, porque creo que cada historia necesita su propia voz visual. Con Bestias, me di cuenta de que tenía que ser incómodo, tenía que doler". Aquí no hay escapatoria. Malet, con trazos sucios y colores apagados, nos mete en un mundo donde la corrupción no es solo un concepto abstracto: es algo tangible, casi pegajoso.
Fábula para tiempos de espejismos
Carlin y Malet consiguen que Bestias no sea solo un relato local, sino un espejo incómodo de cualquier sociedad. Porque aquí no se trata solo de Nicaragua ni del sandinismo. "Esto podría estar pasando ahora mismo en cualquier parte. La corrupción no entiende de fronteras ni de ideologías. El ego devora a la persona, y el poder devora el alma", reflexiona Carlin.
Las escenas caricaturescas, casi absurdas —discursos interminables, líderes fanfarrones— no son más que un reflejo de lo que vemos cada día en los noticiarios. Carlin insiste en que "la democracia es frágil. Necesita límites, controles, mecanismos que frenen a los líderes antes de que se pudran. Si no los tenemos, el ciclo se repite, siempre".
Lo que hace que Bestias funcione es su equilibrio entre lo grotesco y lo real. Carlin y Malet han creado una obra que funciona en varios niveles. Es una fábula con moraleja, sí, pero también es una sátira política, un relato de horror y, de algún modo, un aviso para navegantes. "Nos dicen que el libro es oscuro, que no hay esperanza. Pero yo creo que sí la hay. La memoria es nuestra mejor defensa. Recordar lo que pasó es la única manera de evitar que vuelva a ocurrir".
Entre lo grotesco y lo humano
Entre tanta brutalidad, Bestias deja espacio para el humor negro, ese que nos hace reír justo antes de que se nos atragante la carcajada. Carlin lo explica con claridad: "Los populistas son grotescos por naturaleza. Sus discursos son ridículos, sus promesas absurdas. Y el humor es la única manera de enfrentarse a ellos sin perder la cabeza".
El resultado es un equilibrio incómodo entre la tragedia y la sátira. Malet, por su parte, aprovecha el dibujo para exagerar lo absurdo de los personajes: cuerpos deformes, gestos histriónicos, escenas que parecen una parodia pero que, en el fondo, son demasiado reales. "El humor es lo que hace soportable lo insoportable. Pero no le quita ni un gramo de peso a la historia".
Lo que hace que Bestias funcione es que no da respuestas fáciles. Carlin y Malet no pretenden redimir a sus personajes ni ofrecer soluciones. Nos dejan, eso sí, con preguntas incómodas: ¿Cómo protegemos lo que hemos avanzado? ¿Cómo resistimos la tentación del poder? ¿Es inevitable que todo se pudra?
Bestias incomoda porque nos enfrenta a lo peor de nosotros mismos. Pero, como las mejores fábulas, también nos recuerda que aún estamos a tiempo de cambiar el final. Aunque, visto lo visto, no está claro si lo conseguiremos.
'Bestias'
John Carlin y Oriol Malet
Astiberri Ediciones
120 páginas | 22 euros
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