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La 'obra hermética' de Moebius o el cómic elevado a la categoría de arte surrealista y metafísico

Reservoir Books publica en España el trabajo más enigmático y experimental de Moebius, sobrenombre del genio francés Jean Giraud que, en los años 70, se empeñó en hacer del cómic un arte mayor

Páginas interiores de 'Obra hermética', recopilación de los trabajos de Moebius publicados en la revista 'Métal Hurlant'.

Páginas interiores de 'Obra hermética', recopilación de los trabajos de Moebius publicados en la revista 'Métal Hurlant'. / Reservoir Books

En marzo de 1981, La Hoja del Lunes anunciaba por todo lo alto el lanzamiento de la versión española de Métal Hurlant, publicación independiente francesa que había revolucionado el mundo del cómic y de la que ya existían ediciones en Estados Unidos, Alemania (con el nombre de Heavy Metal y Schwer Metal, respectivamente) e Italia, a las que en breve se iban a sumar las versiones para Portugal y Países Bajos.

A pesar de que, en 1964, Umberto Eco había derribado las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular, en la que se encuadraba el cómic, los autores de este arte secuencial seguían teniendo el prurito de que su actividad era menos valorada que otras disciplinas y se quejaban de que las editoriales les obligaban a ceñirse a unos parámetros gráficos y narrativos demasiado convencionales. Ese desencanto hizo que, poco después de mayo de 1968, algunos de los dibujantes de Pilote, la revista más importante del cómic francés, dirigida por el mismísimo René Goscinny, se plantasen frente al guionista de Astérix y le expusieran una serie de exigencias sobre sus condiciones de trabajo, las cortapisas que imponían a su creatividad y, en ocasiones, la censura que sufrían cuando abordaban temas como el sexo o las drogas. Aunque lograron algunas de sus exigencias, no fueron suficientes y no tardaron en surgir aventuras editoriales lideradas por los propios dibujantes, las cuales corrieron distinta suerte, ninguna comparable a la que vivió la mencionada Métal Hurlant.

Fundada en 1974 por el colectivo Los Humanoides Asociados, compuesto por Moebius —sobrenombre artístico de Jean Giraud—, Jean Pierre Dionnet y Philippe Druillet, la revista supuso un revulsivo comparable al provocado por la aparición del cómic underground estadounidense de los años sesenta, hasta el punto de transformar la manera de entender ese lenguaje que, a partir de entonces, pasó de ser considerado "el cine de los pobres" a un medio que podía codearse de tú a tú con artes académicas como la pintura o la literatura.

El dibujante y guinista de cómic Jean Giraud, Moebius.

El dibujante y guinista de cómic Jean Giraud, Moebius. / Album Mathieu Bourgois Writer Pictures

No obstante, en un primer momento ese éxito de crítica y público no se reflejó en el aspecto económico y Métal Hurlant no pudo evitar una serie de graves problemas de viabilidad que, según La hoja del Lunes, eran fruto de "despiste empresarial y comercial que como buenos artistas arrastraban". Una situación que obligó a Moebius, Dionnet y Druillet a recurrir a "personas de mayores conocimientos editoriales y de mercado que aconsejan y vigilan a los Humanoides para que no vendan un álbum que ha costado cincuenta francos a veinticinco y demás barrabasadas". De hecho, y para abaratar costes, tanto la edición española de Métal Hurlant como la francesa, la italiana, la portuguesa y la holandesa, se imprimían en los talleres de Litoprint de la capital española.

Páginas interiores de 'Obra hermética'.

Páginas interiores de 'Obra hermética'. / Reservoir Books

Tinta y marihuana

El hecho de ser propietario de Métal Hurlant hizo que Moebius pudiera explorar con más libertad esa nueva propuesta gráfica y narrativa que había comenzado a tantear en su última etapa en Pilote. Unas historietas en las que desatacaba su versatilidad en el dibujo y su originalidad a la hora de contar unas historias en las que había decidido prescindir del principio y el final, creando situaciones in media res que abandonaba cuando le parecía bien, generando finales abiertos que, en no pocas ocasiones, desconcertaban a los lectores. Fascinados con la virtuosidad en el dibujo de Moebius, estos no sabían a qué carta quedarse en lo argumental.

Para desarrollar esta nueva faceta de su carrera, el artista francés comenzó a experimentar con la escritura automática de los surrealistas y con diversas vías para provocar estados alterados de conciencia y depurar su arte. Unos métodos sobre los que sobrevolaban todo tipo de teorías, las cuales discurrían entre lo real y la leyenda urbana, como demuestra lo escrito por el periodista Rafa Sáiz en su sección Historias de historietas del Diario de Burgos: "¿Qué íbamos a esperar de un dibujante que se hace vegetariano por tener más puro el cuerpo para así purificar sus dibujos". Si bien la afirmación de Sáiz parece formar parte de esas leyendas, lo cierto es que el crítico francés Claude Ecken revela que "en esa época, Giraud fumaba mucha marihuana. La consideraba un complemento necesario para la actividad de un artista, 'un punto de anclaje esencial, una puerta abierta a otra realidad. Un instrumento de trabajo'. Algunas noches escuchaba jazz, música a la que era aficionado, en algún local, fumaba un poco y luego, dominado por la inspiración, volvía a casa a trabajar".

Páginas interiores de 'Obra hermética'.

Páginas interiores de 'Obra hermética'. / Reservoir Books

El testimonio de Ecken está incluido en Los tres pilares de la creación, el posfacio que completa Moebius. Obra Hermética, recopilación de todas las historias que Giraud/Moebius publicó en Métal Hurlant entre los años 1975 y 1987, a las que se añade El hombre del Ciguri, publicada en 1990. Un volumen en tapa dura de más de cuatrocientas páginas en el que el lector puede encontrar historietas clásicas de esa etapa metafísica como El garaje hermético, Harzach, El desvío, El cachondo chiflado (nueva traducción para El lúbrico crónico), The Long Tomorrow o Rock City.

Unas historias en las que, además de esa parte basada en el azar, se concentran infinidad de referencias visuales y narrativas como, por ejemplo, los paisajes de las pinturas metafísicas de De Chirico, los áridos escenarios dalinianos, las narraciones de Lovecraft, detalles salidos de El desierto de los Tártaros de Dino Buzzati, canciones de The Beatles, la serieThe Green Hornet, y que sentarán las bases del trabajo que Moebius realizará posteriormente con Alejandro Jodorowsky en El Incal.

"En España, casi no habría que decirlo, el cómic de adultos ha llegado tarde. Durante muchos años, los cómics han sido los 'tebeos'. Para niños, Pulgarcito, Mortadelo y Filemón, el DDT, el Tío Vivo… y Florinda, Azucena, Sissi, etc. para las niñas. Los niños más 'cultos' consumían héroes americanos, súper hombres de la colección Marvel, o adaptaciones al cómic de clásicos como El Robinson o La Isla del Tesoro", afirmaban E. Checa y Juanet en el periódico Baleares unos meses después de que el primer número de la edición española de Métal Hurlant hubiera salido a la calle. "Pero durante esos años ya estaban otros señores trabajando en lo que sería el Nuevo Cómic, una obra para adultos que en los últimos cinco años va consiguiendo aprobar su examen como literatura, para dejar de ser el subgénero al que la ortodoxia quería relegarlo", continuaban estos autores que, a continuación, citaban nombres como los de Richard Corben, Hugo Pratt y, por supuesto, Moebius, cuya 'obra hermética' elevó al cómic a una dimensión nunca antes explorada, sirvió de inspiración a trabajos como Dune de David Lynch y le abrió al autor francés las puertas del mundo del cine, donde participó en proyectos como Blade Runner o Tron. Un éxito que contribuyó a que, cuando Giraud decidió retomar al Teniente Blueberry, protagonista de una serie de aventuras del oeste más convencionales publicadas originalmente en Pilote, lo hiciera por gusto y no, como afirmaba Rafa Saiz, "cada vez que miraba la libreta de ahorros".