HISTORIA

El barrio madrileño que se independizó de España gracias a Fidel Castro y otros 9 países autoproclamados: "Verán la luz algún día"

Los vecinos de Cerro Belmonte se rebelaron cuando el Ayuntamiento les comunicó la intención de expropiar sus casas: la polémica llegó a oídos del presidente de Cuba, quien les convocó en La Habana para conocer su calvario de primera mano

El barrio madrileño de Cerro Belmonte se independizó de España en 1990.

El barrio madrileño de Cerro Belmonte se independizó de España en 1990. / WIKIPEDIA

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Corría 1990 cuando Cerro Belmonte decidió independizarse de España. Fue tal el hartazgo que sufrieron sus vecinos que, en un arrebato, se plantaron en Cuba para pedir auxilio a Fidel Castro. Querían abandonar el país que les iba a saquear las casas que sus antepasados habían levantado con sus manos: en total, 200 personas luchando contra el Estado para salvaguardar sus orígenes. ¿La razón? La burbuja inmobiliaria. El Ayuntamiento de Madrid quería destinar este barrio “al servicio público, comercial y habitacional” y, para ello, alegó que estaba en constante deterioro. Así que, para llevar a cabo su plan, expropió decenas de viviendas sin pensar que sus dueños se armarían para constituir su propio reino. El del Cerro Belmonte es uno de los tantos casos que salpican la historia. Algunos, incluso, a diferencia de éste, sobreviven hoy.

El consistorio les prometió 5.018 pesetas por metro cuadrado a los afectados, una cifra que consideraron ridícula en pleno auge del ladrillo. Además, les ofreció alojamiento en Vallecas o Villaverde. Una oferta que, lejos de convencerles, les animó a organizar manifestaciones y huelgas de hambre que no pasaron desapercibidas para la prensa. El revuelo se fue haciendo cada vez mayor, hasta el punto de buscar refugio en la comunidad internacional. Según recoge en Disparates de la historia de Madrid Ángel del Río, cronista de la Villa, se dirigieron a Castro porque “expropió a los ricos para dárselo a los pobres, no como aquí, donde el Ayuntamiento hace lo contrario”.

Uno de los afectados, durante la visita a Fidel Castro en Cuba.

Uno de los afectados, durante la visita a Fidel Castro en Cuba. / ARCHIVO

La polémica llegó a oídos del presidente de Cuba, quien les convocó en La Habana para conocer su calvario de primera mano. “Fidel Castro invita a los vecinos de Cerro Belmonte a visitar Cuba a gastos pagados”, tituló ABC. Ahora bien, no sirvió para nada. El Ejecutivo madrileño no les prestó atención y, al poco, en consecuencia, recibió una última amenaza: si no les daban una solución, se separarían de España. El siguiente paso fue celebrar un referéndum que terminó con 214 votos a favor y dos en contra. Así que redactaron una Constitución cuyo primer artículo rezaba: “Se abogará por la justicia, la igualdad, el pluralismo político y la felicidad”. Por supuesto, abolieron la expropiación. Y, en su himno, cantaban: “Queremos pan, queremos vino, queremos al alcalde colgado de un pino”. Asimismo, diseñaron su bandera, con franjas rojas y blancas.

Para tener autonomía, acuñaron su propia moneda: el belmonteño. Su valor equivalía a 5.018 pesetas, la cantidad que el Ayuntamiento les prometió por cada metro cuadrado. La batalla duró una semana, el tiempo que éste tardó en escuchar las reclamaciones y anular los acuerdos. Ganaron, pero no lo suficiente: al cabo de unos años, de nuevo, tuvieron que enfrentarse a otra negociación. En esta ocasión, llegaron a un pacto económico. Y, hoy, en 2025, el barrio, rebautizado como Valdezarza, es un mar de bloques naranjas. Poco queda de aquella nación que, frente a otras, se constituyó muy rápido… y desapareció aún más rápido.

Seborga, un principado en Italia

“El mapa político del mundo no es estático. Hacia finales del siglo XX, la desintegración de la Unión Soviética dio lugar a no menos de 15 estados y Alemania del Este se unió a su homóloga occidental para reunificarse. A eso le siguió, en Checoslovaquia, la Revolución del Terciopelo para crear la República Checa y Eslovaquia. Y, ya en el siglo XXI, han aparecido nuevos países en Asia (Timor Oriental), Europa (Montenegro) y África (Sudán del Sur)”, relata Nick Middleton en Atlas de países que no existen, un compendio de 50 estados no reconocidos e inadvertidos. Entre ellos se encuentran los populares Transnistria, Osetia del Sur y Abjasia, entre otros, aunque también un puñado desconocido para la mayoría que busca legitimidad para no caer en el olvido. Como Cerro Belmonte.

Todos resisten a duras penas hasta que, en algún momento, alguien le tiendan la mano: “La historia está llena de cadáveres de aspirantes a estado que nunca llegaron a serlo, de imperios que acabaron disolviéndose y de países reconocidos que desaparecieron, engullidos por vecinos más poderosos. Las circunstancias cambian. En las últimas décadas se han creado muchos nuevos territorios y han sido menos los que han muerto. Teniendo en cuenta esto, parece probable que algunos de los actuales países que no existen puedan ver algún día la luz y convertirse en una nación de pleno derecho”.

Una calle de Seborga, que declaró su independencia en 1995.

Una calle de Seborga, que declaró su independencia en 1995. / WIKIPEDIA

En Europa, por ejemplo, llama la atención el caso de Seborga, un principado que se escindió de Italia en 1995. Con 340 habitantes, sus primeras reivindicaciones datan de 1963 cuando un activista local reclamó asentamientos hechos por el Congreso de Viena tras las Guerras Napoleónicas. “Una consulta local avaló esta realidad y ratificó la independencia. Giorgio Carbone, el antiguo jefe de la cooperativa de floricultores, aceptó el título honorífico de Su Tremendidad y fue nombrado príncipe de por vida. Este afable gobernante tenía en su corte una barra de la Bianca Azzura, a menudo lucía una banda, una espada y condecoraciones, y viajaba en un Mercedes negro. Falleció en 2009, pero sus leales conciudadanos siguen sus pasos”, escribe Middleton, profesor de la Universidad de Oxford y miembro del St. Anne’s Collage.

El clan 'hippie' de Christiania

Quien haya visitado Dinamarca es probable que haya pisado Christiania sin saber muy bien de qué se trata este sitio. Es una comuna dentro de Copenhague que, desde 1971, goza de cierta autonomía. Surgió como un experimento social liderado por un grupo hippie: “Se instalaron en un edificio gubernamental. Era una comunidad creada como oposición a la sociedad danesa, un colectivo donde todo el mundo era corresponsable del bienestar. A los 12 meses, el Ministerio de Defensa le otorgó el derecho a usar las instalaciones siempre y cuando pagaran el agua y la electricidad”. Un paraíso cultural que lucha, sobre todo, contra el tráfico de drogas.

Un planteamiento similar tiene Pontinha, en África. Su periplo comenzó el 1 de julio de 1419, cuando los navegantes portugueses João Gonçalves Zarco y Tristão Vaz Teixeira, al servicio del príncipe Enrique el Navegante, desembarcaron y levantaron un fuerte en el puerto de Funchal (Madeira). “Hubo un tiempo en que la fortaleza se convirtió en un bastión de la Orden de los Caballeros Templarios. Esta conexión provocó un frenesí arqueológico cuando, en 2010, se encontró un clavo de la época de la crucifixión de Cristo en un ataúd enterrado debajo de las antiguas almenas”, continúa el geógrafo. En la actualidad, hay cuatro personas censadas. Y la única forma de acceder a esta micronación es atravesando un cartel que dice: “Bienvenidos los visitantes (bajo su propio riesgo)”. La entrada es gratuita.

Christiania surgió como experimento social liderado por un grupo 'hippie'.

Christiania surgió como experimento social liderado por un grupo 'hippie'. / JULIA OBERHAUSER

De origen luso también es Cabinda, un antiguo protectorado que fue reconocido como el 39º territorio africano descolonizado por la Organización para la Unidad Africana antes de ser anexionado por Angola. El principal grupo nacionalista de la región, el Frente para la Liberación del Enclave, estableció un Gobierno en el exilio, radicado en Kinshasa, declarando su unidad el 1 de agosto de 1975. La decisión no fue aprobada en Portugal, país que administraba por entonces el espacio: “El pueblo está excluido de los beneficios del petróleo que extraen en sus costas los extranjeros afincados en Malongo, su capital”.

Las bases militares de Japón

100.000 personas viven en Lakota, que rescindió unilateralmente todos sus tratados con Estados Unidos en 2007. “Una delegación viajó a Washington DC para notificar su ruptura oficial de los acuerdos firmados. No es tanto una secesión como una reafirmación de la soberanía. En 1868 se adoptó un pacto por el que las Colinas Negras serían suyas para siempre. Sin embargo, poco después se descubrió oro en la región, el Gobierno canceló el trato y expropió el terreno. El caso aún sigue pendiente”, explica Middleton. En América, además, se localizan Redonda, Dinetah. Lubicon, Mosquitia y Araucania.

Baluchistán, en Asia, ha abandonado la India y Pakistán en dos ocasiones: 1947 y 1958. Tiene 13 millones de habitantes y su capital es Kalat: “Las tribus de pastores fueron divididas en tres cuando Gran Bretaña estableció las fronteras de su imperio en el siglo XIX. Una tercera parte pasó a formar parte de Persia, unas cuantas fueron enviadas a una estrecha franja en Afganistán y el resto, a la India británica, el futuro Pakistán. Pero los baluches jamás solicitaron pertenecer a este país. Desde entonces, han organizado periódicos levantamientos que han sido convenientemente sofocados”. Si bien la población se dedica a la ganadería como principal medio de sustento, así como a una agricultura de superviviencia, esta tierra sobresale por sus pozos de gas y petróleo.

Panorámica de las disputadas Colinas Negras de Lakota.

Panorámica de las disputadas Colinas Negras de Lakota. / PAMELA HUBER

Conocido también como Okinawa, Ryūkyū es el último reino que se ha segregado de Japón. Lo hizo en 2015, tras años de descontento debido a la presencia de bases militares estadounidenses en el archipiélago. “Las islas fueron conquistadas por el imperio nipón a finales del siglo XIX y devastadas por las tropas americanas en 1945. Después de la guerra, éstas siguiendo administrándolas y requisaron terrenos para construir grandes instalaciones de combate”. El doctor Yasukatsu Matsushima fue uno de los intelectuales que creó el documento de independencia. Aún siguen esperando. Como los demás.