Crítica de 'Heretic (Hereje)': sí, Hugh Grant es un monstruo

Si Scott Beck y Bryan Woods se dieron a conocer como guionistas gracias a una película de terror casi sin diálogos, Un lugar tranquilo (2018), ahora su nuevo trabajo como directores construye suspense sobre todo a través de la palabra; lo que acecha a sus devotas heroínas -dos jóvenes misioneras mormonas que un día llaman a la puerta equivocada- no es sino el arrogante intelecto de un tipo empeñado en darles lecciones sobre los dogmas y los límites de la religión a través de monólogos llenos de tarantinianas referencias pop.

Durante su primera parte, Heretic (Hereje) deja que el miedo aflore lento y fluido, sin apenas recurrir al susto y permitiendo que sus protagonistas femeninas piensen en lugar de hacerlas tomar decisiones estúpidas mientras descienden por una casa imposiblemente intrincada que ejerce de reflejo de su estado mental. Las observaciones filosóficas que hace entretanto no son tan originales o profundas como sus directores parecen creer, pero es solo cuando la amenaza se hace explícita que su poder seductor se disipa de verdad, sobre todo porque las ingeniosas trampas que plantea en el proceso carecen de objetivo temático real.

Heretic (Hereje) funcionaría tan solo como un astuto ejercicio de guion de no ser por la fantástica interpretación de Hugh Grant, que lleva 15 años tratando de desmantelar la imagen de galán de comedia romántica que construyó en los 90 y que aquí, finalmente, hace trizas convirtiendo el carisma que tan bien le sirvió entonces en algo genuinamente perturbador. ¿Quièn podía imaginar que en su interior anidaba semejante monstruo?