EXPOSICIONES

'Casas Bajas', una exposición sobre la precariedad y la resistencia de la clase obrera

El Centro de Creación Contemporánea Quinta del Sordo reúne 80 fotografías de Santi Vaquero sobre el barrio de Palomeras Bajas en los años 70, acompañadas de textos del colectivo La Liminal

Una de las fotografías de la exposición.

Una de las fotografías de la exposición. / SANTI VAQUERO

Madrid

Cuenta que llegó a Madrid en 1969, con 18 años, buscando una vida mejor como tantos otros jóvenes de su pueblo, La Puebla de Almoradiel, y que primero trabajó como albañil y después, cargando y descargando camiones en Torrejón para las antiguas Galerías Preciados, que les daban botellas de coñac para combatir el frío. Cuenta que reivindicaron mejoras en sus condiciones de trabajo, que convocaron una huelga y que le despidieron. Y que fue entonces, con el activismo recién estrenado, cuando uno de sus compañeros le propuso que se fuera con él a Palomeras Bajas, en Vallecas. “Y yo encantado —dirá— porque era muy inquieto, muy reivindicativo”. Eran los años 70 y se encontrará con calles de barro y casas bajas con pocos metros cuadrados y mucha gente, infraviviendas autoconstruidas en un barrio lleno de migrantes como él, llegados de Andalucía, Extremadura o Castilla, mano de obra barata y precaria que “llegaba a trabajar a Madrid sin tener un lugar donde vivir, familias enteras que tenían que hacerse una casa que levantábamos por la noche porque si solo construías los muros, venían y te los tiraban, pero no si levantabas el tejado, así que poníamos dos chapas de uralita por la noche y cuando amanecía ya no podían tirarlo”.

Un día, Santi Vaquero cogerá una Berlisa y después una Nikon FM que todavía conserva y empezará a hacer fotos a esas casas humildes en calles sin asfaltar, a los hombres, a los niños y a aquellas mujeres que cogían el autobús muy temprano con unos zapatos limpios y sin barro dentro del bolso para ponérselos antes de entrar en las casas del centro de Madrid donde iban a servir. Fotografiará la ebullición del movimiento asociativo, las manifestaciones y luchas vecinales, aquellas primeras fiestas populares y en democracia de Vallecas en las que tocó Luis Eduardo Aute, el germen del Gayo Vallecano —colectivo cultural y compañía teatral fundada en Vallecas por Juan Margallo, Fermín Cabal y Luis Matilla— o las asambleas de esa asociación juvenil llamada Hijos del Agobio en cuyo local se concienciaba al barrio sobre las drogas (“el caballo hizo estragos”, dirá), el desempleo, la delincuencia o la represión del régimen franquista.

Una de las fotografías de la exposición que muestra el derribo de las casas bajas en los 80.

Una de las fotografías de la exposición que muestra el derribo de las casas bajas en los 80. / SANTI VAQUERO

“Yo digo siempre que aquel barro tenía que estar contaminado porque la gente que pasaba allí un tiempo, cuando dejaban el barrio salían de color rosa tirando a rojo”, dice entre risas Vaquero, que hoy tiene 73 años y recuerda que aquellos años militó en las Juventudes del Movimiento Comunista de España con el alias de Pedales “porque era bajito y corría mucho”. De formación autodidacta, Vaquero documentará también esa mezcla de emociones encontradas, entre la alegría y la tristeza, que provocará entre los habitantes de Palomeras Bajas la demolición de sus casas, en los años 80, después de que el ayuntamiento de Madrid y el gobierno central pongan en marcha el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para mejorar las condiciones de vida en barrios periféricos como Orcasitas, Entrevías y Palomeras.

Todo ese universo que registró con su cámara y que se convertirá en la memoria no solo de Palomeras Bajas, sino de cualquiera de esos barrios obreros, humildes y de aluvión que crecieron durante la dictadura a las afueras de las grandes ciudades, se expone hasta el próximo mes de mayo en el Centro de Creación Contemporánea Quinta del Sordo (CCCQS) de Madrid en una muestra titulada Casas Bajas comisariada por Jara Blanco, Mia de Diego y Javier Vaquero, hijo del fotógrafo. Los comisarios señalan que no se trata únicamente de una exposición, sino de “un homenaje a la memoria colectiva y un espacio para reflexionar sobre el impacto del urbanismo en nuestras vidas que llega hasta nuestros días. Casas Bajas también es una invitación a redescubrir las raíces de los barrios del sur de la ciudad y a reflexionar sobre las historias que conforman la identidad urbana y social de nuestras ciudades”. Las cerca de 80 fotografías de Santi Vaquero que acoge la muestra están acompañadas, además, de textos firmados por el colectivo de mediación cultural La Liminal, fruto de su proyecto Memoria de las luchas vecinales en Madrid, una investigación iniciada en 2022 centrada en Meseta de Orcasitas y Carabanchel, barrios con una memoria colectiva compartida con Palomeras Bajas.

En esos textos, el colectivo formado por Beatriz Martins y Yolanda Riquelme explicará que esos barrios nacerán a raíz del movimiento migratorio que se produjo en la España de los años 40 y 50 desde las zonas rurales a los núcleos urbanos y recordará que “la pobreza y la represión generalizadas, unidas a las primeras inversiones del régimen franquista en el desarrollo industrial de los principales núcleos urbanos, convertirán a ciudades como Madrid en lugares donde depositar la esperanza de empezar una nueva vida”. Un incipiente tejido industrial que necesitará “de muchísima mano de obra para hacer efectiva la modernización y expansión de la ciudad, que no crece a la misma velocidad a la que llega la población, y el fenómeno de la autoconstrucción comienza a generalizarse”. Barrios como el de Palomeras Bajas se convertirán en arrabales que crecerán de forma rápida y desordenada, con casas de 40 o 50 metros cuadrados como mucho, “sin ningún tipo de infraestructura urbana, casas que solían tener una sola planta, tejados a dos aguas y pequeños patios o huertos” a las que no llegará la luz eléctrica ni el agua corriente, barrios en los que “no habrá recogida de basuras, las calles no estarán asfaltadas y las temporadas de lluvia los convertirán en barrizales”. Y serán las mujeres las que más sufran las duras condiciones de vida de estos barrios “y, por tanto, serán también las primeras en movilizarse para buscar el apoyo mutuo a través de redes informales de vecinas que afrontarán los retos de la vida cotidiana de forma colectiva”.

Otra forma de violencia infligida por el franquismo

Las fotos de Santi Vaquero se expusieron por primera vez en la Quinta del Sordo, en 2022, con el título Un barrio saliendo del barro. La muestra acogió unas 50 imágenes y tuvo tan buena acogida que en 2024 el espacio decidió darle una segunda vida, aumentando el número de fotografías y dotando a la muestra de ese contexto histórico y social que llevaba años investigando La Liminal. En una conversación con este diario, Beatriz Martins explica que “siempre nos ha interesado mucho el fenómeno de los movimientos vecinales en Madrid y cómo transformaron la ciudad de una forma radical e indispensable, pero nos sorprendía que este movimiento en España es conocidísimo a nivel internacional, pero aquí apenas se ha hablado de ello”. La investigadora considera que las luchas vecinales son fenómenos que a veces se ponen de moda gracias a películas como El 47, protagonizada por Eduard Fernández, pero a las que se ha dado, en general, poca relevancia: “Suena un poco a cliché, pero a la historia protagonizada por la clase obrera rara vez se le da el protagonismo que merece y, además, darle valor a este tipo de historias lo que hace es agitar conciencias e imaginaciones. Ahí está la Cañada Real, que lleva cuatro años sin luz, pero al desarticularnos en lo social no tenemos esa genealogía de que la gente cuando se organiza puede cambiar las cosas”.

Tres jóvenes encadenados en forma de protesta en una de las fotografías de Vaquero.

Tres jóvenes encadenados en forma de protesta en una de las fotografías de Vaquero. / SANTI VAQUERO

La Liminal accedió a las ayudas convocadas por el Ministerio de Memoria Democrática y comenzó hace dos años a trabajar “en un proyecto sobre las condiciones de vida de los barrios y las formas de resistencia desde las asociaciones vecinales como una manera de reconocer que hubo muchas formas de violencia durante la dictadura y que no todas pasaban por cárceles o cunetas, que es lo primero que pensamos porque es muy fuerte, pero el hecho de que existieran estas barriadas en todas las grandes ciudades de España, con estas condiciones totalmente inhumanas, también era fruto de la propia violencia del régimen”. Además, cuando comenzaron su investigación sobre las luchas vecinales, en La Liminal fueron conscientes de que “se estaba narrando una historia que ponía mucho el acento en el líder, en lo heroico y en lo singular, pero cuando ves las fotos te das cuenta de que son mujeres las que están en las manifestaciones y ahí había algo que a nosotras no nos encajaba. Nosotras buscábamos otras formas de hacer historia y no sólo nos interesaba que las mujeres participaran en las manifestaciones, sino esas otras luchas mucho más cotidianas y no reconocidas como llevar a tus hijos todos los días por un barrizal, que eso ya es un acto de resistencia”.

Martins y Riquelme se acercaron a los barrios de Carabanchel y Meseta de Orcasitas a través de las asociaciones que todavía existen e hicieron talleres con mujeres que ahora tienen 80 o 90 años: “Nos encontramos con muchas mujeres que no reconocían su parte en toda esta historia de lucha vecinal y otras que sí lo tenían muy claro. En Orcasitas eran mujeres que estaban en casa y ya el hecho de sostenerla era un trabajo titánico; en cambio, la inmensa mayoría de mujeres de Carabanchel con las que hablamos trabajaban en fábricas y pertenecían a la masa obrera, súper vinculadas con el movimiento sindical y el movimiento democrático de mujeres. Son mujeres de la misma generación, pero el día y la noche”.

Sobre si ese movimiento vecinal en la periferia sigue siendo igual de activo hoy que entonces, Beatriz Martins cree que ambos siguen siendo barrios de tradición activista, “pero la gente de las asociaciones de vecinos te dirá que no encuentran relevo porque en las juntas directivas todo el mundo está ya en los 70 años. No ha habido recambio. Y cuando hablas con gente joven, perciben al movimiento vecinal con mucho respeto, pero como una cosa muy caduca que no les interpela. Ahora hay una especie de fricción, una brecha entre distintas formas de activismo, y creo que se encontrarán en algún punto del camino, pero luego es verdad que un chico bastante joven de Carabanchel nos dijo que aquella era una lucha muy de clase en términos tradicionales, con la clase obrera movilizándose por sus derechos, y que ahora el foco está puesto en quién es de aquí y quién no lo es y se está errando desde los activismos cuando no ven que estamos todos en la misma clase y en el mismo lugar”.

Fruto de esa investigación durante dos años, La Liminal publicará a mediados de enero un mapa interactivo en el que se escucharán fragmentos de todas las entrevistas que realizaron a mujeres de Carabanchel y Orcasitas, mujeres que vivieron en su día en esos barrios con calles de barro que retrata Santi Vaquero en la exposición Casas Bajas. Además, el proyecto de La Liminal coincide en el tiempo con otro que también da voz a mujeres de clase obrera de distintas ciudades españolas, el libro Hijas del Hormigón, de la politóloga Aida Dos Santos, que publicará en marzo con la editorial Debate y el subtítulo “Historias de clasismo, sexismo y violencia en las periferias españolas”.