ENSAYO

De Kim Kardashian a Ana Bolena: cien objetos cotidianos de mujeres para narrar la historia universal

Un hueso curado, un anillo de compromiso, unos guantes perfumados o un alfiler de sombrero y todas las revoluciones que esconden protagonizan el libro 'Cosas de mujeres. Una historia en cien objetos', de Annabelle Hirsch

Del anillo de Kim Cardashian y el 'pussy hat' hasta los guantes perfumados, el alfiler de sombrero o la máquina de escribir Remington, cien objetos para la historia.

Del anillo de Kim Cardashian y el 'pussy hat' hasta los guantes perfumados, el alfiler de sombrero o la máquina de escribir Remington, cien objetos para la historia. / A. C.

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Madrid

Si tuvieras que contar la historia de la humanidad a través de cien objetos, ¿cuáles elegirías? ¿Y si tuvieras que hacerlo sólo a través de objetos de mujeres? Es la pregunta que se formuló la periodista y escritora franco-alemana Annabelle Hirsch (Munich, 1986). "Todo el mundo me decía: «vas a elegir el tampón o el sujetador», los objetos más obvios. Pero no era en absoluto lo que quería". Su libro Cosas de mujeres. Una historia en cien objetos, publicado recientemente en España por la editorial Debate, recorre la historia desde las cavernas -y sus pinturas- hasta nuestros días -se cierra en el arranque del #MeToo, con el pussy hat-. En medio, la autora reflexiona y narra episodios fundamentales y otros más domésticos a través de objetos como un broche de Hannah Arendt, la bicicleta, el cinematógrafo o el bidet, por citar algunos.

"Siempre se habla de las mujeres importantes o poderosas que han existido", explica la autora en una entrevista que tiene lugar durante su primera visita a España, con motivo del Book Friday organizado por la asociación Soy de la Cuesta. "Pero, ¿qué hay de todas las demás? A través de los objetos puedo entrar muy bien en lo cotidiano y combinar esas grandes historias con detalles aleatorios de las mujeres comunes, que también forman parte de la historia".

El libro arranca con un fémur curado, "el primer signo de nuestra civilización". Lo hace como una declaración de intenciones, porque la historia está llena de matices, no es algo rígido, ni lineal. Pese a que la historia adjudica a las mujeres el papel de cuidadoras, "no hay pruebas tangibles de que esto fuera así": los hallazgos más recientes sugieren que en aquel tiempo la distribución de los roles de género no era tan rígida como se asumió después.

Hirsch estudió Historia del Arte, Arte Dramático y Filosofía en Múnich y París. Es periodista, y actualmente vive a caballo entre Roma y Múnich, donde trabaja para el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung y varias revistas. "No quería escribir una historia de mujeres como un cliché y esto es lo interesante: hay muchas cosas sorprendentes".

¿Por ejemplo? "A menudo tenemos la sensación de que somos los primeros en pensar en cuestiones como la seguridad de las mujeres en las calles, lo cual es totalmente falso", responde. "Hay ejemplos desde la Edad Media, pero también en el siglo XIX... Ellas ya lo habían pensado y encontraron buenas soluciones".

Annabelle Hirsch, periodista y escritora, autora de 'Cosas de mujeres. Una historia en 100 objetos' (editorial Debate)

Annabelle Hirsch, periodista y escritora, autora de 'Cosas de mujeres. Una historia en 100 objetos' (editorial Debate) / Tanja Kernweiss

El alfiler de sombrero como arma defensiva

Uno de esos objetos a los que se refiere es el alfiler de sombrero, que permitió desarrollar todo un sistema de autodefensa para las mujeres en el espacio público, al usarlo para pinchar a aquellos que pretendían sobrepasarse aprovechando espacios de mucha concentración de personas. "Sobre todo a finales del siglo XIX, cuando la mujer comienza a ocupar la esfera pública", explica. "Tendemos a tener esta idea simple sobre las mujeres del pasado, de que siempre fueron pasivas, que no salían de casa y que estaban allí con sus corsés y no podían hacer nada. Y en realidad, no es cierto. Quiero decir, en la Edad Media las mujeres estaban muy presentes también en la vida pública y han tenido derechos que luego les fueron arrebatados. La historia es un ir y venir".

Los saltos temporales y las interpretaciones poliédricas de objetos, historias y personajes recorren el libro. Otro ejemplo de esto son los chapines, unos zapatos con plataformas que se pusieron de moda en la Venecia renacentista y que primero fueron utilizados por la nobleza pero, más adelante, por las prostitutas. Aunque impedían la libertad de movimiento de las mujeres (hay todo un desarrollo teórico, que en este libro se menciona, en torno a la opresión de las mujeres a través de sus pies -los vendajes en China, los tacones, y con un largo etcétera de ejemplos históricos-) también eran una manera de demostrar poder y estatus y destacar en la multitud. "Las dos lecturas pueden convivir", explica sobre esta dualidad. "Es como el corsé: tenemos la idea de que era limitante para las mujeres, porque lo era, pero también les hacía sentir superiores. Creo que es contradictorio porque es así la vida, es muy raro que las cosas sean de una única manera".

A pesar de que todos los objetos elegidos fueron relevantes para las mujeres -o alguna mujer- en la historia, Hirsch no considera que el suyo sea un libro para mujeres. "La historia de las mujeres también es la historia de los hombres. En La historia del mundo en cien objetos, de Neil McGregor, él no dice que escriba «historia del hombre». Dice «historia del mundo». No veo por qué en este caso tiene que ser diferente", reflexiona. De hecho, afirma tener lectores hombres: muchas mujeres de entre 40 y 50 años le escriben para contarle que lo han regalado a sus padres. "Les ha permitido iniciar una conversación en torno al papel de las mujeres en la historia".

La publicidad de las máquinas de escribir Remington, inventada en 1874, no se dirigía a los hombres, que trabajaban en las oficinas, sino a las mujeres: generó un nuevo tipo de trabajo para ellas, el de secretarias, a priori más conveniente y mejor pagado que trabajar en una fábrica.

La publicidad de las máquinas de escribir Remington, inventada en 1874, no se dirigía a los hombres, que trabajaban en las oficinas, sino a las mujeres: generó un nuevo tipo de trabajo para ellas, el de secretarias, a priori más conveniente y mejor pagado que trabajar en una fábrica. / Cedida

Del anillo de Ana Bolena al de Kim Kardashian

Los 100 objetos de Annabelle Hirsch contienen también muchos nombres propios, con detalles particulares. Es el caso de Ana Bolena, la segunda mujer de Enrique VIII, por quien rompió con el Catolicismo y que acabó decapitada por el mismo rey. De Bolena aparece en este libro un anillo que heredó su hija, la reina Isabel I de Inglaterra, que ha pasado a la historia como la reina virgen que gobernó como un hombre y que ha inspirado a tantísimos escritores y cineastas -Orlando, de Virginia Wolf, es un ejemplo-.

"Quería abordar el reinado de Isabel I, pero cuando encontré el anillo, que contiene un retrato que se atribuye a Ana Bolena, quise reflexionar sobre si no fue la trágica vida de su madre la que condicionó su reinado", explica la autora. "Su impacto pudo ser tan fuerte y tan terrible que la convirtió en el tipo de gobernante que fue, renunciando a ser una mujer, no porque ella se sintiera un hombre, sino porque en aquel momento la única manera de gobernar y mantenerse en el poder abiertamente era adoptando las formas que se le atribuyen a los hombres". También quiso establecer una relación con el presente: "Creo que las mujeres de mi generación pueden verse en ese espejo: cuántas veces no hemos pensado mientras crecíamos: «nunca voy a ser como mi madre». Quizás a Isabel le pasó lo mismo".

En el otro extremo de la historia, otro anillo que aparece entre los cien objetos, es el que el rapero Kanye West le regaló a la influencer y empresaria Kim Kardashian por su compromiso matrimonial -valorado en dos millones de dólares- y que le robaron en París. "Me sorprende que a la gente le sorprenda que haya incluido a Kim Kardashian: si hablas de ser una mujer hoy no se me ocurre cómo evitarla, incluso si eres una súper intelectual que no sales de la biblioteca. Su influencia /esha moldeado hasta los cuerpos de las mujeres, en todo el mundo, durante mucho tiempo". No, ella no es fan de las Kardashian. "Realmente no tengo una opinión sobre ella, pero el libro trata sobre cómo es el mundo y Kim Kardashian es una mujer increíblemente poderosa en muchos niveles y que se ha hecho a sí misma. Las mujeres que entran en la esfera pública tienen que adaptarse a los códigos existentes, y ella no lo hizo. Creó sus propias reglas y eso es muy poderoso", explica. "El suyo es un clan de mujeres que ganan miles de millones. Lo cual es cuestionable: ¿es esto lo más importante en la vida? Obviamente no. Pero aun así, es un grupo de cinco o seis mujeres muy poderosas y son sólo mujeres. No hay hombres en esta historia".

Su objeto favorito: 'la buena madre'

El libro contiene muchas historias no tan conocidas, como unos guantes, los de la reina consorte Catalina de Médici, una italiana en la corte francesa cuya influencia llegó a crear una industria: la ciudad de Grasse, en la Provenza, que hasta aquel momento -mediados del XVI- se dedicaba al cuero, pasó a ser la capital mundial de los perfumes. "Las mujeres siempre han creado puentes culturales", afirma Hirsch. "Se casaban en otro país, se instalaban en otros mundos y traían sus cosas consigo. Servían de traductoras y mediaban entre las potencias europeas. Hoy todo el mundo relaciona Francia y la Provenza con los perfumes, pero es interesante conocer cómo esta reina tenía tanto poder e influencia como para haber creado esa tradición".

Su favorito no son los guantes ni los anillos, sino una pequeña escultura de porcelana popularizada a partir de mediados del siglo XVIII -en plena Ilustración- y que representa una escena en la que una mujer aparece rodeada de niños y ella parece feliz y ligera: la buena madre. "Aparece en un momento en el que las mujeres de clase media y alta peleaban por ocupar un espacio más relevante en la esfera pública", explica." Siempre pensamos que esto del amor maternal es algo natural, pero fue inventado en aquel momento por Rousseau y otros pensadores para retener a las mujeres, transmitir esta idea de que su papel de primeras tutoras de una nueva persona en la sociedad era lo más relevante y además era lo natural. Ahí arranca también el mito de la mala madre. Verlo en las casas, en las vitrinas del salón, es como tener un recordatorio para esos días en los que quieres hacer la revolución. Me interesa porque creo que refleja muy bien cómo la sociedad crea objetos domésticos para afianzar discursos que favorecen a unas partes de la población sobre otras".

'Cosas de mujeres. Una historia en cien objetos'

Annabelle Hirsch

Traducción: Irene Jová Blaya

Editorial Debate

400 páginas | 32,90 euros