ARTE

Carabanchel tiene un nuevo vivero creativo: La Tercera Nave

En este nuevo espacio del barrio de Oporto trabajan diferentes artistas y restauradores, pero se acercan muchos más para asistir a sus talleres y aprovecharse de servicios como un laboratorio de fotografía único en España

La artista María Gimeno presenta su trabajo a algunos de los asistentes a la inauguración de La Tercera Nave, en noviembre pasado.

La artista María Gimeno presenta su trabajo a algunos de los asistentes a la inauguración de La Tercera Nave, en noviembre pasado. / Ana Nance

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Hace ya unos cuantos años que en Carabanchel se puso en marcha el proceso que le ha llevado a convertirse en el gran hervidero del arte madrileño. Como suele suceder en estos casos, los primeros en llegar e instalarse en este distrito tradicionalmente obrero fueron los artistas en busca de espacios asequibles para sus estudios y en algunos casos sus viviendas, que fueron montando en antiguos almacenes, talleres, imprentas o pequeñas fábricas de la zona. Algunos, los de mayor tamaño, se convirtieron en espacios de creación compartida que encontraron una vía de negocio paralela en la organización de eventos. Surgieron también residencias temporales de artistas. Y con el tiempo empezaron a llegar las galerías. Sabrina Amrani fue de las primeras. Después, otras como La Oficina, Hyper House, Galería Belmonte o el macroespacio VETA fundado por el comisario y galerista Fer Francés. Caja Negra ha dejado Alonso Martínez e inaugura su nuevo local aquí este fin de semana, y hay más proyectos muy consolidados del centro que ya están haciendo cajas para trasladarse.

"En esta manzana puede haber, sin exagerar, 150 estudios. Solo en este edificio trabajan unos 50 artistas", cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Ana Nance, fotógrafa veterana que durante muchos años se recorrió el mundo trabajando para diferentes medios. El Covid supuso para ella, como para tantos otros, un antes y un después que la llevó a reconducir sus pasos hacia el mundo de las bellas artes en las que se había formado y que hasta entonces había practicado casi como pasatiempo. El foco lo puso, sobre todo, en la cerámica. Ahora recibe a este diario en La Tercera Nave, el espacio de creación que acaba de fundar en la zona de Oporto, en el Carabanchel más alejado del centro, y donde comparte espacio con otros artistas.

El salón de La Tercera Nave, con la pieza textil de María Gimeno en la pared del fondo.

El salón de La Tercera Nave, con la pieza textil de María Gimeno en la pared del fondo. / Ana Nance

El nombre viene de la tercera planta en la que se encuentra, en un edificio industrial de los años 70. En el piso de abajo hay una iniciativa muy parecida y más veterana, Nave Oporto, en la que también participan diferentes artistas, y donde ella pasó un tiempo hasta que esta planta se quedó libre y aprovechó la oportunidad para fundar su propio proyecto. Señala orgullosa desde la ventana los muelles de carga y descarga de los que dispone el edificio, que permiten manejar con facilidad piezas y maquinaria de gran tamaño. Hay una enorme tinaja de barro, nada más entrar en su piso, modelada por ella en una casa que tiene en el campo. "Si no tuviéramos los muelles no habría podido subirla hasta aquí", dice.

La gran tinaja de Ana Nance y, al fondo, una fotografía suya (izda.) y otras de Jesús Limárquez.

La gran tinaja de Ana Nance y, al fondo, una fotografía suya (izda.) y otras de Jesús Limárquez. / Ana Nance

Este nuevo vivero artístico, que también se puede alquilar para eventos, se parece a los que tenemos en mente: un gran espacio diáfano con pocas zonas acotadas, salpicado de obras terminadas y trabajos en marcha de quienes aquí trabajan. Salvo un par de almacenes y un laboratorio fotográfico en estancias aparte, casi todo lo demás se puede contemplar en un vistazo, empezando por una cocina y un salón/biblioteca abiertos nada más entrar que son los puntos de reunión de un espacio pensado para la colaboración de quienes lo forman.

Nance ocupa una de las esquinas de la planta, con mucha luz natural. Encima de su mesa hay una vasija de barro a medio terminar. En los estantes de las paredes, muchas más. Son trabajos que ha ido haciendo en diferentes lugares a lo largo de los últimos años. Muchos provienen de esa finca en la Sierra del Segura donde cuece las piezas en un hoyo cavado en el suelo, con técnicas aprendidas de la última artesana que queda en esa zona donde el barro y las vasijas fueron en su día la gran industria local. Otros, los que tienen una forma más redondeada, los hizo durante un residencia artística en Rajástán (India), y se inspiran en los recipientes que las mujeres se colocan en la cabeza para transportar el agua.

Hay también unas porcelanas hechas "con un barro salvaje que proviene de la zona de Carolina del Norte donde nacieron mi padre y mi abuelo. La traigo en maletas de EE.UU.", cuenta la artista, hija de española y estadounidense. A veces se viene con cincuenta kilos, otras con cien. Con ese material, aparte de vasijas, hace también unas placas sobre las que graba imágenes con láser. Es un trabajo, el de la tierra, que la reconecta con su identidad, a caballo entre diferentes culturas y territorios.

Ana Nance, retratada por Jesús Limárquez.

Ana Nance, retratada por Jesús Limárquez. / Ana Nance

Diferentes disciplinas

En La Tercera Nave trabajan de manera estable cinco artistas: además de ella, están la alemana Pia Post, que hace pequeñas esculturas; María Gimeno, creadora visual y performer, "la artista más joven que ha expuesto en el Prado", dice Nance con orgullo, y Jesús Limárquez, un fotógrafo especializado en procesos históricos de revelado. También forma parte del proyecto Gloria Oyarzábal, que pasó tiempo en África y tiene a las mujeres de ese continente y los rastros que dejó la colonización como protagonistas de buena parte de su trabajo. Todos salvo Oyarzábal, que tiene un pie aquí pero trabaja también fuera, tienen sus respectivos rincones asignados, pero la atmósfera es la de un espacio común que fomenta la contaminación entre diferentes creadores y disciplinas. Hay obra de todos ellos distribuida en diferentes partes del espacio, que funciona puntualmente como galería para quienes solicitan una visita o los días en que deciden abrirla al público: durante la semana de ARCOmadrid, por ejemplo, será una de las ocasiones en que poder acercarse a verlo.

A la izda., el tórculo que se utiliza para hacer fotograbados, y al fondo, Marina en el rincón donde se restauran textiles.

A la izda., el tórculo que se utiliza para hacer fotograbados, y al fondo, Marina en el rincón donde se restauran textiles. / Ana Nance

Además de los artistas, hay varias empresas, como Ecra, y especialistas en restauración freelance trabajando en la nave. Reparan desde pinturas y esculturas hasta libros antiguos o textiles. Marina es una joven restauradora que se afana, pegada a un enorme ventanal, en dejar impecable un vestido de Balenciaga que pertenece al museo dedicado al modisto en Getaria. Cuenta divertida que su trabajo anterior fue la momia de un gato para un museo arqueológico. Justo al lado de su mesa está el pequeño despacho de Pia Post, que trabaja fundamentalmente con huesos de animales (aves, pescados...) que ha comido previamente. Un homenaje a la naturaleza y a sus ciclos que es también "un trabajo muy místico, muy espiritual", dice Nance de su compañera, que hoy no está en la nave. Las suyas son piezas de una gran delicadeza, casi orfebrería: las más pequeñas parecen joyas en las que la materia orgánica, prácticamente transparente, sustituye al metal.

El de María Gimeno es un trabajo, en cambio, más teórico y más activista. Esta zamorana, que hasta hace unos meses vivía en Londres, lleva años embarcada en un proyecto, Queridas viejas, con el que quiere reparar la ausencia de mujeres en la historia del arte. Mezclando diferentes disciplinas que van de la performance al vídeo o el dibujo, Gimeno empezó interviniendo el libro clásico de Ernst Gombrich sobre historia del arte, en el que las mujeres prácticamente no existían. Arrancaba algunas de sus páginas e introducía otras nuevas sobre artistas femeninas. El Prado fue uno de los escenarios donde lo hizo. En el espacio que tiene en La Tercera Nave cuelgan unos grabados de gran tamaño con los rostros de algunas de esas mujeres. Más allá de ese proyecto, en el salón comunal hay una gran pieza textil suya que está en proceso, un lino en el que ha ido bordando desde fechas con significado personal hasta versos de autores como Garcilaso de la Vega o Ida Vitale.

Las piezas de Pia Post se hacen con huesos de animales.

Las piezas de Pia Post se hacen con huesos de animales. / Ana Nance

Un laboratorio muy especial

El rincón más singular de todos los que conforman este lugar de creación es el laboratorio de Jesús Limárquez, un solo hombre en un estudio de mujeres. El suyo es un espacio único en España, en el que se pueden llevar a cabo procesos de revelado e impresión muy particulares. Su trabajo se basa "en expresarme de una forma contemporánea pero con técnicas antiguas -dice a este diario-, algunas del siglo XIX: desde el daguerrotipo hasta la cyanotipia o el fotograbado". Una labor en la que el soporte es tan importante como la imagen en sí. Además de producir sus propias fotos, otros artistas acuden a él para revelar e imprimir las suyas, y con frecuencia organiza talleres en los que enseña esas diferentes técnicas. "Mi nombre comercial es Slow Photo, un poco en referencia al concepto de slow food: se saborea tanto el camino como el resultado".

El taller fotográfico de Jesús Limárquez en La Tercera Nave.

El taller fotográfico de Jesús Limárquez en La Tercera Nave. / Ana Nance

Esas técnicas requieren sus propias máquinas. La que más llama la atención en su laboratorio, entre ampliadoras antiguas, cubetas y frascos con diferentes líquidos, es una insoladora, una máquina de luz ultravioleta que genera un tipo de negativo con una sensibilidad especial y que "probablemente es la más grande de Europa, con un tamaño de 190 por 170". Tiene también un tórculo de fotograbado, una especie de rodillo con un timón que produce grabados calcográficos pero con calidad de foto. Con estas técnicas crea trabajos en soportes muy particulares con los que intenta "salir de la bidimensionalidad de la fotografía". En la nave, por ejemplo, cuelgan unas imágenes de bosques y de formaciones rocosas impresas en unos papeles japoneses muy finos, que se mueven muy fácilmente, para dar "esa sensación de fragilidad y de movimiento propia del paisaje", explica. En el extremo opuesto en cuanto a materialidad se sitúa otro de sus proyectos recientes. Entre cantos y caídos son una serie de imágenes de las canteras de las que se extrajo la piedra del Valle de los Caídos y de esculturas del propio mausoleo franquista que ha imprimido sobre granito de esas mismas canteras, para darle "un retorno digno a un material que ha viajado y que ahora vuelve a su propio lugar en forma de imagen".

Jesús Limárquez (dcha.) enseña a un visitante sus fotografías impresas en un papel japonés muy fino.

Jesús Limárquez (dcha.) enseña a un visitante sus fotografías impresas en un papel japonés muy fino. / Ana Nance

Limárquez es el único de los artistas reunidos en este proyecto que es del barrio. Nació en Carabanchel y sigue viviendo cerca de su espacio de trabajo. La pregunta es obligada: si los cambios que ha experimentado el distrito son positivos y si proyectos como La Tercera Nave contribuyen a mejorarlo. "Creo que todo este tipo de acciones culturales ayudan mucho, aunque las instituciones podrían apostar un poquito más por Carabanchel", defiende. Respecto a la posible y temida gentrificación de la que algunos hablan, dice que "siempre habrá un grupo de gente al que no le gustará. Pero yo creo que la sensación general es de aceptación. Ten en cuenta que esta zona en los años 80 y 90 estaba muy abandonada y era muy complicada. Que se esté revitalizado no creo que pueda molestar a ningún vecino".