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Caviar 'asequible', un homenaje a Julio Iglesias y un reservado con karaoke: el nuevo Manero y el concepto de bar español de lujo

El segundo local del empresario alicantino Carlos Bosch en la capital se despliega en tres espacios y 450 metros cuadrados de decoración apabullante, con diferentes opciones de cocina

El bistró del nuevo local de Manero en la calle Marqués de Cubas de Madrid.

El bistró del nuevo local de Manero en la calle Marqués de Cubas de Madrid. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

En medio del delirio de aperturas gastronómicas que está viviendo Madrid, no es fácil diferenciarse sin recurrir a trucos de prestidigitación. Ya sabemos que hay quien ha llegado a plantar un elefante a escala real en medio de la sala, asumiendo de pleno eso de que muchos restaurantes de nuevo cuño tienen bastante de circo. En el local que acaba de abrir Manero en Marqués de Cubas, en cambio, la sensación de estar en un sitio especial es inmediata, pero con la pirotecnia controlada. Hay una buena dosis de exceso, casi intimidante, en la decoración y en la carta (su rasgo distintivo es el caviar y está asociado a una marca tan prestigiosa como Dom Pérignon), pero todo funciona con una cierta armonía. Se come bien, muy bien, y se está a gusto. Si además es de los que buscan rodearse de caras conocidas y sensación de lujo, aquí va a encontrarlos, porque para eso se ha pensado.

Este nuevo Manero, situado a pocos pasos de instituciones que son emblemas de la ciudad como el Congreso de los Diputados o el Círculo de Bellas Artes, es un local que en realidad son tres. Primero está el bar, concebido para el tapeo informal y con carta fundamentalmente española. Luego un bistró de asientos mullidos y muy juntos, algunos compartidos con la mesa de al lado, un espacio propicio para la interacción entre los clientes, para que haya cierto ambiente sociable y casi festivo en torno a platos más internacionales. Y por último un club en el que tomar las copas y de acceso más restringido. Si le apetece y dispone del dinero necesario, que tendrá que ser bastante, podrá acabar la noche en un karaoke, el situado en uno de los reservados de los que dispone el local. Aquí podrá relajarse y cantar hasta hartarse, sin vergüenzas, porque solo le verán sus amigos. Son las ventajas que tiene el lujo.

El reservado de Manero que aloja el karaoke.

El reservado de Manero que aloja el karaoke. / ALBA VIGARAY

Solo la primera parte, el bar, está abierto a la calle. El resto es interior y tiene algo de laberíntico, como buscando que el cliente entre y abandone por unas horas el mundo para sumergirse en una atmósfera de placeres que nunca se sabe muy bien cómo puede terminar. ¿Es infranqueable por precio? En el bar se puede resolver una cena por unos 30-40€ si no se nos va la mano con el vino o los caprichos, y en el bistró por unos 70€. No es barato, pero con el disparate que es el Madrid actual, casi se podría situar en el medio de la tabla. Eso sí, las posibilidades de que esas cantidades empiecen a añadir ceros son aquí infinitas, porque disponen de producto carísimo que ir sumando a la cuenta.

Un bar español de lujo

Con apenas tres meses de existencia que han sido más bien de rodaje, este es el segundo proyecto en la capital de Carles Bosch, empresario alicantino que en 2021 abrió su primer bar Manero madrileño, más pequeño y limitado que este, en la calle Claudio Coello. Su plan era entonces el mismo que sigue siendo ahora, aunque se haya subido un escalón notable. “Manero es un proyecto que yo diseño hace nueve años con la intención de hacer el primer bar español de lujo para el mundo”, cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA mientras apura un Espresso Martini de foto, con dos granos de café flotando en la superficie. Lo explica: “Aquí teníamos muchas cosas interesantes, muchas estrellas Michelin, pero no bares de lujo que pudieran competir con Cipriani, con Nobu, con el grupo Zuma o con el Giacomo Bistrot de Milán. Salías fuera y no había ninguno representativo”. Así que, se planteó, por qué no hacerlo él.

Carlos Bosch, el empresario alicantino que está detrás de Manero, en su nuevo local madrileño.

Carlos Bosch, el empresario alicantino que está detrás de Manero, en su nuevo local madrileño. / ALBA VIGARAY

Bosch ya tenía un local en Alicante, El Portal, que en su momento consiguió el premio al mejor bar de España y que nació, como los Manero, de los que también tiene dos en Alicante, muy vinculado al champagne. Pero Madrid ofrecía la oportunidad de aquilatar ese concepto de bar español de lujo y ponerlo ante los ojos del mundo en una ciudad que, en solo unos años, ha ganado un público internacional con mucho dinero que no tenía antes. Su apuesta tampoco parecía muy complicada: "un local con buena cocina, con una carta de vinos potente, con coctelería y con buena música". Si el Manero de Claudio Coello ha sido su carta de presentación en la capital hasta ahora, este es el siguiente paso en una evolución que en el futuro incluirá, dice, una terraza Manero y un hotel Casa Manero.

Cocina española e internacional

Nada más entrar por la puerta de Marqués de Cubas uno se topa con el bar, un espacio que tiene cierto aire de pub británico por las paredes completamente forradas de madera, aunque los quesos y los embutidos ibéricos apilados en las vitrinas dejan claro enseguida que estamos donde estamos. Es el único espacio abierto a la calle, aunque no se busca que por los ventanales entre mucha luz: aquí hay que concentrarse en lo que pasa dentro, en la carta informal para picar a base de clásicos locales como el bocata de calamares, el pepito de solomillo de ternera o la ensaladilla rusa, algún invitado más exótico como el lobster roll y también ostras, conservas, salazones y los ahora inevitables bikinis (el de queso y trufa cuesta 10€, el especial concebido por el chef de Manero, Carlos Abellán, 16€). Hay una cabina de DJ que es en realidad la taquilla de un teatro parisino, aunque en horario diurno y cuando en el local todavía no hay mucha gente lo que suena es una playlist hecha de cantantes románticos españoles de los 70 como Dyango, José Vélez o Julio Iglesias. A este último nos lo volveremos a encontrar dentro.

La parte de bar del local de Manero en Marqués de Cubas.

La parte de bar del local de Manero en Marqués de Cubas. / ALBA VIGARAY

Un pasillo oscuro, adornado con botellas de champagne y un fotomatón donde el que quiera se puede hacer una foto de recuerdo por un par de euros, es la entrada a la siguiente fase. Están ahí también los baños, que tienen su enjundia: al entrar suena en bucle, aunque a un volumen discreto para que esto no sea una feria, Chiquito de la Calzada contando sus chistes, como para demostrar que aunque estemos en un local de lujo, la atmósfera que se pretende es informal y nada encorsetada. Venga, vale: nos arranca una sonrisa.

Entrar en el bistró impacta, porque este espacio solo se puede describir como apabullante. Lázaro Rosa Violán, decorador estrella de restaurantes de todo el mundo y con una marcada tendencia al horror vacui, comparte de nuevo en este Manero la responsabilidad del interiorismo con Raquel Giménez, pareja de Bosch. No hay prácticamente ninguna superficie lisa o neutra: las paredes están pintadas con murales que simulan un jardín con los principales monumentos de Madrid, y esos motivos vegetales se extienden a la alfombra o la tapicería de buena parte de los asientos. Las columnas están forradas con cristales rugosos en distintos tonos de ámbar y hay lámparas de cristal de Murano en paredes y techos. Los asientos son bajos y los pasos estrechos: hay que hacer algunos equilibrios, pero a pesar de todo, el espacio es acogedor. La banda sonora es tranquila: Carla Bruni, Kings of Convenience o Portishead, aunque a medida que pasen las horas irán subiendo el pitch y el volumen. Un piano de cola en una esquina y un espectacular caviar-bar en el centro dejan claro que lo de transmitir lujo no era una broma.

El caviar-bar de Manero.

El caviar-bar de Manero. / ALBA VIGARAY

Si lo que se come en el bar son propuestas más autóctonas, aquí la oferta es la de "una cocina más internacional pero españolizada", explica Bosch. Hemos dicho que el caviar era parte de la identidad de este Manero, y eso se demuestra desde que uno se sienta en el bistró. El aperitivo para todos los clientes es un bocado de caviar 'a capela': el camarero pondrá una pequeña cantidad en la mano del comensal (como se pone la sal cuando se toma tequila, para entendernos) con el fin de que este lo pruebe así: solo, a pelo. Después, si se quiere, se puede seguir disfrutando de este manjar untuoso y marino. Por ejemplo, con un triple formato en el que lo encontramos servido con cangrejo, con un tartar de gamba roja exquisito y en una de sus latas sobre una base de puré de coliflor con salmón.

Bosch defiende que el caviar que ofrece es "asequible". Cuenta que trabaja desde hace mucho tiempo con un proveedor alemán que lleva cien años en el mercado y que tiene enormes viveros de esturión en Irán y también en Polonia, a orillas del Báltico. "Ya hace años que, en lugar de latas pequeñas, yo aposté por comprar pistones de 1,8 kilos", cuenta. Eso le permite abaratar costes tanto para él como para los clientes. En la carta del bar, el huevo Manero con Caviar Oscietra cuesta 12€, y una lata de 20 gramos de este producto, 55€.

El bistró visto desde el club de Manero.

El bistró visto desde el club de Manero. / ALBA VIGARAY

El caviar puede volver a aparecer en los siguientes pasos, por ejemplo en unos rigatoni con queso que también llevan su pequeña dosis. Pero hay vida más allá de esas diminutas huevas grisáceas. Algo tan francés como la sopa de cebolla es una de las estrellas de los entrantes. Entre los principales hay pescados cocinados a la meunière, pero también una deliciosa merluza al vapor con mayonesa de limón. De los platos de carne, Bosch anima a probar la milanesa, que aquí se españoliza añadiéndole jamón y queso. El producto es excelente en todo momento. Luego, en los postres, encontramos clásicos españoles como la torrija con helado de vainilla o la tira de chocolate con AOVE Manero.

Ese aceite de oliva virgen extra con el que aliñan el chocolate es solo uno de los muchos productos propios que encontraremos en el local, tanto los que nos sirven como los que podemos comprar para llevar a casa: hay vinos de todo tipo, cavas, champanes, chacinas y latas con la marca Manero. Casi todos son fruto de colaboraciones con productores de primer nivel, como los ibéricos de Maldonado o las conservas de Ramón Peña. No siempre se trata solo de poner el sello propio en el producto de otro. En el caso de los vinos, por ejemplo, Bosch participa en su elaboración haciendo algunos de los coupages. Sumiller titulado, el del vino es un mundo en el que lleva interesado muchos años, a nivel comercial pero también como coleccionista. La cava de tintos que tiene en el local lo acredita.

El rincón del club consagrado a Julio iglesias.

El rincón del club consagrado a Julio iglesias. / ALBA VIGARAY

Uno podría entrar en Manero y no salir nunca más, porque antes o después de comer, el club, tercero de los espacios en los que se dividen los 450 metros cuadrados del enorme local de Marqués de Cubas, ofrece la oportunidad de disfrutar de aperitivos, espumosos y cócteles. Por ahora solo está abierto a quienes coman o cenen en los otros espacios, aunque puede que en el futuro puedan acceder quienes solo quieran tomar una copa. Bañado en verde y con una espectacular barra de mármol negro, lo más curioso es el rincón dedicado a Julio Iglesias, con una enorme galería de fotos de un cantante que, para Bosch, es "un personaje elegante que nos ha representado, y que con los años todavía ha ido acrecentando más su mito. Una inspiración".

En el club también está el reservado del mencionado karaoke. Disfrutar de él durante cuatro o cinco horas cuesta la friolera de 6.000 euros, una tarifa que en realidad es un crédito del que se va descontando lo que se tome. Tampoco son baratos los otros reservados de los que dispone: hasta el rincón de Julio Iglesias tiene su tarifa. Pero el dinero circula a espuertas por el Madrid actual, o al menos por algunos de sus códigos postales. Hay clientela para esto y para mucho más. "Ahora mismo, para mí Madrid es un país dentro de un país", dice Carlos Bosch. Un país de ricos, se diría viendo este local y a su clientela, aunque la realidad, ahí fuera, no sea exactamente esa.

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