MÚSICA

Un teatro de la ópera para niños: el hecho diferencial madrileño, casi único en el mundo, que espera a toda la familia en Retiro

Nos metemos entre bambalinas del Real Teatro de Retiro, la extensión para públicos infantiles del Teatro Real situada en el barrio de Pacífico y que estos días tiene en cartel la ópera de Ravel 'El niño y los sortilegios'

La sala principal del Real Teatro de Retiro, el teatro de la ópera para público infantil de Madrid.

La sala principal del Real Teatro de Retiro, el teatro de la ópera para público infantil de Madrid. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

De una ópera, el espectador suele conocer algunos nombres antes de llegar al teatro y después de salir de él: los del compositor, el autor del libreto, el director de escena y el director musical en esa representación concreta, además de los principales intérpretes. Aunque se intuye, muy pocos saben lo que pasa detrás, quiénes son los que están entre bambalinas. Y sin embargo, en el momento del espectáculo en directo hay unas personas de las que depende, casi más que de ninguna otra, que todo salga bien. En el Real Teatro de Retiro (RTR) esas dos personas son Clara Marcos y Estela Araceli Vicente, sus regidoras. Desde el lateral derecho del escenario, en la misma esquina por la que entran los artistas que vienen de los camerinos, ellas son las que dan las órdenes. Las directoras de esa otra ‘orquesta’ que no para de moverse ahí dentro.

“Desde aquí pedimos los efectos de luz, los cambios en la escenografía, los telones que suben y bajan... Y a veces también damos entrada a los artistas, aunque en esta ópera va todo bastante rodado”, dice Clara. Es mañana de ensayo general en este espectacular recinto del barrio de Pacífico que es la extensión infantil del Teatro Real, y Estela y Clara están delante de una pantalla dividida en planos de diferentes cámaras desde la que controlan todo lo que sucede. Su “gran hermano”, bromea Estela. Sobre la mesa, encuadernada con espiral y llena de marcadores de colores y anotaciones hechas por ellas, la partitura de El niño y los sortilegios, la ópera de Maurice Ravel que estrenan este fin de semana. Las dos tienen la formación musical imprescindible para hacer su trabajo, Clara el superior de clarinete y Estela los de canto, piano y la mitad de dirección. “¿Que se avecina un cambio de luz? Pues decimos: ‘prevenida memoria 14’. Y cuando llega el momento el técnico solamente le da al 'go’”.

El puesto desde el que Clara Marcos y Estela Araceli Vicente, regidoras del RTR, controlan que todo vaya bien durante la función.

El puesto desde el que Clara Marcos y Estela Araceli Vicente, regidoras del RTR, controlan que todo vaya bien durante la función. / ALBA VIGARAY

Borja Torregrosa es el técnico que recibe esa orden y le da al botón. Como día de ensayo que es todavía, hoy está en una especie de puesto de mando instalado en medio del patio de butacas, la mesa de dirección. Cuando empiecen las representaciones con público se subirá a la cabina de control que hay al fondo de la sala. Borja maneja otro aparato, una consola enorme con la pantalla llena de celdas que son las diferentes memorias programadas previamente para que se vayan sucediendo a lo largo de la representación, pero que él tiene que ir disparando manualmente cuando le digan las regidoras. Aquí apenas hay espacio para una improvisación que no es necesaria, más allá de la luz de frontal de escenario, que se sube o se baja al final de la representación en función de los saludos del reparto y los aplausos del público.

Borja Torregrosa, revisando las luces antes del ensayo general.

Borja Torregrosa, revisando las luces antes del ensayo general. / ALBA VIGARAY

Un teatro único

El niño y los sortilegios es el tercer espectáculo que ofrece el Real Teatro de Retiro esta temporada en la que ha estrenado directora, Raquel Rivera, gestora cultural y violinista orensana que ya estuvo al mando de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid y a la que ahora se ha encomendado la tarea de potenciar un recinto que todavía es desconocido para muchos madrileños. Y eso a pesar de que es, posiblemente, único en su género: cuando se le pregunta a Joan Matabosch, director artístico del Real, solamente se le ocurre un teatro de Moscú como recinto consagrado a la música clásica para un público infantil, aunque explica que no es exactamente lo mismo que este.

El RTR nació el año pasado como el espacio al que su casa madre ha desplazado toda la programación Real Junior. Le acompaña una polémica vecinal porque el espacio que ocupa, unos antiguos almacenes de artillería que el Ayuntamiento convirtió en el Centro Social Daoiz y Velarde con una espectacular reforma del estudio Rafael de la Hoz, fue gestionado por los vecinos durante la gestión de Carmena, y estos reclaman tener cierto acceso con la nueva gestión. Su uso actual es fruto de un acuerdo entre el consistorio y el Real, que lo usa no solo como espacio escénico consagrado a la ópera, los cuentos musicales, los conciertos y el teatro para niños, sino también como un centro en el que se forman jóvenes artistas. De aquí deberían salir los públicos del futuro, pero también muchos músicos del futuro. Eso no impide que también se cuente con artistas veteranos y consagrados. Un ejemplo: la prestigiosa formación Forma Antiqva, de los hermanos Zapico, fue la encargada de poner música al Gato con Botas de la compañía de marionetas Per Poc que pasó por este mismo escenario hace unas semanas.

Esta mañana de ensayo general es Miguel Huertas quien se afana en el piano, a cuatro manos con Samuel Martín, mientras presta mucha atención, de pie a un lado, Sergio Berlinches, otro joven pianista. Huertas es el director musical de esta versión de la ópera en la que Ravel puso música al libreto escrito por su amiga, la escritora Colette. Aunque la obra está concebida para orquesta, él decidió trasladarla a piano solo, pero tocado en muchos de sus pasajes por dos personas. En esa traslación ha habido retos, claro. Por ejemplo, "en una escena de fuego en la que este se materializa, y luego en otra desaparece. Es fascinante cómo con la música que compone Ravel aparece la ceniza y el fuego se extingue. Concretar todo eso con un solo piano no es fácil", explica Huertas. Dice también que está muy contento dirigiendo una ópera estudio, de las que forman parte del programa de formación del Real. No es la primera. Hace tiempo hizo un Don Pasquale, la ópera de Donizetti, con una joven Sonya Yoncheva. Hoy la soprano búlgara es una superestrella internacional.

En el centro, Miguel Huertas, director musical, con los pianistas Samuel Martín, sentado a su izda., y Sergio Berlinches.

En el centro, Miguel Huertas, director musical, con los pianistas Samuel Martín, sentado a su izda., y Sergio Berlinches. / ALBA VIGARAY

Con solo un piano como parte instrumental, la sala principal del RTR tiene esta vez un aire de cámara, aunque en otros espectáculos habrá orquestas completas. En el escenario, un total de ocho intérpretes son las voces de esta historia sobre un niño caprichoso y egoísta que un día, harto de hacer los deberes, empieza a romper cosas y esas cosas de repente cobran vida, como también lo hacen otra serie de personajes y de animales que van apareciendo en su imaginación. En el escenario todavía vacío se puede ver una casa de paredes inclinadas, muy propia de un mundo de fantasía, y unos muebles fuera de escala. El diseño de esa escenografía, y también de los figurines para la ropa que llevarán los intérpretes, son de Ricardo Sánchez Cuerda, que supervisa todo sentado al lado de la mesa de dirección.

El aprendizaje de la empatía

En esa mesa alargada también está, mirando con atención y tomando notas, Alfonso Romero, director de escena de la obra y que además se ha ocupado de su dramaturgia. El espectáculo que veremos está pensado por él. Explica que ha querido crear "un universo de fantasía, de mucho colorido, donde todos los elementos que entran en juego no son hiperrealistas, sino que tienen una factura manual, porque están hechos por estos seres que construyen la realidad en torno al niño. Todo lo que le rodea, hasta que no aprende a relacionarse con ello, es algo extraño", explica. La historia escrita por Colette tiene para él una moraleja muy clara: "El crío tiene que saber que lo que hace tiene consecuencias, que no solamente existe él en el universo y que tiene que descubrir la empatía. Hasta que no recibe una reacción de lo que está maltratando, hasta que esos animales y esas cosas no se lamentan, no se da cuenta de que hay una realidad exterior a él".

El director de escena, Alfonso Romero, en un momento de los ensayos.

El director de escena, Alfonso Romero, en un momento de los ensayos. / ALBA VIGARAY

Romero ha introducido en su propuesta elementos del kabuki o del teatro de sombras, aunque sobre todo se ha inspirado en el bunraku, el teatro de marionetas japonés, en el que cada elemento que aparece en escena tiene varios manipuladores. Aquí, por ejemplo, se podrá ver una cara que forman unos labios enormes y dos ojos a sus lados. Cada uno lo maneja un intérprete: la que lleva y manipula la boca es también quien canta en ese momento. Los manipuladores, que son los propios cantantes, van vestidos muy neutros y quedan en segundo plano. Lo importante es que se vea el elemento que juega en escena: una tetera, un gato, una libélula... "Me parecía muy enriquecedor para estos chicos, que están empezando, hacer este trabajo en equipo y que todos vayan sincronizados para crear un personaje entre varios".

El único intérprete que no manipula elementos es la soprano Aida Turganbayeva, que da vida al niño protagonista y a la que encontramos por los pasillos, caracterizada con una peluca de rizos pelirroja y unos pantalones cortos que le quedan, a propósito, enormes. Dice que el suyo no es un papel fácil: la ópera fue concebida como un ballet y hay mucha instrumentación. Luego está "ya sabes, el carácter de un niño, que no es siempre fácil...", dice con una sonrisa. Los primeros momentos de la obra se peleará con unos lápices y libretas gigantescos, a los que detesta porque con ellos hace sus deberes de mates.

Detrás del escenario, los elementos con los que los cantantes se caracterizararán como 'los artiméticos'.

Detrás del escenario, los elementos con los que los cantantes se caracterizararán como 'los artiméticos'. / ALBA VIGARAY

Margarita Sánchez, la directora técnica del teatro, conduce al equipo de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA detrás del escenario, ese lugar que durante los 50 minutos que dura la obra va a estar en mayor ebullición que la propia escena. Allí habrá unas ocho personas moviéndose de una forma muy estudiada para que nada descarrile. Hay veces que, para cambiar una peluca, tienen literalmente 10 seguros. Daniel Higuera, el responsable de maquinaria, enseña las cuerdas y cables que sostienen las luces, las gasas, los elementos de utilería y decorado o el telón. Algunas se mueven manualmente, con un sistema de pesos y palancas, otras con motor. Sara Roldán y María José Montero trabajan en el departamento de utilería. De sus manos han salido casi todos los objetos que se verán en escena y que por ahora están aquí detrás (un gato gigante en cuatro elementos, una tetera que echa humo, los equipos que transforman a los cantantes en unos simpáticos personajes que se llaman 'los aritméticos'...). Durante la función se ocuparán de dárselos a los intérpretes antes de salir al escenario, o de ayudarles a vestirse cuando sea necesario.

María José Montero, del departamento de utiliería, con una cafetera que también cantará en la función.

María José Montero, del departamento de utiliería, con una cafetera que también cantará en la función. / ALBA VIGARAY

Otra de las cosas que hacen especial a este teatro único es que casi todo lo que se ve en escena se produce aquí mismo. Las enormes instalaciones lo permiten. En el sótano se encuentran los talleres donde todo se fabrica, desde una cabeza de rana gigante hasta la ropa que se llevará en escena. Cristina Poza, que es la coordinadora de sastrería y caracterización, muestra el tablón donde tienen pegados los figurines diseñados por Ricardo Sánchez Cuerda. "A mí me llegan estos dibujos y yo tengo que citar a todos los solistas, tomarles medidas, conseguir los tejidos hablando con el figurinista... Hago realidad lo que él me envía". Por tener, el RTR tiene incluso su propia lavandería: toda la ropa que se utiliza se tiene que lavar cada día, y mandarla fuera complicaría las cosas.

A las 12:00 de la mañana, todo está listo para que el ensayo general comience. En el Teatro Real, este tipo de pases se suelen hacer con público. Aquí por ahora no. En la sala están solo algunos de los responsables del teatro y quienes tienen un rol directo es este espectáculo. Parte del equipo -la directora artística, Susana Gómez, o la ayudante de oficina técnica, Esther Garrido, por ejemplo- ya están trabajando en los siguientes proyectos. El estreno será un viernes por la mañana, en función escolar.

La planta de entrada al Reat Teatro de Retiro. Las dos de las que dispone están en el piso inferior.

La planta de entrada al Reat Teatro de Retiro. Las dos salas de las que dispone están en el piso inferior. / ALBA VIGARAY

Por el tipo de institución que es, las funciones consagradas a colegios son una parte importante de la programación y se reservan directamente desde los centros. Luego están las de público general, que son los fines de semana: los sábados a las 12.00 y 17.30h y los domingos a las 11.00h y 13.00h. El personal del teatro no sabe cuáles son más divertidas y se viven con más entusiasmo, si las que están solos los niños y niñas o las que acude toda la familia.

Fuera del recinto espera una plaza que tiene forma de anfiteatro, con algunos escalones que podrían hacer de gradas. Quizá en el futuro alguno de los espectáculos, con tiempo a favor, se pueda sacar allí ocasionalmente para que más público pueda disfrutarlo. Por ahora todo sucede dentro, con su equipo de algo más de treinta personas volcado en que todo salga bien y que se mantenga esa algarabía que reina antes de sus funciones, tan alejada de esos otros ambientes encorsetados que, todavía, tiene la ópera cuando los que se asoman a ella son los adultos.