QUEMAR DESPUÉS DE LEER
Mudarse a una casa terroríficamente interminable cada Halloween
'La Casa de Hojas', de Mark Z. Danielewski, sigue imbatible en su condición de artefacto interactivo capaz de hacerte levantar la vista mientras lees porque la sensación es, todo el tiempo, la de que alguien te observa de la misma forma en que tú observas a su protagonista, y no es un logro menor y sin embargo lo parece, injustamente
Érase una vez una casa que crecía por dentro. Una casa que era tan grande que un equipo de espeleólogos debía ayudarte a recorrerla. Más bien, a tratar de encontrarle el final. Porque esa casa era interminable. Y cada paso que se daba en ella, te alejaba más de tu vida, y del mundo. Esa casa es la casa de los Navidson. Está en algún lugar en el entorno rural de Virginia, a kilómetros de Washington D.C., el lugar que en tan solo un par de días tendrá un nuevo ilustre vecino, que esperemos sea vecina, el destinado a ocupar otra casa, más famosa que la de los Navidson: la Casa Blanca. Mark Z. Danielewski escribió una obra maestra, la novela más interactiva y terrorífica que probablemente se haya escrito jamás, y luego desapareció, pero no pasa un solo Halloween en que no reaparezca.
Publicada en un lejanísimo año 2000, La Casa de Hojas de Mark Z. Danielewski llegó a España 13 años después. Dos editoriales independientes —Alpha Decay y Pálido Fuego— se aliaron para publicar lo que parece el manuscrito de un manuscrito que se descompone página a página, y crece, como crece la casa que contiene, y acaba convertido en una historia fantasma de fantasmas, la que se cuenta que pasó, y la que se ve mientras se lee. Porque, he aquí lo fascinante del ejercicio aún por igualar de Danielewski: lo que lees es algo que está leyendo uno de sus protagonistas —cuya voz, y peripecia, la de un politoxicómano nada fiable, se esconde en los pies de página— sobre lo que se vio en un documental. El protagonista del documental era Will Navidson.
Will, un famoso fotoperiodista, un ganador del Pulitzer, se muda a la casa de Ash Tree Lane —la Casa de Hojas— con su mujer y sus dos hijos. El matrimonio hace aguas. Pero una vez llegan allí, todo empieza a dejar de importar. Will se obsesiona con que la casa es más grande por dentro que por fuera. La contempla, y no sabe bien lo que está viendo. Es entonces, para poder fiarse de lo que ve, que graba lo que ocurre. Lo que lees está siendo visto, y tú lo estás viendo, y lo que esa narración en espejo —tú eres el único testigo, otra vez, como lo fue el recopilador de ese material en su momento—, consigue es aterrarte hasta el punto de no poder evitar que desees, todo el tiempo, mirar por encima del hombro mientras lees. Porque sospechas que hay alguien detrás de ti.
He leído terror desde niña, y jamás he sentido nada parecido a lo que La Casa de Hojas es capaz de producir. No sé hasta qué punto Danielewski, con quien pasé una agradable mañana hace una década, en Barcelona —llevaba sombrero, decía que el sombrero le convertía en escritor, al menos para los demás; que podía quitárselo y ser él mismo en cualquier momento—, es consciente de hasta qué punto derribó algún tipo de barrera del inconsciente a través de lo formal —porque la novela es un reto en muchos aspectos, las páginas se manchan más o menos en función del momento que se atraviesa, las palabras componen un escenario, son el escenario—, pero lo cierto es que lo hizo. Y luego se embarcó en un proyecto que lo está enterrando.
Novela de culto
Se propuso, Danielewski, que, por cierto, es hijo del cineasta de vanguardia Ted Danielewski, y hermano de la cantante Poe —que, entre otras cosas, ha compuesto la banda sonora de Alan Wake II, la segunda parte de ese videojuego sobre un escritor de terror que vive sus propias historias—, escribir una novela serial en 27 tomos protagonizada por una niña de 12 años que se encuentra un gato. La tituló The Familiar. Publicó cinco volúmenes, y completó lo que consideró la primera temporada de la serie. Eso ocurrió en 2017. Nada se ha sabido de él desde entonces. Bueno, en realidad, sí. Dijo en una ocasión que lo más probable es que no haya más volúmenes de The Familiar. Que podría, como una serie audiovisual, ser cancelada por falta de, en su caso, lectores.
Sin embargo, el logro previo, no es un logro menor, aunque injustamente lo parece. Porque el apelativo de novela de culto solo sirve para barrer algo fuera de cualquier sistema, considerarlo un elemento extraño que jamás formó parte de nada, y no aquello que está indicando el camino. Porque La Casa de Hojas debería ser algo a estudiar y a tratar de imitar para tal vez dar con un híbrido que siempre ha estado ahí pero no hemos sido capaces de ver. Sabia aunque descontextualizadamente, Leanne Shapton -la autora de Bocetos de natación (Blatt & Ríos)- practica en Libro de visitas: historias de fantasmas (Comisura) un híbrido interactivo que pasa por lo visual, y por lo documental, algo que pudo ser y quizá fue, y que, de alguna forma, te implica.
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