ENTREVISTA
Paul Lynch, ganador del Premio Booker: "El fascismo está en el aire y no existe uno que sea suave"
El escritor irlandés se ha dado a conocer internacionalmente con su novela 'La canción del profeta', una distopía sobre el ascenso de la extrema derecha

El escritor irlandés Paul Lynch, ganador del Booker, en su reciente visita a Barcelona. / ZOWY VOETEN
Tiene aspecto de villano de película de los hermanos Coen y un agudo sentido de la ironía, pero también ha sido celebrado, nada menos, que con el último Booker, como uno de los escritores actuales que hay que leer sí o sí en Irlanda, esa tierra que no deja de dar autores como en cualquier otro sitio se producen champiñones. Paul Lynch, de visita en Barcelona, tiene 47 años y ha superado un cáncer, cuyo diagnóstico vino un poco antes de la noticia del gran premio por su quinta novela La canción del profeta (Alfaguara / Periscopi). Se trata de una advertencia en forma de novela distópica en estos tiempos de guerra, desazón y fin del mundo que, es fácil decirlo, estamos viviendo. Lynch lo contempla con furia bíblica desde los ojos de Eilish Stack, una dublinesa con cuatro hijos y un padre demenciado que debe enfrentarse a la detención de su marido, profesor sindicalista, sin habeas corpus que valga. Es el primer paso de una serie de pérdidas de derechos civiles que construyen un monstruoso orden totalitario y un futuro tan negro como el que prometía La carretera, de Cormac McCarthy, con la que se ha comparado la obra.
P. El lector se enfrenta a esta novela con angustia creciente. ¿Qué sentimientos tenía cuando la escribió?
Aunque intento no llevarme las emociones de la escritura a casa, hubo momentos en los que no sabía cómo enfrentarme al abismo que estaba creando en la ficción. Porque le estaba pidiendo al lector que se asomara a él y se angustiara. Cuando Dante se interna en el infierno lo hace de la mano del poeta Virgilio, de ahí que me obligara a escribir una prosa bella y lírica para que quien lea el libro se sienta acompañado.
P. ¿El libro es una forma de conjurar sus propios miedos frente al ascenso de los partidos neofascistas en Europa?
Cuando empecé a escribir esta novela en el 2018 la política tal y como la entendíamos en el siglo XX ya no se sostenía y de repente empezamos a oír discursos fascistas por parte de figuras públicas que jamás hubiéramos imaginado 15 años atrás. Mi novela se pregunta a dónde nos puede llevar todo esto porque es muy difícil unir todos los puntos y encontrarle un sentido. El cantar del profeta puede leerse como una simulación de qué podría pasar si cayeran todas las democracias occidentales.

El autor irlandés Paul Lynch, en el Hotel Claris. / ZOWY VOETEN
P. Lo hace de una forma muy gráfica, casi como una historia de terror.
Pero hay más. La novela se ha leído en el mundo no occidental como un relato del aquí y el ahora de lo que les está ocurriendo. Sin embargo, al final, de lo que quiero hablar es de la condición humana, de la falsa creencia en el perpetuo progreso que nos permite seguir haciendo lo que siempre hemos hecho. Lo estamos viendo a diario. Desde que empecé a escribir esta novela han estallado dos guerras, porque como humanos siempre nos hemos hecho daño unos a otros y eso no va a cambiar. Lo tenemos enraizado en nuestro ADN.
Lo que nos hace únicos a los irlandeses es nuestra relación con la lengua inglesa. Quizá los ingleses colonizaron la isla, pero nosotros colonizamos el idioma
P. Eilish, su protagonista, ve cómo paulatinamente se van recortando sus derechos, eso me hace pensar en las libertades que creíamos ganadas a perpetuidad, como el derecho al aborto o el matrimonio homosexual, y que vemos como retroceden en muchos países.
Podemos perder esas libertades como la rana en la olla de agua caliente que no se da cuenta de que está subiendo la temperatura -aunque parece que científicamente no es cierto-. Pero sí, no apreciamos los cambios porque son graduales y porque pensamos ingenuamente que el sentido común prevaldrá.
P. ¿Piensa en el segundo advenimiento de Trump en Estados Unidos?
Eso es, ves un país civilizado, al que admiras, con grandes posibilidades de que vuelva al poder, mientras algunas voces dicen que no pasa nada, que no va a cambiar nada porque la democracia es fuerte. Lo malo es que sí pasan cosas y la democracia se está debilitando. En fin, el fascismo está en el aire y no existe uno que sea suave porque quienes lo detentan quieren un poder absoluto. Esto es lo que pienso como escritor. Como padre me siento un poco más optimista porque tengo hijos que sacar adelante.

El autor irlandés Paul Lynch, en el Hotel Claris. / ZOWY VOETEN
P. ¿La canción del profeta es que la canta Paul Lynch? ¿Clama contra los males del futuro?
El título se refiere a una epifanía que tiene Eilish en la que se da cuenta de que el fin del mundo, tal y como nos lo han contado, como un cataclismo monumental, no es más que un mito porque el fin del mundo pasa todos los días y se repite y se repite. Para apreciarlo no hay más que poner la tele.
P. ¿Es usted católico?
No, soy ateo.
P. Pero sí tuvo una formación católica.
Soy un rebelde, nací en una Irlanda teocrática, dominada por la Iglesia, aunque pasé mi infancia y adolescencia con los últimos coletazos de ese poder. Desde entonces he sido testigo de cómo se ha convertido en un país postcatólico, cosmopolita y europeo, en una revolución silenciosa que se pregunta qué significa ser irlandés. La novela sucede en Irlanda, pero a la vez es una novela muy global.
Ni siquiera hace falta que hayas leído a Joyce para conocerlo. Joyce en Irlanda está en el agua que te bebes
P. Sin embargo, hay un tono bíblico en la manera en la que se relata ese fin del mundo, ese apocalipsis.
Todas mis novelas persiguen lo mismo, encontrarle un sentido al hecho de que estamos aquí, en medio del silencio enorme del universo, y hacerlo con la mayor dignidad aunque al universo le importe una mierda.
P. Leyendo la violencia desatada en su novela es difícil no pensar en el pasado traumático de Irlanda. ¿Lo ha tenido en cuenta?
No sé qué decirte. Te puedo contar cómo era vivir en Irlanda del Norte en el momento álgido del conflicto porque mi familia vivía cerca de la frontera y solíamos ir a comprar a Derry porque era más barato. Allí vi torres de vigilancia, soldados con metralletas, calles con tanques y militares apuntando a la gente y, en su momento, me parecía normal. No fui consciente de que pisaba ese terreno al escribir la novela, pero imagino que algo resuena en su interior.

El autor irlandés Paul Lynch, en el Hotel Claris. / ZOWY VOETEN
P. ¿Qué tiene Irlanda para que exista esa profusión de excelentes narradores?
Lo que nos hace únicos es nuestra relación con la lengua inglesa. Porque quizá los ingleses colonizaron la isla, pero nosotros colonizamos el idioma, reinterpretándolo poniendo como base la estructura de nuestro idioma autóctono, el irlandés. Con ello le dimos al inglés una mayor libertad y un gran lirismo expresivo.
P. Algo que refrendaron Yeats, Joyce y Beckett.
Sí, ellos no han llegado a nuestros días solo por sus obras, sino también por la energía que le imprimieron a la cultura, por su manera de jugar con el lenguaje. Ni siquiera hace falta que hayas leído a Joyce para conocerlo. Joyce en Irlanda está en el agua que te bebes. Si eres capaz de doblegar el idioma libremente eso es un poder filosófico para cuestionar el mundo. No puedes describir una realidad compleja como la del mundo con frases simples, hay que enredar el lenguaje para darle un sentido.
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