LIBROS

Al Pacino publica 'Sonny Boy', suculentas memorias de una de las primeras estrellas masculinas del Nuevo Hollywood: "Yo miro atrás y me encanta lo que veo"

Libros Cúpula edita ‘Sonny Boy’, las memorias de uno de los grandes actores de su generación, Al Pacino, protagonista de filmes tan icónicos como ‘El padrino’, ‘Serpico’ y ‘El precio del poder’

Pacino, en la película 'A la caza'.

Pacino, en la película 'A la caza'. / ARCHIVO

Quim Casas

Quim Casas

Si se hiciera una encuesta sobre cuál es la mejor película con Al Pacino, o cual es la mejor de sus interpretaciones, habría un buen número de candidatas. Cualquiera de las tres partes de El padrino, aunque posiblemente la balanza se inclinaría hacia El padrino. Parte II, que es la que ofrece más ambigüedad en su papel de Michael Corleone. Seguro que hay gente que apostaría por Serpico y Tarde de perros, sus dos colaboraciones con el director Sidney Lumet, especialmente brillante en la primera como policía infiltrado. Algún fanático de su carrera podría salirse por la tangente y apostar por Dick Tracy, en la que dio vida al gánster Big Boy Caprice y estaba irreconocible bajo una capa de maquillaje y látex. En Heat, donde solo se encuentra en una escena con su antagonista y compañero de generación, Robert De Niro, estaba formidable. Atrapado por su pasado, de Brian De Palma, es para quien esto firma uno de sus mejores trabajos, y una de sus mejores películas. Pero ¿y si le preguntásemos al propio actor?

“Hasta el día de hoy sigue siendo la mejor película que he hecho nunca. Los derechos residuales de autor todavía me mantienen. Puedo vivir de ello. Quiero decir que podría, si viviera como una persona normal. Pero ayuda, digámoslo así”. El actor habla así de El precio del poder, también de De Palma, el remake agitado y virulento de Scarface, el terror del hampa, en el que Pacino encarnó al mafioso Tony Montana. Así lo manifiesta en Sonny Boy (Libros Cúpula), su franco libro de memorias. Ha tardado en escribirlo. Tiene ahora 84 años. Pero sus recuerdos dan mucho juego en todos los sentidos. Él fue una de las primeras estrellas masculinas del Nuevo Hollywood junto a De Niro o Gene Hackman.

Pacino se extiende en El precio del poder, película realizada en 1983 que fue bastante vapuleada en su momento. “Con el tiempo fue aceptada por la generación del hip hop, que conectó con la mitología de Tony Montana y le dio credibilidad. No hay que olvidar que Tony Montana se dirigía hacia el sol como Ícaro, elevándose más y más hasta que explotó”, argumenta el actor. En la fiesta posterior al estreno del filme en Nueva York, del que bastante gente se salió, solo Eddie Murphy le felicitó y le dio un abrazo sincero. Pacino la hizo entre dos temporadas de la obra American Buffalo, que protagonizó en un teatro del off-Broadway. Mayor versatilidad, imposible.

La película que habría querido hacer Pacino

¿Qué película le hubiera gustado interpretar? Sorpresa, pues dice que es Pat Garrett y Billy the kid. “Me ofrecieron el papel de Billy el niño en el filme. Sam Peckinpah es uno de los mejores directores de la historia. ¿Podéis imaginaros hacer una película y actuar con Bob Dylan?” A Pacino le gustó la idea, pero siempre ha tenido la “manía” de corregir cosas del guion con los directores, y Peckinpah era mucho Peckinpah. “Lo vi claro. Pensé, no voy a subirme a ningún caballo. Son demasiado grandes. Estaré en México con Peckinpah, y probablemente moriré envenenado de alcohol porque no tendré manera de evitarlo. Y la rechacé”. Al margen de que el recientemente fallecido Kris Kristofferson estuviera muy bien como Billy el niño, cuesta hoy imaginar a Pacino en el papel. De hecho, no ha hecho ningún wéstern en toda su carrera.

Había realizado una muy buena interpretación de un joven heroinómano en Pánico en Needle Park (1971), con guion de Joan Didion y su esposo, John Gregory Dunne, pero no era suficientemente conocido como para que Paramount le tuviera en cuenta al plantear el reparto de El padrino. Francis Ford Coppola se empeñó en que él fuera el hijo pequeño del clan Corleone, como se empeñó en que Diane Keaton fuera su pareja. Todo son palabras de gratitud hacia Coppola en el libro. “Paramount ya había rechazado todo el elenco de Francis. Había rechazado a Jimmy Caan y Bob Duvall, que ya eran grandes actores establecidos. Rechazaron a Brando, ¡por el amor de Dios! Estaba bastante claro al entrar en el estudio que a mí tampoco me querían”. Pacino relata las pruebas de cámara, bastante farragosas, y el desencanto que se apoderaba de él. “Pero Francis me quería a mí. Me quería a mí y yo lo sabía. Y no hay nada que hacer cuando el director te quiere a ti. Es lo mejor que puede conseguir un actor, en serio”.

Temor a volar

Con la experiencia en El padrino sale a la luz otro aspecto: el temor de Pacino a volar. Fue su agente, Marty Bregman, quien le dijo “vas a subirte a ese maldito avión” de Nueva York a San Francisco para entrevistarse con Coppola. Y el actor recuerda que Bregman le trajo una pinta de whisky para hacerle el vuelo más llevadero porque se dio cuenta de que “no puedo decirle a este tipo [Coppola] que venga a Nueva York, ¿verdad?”.

Habiendo sido capo del crimen organizado o narcotraficante a las órdenes de Coppola y De Palma, le faltaba trabajar con otro de los grandes de esta generación, Martin Scorsese. Lo hizo finalmente en 2019, en El irlandés, pero pudo haber sido antes. Cuando Pacino buscaba un director para Serpico, se encontró en un hotel de Beverly Hills con Scorsese… sin saber que era él. “Hablé con un tipo que era bastante tranquilo como yo, era joven y estaba empezando, pero acababa de hacer una película artística llamada Malas calles. Yo estaba demasiado absorto mirando las mesas de fieltro rojo y verde y el papel pintado con patos y pavos reales para entender que estaba hablando con uno de los mejores cineastas del mundo, Martin Scorsese. Estaba confundido y creo que apenas nos dirigimos la palabra”.

El cine lo encumbró y el teatro lo formó. Recuerdos de cuando compartía piso con Martin Sheen y actuaban en los cafés del Village, lo que él denomina el off-off-off-off Broadway, pasando después el sombrero para obtener unas monedas. “Era nuestro París de 1900, nuestro Berlín de 1920. Un Renacimiento que tenía lugar en nuestra gran ciudad, Nueva York”.

Las memorias son ordenadas, nada caóticas, lo que contrasta con algunas de sus actuaciones y la definición que da de sí mismo: “Al escribir este libro, estoy descubriendo un poco más sobre mí mismo. Estoy empezando a ver una persona que es, en una sola palabra, anárquica”. Asegura que nunca supo qué demonios estaba haciendo, yendo de una cosa a otra. Pero mira al pasado con placer: “Dicen que no puedes mirar atrás. Bueno, yo miro atrás y me encanta. Me encanta lo que veo”.