EPISODIO DE LA CULTURA JUVENIL ESPAÑOLA

Dos libros cuentan la ruta del bakalao como nunca se había contado: inéditos puntos de vista femeninos

El tomo 'La ruta 1987-1990', con un centenar de fotografías 'amateurs' conservadas por Susana Oliva, ofrece una visión pura e íntima del fenómeno valenciano, mientras que la novela 'Aquí baix', de Laia Viñas, lo utiliza como escenario de una historia de amistad juvenil en la que el mundo fiestero convive con el convencional

Una imagen de 'La ruta 1987-1990'.

Una imagen de 'La ruta 1987-1990'. / Archivo Susana Oliva

Ramón Vendrell

Ramón Vendrell

En vida, la ruta del bakalao fue ignorada por la prensa pop y machacada por los medios de comunicación generalistas en cuanto descubrieron su existencia, tarde para más información. Post mortem, el fenómeno valenciano ha sido rescatado como episodio de pleno derecho, y muy singular, de la cultura juvenil española por obras como En èxtasi (Joan M. Oleaque, 2004) y ¡Bacalao! (Luis Costa, 2016). Dos nuevos libros ofrecen visiones inéditas de la también llamada festa. La ruta 1987-1990 (Ojos de Buey-Terranova) lo hace desde la fotografía amateur y Aquí baix (L'Altra), desde la ficción.

La ruta 1987-1990 reúne un centenar de fotografías hechas con la cámara de bolsillo de Susana Oliva en sus fines de semana valencianos del periodo referido en el título. "Siempre la llevaba encima y cuando alguien quería hacer una foto, la cogía -dice Oliva, 56 años-. A veces la recuperaba entre semana, o el fin de semana siguiente. El de la tienda de fotografía del pueblo alucinaba con la cantidad de carretes que revelaba".

Tesoro documental

También alucinaron Alicia Escobio y Maite Muñoz, las dos integrantes del equipo de comisariado e investigación Vista Oral, cuando accedieron a las copias y los negativos que Oliva ha conservado durante más de tres décadas, y bien clasificados. "No nos lo podíamos creer -señalan las editoras-. Ese material nos abrió una visión completamente distinta de lo que habíamos visto hasta entonces. La cámara rula de mano en mano y se van capturando unos a otros de noche y de día. Es otra cosa que tiene que ver con los afectos, con las relaciones personales, con disfrutar, con buscar una identidad, con compartir. Las historias orales existentes se centran en promotores de discotecas, disc-jockeys, grupos... Aquí tenemos la memoria de la gente que salía a divertirse. Una historia muy entrañable y muy personal".

Fotografía del libro 'La ruta 1987-1990'.

Fotografía del libro 'La ruta 1987-1990'. / Archivo Susana Oliva

Los años que Oliva y sus compinches documentaron no fueron los mejores, si bien tampoco los peores, considera la custodia del tesoro fotográfico. De 1984 a 1988 sitúa más o menos la edad de oro. La música era el eje. Si querías oír determinada música, tenías que ir a determinada discoteca, cuenta. "En Barraca, si en otro sitio habían puesto un tema, lo mataban -añade-. No volvían a ponerlo". Del mismo modo, el personal se esforzaba por tener una imagen única. "Yo misma me hacía ropa", indica Oliva, que pasaba la semana "inventando" su look para ir a la citada Barraca, a Chocolate, a Spook. Después vendrían la uniformización tanto musical como estética, la masificación, los horarios kamikazes, el desfase drogota y, claro, el interés de los grandes medios de comunicación, televisiones a la cabeza, que a partir de 1993 reducirían el movimiento a una convención de descerebrados puestos hasta las cejas, de aquí para allá en coche para más inri.

Drogas y coches

Hay drogas en La ruta 1987-1990, sí: 18 rayas (de speed, aclara Oliva) perfectas sobre una superficie reducida, algo digno de un delineante. "Aunque lo mejor era la mescalina, con un poco de eso había amor infinito para rato", puntualiza Oliva. Y hay coches en aparcamientos, también, incluso con un altavoz en el techo. "A mí me gustaba estar en la discoteca bailando al lado de un altavoz -matiza Oliva, y varias fotos certifican sus palabras-. Pero luego, el párking estaba bien porque podías hablar". El párking como rival de la sala fue algo tardío, informa.

Susana Oliva baila en una foto- de 'La ruta 1987-1990'.

Susana Oliva baila en una foto- de 'La ruta 1987-1990'. / ARCHIVO SUSANA OLIVA

No obstante, en el libro hay sobre todo pureza y camaradería (amén de pupilas rojas por el flasazo). "Son fotos que retratan un momento con todos sus errores, y un momento que apenas tiene documentación gráfica, menos desde un punto de vista principalmente femenino", concluyen Escobio y Muñoz.

Remate sobre el automóvil, elemento muy diferenciador de la ruta del bakalao respecto de otras subculturas pop. "Tenías que ir en coche, y así conocías a gente, porque si con quien habías venido se había vuelto al pueblo, pues tenías que irte con otro coche a la siguiente discoteca", expone Oliva. De Almussafes, su pueblo, solían salir en comitiva desde el bar Área 4 con rumbo a una discoteca, pero después podías tener que buscarte la vida para seguir moviéndote. El crimen de Alcàsser (1992) desató la alarma social sobre esas noches rodantes.

Contagio en las Terres de l'Ebre

Laia Viñas no conoció la ruta del bakalao, ni en su esplendor ni en su decadencia: nació en 1997, en Xerta (Baix Ebre). Sin embargo, puede decirse que forma parte de su ADN. "Estamos bastante cerca de Valencia y mucha gente de la generación de mis padres bajaba a hacer la ruta -explica-. Incluso salieron clubs en la zona que intentaban ser una prolongación de la ruta. Llevo escuchando bakalao toda la vida, en casa algún día que lo ponían mis padres y sobre todo en las fiestas de los pueblos, donde siempre suena a última hora. En general, creo que aquí la ruta no fue demonizada y sí vista como algo divertido para la juventud".

Laia Viñas, en Razzmatazz, el pasado septiembre.

Laia Viñas, en Razzmatazz, el pasado septiembre. / FERRAN NADEU

Mundos conectados

Viñas debutó como novelista con Les closques, Premio Documenta 2021, y ahora publica 'Aquí baix' (L'Altra), obra en la que el estilo de vida fiestero adquiere un aire de cotidianidad y se mezcla con el mundo convencional. El grupo de seis amigos y amigas de una población ficticia del delta del Ebre que protagoniza la novela se cruza a la salida de la disco local con las mujeres que han ido a misa, y la relación es cordial pese a que los jóvenes están en una nube química. Si la pandilla va a Valencia, puede jugar al dominó con los abuelos de un bar en un alto entre club y club. "La ruta convivía con la sociedad valenciana en bares de pueblo y de carretera, en cierta manera había una simbiosis -reflexiona la autora-. Cuando fui pubilla de Xerta, salí hasta las siete y a las diez me pasó a recoger la 'cercavila' para ir a misa. La gente lo acepta. Salir de fiesta significa que por la mañana te vas a encontrar en el bar al yayo de un amigo que te va a decir: 'Com has vingut avui!'"

Laia Viñas, en Razzmatazz, el pasado septiembre.

Laia Viñas, en Razzmatazz, el pasado septiembre. / FERRAN NADEU

En la portada de Aquí baix sale una fotografía de los padres de Viñas en el aparcamiento de una discoteca, ya o todavía de día. No han sido la inspiración, remarca la escritora, para ningún personaje de la novela, que de hecho no es una novela sobre la ruta del bakalao. "Las discotecas no tienen nombre ni hay títulos de canciones porque no quería pasarme de lista ante quienes sí vivieron ese momento -expone Viñas-. Es más, solo tienen nombre los seis amigos. Sobre su amistad va la novela. Tienen un sentido de la lealtad, de pertenencia al grupo tan fuerte, que todo lo externo a ellos no les importa demasiado. Están en una etapa previa a la adultez real y su prioridad absoluta es el círculo de amigos". En este sentido, Aquí baix, con una mujer como narradora, rima con "los afectos" de los que hablaban antes las editoras de La ruta 1987-1990.

Un gran lugar

Ninguno de los miembros veinteañeros de ese núcleo hardcore es universitario. La narradora podría haberlo sido. Todos trabajan. En la obra, en el campo, en la tienda familiar... "Pasaba bastante -dice Viñas-. Había cierta facilidad para dejar los estudios y empezar a trabajar y ganar medio buen sueldo".

Escenario de Aquí baix tan importante o más que la ruta del bakalao es el paisaje deltaico, el natural y el humano. "En las Terres de l'Ebre nos hemos sentido históricamente el culo del mundo, y creo que con motivo a nivel de infraestructuras, de recursos que llegan, de decisiones políticas y de oportunidades -enumera Viñas-. Esto ha generado un pesimismo rural. Yo me dedico al periodismo territorial y diría que en los últimos años ese discurso legítimo está cambiando. La gente ha empezado a darse cuenta de que vivimos en un gran lugar".