CINE

Pedro Almodóvar: "Cuando alguien llama a nuestra puerta, lo último que puedes decir es ‘voy a mandarle a la Armada’"

Hablamos con el director manchego de 'La habitación de al lado', su gran obra sobre la empatía y la muerte con la que ganó el León de Oro en Venecia, y que se estrena en cines este viernes

El director Pedro Almodóvar, este miércoles durante la presentación de su película en Madrid.

El director Pedro Almodóvar, este miércoles durante la presentación de su película en Madrid. / Mariscal - EFE

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Madrid

Cuenta Pedro Almodóvar que en la casa del bosque que aparece en La habitación de al lado, su primer largometraje rodado en inglés y que protagonizan Tilda Swinton y Julianne Moore, llegó a sentir una presencia claramente perceptible. "En torno a aquella mesa en la que repasábamos los diálogos nos sentábamos cuatro personajes: el de Tilda, el de Julianne, el mío y la muerte, que estaba acompañándonos. Era el cuarto invitado". Si ese cuarto invitado, al que el director manchego quita cualquier componente sobrenatural, llegó a ocupar ese espacio, es porque su película trata precisamente de eso: del final de la vida, una cosa que a él siempre le ha aterrado, pero a la que no ha dudado en dedicar una obra que ya le ha dado grandes alegrías: el León de Oro en Venecia, alabanzas de gran parte de la crítica mundial y muy buenas perspectivas para la temporada de premios que está por venir.

De tanto como se ha hablado de ella en los últimos meses, el argumento de esta cinta basada en la novela de Sigrid Nunez Cuál es tu tormento ya es más o menos conocido: Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton) son dos amigas que se reencuentran después de muchos años sin verse. Ambas compartieron profesión, la de periodistas, pero la primera se acabó lanzando a una carrera literaria de cierto éxito en el terreno de la autoficción y la segunda recorrió el mundo como reportera de guerra. Cuando se vuelven a ver, lo hacen porque Martha tiene una enfermedad que acabará siendo terminal, y en un momento dado le pide a su amiga que la acompañe en sus últimos días y la ayude a morir. Simplemente estando ahí, cerca de ella, en 'la habitación de al lado'.

"Martha es una reportera de guerra y se ha enfrentado a la muerte. La ha visto muchas veces, pero siempre ha estado acompañada por ese grupo de reporteros que forman una especie de familia móvil, y tampoco quiere estar sola una vez que ha tomado esta decisión", explica Almodóvar. "Yo, igual que le pasa al personaje de Julianne Moore [que al principio no quiere ni hablar de la muerte ni ayudar a la de su amiga], he notado que me iba acostumbrando a esa presencia y la iba naturalizando. Me he habituado a la idea de la muerte de un modo en que antes de hacer la película no lo estaba. Pero eso no significa que la acepte. Todavía creo que soy una persona muy inmadura en ese sentido".

Y eso a pesar de que el director se ha criado en una cultura, la manchega, en la que según dice hay una relación "sanísima y muy rica con la muerte". En pueblos como el que él se crio es normal, cuenta, que las vecinas hablen de aparecidos en los patios, como él hizo 'aparecerse' a Carmen Maura en Volver, o que se pongan lamparillas de aceite en los pasillos de las casas para que los que regresan encuentren su camino. "Lo que pasa es que es una cultura básicamente femenina. Mi madre se la pasó a mis hermanas, pero por mí no ha pasado. No sé por qué, ahora me hubiera venido divinamente", asegura con cierta guasa.

Sexo y empatía

En la película, Ingrid y Martha se reencuentran en Nueva York durante la convalecencia de esta. Más allá de la enfermedad, hablan y hablan para ponerse al día: Martha le cuenta el distanciamiento sufrido con su hija, recuerda viejas aventuras de su profesión de reportera o evocan viejos amores. Cuando se trasladan a la casa del bosque, el lugar donde esperarán al momento final, disfrutan de la comida, se ríen viendo películas de Buster Keaton o lloran con Dublineses (Los muertos) de John Huston, pero siguen hablando mucho. En particular, de sexo. "En mis películas, cuando hay un momento muy dramático o un asesinato o alguien muere, normalmente la secuencia siguiente es alguien follando, porque no hay mejor respuesta a la muerte, es el mejor modo de enfrentarla -dice Almodóvar-. He leído varios libros de reporteras de guerra, incluido el de Maruja Torres, y todas beben y follan mucho. El sexo es un buen escudo para luchar contra la muerte y contra lo peor de esta vida."

La habitación de al lado es un melodrama de altura en la mejor tradición de Almodóvar. Toda la cinta tiene una intensidad emocional notable, aunque el director dice haberse esforzado buscando la contención, huyendo del sentimentalismo y de "lo ñoño". A pesar de todo, confiesa que en tres momentos del rodaje, los tres coincidiendo con escenas en las que aparece la nieve, que tiene una simbología especial en la historia, se tuvo que ir a llorar fuera del set. "En esto también tiene que ver que las actrices están incluso mejor de lo que yo esperaba, sublimes las dos. Esta es la película -y espero que no se moleste nadie de los actores con los que he trabajado, porque he trabajado con los mejores también de aquí- en la que menos tomas he hecho", dice sobre el trabajo de sus intérpretes. Un desempeño realmente excepcional, más manierista pero preciso en el caso de Swinton, eficazmente austero en el de Moore, que ya las ha situado a ambas en la carrera hacia el Oscar.

Tilda Swinton (Martha) y Julianne Moore (Ingrid) en 'La habitacion de al lado'.

Tilda Swinton (Martha) y Julianne Moore (Ingrid) en 'La habitacion de al lado'. / Cedida

Es esta una película sobre la amistad -en particular, la femenina- y los cuidados, sobre la eutanasia, sobre el derecho a vivir y a morir dignamente. Pero el tema que la define, como apunta su director, es la empatía. El ser capaz de ponerse en la piel del otro y de acompañarle cuando las cosas se ponen difíciles, como en esa antesala de la muerte. A lo largo de su metraje, el personaje de Julianne Moore evoluciona: en un principio no quiere saber nada de ese momento, pero poco a poco se va dando cuenta de la importancia del acompañamiento en una situación como esa. Hasta tal punto que le tocará enfrentarse a un sistema, el estadounidense, donde la eutanasia es ilegal y el simple conocimiento de que el muerto quería acabar con su propia vida puede llevar a alguien a la cárcel. Ahí es cuando la película, como ha dicho Almodóvar en alguna ocasión, deja de ser solo un melodrama y adquiere un cierto cariz político. Con un monólogo del personaje al que encarna John Turturro, amigo y antiguo amante de las dos protagonistas, que quizá sea el más explícito que hemos visto en una de sus películas.

"Acompañar es probablemente lo mejor que podemos hacer por otras personas. La empatía y la solidaridad, ayudar a la gente que lo necesita. Yo recuerdo que de niño, en la Mancha, era habitual que personas pobres pasaran cada cierto tiempo por la calle y llamaran a la puerta. Mi madre siempre les daba lo que tenía: pan o lo que fuera. Esa es la educación que yo recibí", recuerda el cineasta. "Cuando alguien llama a nuestra puerta, como nos están llamando, lo último que puedes decir es ‘voy a mandarle a la Armada’ -defiende-. Y creer que la persona que llama a tu puerta es tu enemigo, contra el que te tienes que luchar". Por eso, porque esta película va de comprender, de ayudar y de acompañar, dice el director que esta cinta es "lo opuesto a los mensajes de odio" que últimamente circulan con especial animosidad por nuestra esfera pública.

Un cineasta que se moja

Ese precisamente es el tipo de pronunciamiento que desde ciertos sectores sociales y medios de comunicación reprochan a Almodóvar, y que utilizan como munición para atacarle, a menudo con saña. Él es un personaje público que dice lo que piensa, aunque también se protege. "A los haters no los leo", dice tajante. Las críticas arrecian cuando consigue éxitos, como después de la reciente victoria en Venecia. Aunque también ha recibido mucho cariño. Asegura que nunca le habían llegado tantas flores a su oficina y a su casa. Y que hace unas semanas en San Sebastián, cuando presentó su película en el festival, la ovación fue descomunal. "Yo estaba como en una nube, porque esas manifestaciones de entusiasmo y de calor las vemos siempre en acontecimientos deportivos, o en un festival con un grupo de música, pero nunca relacionadas con una película".  

Pero reconoce que está un poco cansado de que en sus entrevistas en España se busque con tanto empeño el titular jugoso. "Es cierto que yo hablo. Pero veo que cuando lo hago fuera se me escucha con mayor naturalidad y con menor ansia de titular que aquí", y bromea con que no se le pregunte por ciertos audios "porque tengo una opinión y me gustaría no compartirla con los periodistas" [risas]. Recuerda también cuando, hace años, en un festival de Cannes se le ocurrió cachondearse, cuando le comparaban con Fassbinder, con que los dos tenían en común que "tiramos a ser obesos y nos gusta la cocaína". Aquello acabó en la portada de un periódico. "Ahí me dije a mí mismo: estas cosas te las puedes evitar". Más allá de las bromas, al director le parece que "el alboroto que hay en la vida política española es absolutamente inaguantable para los ciudadanos, y no creo que ninguno nos lo merezcamos".  

Pedro Almodóvar con el León de Oro conseguido en el Festival de Venecia el pasado mes de septiembre.

Pedro Almodóvar con el León de Oro conseguido en el Festival de Venecia el pasado mes de septiembre. / Ettore Ferrari - EFE

Este largometraje de Almodóvar, el número 23 de su filmografía, cumple una expectativa que lleva años sobrevolando al director: la de que rodase una película en inglés. Antes había probado con dos cortos, La voz humana (2020), protagonizado tamién por Tilda Swinton, y Extraña forma de vida (2022), con Pedro Pascal y Ethan Hawke. Pero se esperaba su puesta de largo, nunca mejor dicho, en esa lengua y en una industria, la de Hollywood, que parece el sueño de tantos. No era el suyo. "Yo sabía que en algún momento rodaría en inglés, pero no sabía cuándo", explica. "Lo que sí sabía es que sería según mi propio modo de producir o de rodar. Y que no sería de acuerdo con el sistema de Hollywood". Lo explica diciendo que allí el director no es quien decide, que "tienes que estar escuchando a los agentes de cada uno de los actores, al estudio, a un montón de gente que lo único que hacen es complicarte la vida. Y las películas deben tener un criterio. Todo lo que interfiera en ese criterio es malo para los actores, para la película, para el guión… Yo empecé y sigo haciendo cine de un modo artesanal con El Deseo [su compañía de producción], y Hollywood es lo opuesto a eso".

¿Y todas esas estrellas de la industria estadounidense que se mueren por trabajar con él? Pedro Almodóvar relativiza. "Es halagador cuando te lo dicen o cuando lo lees, pero lo que me preocupa cuando estoy escribiendo algo es si dispongo del actor adecuado para hacerlo. Así que si no hay un papel para todas esas estrellas que dicen que quieren trabajar conmigo, no sirve de nada". Después, acaba poniendo en duda la propia naturaleza de esos cumplidos: "Yo creo que no todos son ciertos. No todos estarían dispuestos a hacer lo que tendrían que hacer en cada película".

La de Sigrid Nunez no ha sido la primera vez que el director intenta hacerse con los derechos de un libro anglosajón para rodar su versión en cine. Recuerda que hace ya muchos lo hizo con Las horas de Michael Cunningham, por ejemplo. "Nada más leerla pedí los derechos. Pero ya los tenía alguien". Lo que le ha guiado siempre ha sido que le gustaran las historias, pero sobre todo, también, que la producción en cuestión fuera abarcable por El Deseo "para rodarla como rodamos nosotros. Y en esta película se habla en inglés, hemos tenido que viajar a Nueva York y hemos trabajado tres semanas allí, pero está rodada como otra película de El Deseo".

Ya se ha mencionado aquí Dublineses (Los muertos), la película de John Huston basada en el libro de James Joyce. Texto y film aparecen varias veces a lo largo de la película con un importante simbolismo, pero la figura del gran director y actor estadounidense parece haberse convertido en un fantasma que ronda al manchego. A lo largo de la charla evoca varias veces una imagen del cineasta ya mayor, dirigiendo aquella película desde una silla de ruedas, enganchado a un gotero y con el oxígeno puesto. ¿Se ve él así, trabajando hasta el final, cuando quizá ya hasta fallen o se repitan las ideas? "Mi pasión por el cine es tal que estaría dispuesto a seguir rodando, pero probablemente las películas serían malas. Lo que haría entonces es que no las mostraría, pero las seguiría rodando". A pesar de eso, asegura que no le importa lo que se piense de él en el futuro. "Afortunadamente, mis películas me sobrevivirán, porque las películas sobreviven a sus autores. Pero nunca pienso en la posteridad en absoluto. Eso forma parte también de mi no aceptación de la muerte: que la posteridad para mí es una cosa gris en la que no hay matices, y no tengo ni idea de qué va eso".