ENTREVISTA
Pedro G. Romero, Premio Nacional de Artes Plásticas: "Hay un hilo que alimenta el flamenco que es más catalán que otra cosa"
El artista y comisario trabaja en una película dedicada al origen catalán del arte 'jondo' mientras prepara una obra junto a Luz Arcas, Premio Nacional de Danza
"El flamenco es mucho más complejo de lo que la gente se piensa. Se habla de que es un arte popular, pero nunca ha sido para la cultura de masas"

Pedro G. Romero, Premio Nacional de Artes Plásticas 2024, en Madrid, donde ha estado presentando su nueva película 'De caballos y guitarras' en el Museo Reina Sofía y el ciclo 'Flamenco, películas y cintas de vídeo. El cine de Pedro G. Romero' en la Cineteca de Madrid. / Alba Vigaray

Recién reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas por su "trayectoria consolidada cuya obra artística, intelectual y material, abarca múltiples campos de sentido y formatos aparentemente opuestos", el nombre de Pedro G. Romero lleva varias décadas vinculado con la creación flamenca, tanto a través de "aparatos artísticos" de espectáculos de danza, performance y música, como a través de exposiciones de las que ha sido comisario y otros trabajos.
Tras recibir la noticia del premio, que le pilló en Sevilla, Pedro G. Romero pasaba unos días en Madrid con motivo de la semana dedicada a sus películas en la Cineteca y la presentación en el Museo Reina Sofía de la más reciente terminada, De caballos y guitarras. En estos días, en plena Bienal de Flamenco de Sevilla, atiende en una larga conversación a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. En ella, no sólo demuestra que es un gran conversador, sino también que le apasiona la materia de su trabajo, que le hacen tener en la actualidad muchos proyectos en desarrollo simultáneo en ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla y Ormaiztegi (Gipúzcoa).
Pregunta: Viene a Madrid, entre otras cosas, a presentar en el Museo Reina Sofía y la Cineteca su película más reciente, De caballos y guitarras, una cinta que parte de la profanación de las iglesias convertidas en establos durante el Sacco de Roma de 1527 que deriva en un concierto de guitarra para caballos. ¿Cómo ha sido la respuesta?
El público estaba entusiasmado. Yo la empecé a hacer cuando estaba montando Nueve Sevillas [la cinta codirigida junto a Gonzalo García Pelayo]. Todavía no sabía si iba a ser una película, pero estaba tan entusiasmado con la experiencia, que pensé que aquella documentación que estaba preparando para hacer una performance en la Academia Española en Roma debería ir más allá. Entonces estaba trabajando en otra cosa con Isaki Lacuesta, así que le lie para que se viniera a filmar el concierto, que era con María Marín, Alfredo Lagos y Pepe Habichuela. Y en realidad con todo esto yo quería aprovecharlo para contar el flamenco en el cine. Yo me ha dado al proyecto de hacer películas para hablar del flamenco, para contar qué entiendo yo por flamenco por medio del cine, que de pronto es una vía estupenda. Tenía una necesidad un poquito más reflexiva de expresar qué significa para mí el flamenco. Esta es una película muy densa, que acaba en el puro concierto, pero es verdad que todo lo que aparece en la cinta tiene un sentido, que no tiene por qué entenderse, pero lo tiene.
P: Hay otro proyecto cinematográfico pendiente de estrenar, Lo que va por debajo, que tiene que ver con el origen del flamenco en Barcelona, ¿eso cómo va?
Pues en la Cineteca se ha estrenado un segundo tráiler de esta película. Una cosa importante es que yo no me meto en las cosas después de hacer una investigación muy profunda. Yo me meto por puro olfato, y esto me ha pasado con lo de Nou Barris. A mí lo que me sorprende es que nadie haya sacado estas cosas antes. Quiero decir, yo me pongo a buscar un poco sobre Pedrell [Felipe Pedrell, músico, musicólogo y compositor de mitad del XIX] y descubro que estuvo en Sevilla todo el rato. Pedrell, además de ser el padre de la música nacional catalana, resulta que se inventó la música nacional andaluza. Era súper amigo de Silverio Franconetti [cantaor de la segunda mitad del XIX considerado uno de los más influyentes y creador del café cantante, los primeros espacios escénicos para representar flamenco] y resulta que sigo buscando y encuentro que transcribió ocho cantes de Silverio para voz y piano después de fallecer el cantaor. Que más allá de la fidelidad de la transcripción, son ocho cantes de Silverio, que nos permiten saber cómo eran, porque no hay registro de sus cantes. Y resulta que tiene una petenera que no tiene nada que ver con lo que hoy llamamos petenera, tiene más que ver con un jarabe mexicano antiguo. Por otro lado, tiene toda la lógica, porque tiene que ver con las músicas de aquel momento.
Luego hay un capítulo dedicado a cómo, desde el Padre Soler, que era catalán, hasta Albéniz, Tárrega, Granados, Mompou, etc, ese hilo que alimenta el flamenco, resulta que era más catalán que otra cosa. La idea también con esta película es eliminar ese mito de que el flamenco llega a Cataluña de la mano de la inmigración andaluza, que es verdad también, por supuesto, pero eso lo que hace es revivir una tradición que ya estaba en Cataluña. Hay una parte en la peli, por ejemplo, que recorre cómo todas las flamencas de Manet, desde Lola Valencia, que su nombre estaba, hasta Grau, o Bosch, el guitarrista que retrata, todos eran catalanes. Todos eran parte de la compañía que abría la temporada del Liceu con los bailes del país. Luego cada uno se inventa lo que quiere. Cuando te pones a ver en la bibliografía que hay sobre los autores de sardana, que es una cosa tan moderna como el flamenco, compruebas que estos autores a la vez que hacían sardanas hacían jaleos, hacían fandangos, hacían seguidillas boleras... No es sólo el ombliguismo andaluz, es que el nacionalismo de cualquier sitio nos está vendiendo gato por liebre.

Pedro G. Romero, Premio Nacional de Artes Plásticas 2024, en Madrid. / Alba Vigaray
P: ¿Cuál es el lugar de Andalucía entonces en la historia del flamenco?
Por supuesto que Cádiz y Sevilla fueron fundamentales para la creación del flamenco, pero no porque allí seamos unos genios, sino porque tenían la mayoría de ocio que había en España en las clases populares. Eran los lugares, por ser los puertos y no estar sometidos al trabajo agrícola, donde las clases populares tenían dinero y se lo querían gastar en el ocio que les gustaba a ellos. Y eso es lo que descubre Silverio Franconetti cuando vuelve de América y crea el concepto de café cantante. Silverio piensa: hay una gente que está dispuesta a defender un gusto propio, que no es lo que nos están imponiendo desde la Corte, no son las cosas francesas o italianas y a la vez tampoco es el folklore del campo. Y esto es lo que crea la maquinaria de desarrollo del flamenco, más allá de las genealogías, que yo realmente cada día las pongo más en cuestión.
La Bienal de Sevilla de este año es una ensaladilla, pero hecha con palitos de cangrejo y cosas de los bazares chinos. No hay criterio ni para los viejos, ni para los nuevos, todo da la sensación de improvisado. Hay quien la está llamando 'la Bienal de los catetos'"
P: Todo esto lo dice usted cuando aún no ha acabado la Bienal de Flamenco de Sevilla [la entrevista tiene lugar unos días antes del sábado 5 de octubre, noche de clausura del festival]. ¿Qué le está pareciendo la Bienal del 'Olé de nuevo'?
Pues mira, el tipo de ensaladilla de este año es muy decepcionante, porque esperábamos que fuera una vuelta al orden o algo de tipo reaccionario, pero serio, porque todos los que están detrás de la dirección un poco se llenan la boca con eso. Desde luego es una ensaladilla, pero hecha con palitos de cangrejo y cosas de los bazares chinos. Al final tienen que programar los artistas que hay, pero como no hay criterio ni para los viejos, ni para los nuevos, todo da la sensación de improvisado. Hay quien la está llamando la Bienal de los catetos. Pero hay también un empeño en decir que la gente está aplaudiendo antes de que termine el espectáculo, todo son grandes espectáculos mediáticos. Dicen que están todas las entradas vendidas y en todo lo que yo he ido había huecos. Yo esperaba una visión que se supone que dicen algunos que hay y que los otros de las bienales últimas están traicionando, y al final si te pones a mirar el cartel, son los mismos que en esas otras bienales. Si te fijas, en el cartel de la Bienal pasada estaban Manuela Carrasco, Yerbabuena y María Moreno y las tres han actuado en esta Bienal y, por cierto, el cartel de este año, que es de Barceló, es bastante peor. De todas formas, en el flamenco el foco de la creación no está ya en la Bienal, es mucho más interesante prestar atención a lo que ocurre en La Aceitera [el centro de creación que ha montado la bailaora Rocío Molina en una antigua aceitera entre los olivares de Bollullos de la Mitación, Sevilla, donde recibe artistas en residencia y presenta proyectos en proceso] o en el festival Desvarío que se organiza en Nou Barris, en Barcelona.
En el flamenco ya el foco de la creación no está en la Bienal, es mucho más interesante prestar atención a lo que ocurre en La Aceitera o en el festival Desvarío que se organiza en Nou Barris, en Barcelona"
P: En Sevilla tiene ahora una exposición en la galería Alarcón Criado titulada Lo que el flamenco nos enseña. En el marco de esta muestra se presentó el otro día un trabajo que ha hecho con Luz Arcas, Premio Nacional de Danza 2024, que forma parte de un proyecto más amplio, La mesa que baila, que se hará completa en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid en diciembre. ¿De qué trata?
Pues hay, por un lado, una serie de performances, por otro, unas esculturas y, además, unos vídeos que he hecho con estos cuatro artistas que son Luz Arcas, Leonor Leal, Úrsula López y el Choro Molina. En realidad surgió por una casualidad, a partir de una charla que di aquí en Madrid el año pasado que se llamaba La mesa que baila y ese día me fui a Sevilla por la tarde y el Choro hacía una cosa -que le había invitado Rocío Molina- a partir de unos textos míos. Hicieron una cosa salvaje, gamberra y maravillosa en la que, entre otras cosas, hacían bailar una mesa. Así que decidí que teníamos que hacer algo con esto. Es una reflexión sobre el papel que le da a la mercancía en El capital. Marx dice que las mesas cuando entran en el mercado toman vida propia y bailan y en realidad se está refiriendo también en parte a nuestro propio trabajo. En realidad ha sido todo bastante mágico, porque Luz Arcas me ha propuesto también entrar en un proyecto que está trabajando sobre los espiritas y hay una mesa espirita que está aquí de alguna manera.
P: Usted comenzó en las artes plásticas como pintor. ¿Cómo llegó al flamenco?
A mí me han empujado siempre. Yo con 17 años me fui a vivir a Arahal [Sevilla]. Yo era punky, me decían Pedro el punky, aunque no vestía canónico, y allí conocí a José Manuel Gamboa [flamencólogo, periodista, escritor y productor musical], que venía de Madrid, de la Movida, y veía que yo del todo loco no estaba. Y entonces, por medio de Gamboa y después de José Luis Ortiz Nuevo [fundador de la Bienal de Flamenco de Sevilla, escritor e investigador], de una forma bastante natural, se convirtieron en mis maestros en muchas cosas y ellos me fueron empujando. Después, mi cuñada Pepa Gamboa [directora de escena] se empeñó en que yo me juntase con Israel Galván [en 1998] y después Israel se empeñó en que siguiéramos trabajando juntos y ya llegó un momento en que dije: "Bueno, esto me lo tengo que tomar en serio". Pero yo siempre entraba y salía, fue a la altura más o menos de Arena (2004), espectáculo de Israel Galván, cuando ya me di cuenta de que esto iba en serio. Pero a la vez, yo en mis intereses como artista en el campo de lo sensible, digamos, aprendí mucho de los flamencos, de una forma de hacer, estar y de producir que por más mainstream que pudieran parecer en un momento dado no era burguesa, ni académica, ni elitista. Aunque a la vez, decir que el flamenco no es elitista es una cosa compleja. Yo recuerdo con Gamboa que me llevo una vez a escuchar un aficionado a Osuna que solo escuchaba a Fernando Terremoto cantando por seguiriya y lo que tenía eran un montón de cintas grabadas en directo, de sonido pésimo, pero era lo único que escuchaba. Y a mí esa radicalidad, que en el mundo del arte se contempla todo el rato, me parecía interesante.
A mí me hace gracia cuando se asocia el flamenco con la derecha, cuando el flamenco sigue siendo la alianza de los gitanos con la aristocracia"
P: ¿Y qué es para usted el flamenco?
El flamenco es mucho más complejo de lo que la gente se piensa. Se habla de que es un arte popular, pero nunca ha sido para la cultura de masas. El flamenco para mí ha sido todo el rato un campo de aprendizaje. Mi entendimiento es que el flamenco es un campo estético. Creo que el reduccionismo de los investigadores a la cultura musical y dancística hace perder muchas perspectivas, el flamenco es una construcción estética o artística que va mucho más allá. Por citarte un ejemplo, ahora estoy en una invitación en el Museo Zumalakarregi, en Ormaiztegi (Gipúzcoa) dedicado al Carlismo, que claro, yo les dije: "bueno, yo voy a trabajar sobre lo que trabajo yo" y me dijeron: "pues eso aquí va a ser complicado". Pero la cantidad de material que he encontrado allí que deshace tópicos es alucinante. Está trufada la resistencia al liberalismo de conexiones, que el Carlismo hace desde lo reaccionario y el flamenco desde el lúmpen. A mí me hace gracia cuando se asocia el flamenco con la derecha, cuando el flamenco sigue siendo la alianza de los gitanos con la aristocracia. A mí ahora mismo me interesa mucho mirar desde ahí; las gafas que yo me pongo ahora, que ya estoy mayor y que necesito gafas pues miro con las gafas del flamenco porque me abren el prisma.
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