ENTREVISTA

Jimena Canales, autora de ‘La ciencia y sus demonios’: “La ciencia es como una novela gótica y la realidad supera a la ficción”

Hablamos con la profesora mexicana de la Universidad de Harvard, que publica un libro que desvela la curiosa e imaginativa forma en la que los científicos llevan planteando su trabajo desde hace siglos

Renée Descartes, un científico célebre por sus demonios.

Renée Descartes, un científico célebre por sus demonios. / ARCHIVO

Quien más y quien menos tiene su propia retahíla de demonios personales más o menos terribles, marrulleros e irónicos. Nuestros demonios nos atormentan, nos angustian, pero muchas veces también nos impulsan y, en el caso de que consigamos derrotarlos, nos hacen más fuertes y mejores, aunque no hayamos, ni de lejos, resuelto todos nuestros problemas.

De una forma muy parecida, sorprendentemente para la mayoría, pero quizá no tanto para los científicos, han funcionado algunos procesos de la investigación científica a lo largo de la historia. Desde hace siglos, multitud de investigadores se han referido a las cosas que estaban investigando como sus “demonios”.

Personajes tan decisivos para la ciencia como Descartes, Laplace, Maxwell o Charles Darwin hablaban de sus demonios cuando se referían a las proposiciones hipotéticas que intentaban demostrar o describir y que, con el tiempo, se convirtieron en conceptos como la entropía, la evolución de las especies, la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica.

Quizá el más célebre de todos esos demonios, que sobrevuela la cultura y el saber desde entonces, es el demonio de Descartes. En su trabajo filosófico, el empeño más grande del genio francés era encontrar una base sólida y absolutamente segura para el conocimiento. Para ello, ideó el concepto de la duda metódica que consiste en dudar de todo lo que pudiera ser cuestionado en busca de una verdad indudable sobre la cual construir todo su sistema de conocimiento.

Para llevar su duda al extremo, Descartes imaginó la posibilidad de un "demonio" o “genio” maligno. Un ser poderoso y retorcido que se dedicara a engañarlo en todo momento. Este demonio tendría el poder de crear una ilusión completa de la realidad, haciendo que todo lo que Descartes percibiera y pensara fuera falso.

Este ente inauguró una tradición que continúa hasta hoy y que la historiadora de la ciencia de la Universidad de Harvard, Jimena Canales, ha recogido en su libro La ciencia y sus demonios, editado en 2020 en inglés, pero que acaba de ser publicado en nuestro idioma por la editorial Arpa.

P. No le voy a mentir, el concepto del demonio de la ciencia del que trata su libro resulta algo escurridizo para los no iniciados en estas cuestiones. ¿Cómo lo explicaría de forma sencilla?

R. Cuesta mucho entenderlo, estoy de acuerdo. La visión tradicional que tenemos de la ciencia es que esta nos ayuda a descartar lo que no existe, los mitos, las supersticiones, pero esto no es exactamente así. Cuando los científicos se lanzan a descubrir cosas nuevas o crean tecnologías nos vuelven a enfrentar con ellas a lo desconocido. Lo más sorprendente para mí es que en el lenguaje técnico, científico, realmente se utiliza la palabra “demonio” para denominar esos abismos creados por el propio conocimiento. Lo que planteo en el libro es que la ciencia es también un territorio de exploración hacia lo desconocido, donde la imaginación y la búsqueda de los demonios es, hoy en día, todavía más intensa de lo que fue en la Edad Media.

P. Estos demonios son como una especie de “némesis” de los científicos, su rival, su contrario.

R. Claro, parte de esta tradición es que a cada demonio se le bautiza con el apellido del científico que primero pensó en la posibilidad del mismo. Y el nombre se usaba como un placeholder, como un concepto provisional, de algo desconocido: el demonio de Maxwell, el demonio de Laplace, el demonio de Descartes... Todos ellos guían la investigación de los científicos que, por el camino, van creando nuevos demonios y convirtiéndolos en nuevas tecnologías o conocimientos, trayéndolos, en cierta forma, a la realidad.

Jimena Canales, profesora mexicana de historia de la ciencia en la Universidad de Harvard.

Jimena Canales, profesora mexicana de historia de la ciencia en la Universidad de Harvard. / Cedida

P. Pero eso tampoco tiene que implicar su desaparición, ¿no? Muchos de estos demonios antiguos se han ido transformando y siguen estando entre nosotros.

R. Sí, es increíble pensar que un demonio del siglo XVII, el de Descartes, sigue siendo muy importante para la ciencia y la filosofía actuales. Estos demonios siguen vivos, se transforman y la propuesta más osada del libro es decir que necesitamos una nueva demonología para la edad de la razón. Y sí, estos demonios son imaginarios, pero no por serlo no son importantes. Al contrario, son lo que motivan el desarrollo de nuevas tecnologías, para tratar de volverlos realidad. La computadora a través de la que estamos hablando fue desarrollada a partir de algunos de los demonios de los que hablo en el libro: el demonio de Descartes, que te pone una realidad virtual delante de tus ojos, el demonio de Laplace que es una gran calculadora, el demonio de Maxwell que opera dentro de los circuitos electrónicos mandando electrones de un lado al otro… Como historiadora de la ciencia tengo el privilegio de poder mirar atrás y ver que la búsqueda de esos demonios fue lo que motivó el desarrollo de diferentes tecnologías como los ordenadores o Internet, que son tan importantes en nuestras vidas.

P. También asocia estos demonios a la serpiente de Adán y Eva en el sentido de que nos impulsan a lanzarnos a lo desconocido, pero una vez que hemos llegado al otro lado, nos podemos llegar a arrepentir. Esto pasó, por ejemplo, tras el descubrimiento de la bomba atómica, y parece estar ocurriendo ahora con la inteligencia artificial.

R. Sí. Lo que planteo en el libro es que la ciencia trae cosas buenas y cosas malas al mundo. Creo que es una de las razones por las cuales debemos de cambiar el enfoque de la ciencia hacia la búsqueda. La ciencia no es un proceso cerrado que nos lleva del punto A al B, sino un proceso abierto que nos lleva hacia lo desconocido, para bien y para mal. Si conseguimos entender bien ese proceso podremos entender también a dónde nos está llevando el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

P. En general, defiende que en la ciencia actual no se presta toda la atención que se debería a su propia historia.

R. Nada. Muy, muy poco. Hay cientos de miles de científicos trabajando y somos muy pocos historiadores de la ciencia. Hay mucha gente haciendo ciencia, pero muy poca gente pensando sobre ella. Es un desequilibrio muy grave.

P. ¿Por qué cree que ocurre esto? Es por un tema académico, económico…

R. Creo que todo lo bueno que nos ha traído la ciencia y la tecnología nos ha cegado de alguna forma y no nos ha permitido ver y pensar con un poco de distancia sobre el conocimiento en sí. Para mí hay dos cosas: está el conocimiento y luego el conocimiento sobre el conocimiento. Y esto segundo es una forma de saber más rica, una forma de racionalidad más acotada a nuestra realidad como seres humanos. Espero que durante este tercer milenio haya un cambio de paradigma hacia no simplemente encandilarnos con el saber, sino empezar a reflexionar sobre él y sobre todo sobre el conocimiento científico.

P. ¿Es eso a lo que se refiere cuando habla de “crear una demonología moderna”?

R. Consistiría en echar un vistazo a lo que está pasando en los laboratorios del mundo. No a la ciencia hecha, sino a la ciencia que se está haciendo y ver qué se está buscando y por qué. Qué motiva a los investigadores a desarrollar ciertos experimentos, a buscar ciertas tecnologías, los demonios actuales. Mi libro es una especie de catálogo sobre los arquetipos que han motivado lo que se realiza en esos laboratorios. En él cuento la historia de manera cronológica pero esa serie de demonios nos puede llevar de la mano a entender todo el proceso tecnológico de los últimos siglos.

P. Este libro se publicó en inglés hace unos años. Hasta ahora, ¿qué impacto ha tenido en la comunidad científica?

R. Muchos científicos me han dicho que realmente describe su forma de trabajar y cómo gestionan los temas que les preocupan. Ha sorprendido mucho más a la gente que no sabe de ciencia, porque su contenido va muy en contra de cómo suele entenderse la investigación. La ciencia para descartar hipótesis, para eliminar supersticiones y no una ciencia abierta donde se crean nuevas cosas, donde lo no existente se vuelve realidad. Por otra parte, ha tenido muy buenas reseñas. Estoy muy orgullosa de las que salieron en revistas científicas como Science y Nature, pero también de las de The New Yorker o The Washington Post, que lee un público más general. Una de las reseñas dice que el libro se lee como una novela gótica y sí, así es la ciencia, es como una novela gótica y la realidad supera a la ficción. 

'La ciencia y sus demonios'

Jimena Canales

Traducido por Àlex Guardia

Arpa

480 páginas | 24 euros

TEMAS