EL CUADERNO DE... (10)
En la guarida de Marilia Monzón: “El camino hacia nuestros orígenes es precioso”
De salitre, alisios y leña ha alumbrado 'Prenderé una velita', una oda a las mujeres que, al igual que ella, recuperan el pasado para entender el presente: forma parte de una nueva ola de artistas dedicados a reavivar el folclore de su tierra
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Alba Vigaray / PI Studio
Siempre que Marilia Monzón canta, un particular olor a mar queda impregnado en la ropa. Es sutil, especialmente suave. Te acompaña sigiloso para apoderarse de tus sentidos en el instante menos esperado. Cuando sucede, la nostalgia del migrante y la latido del valiente se unen para recuperar el único pasado capaz de cristalizar la mirada: aquel minuto que, sólo con este aroma, puede remover años de historia. Su voz es el vehículo para adentrarse poco a poco en él. “El Atlántico es mi punto de referencia. Cada vez que regreso a casa, voy a visitarlo. Me siento frente a él y, gracias al eco de las olas, logro despejarme”, dice. Una bonita forma de honrar a aquello que tanto ha inspirado su primer elepé.
De salitre, alisios y leña ha alumbrado Prenderé una velita, una oda a las mujeres que, al igual que ella, hablan en pretérito para entender el hoy. Como parte de una nueva hornada de artistas que recuperan el folclore, esta joven de Gáldar ha levantado un refugio frente al ruido que impera en la industria. Hay tantos recuerdos depositados en estas canciones que, por momentos, parece desplegarse un álbum de fotos en el que cualquiera podría verse reflejado. Aparecen sus padres, sus abuelos, sus amigas… mientras, de fondo, como si de un salmo se tratase, su garganta relata con marcado acento canario el amor que les une. “Me he dedicado a cuidarme, escucharme y respetarme, lo que me ha empujado a sacar lo que llevo dentro”, sostiene.

'Tranquilo, mi corazón' es el último sencillo que Marilia ha extraído de 'Prenderé una velita'. / ALBA VIGARAY
EL PERIÓDICO DE ESPAÑA entra en el cuarto donde la autora ha abierto el pecho de par en par. En Estudio Silencio ha sacado lustre a un cosmos que, aunque personal, se antoja universal. Rodeada de guitarras, teclados y baterías, ha ido desgranando las memorias que, a lo largo de estas 23 primaveras, han quedado tatuadas en su piel: un ejercicio que, desde su debut en 2018, viene repitiendo a conciencia. Su primera incursión fue Algarabía, un tema que sentó las bases de un sonido que ya ha encontrado el equilibro perfecto: su pop atlántico de pulpa volcánica jamás hubiese sido posible sin la bendición de sus ancestros. “Este disco es el homenaje más hermoso que he podido hacer a quienes me protegen. Mi manera de no olvidarme de ellos”.
P. ¿De ellos les vino la pasión por la música?
R. Mi madre es aficionada a los boleros, pero creo que mi vena artística es innata. De pequeña, cuando no estaba cantando, lloraba. Un indicativo que les llevó a apuntarme a la escuela en la que, más tarde, hice mis pinitos con el piano.
P. Nació en un pueblito del norte de Gran Canaria. ¿Qué le ha aportado?
R. La sonoridad. El timple, que es un instrumento típico, destaca en estas canciones. Nuestro folclore corre por mi venas: desde Los Gofiones y Los Sabandeños hasta Valeria Castro o Eva Ruiz. Es un privilegio tener compañeras tan talentosas por aquí. Por su parte, las referencias latinoamericanas proceden de mis antepasados. Mi abuela tiene primos en Venezuela, por ejemplo. Y algo de mí se quedó anclado al otro lado del charco. De ahí que haya querido aunar ambas raíces.
P. ¿Alguna vez ha dudado de las decisiones que se ha visto obligado a tomar?
R. Sí, aunque no suelo ser demasiado insegura. Por ello, es importante rodearte de personas que fijen tus ideas. En mi caso, paré y me dediqué a crear desde el silencio. Y justo ahí fue donde localicé a gente que quería sentarse a mi lado. Esta introspección ha sido terapéutica. Me ha permitido convertir mi interior en arte.
Una madurez propia
El golpe sobre la mesa lo dio una vez arrancada la carrera, cuando sintió la necesidad de reabrir viejas heridas y sellarlas con vinagre. Escoció, sí. Pero la cura fue más rápida. Trazando rutas fue el primer apósito: “Cuenta el accidente de tráfico que sufrí hace unos años. Al escribirla, descubrí brechas que habían cerrado en falso. Afrontarlas me ayudó a pasar página. Tengo que reconocer que aún me sigo emocionando al tocarla. Hablar de uno mismo es uno de los retos más difíciles a los que me enfrento. Cada canción es una carta fidedigna de lo que soy”. De la Marilia más cálida a la Marilia más intrépida, pues ahondar en la llaga requiere, sobre todo, tener clara la identidad.

Cuaderno en el que Marilia suele anotar ideas que, con el tiempo, se transforman en canciones. / ALBA VIGARAY
El día que puso rumbo a Madrid se prometió cuidarla para que su música, por muchos kilómetros que hubiese, no perdiese su esencia isleña. Un propósito que consolidó en La realidad, un tríptico de letras reposadas y melodías maduras que terminó de ubicarla en el mercado. “Me suelen echar más edad por mi modo de hablar, pensar y actuar. Algo que también ha quedado patente en mis composiciones. Hay tantas aristas en ellas que, así pasen décadas, permanecerán vivas”, puntualiza mientras se recoloca un mechón del pelo. No le gusta que nada se interponga entre ella y el mundo. No sólo porque así lo vea con más claridad, sino también porque le gusta entregarse desprovista de cualquier coraza.
P. ¿Para qué sirven las cicatrices?
R. Para no olvidarme de quién soy y de dónde vengo. Superarme es la estrella que me guía.
P. “Qué natural” o “Qué elegante” suelen ser las reacciones de quienes la escuchan. Pero, precisamente, para que suene así hay que hilar fino.
R. Por supuesto, la sencillez hay que trabajarla. Lucho por la naturalidad por encima de todo. Hay una dulzura genuina que hemos puesto en contraste con una oscuridad buscada.
P. ¿Ha tenido que defender a capa y espada sus principios en un sector, en ocasiones, demasiado voraz con proyectos que, como el suyo, se alejan del estruendo y la prisa?
R. Al inicio, más. Era muy joven y aún no tenía claro qué quería ofrecer. He tenido la suerte de formar un equipo que me ha entendido desde el minuto cero. Valoro muchísimo el respeto y la paciencia que han tenido conmigo.
Reivindicar la tierra
Fruto de esta pesquisa es Prenderé una velita, un elepé que ilumina el presente con buena dosis de pasado. Con el poso de una plegaria, reivindica la tradición desde el prisma de alguien que no ha abandonado sus cimientos. “Soy canaria y reivindicaré mi tierra allá donde vaya. En la actualidad, estamos viviendo una reinvención de lo nuestro. El camino hacia nuestros orígenes es precioso. Pasan tantas cosas a nuestro alrededor que hacerlo nos permite apreciar lo que tenemos. Para mí, ha sido enriquecedor”. En esta colección de sentimientos revive corazonadas, expone pensamientos y disecciona conversaciones para que, en el futuro, cualquiera pueda hallar en ella el abrazo menos pensado.

En Estudio Silencio, Marilia grabó las últimas voces de 'Prenderé una velita'. / ALBA VIGARAY
“Recojo mensajes cotidianos que permiten reunir perfiles distintos entre sí. Vernos reflejados en otros nos ayuda a relativizar nuestros problemas y, además, a darnos cuenta de que todos tenemos nuestro valor”, explica. Así lo subraya en Bailo conmigo misma: para querer a los demás, antes hay que quererse a uno. De lo contrario, corremos el riesgo de quedarnos rezagados en un segundo plano. Y, entonces, alcanzar dicho efecto resultaría casi imposible. “Es la que mejor me define. Una especie de ritual en el que soltar y llorar. No hay nada más sanador que bailar”, asegura la cantante, que decidió cerrar el álbum con ella por la eclosión catártica que genera.
P. ¿Lo que se cocina a fuego lento se disfruta a fuego lento?
R. Si bien yo me he tomado el tiempo necesario para componer, el público debe darse el suyo para escuchar, entender y adoptar. Estas canciones han emergido de lo más profundo de mi ser y, ahora, tienen que encontrar los sitios donde seguir evolucionando. No tengo prisa, quiero disfrutar.
P. Identificar al productor adecuado no tuvo que ser fácil.
R. Primero, me crucé con Juan Ibáñez, que acabó siendo mi representante. Entendió rápidamente hacia dónde quería dirigirme. Y, después, conocí a Juanma Latorre, guitarrista de Vetusta Morla. Nos bastó un café para darnos cuenta de que iban a pasar cosas lindas.
P. ¿Se ha acercado más a su familia a lo largo de este proceso?
R. Sí. En especial, a mi abuelo Paquito. Él me ha apoyado siempre y, durante la grabación, recordé los momentos en los que me hacía de presentador. Esa imagen sigue conmigo. En Lo que guardo, por otro lado, menciono a mi abuela. Ella me dio consejos que nunca dejaré de poner en práctica.
Un puño al pecho
A la niña que lleva dentro dedica Pequeñito, una nana que nació para celebrar la vida con su sobrino. Sin embargo, tras interpretarla, se dio cuenta de que hablaba de ella en realidad. “Vuelvo mucho a mi infancia para ser consciente de los pasos que he dado. Quiero tenerme presente”. Asimismo, dedica versos a quienes pusieron su alma al límite en busca de nuevas oportunidades: Tranquilo, mi corazón toma la empatía como motor de avance. “El archipiélago es un lugar de acogida. De hecho, aprendí muchísimo de un grupo de personas que llegó a la isla en mitad de la noche. Este tema es un abrazo para ellas”. Un puño al pecho por quienes, sin pretenderlo, dejaron su huella en ella.

Valeria Castro, Mon Laferte y Natalia Lauforcade son algunas de las mujeres que han inspirado a Marilia. / ALBA VIGARAY
La tarea de llevarlas al pentagrama ha requerido temple. Las palabras apropiadas tardan en llegar, de ahí que las haya dejado reposar una y otra vez para cerciorarse de que no había otras mejores para expresar lo que sentía. Sólo hay un caso en el que la emoción salió del tirón: “Una chispa surgió con Prenderé una velita. Me pilló en casa, cogí la guitarra y, en media hora, la tenía lista. Fue mágico”. Cuando las aborda en directo, ese bagaje emerge y las vuelve aún más singulares si cabe. Marilia posee un léxico propio, una luz tenue y un rosario diverso. Es un atardecer en calma. La fuerza contenida de un océano que, aunque rabioso a veces, tiene el potente don de hipnotizar.
P. ¿Por qué prendería hoy una velita?
R. Por estas canciones, para que encuentren nuevos lugares donde crecer. También por mi familia y la gente que no me ha soltado la mano. Y por mí, claro.
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