LIBROS
Renato Cisneros, novelista peruano: “No es que Perú se jodiera de un momento a otro, nació ya jodido”
El escritor, afincado en Madrid, se adentra en la tragedia de la Guerra Civil en el mismo lugar en el que vive, la calle Ferraz, escenario en las últimas semanas de consignas de aquella época que se creían olvidadas

El escritor peruano radicado en Madrid Renato Cisneros. / David Castro

El personaje de esta novela, El mundo que vimos arder (Alfaguara), de Renato Cisneros, es peruano como el autor y, como el autor, vive en Madrid, con excursiones a su país; como Cisneros, además, parece haber vivido en la calle Ferraz, precisamente donde en los últimos dos meses un amplio grupo de jóvenes, veteranos, muchos de ellos religiosos, se han reunido a rezar por el bien de España o para proferir cantos del antiguo régimen fascista que ganó la guerra española. De ese modo deploran la acción de Gobierno del presidente Pedro Sánchez, cuyo partido ya se sabe que está residenciado en esa vía de una sola dirección.
La coincidencia no sería tan llamativa si no fuera porque, en la novela, escrita hace dos años al menos, un anciano superviviente de aquella contienda le cuenta al protagonista lo que precisamente ocurría en Ferraz cuando se cernía sobre esta calle la metralla de la guerra. Ese escalofrío de coincidencias forma parte de la entrevista que le hicimos a Renato Cisneros (1976) sobre su libro y sobre ese azar impresionante.
Por ejemplo, hay en El mundo que vimos arder un impresionante y largo episodio en el que un joven peruano insiste en incorporarse a la guerra mundial y da la vuelta al mundo para unirse a los bombardeos de aquella guerra horrible… como todas las guerras. Las coincidencias de lo que ardía en otros tiempos y lo que arde ahora, entre otros asuntos, forma parte de esta conversación que matuvimos en la redacción de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.
P. ¿Por qué dejó su país?
R. Mi novia de aquel momento, mi mujer ahora, es médico, tenía amigos en España, sacó acá una plaza. Sin esa palanca sentimental me hubiera quedado allá, en una comodidad que termina fagocitándote. Y yo quería salir de allí.
P. Su libro está lleno de viajes de ida y vuelta, de Madrid a Lima y viceversa. ¿Qué fue para usted el descubrimiento de esta ciudad?
R. Estuve como turista, en 2015, comprobé lo que todo romántico latinoamericano; la comparación siempre beneficia a Madrid, porque aquí, además, me podía mover sin riesgo, sin la sensación de peligro que se vive en Lima, donde además el transporte público es endiablado. Aquí es muy bueno, y además en Madrid la paz es visible mientras que en Lima se normalizó la violencia.
En términos políticos aquí hay cada vez más manifestaciones como las que hemos visto en Perú hace diez años; claro que no va a ocurrir lo que pasó allí, pero aquí está visible la radicalización, la estigmatización…"
P. Pues ya sabe que este país fue muy violento.
R. Obvio… En algunas cosas se parece a las sociedades que hace siglos colonizó España. En términos políticos aquí hay cada vez más manifestaciones como las que hemos visto en Perú hace diez años; claro que no va a ocurrir lo que pasó allí, pero aquí está visible la radicalización, la estigmatización… La cordialidad que vi en 2015, por ejemplo, aquí se ha ido perdiendo, y eso me ha sorprendido. La armonía ha desaparecido y se observa algo que quizá ya había, un caldo violento que está esperando a hacerse presente otra vez.
P. Su personaje se encuentra en Ferraz con un anciano que vivió aquellos episodios de guerra del pasado. Su libro se publica cuando algo parecido, sin aquel dolor, obviamente, está sucediendo precisamente en esa calle… ¿Cómo ha ido viviendo usted esta coincidencia?
R. Cuando escribía la novela me parecía anacrónica toda referencia a la guerra. La empecé a escribir en 2020, todavía Rusia no había invadido Ucrania, todavía Israel no había decidido el exterminio de Gaza, y en España aún no se producía la eclosión política que hemos atestiguado en los últimos meses. Así que cuando elegí Ferraz como escenario de aquella convivencia de personajes fue a partir de un libro que se titula Madrid bombardeado, donde están muy bien documentadas las incidencias habidas en esa calle en diciembre de 1936, cuando esa zona era punto clave para los bombardeos italianos y alemanes sobre Madrid. Ahora es de una tremenda ironía que estas reclamaciones, críticas, insultos y agresiones contra el local del PSOE se produzcan en el mismo lugar. Pienso, claro, que es una coincidencia, y siento además que la literatura tiene estas cosas, estas casualidades…

Renato Cisneros, el día de la entrevista. / David Castro
P. Su libro también va sobre la guerra mundial, ahí suceden hechos muy relevantes para su novela…
R. Yo no quería que fuera un libro más sobre la guerra mundial. Y mira lo que está pasando: refugios antiaéreos en Gaza, exterminio, madres escribiendo en la piel de sus hijos los nombres propios para que sean identificados en caso de muerte… Muchas cosas que ocurrían en la Alemania de 1943 están ocurriendo ahora en Oriente Medio. Y sí, me ha sorprendido, sobre todo para mal. Crecemos con la impresión de que las guerras son hitos muy espaciados en la historia de los pueblos, pero una revisión de los inicios de la civilización nos demuestran todo lo contrario. Jorge Luis Borges dice en un libro suyo: “No hay nada en el mundo que no sea germen de un incendio posible”. Tiene razón: siempre se va a encontrar la justificación para iniciar un conflicto o para propiciar una invasión, para generar un ataque. La justificación termina siendo lo de menos: la excusa tarde o temprano va a aparecer.
P. Ese verso de Borges se parece a su título, El mundo que vimos arder…
R. Pero cuando yo le puse el título únicamente pensaba en este personaje peruano que termina lanzando bombas sobre Europa en 1943, que es central también en la novela. Él ve arder el mundo desde su avión. No me imaginé que el título iba a adquirir estos otros significados mucho más actuales, porque efectivamente está esa atrocidad que ocurre en Gaza y existe esa coincidencia española que tú has subrayado. También podría unirse a todo ello lo que sucede en el propio Perú y en otros tantos países. Estamos siendo testigos de un mundo que está claramente cambiando. Se han venido derribando paradigmas que hasta hace poco nos parecían indiscutibles, como Constitución, Democracia o Libertad de Expresión. Ahora esos términos son materia de lecturas antojadizas. Creo que estamos en el cambio de una era hacia otra. Todo empezó en el cambio de siglo y ahora es cuando se vislumbra mejor, y más problemático.
Me sorprende que en España no haya desde las instituciones oficiales un esfuerzo por construir algo que podamos llamar Memoria Histórica"
P. Usted llegó a Madrid, se sintió feliz, ¿esos gritos en Ferraz son síntoma de otro mundo?
R. Me sigue pareciendo placentero Madrid… Pero algunas cosas me llaman la atención. Que se haya diluido la valoración de la Memoria Histórica, que hasta en mi país se respeta, siendo una nación a medio hacer en tantos sentidos. Me parece sorprendente que en España no haya una institución análoga a esa, que la memoria esté tan dispersa, que se explique en la literatura pero que no haya desde las instituciones oficiales un esfuerzo por construir algo que podamos llamar Memoria Histórica.
P. En Alemania vuelve a haber nazis como los que usted evoca en su novela, manifestándose en las calles, ya se ve lo que pasa en Ucrania o en Oriente Medio. ¿Y Sendero se acabó del todo en Perú?
R. Nació producto de una serie de desigualdades que no han desaparecido… Sigue habiendo mucha desigualdad, no ha disminuido el bolsón de pobreza, está muy atrás aquella primavera económica de los años veinte del siglo XX... Yo diría que Perú es un país que nació jodido, aquella pregunta de Zavalita, en Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa, es una pregunta con trampa: no es que Perú se jodiera de un momento a otro, nació ya jodido. Es un país jodido, con muchas cosas jodidas, pero ya ves que hay presidentes que han sido encarcelados, y ya veremos qué sucede con la anunciada excarcelación de Fujimori… De modo que con todos los traspiés y con todas las sombras debo reconocer que mi país ha sido capaz de encarcelar a gente como esta capaz de cometer crímenes o delitos de corrupción.