Críticas de cine de la semana: 'La llegada', ‘One Hundred Flowers’, ‘Asteroid City’, 'Flash', ‘El fantástico caso del Golem’...

Cuando aterrizan en Nueva York procedentes de España, la pareja protagonista de Upon Entry no imaginan que poco después, sin salir de ese aeropuerto, la vida les habrá cambiado para siempre. Y los 74 minutos de metraje que los directores Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez usan para detallar esa premisa son un ejercicio impecable de incremento sostenido de la tensión dramática. Imposible apartar la vista de la pantalla siquiera un segundo.

“Acompáñenme, por favor”, les dice alguien a su llegada. Se les dirige a una sala de espera, y luego se les adentra más y más en las entrañas del edificio. El hombre y la mujer, interpretados por Alberto Ammann y Bruna Cusi, no entienden nada. Son entrevistados por separado, y preguntados por asuntos como sus motivos para mudarse a Estados Unidos o la frecuencia con la que tienen sexo; sus interrogadores usan métodos cada vez más rotundos para enfrentarlos entre sí y manipularlos.... y vamos descubriendo que las circunstancias de la pareja son más complejas de lo que inicialmente habíamos dado por hecho.

Mientras los contempla, la película funciona con eficacia extraordinaria a modo de claustrofóbico thriller, pero también como rotunda condena del sistema de inmigración estadounidense y reflexión francamente aterradora tanto sobre la facilidad con la que aquellas personas en posiciones de autoridad se permiten abusos de poder como sobre los secretos que anidan incluso en aquellas personas de quienes creemos saberlo todo. - Nando Salvà

Una de las cosas recurrentes en el cine de Wes Anderson es la idea de la representación, en muchos casos formulada a modo de matrioska: el mundo ideal, encapsulado en el mundo real. De ahí la tienda de campaña en el salón (Los Tenenbaums), el espectáculo infantil en Moonrise Kingdon (2012) y el pez en la copa de Steve Zissou (Life Aquatic). En Asteroid City, va más allá y convierte esa idea de la representación en el corazón del relato. 

De una forma sofisticada y brillantísima, su película alterna dos planos. Por un lado, la retransmisión televisiva (en blanco y negro) del proceso de preparación y escritura de una obra de teatro. Por otro, en color, la representación de la obra en sí. O, mejor dicho, la puesta en escena, en una ciudad del desierto, de las ideas y las emociones que fluyen y chocan en la preparación de una obra y tienen tanto que ver con el texto como con la fragilidad de las partes implicadas (del autor del libreto a los actores que la interpretarán). 

En una oda hermosa a la ficción y a quienes la hacen, el cineasta convierte ese conflicto de egos, inseguridades y fogonazos de ingenio en un tapiz insólito de personajes y relaciones humanas (y no sólo humanas) ambientado en la ciudad de Asteroid City. Y allí hace su magia. En ese lugar está todo lo bueno de Anderson en un estadio más maduro, con ideas renovadas: una puesta en escena prodigiosa, un amor insólito en estos tiempos por la planificación rigurosa, el color y el detalle, un sentido del humor exquisito, una defensa del momento musical y la capacidad de seguir generando escenas e imágenes para el recuerdo. - Desirée de Fez