CRÍTICA DE ARTE
Mucho texto malo: Picasso, en La Casa Encendida
La muestra, enmarcada en los fastos del cincuentenario del fallecimiento del pintor malagueño, reúne 50 obras retituladas y comentadas por 50 artistas contemporáneos

Una visitante contempla las obras de Picasso expuestas en La Casa Encendida, con los carteles que las retitulan a sus espaldas. /
Por cinco euritos de nada puede ver a Picasso en La Casa Encendida. Dos novedades (el artista y la taquilla) al precio de una. La exposición, enmarcada en los fastos del cincuentenario del fallecimiento del pintor malagueño, reúne 50 obras (producidas durante la última década de su vida) retituladas y comentadas por 50 artistas contemporáneos. Vivan los números redondos.
La muestra recibe al visitante con un neón fucsia encima de un espejo. Picasso: sin título. En la cartela de entrada, la comisaria Eva Franch i Gilabert escribe: "Renombrar es un acto de amor. Renombrar es también un acto político". Primera noticia. Sigue: "Titular nunca es fácil; titular una obra de Picasso es una tarea imposible que 50 artistas han aceptado para construir esta exposición…". Entré en la primera sala, dispuesto a admirar un esfuerzo titánico: emparejar un cuadro con un sintagma nominal. Don Pablo, nos dicen, no se molestó en poner nombre a muchas de sus obras, y la faena quedó en manos de amigos e intermediarios. Esta anécdota (en realidad, los títulos de las obras de arte cambian con mucha facilidad) ha servido como detonante de la propuesta curatorial.

El neón que recibe a los visitantes de la exposición./
Entramos. En una pared, esparcidas, las cartelitas originales (la información que aparece en los catálogos). La sala está tenuemente iluminada. De un lado hay picassos; del otro, lo que parecen sus siluetas metálicas. Nos acercamos: escritos, esos nuevos títulos que nos han prometido. Escoltándolas, unas cartelas con mucho texto.
Suena confuso porque lo es. Pongamos un ejemplo. Un curioso se topa con un redondel. Encima tiene escrito: "La otra cara de la moneda". En un cartón pluma, en letras blancas sobre fondo negro, Alejandro Cesarco (artista uruguayo), dice: "Los espejos tienen algo de monstruoso". Fusilando a Borges, buen comienzo. "Pezones por ojos y un nabo por nariz. La firma y sus abusos. Como escondiéndose detrás de una máscara. Un plato decorado con/por una cara. Una cara abierta, algo asustada, servil. Un sol". Etcétera, etcétera. El espectador se gira, atónito, intentando descubrir cuál de las obras de la pared opuesta es la víctima de esta prosa. Como haya dos platos juntos, estamos jodidos. ¿Será óleo o témpera? Suerte con la expedición al tabique restante. Ni se te ocurra leer los cartelitos por pares, que te lías.
El diálogo se ha esfumado: solo queda la confusión. En el centro, han colocado unos asientos enormes, poligonales, desde los que uno puede contemplar a los aturdidos visitantes. En las dos primeras salas, el intrépido espectador hace esfuerzos para digerir la complejidad de la propuesta comisarial. En las dos últimas, el personal solo mira los cuadros.

Algunas de las obras de la última etapa de Picasso expuestas en La Casa Encendida.
/De Esther Ferrer a Isabel Coixet
La nota de prensa nos informa de que han seleccionado a los artistas mediante un "mapeo de la creación actual". La lista es, como poco variopinta. Esther Ferrer, ORLAN, Omsk Social Club, Asunción Molinos Gordo, Janina Tschäpe o Isabel Coixet; suma y sigue. Aunque me esfuerzo, no entiendo el criterio: el mapeo y la creación son conceptos sumamente versátiles. Cabe, incluso, el Niño de Elche, perejil de todas las salsas y único artista cuyo debut lo patrocinase el Reina Sofía. Los parrafitos de la cincuentena creadora y mapeada son, igualmente, disímiles.

Los textos que retitulan las obras del artista.
/Albert Serra, que cambia Tête d’homme (1972) por Cabeza de hombre con rasgos de mujer y perro y sombrero ligero con alguna reminiscencia de catite, dice: "Lo más bonito de Picasso en todos sus cuadros, en especial en la última época, es siempre la carga sexual directa, cruda o sensual, siempre algo confusa". Antoni Muntadas, que deja el rótulo tal como estaba, nos avisa: "Las razones de un título son innumerables, desde lo anecdótico, lo racional, lo funcional, lo intrigante… aspectos que pueden ayudar a entender la obra". Admirable aportación. Leonor Serrano Rivas le ha pasado el encargo al ChatGPT, hay varios poemas en verso libre, algunas historietas que harían las delicias de un psicoanalista, reproches al homenajeado e innumerables afirmaciones rotundas (sumamente cuestionables).
Un enjambre de entrecomillados
¡Los cuadros! En sus años finales, Picasso no paró de trabajar. Hizo un poco de todo (cartones, cerámica, lienzo, papeles) y, sobre todo, hizo muchísimo. La selección de obras expuestas refleja esa variedad de soportes, y nos permite entrever la liberadora ligereza de esta última etapa (hay cuadros despachados de un brochazo y otros donde el trazo se vuelve obsesivo; lugares donde sobra pintura y otros donde falta). La comisaria los ha dispuesto a distintas alturas y los ha iluminado ajustando el foco a sus contornos. El resultado es teatral, contribuyendo a la impresión de que más que en una exposición estamos en una escenografía.
Al final de la cuarta sala, el espectador se topa con un enjambre de entrecomillados de distintos agentes culturales. Leyendo el catálogo nos enteramos de que son respuestas a un cuestionario enviado por la comisaria. "Lo que algunos llaman lo transpersonal o la desautoría es la posibilidad de asumir la pérdida de control y de autoría por un anhelo grupal, por una utopía". Ahora me queda todo más claro, gracias.
Con Picasso: sin título, La Casa Encendida se apunta al tren conmemorativo y mercadotécnico esquivando completamente los problemas que la efeméride del "genio", "español" y "viril" pueda traer consigo. Picasso fue un artista extraordinario. También, el beneficiario de una hagiografía indulgente y pintoresca. Lástima que hayan decidido escurrir el bulto.