CINE

Rocío Mesa: coplas, fantasía y LSD en una Granada psicodélica

Afincada en Los Angeles desde hace más de una década, la directora andaluza estrena en cines 'Secaderos', su primer largo de ficción

La cineasta Rocío Mesa.

La cineasta Rocío Mesa. / ARCHIVO

Afincada en Los Angeles desde hace más de una década, la directora granadina Rocío Mesa (también productora y programadora) estrena en cines Secaderos (2022), su primer largo de ficción. Ambientado en un pueblecito rural de la Vega de Granada, se presenta como un drama rural para abrirse con osadía hacia terrenos tan variados como el cine experimental, la fantasía y la psicodelia. En Secaderos se habla de la vida en los pueblos, de la crisis de la agricultura tradicional y del papel de las mujeres en ese contexto. Pero también hay espacio para la fantasía y las criaturas sobrenaturales como recursos para explorar la realidad cuando la lógica no alcanza.

P. De la experiencia, de su formación como cineasta experimental, de su relación con el documental… ¿De dónde parte Secaderos?

R. De mi memoria emocional. Es una herramienta para mí y un resorte para el espectador. Cuando trabajas desde ahí, descubres cosas que te sorprenden y haces que el espectador descubra cosas que le sorprendan. La escena en la que Vera, la niña, empieza a tocar los objetos de casa de sus abuelos es un momento mío de memoria emocional, muy táctil. Hace referencia a mis objetos preferidos de niña, pero, al mismo tiempo, lleva al espectador al recuerdo de los suyos.

P. Es curiosa la conexión de su película con El agua (2022) y Alcarràs (2022), propuestas que se conciben en paralelo a la suya. ¿A qué atribuye esas coincidencias?

R. El Zeitgeist. Aun así, quizá tenga que ver con que muchas directoras, de edades similares, hayamos vivido la transición al mundo digital. Podría ser que, al conocer el mundo de antes, hayamos sentido de alguna manera la necesidad de reconectar con nuestras raíces.

P. Aun así, se aleja usted del cine más realista al incorporar un elemento fantástico e incluso experimental. ¿A qué se debe esa fuga psicodélica?

R. A dos razones. Una, mi experiencia como cineasta experimental, fundamentalmente en analógico. Tengo un pequeño taller en casa, he tenido grandes escuelas como el festival (S8) y, en Los Angeles, aunque no he conectado con la industria de Hollywood, tengo mucha conexión con la comunidad de cineastas experimentales. Formar parte de ese mundo psicodélico y lisérgico me abrió las puertas a incluir en la película toda esa experiencia, esa formación y esa práctica experimental.

P. El resultado es una combinación de costumbrismo, fantasía y psicodelia.

R. Sí. Es porque yo crezco en el contexto de la película, muy folclórico, costumbrista, católico, tradicional. Pero luego mi vida ha sido una decisión consciente y constante de alejarme hacia lo más opuesto, que es la psicodelia. Hasta el punto que acabar viviendo en California. La película es una mezcla de mi yo coplera y de esa yo de la contracultura americana.

P. En Secaderos, el detonante de la psicodelia es el consumo de LSD.

R. Sí. La otra razón de la fuga psicodélica de la película es que yo he consumido LSD al formar parte de esa generación del 60s revival californiano. He descubierto ese misticismo, ese abrir las puertas de la percepción, la meditación y esta droga del amor que te invita a la fantasía desde un lugar totalmente reconciliador y sanador. Todas las drogas psicodélicas son medicina, para la mayoría de las culturas nativas son herramientas medicinales, y yo quería que esta película fuera un viaje psicodélico, medicinal y reconciliador.

P. ¿Con qué necesitaba reconciliarse?

R. A muchas mujeres de mi generación se nos ha quedado una especie de herida por haber salido del pueblo. La culpa por abandonar a tu familia, la sensación de haber huido, de haberte avergonzado de unos orígenes que al mismo tiempo amas. Yo quería hacer algo que me reconciliara, y eso tenía mucho que ver con cómo se usan las drogas psicodélicas, la ayahuasca, el San Pedro, el LSD, para hacer tus caminos sanadores. La criatura mágica que parece en Secaderos es un espejo de esas heridas y una invitación a la sanación.

Una escena de 'Secaderos'.

Una escena de 'Secaderos'. / ARCHIVO

P. Muchas directoras de su generación abren esa misma puerta a la fantasía, la magia, la brujería o la leyenda en propuestas ancladas a lo real: Elena López Riera, Alice Diop, Mati Diop, Léa Mysius… ¿Por qué esa coincidencia?

R. Porque a veces la realidad se nos queda corta y hay que recurrir a la magia.

P. Y al baile. ¿Por qué hay tantas escenas de reguetón en el cine actual? ¿Es una forma de recuperar los cuerpos para el cine?

R. Cuando creces en un pueblo no hay absolutamente nada que hacer. Antes de que existiera el reguetón ya hacíamos eso con otra música porque nos aburríamos. En los 80 y los 90, cuando esta nueva ola del feminismo no había llegado, lo más salvaje que podías hacer era ponerte un crop top e irte a un parking a bailar. En los pueblos el cuerpo está muy presente porque sólo hay cuerpo, tierra y rumores. Y también mucho catolicismo. Y el reguetón ha venido a dinamitarlo. Si esta música está tan presente en el cine que nosotras hacemos es porque es una manera de activar esa liberalización de la mujer ante lo católico.

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