ENTREVISTA

Borja Hermoso: “Una pregunta no debe incluir desfachatez e invasión del otro”

El escritor y periodista publica ''La conversación infinita', una recopilación de las entrevistas que ha realizado a lo largo de su carrera

Borja Hermoso, en un instante de la entrevista.

Borja Hermoso, en un instante de la entrevista. / JOSÉ LUIS ROCA

Juan Cruz

Juan Cruz

Así comenzó nuestro entrevistado, Borja Hermoso (San Sebastián, 1963), la entrevista que en agosto de 2012 le hizo al recién fallecido escritor Antonio Gala: “Ni la asquerosa locura del cáncer con su arsenal de desgracias –dolor, miedo, tristeza y de ahí en adelante—ha conseguido diluir el verbo y el gesto feroces de este señor lenguaraz sin freno, culto a rabiar, un punto soberbio por momentos, cariñoso de verdad aunque a su manera, siempre con la sensibilidad desbordando el borde del vaso…”.

En persona, en su trabajo, Borja, que acaba de publicar esa y muchas otras entrevistas que ha venido haciendo para su diario, El País, es serio, introspectivo, como si tuviera en la garganta del recuerdo miles de preguntas para sí mismo, además de las que hace cuando se enfrenta a personajes como el propio Gala o, entre otros que están en el libro que las recopila (Siruela, 2023), Javier Marías, Juan Marsé, Fernando Arrabal, George Steiner, Nuccio Ordine, Clara Janés, Fernando Savater o Irene Vallejo.

Las suyas son preguntas rápidas, que requieren respuestas igualmente prontas, y de ese mismo modo nosotros quisimos que nos hablara de su propia manera de enfrentarse a las preguntas que tiene dentro o a aquellas que han acompañado a su vida de entrevistador de otros. Empecemos, pues, por la primera pregunta de su vida.

P. ¿Recuerda la primera vez que hizo una pregunta?

R. La verdad es que no. Pero… me acuerdo de un día, en una tienda de gorras, que con cinco años le pregunté a mi madre por qué era tan pesada buscando la mejor de todas... Eso no se me olvida.

P. ¿Y qué le respondió ella?

R. Me dijo algo así como que, por encima de todo, quería que estuviera guapo. Pero es curioso: esa pregunta no se me olvida.

P. ¿Qué debe incluir una pregunta?

R. Sinceridad, curiosidad… Pero es que para mí lo más importante es lo que no debe incluir: desfachatez e invasión del otro.

Borja Hermoso acaba de publicar 'La conversación infinita. Encuentros con la escritura y el pensamiento'.

Borja Hermoso acaba de publicar 'La conversación infinita. Encuentros con la escritura y el pensamiento'. / JOSÉ LUIS ROCA

P. ¿Cuáles son los límites?

R. El sentido común. Eso te dicta lo que no hay que hacer. Pero, claro, tu quieres obtener un titular y debes esforzarte. Con pudor, eso sí.

P. ¿Se calla las preguntas que usted mismo no aceptaría?

R. Es que no pienso en eso. Lo que sí hago es ponerme constantemente en el lugar del otro. Creo que eso es una herramienta muy útil. Eso me sirvió mucho, por ejemplo, en la entrevista con Clara Janés.

P. ¿Qué le pasó con ella?

R. Yo estaba tenso porque se trataba de ella. Pero es que… yo siempre voy tenso a las entrevistas. Estoy tenso hasta que hago la primera pregunta. Yo había leído mucho sobre Clara Janés y llegué a su casa y la vi muy enclaustrada, todavía con mascarilla, cuando ya no era común usarla, y me dio la sensación de estar invadiendo su espacio.

P. ¿Las respuestas de alguno de sus entrevistados le han cambiado las preguntas que llevaba?

R. Sí. Y a mí eso me parece horrible. Porque hablas con gente que ya lleva mucho camino recorrido y tienes que salirte del guion ante algo importantísimo que te cuentan, pero vas a tientas, como improvisando. Te pones nervioso, pero… esto es así. Te aterras, pero esto es así.

P. ¿Qué cosas que ocurren hoy en el periodismo le parecen más difíciles de aceptar?

R. El ruido. El ruido que a veces tiene sonido y a veces no. Ese jaleo… a veces nos gusta a los periodistas, pero no hay que quedarse siempre en él.

P. Ha ido a entrevistar a mucha gente. ¿Cómo ha sentido que lo han visto ellos a usted? ¿Cómo ven los sabios a un periodista?

R. Es que cada uno es de su padre y de su madre. Son muy distintos. Son gente con ideas poderosas y capaces de expresarlas de forma poderosa. A mí me encantaría pensar que no me recibían como un periodista, aunque evidentemente me recibían como a un periodista. Lo digo porque me gustaría que cada uno hubiera pensado que recibían a una persona para conversar y no tanto para responder una batería de preguntas.

P. ¿Cuándo ha conseguido eso?

R. Varias veces. Cuando fui a ver Steiner, a Inma Puig, a Savater… Con Habermas, que fue muy importante a este respecto.

P. ¿Y qué pasó con Jürgen Habermas?

R. Lo contrario. Habermas era un personaje complicado. Me pidió un cuestionario previo y se lo envié, me contestó algunas preguntas y yo le dije: es que se trata de que yo vaya a verle. Me dijo que sí y fui. Pero… como que no fue una conversación sincera y fluida como otras. Él quería hablar sólo de unas cosas y yo de otras y fue difícil sacarlo de ahí. Y, además, de pronto empezó a hacerme varias preguntas a mí. Llegó el momento en que los papeles se habían invertido y era él quien preguntaba. Pero se veía realmente interesado en saber, eh. Me preguntó, sobre todo, por Cataluña y el independentismo.

P. ¿En qué momento un entrevistador nota que las preguntas están funcionando?

R. Durante la entrevista, en ningún caso. Cuando apagas la grabadora y te tomas algo con el entrevistado y continúas la conversación de forma más distendida, sí. Ahí entrevistador y entrevistado sueltan la tensión acumulada. Luego transcribes la entrevista y ahí te das cuenta de si la cosa funcionó o no.

P. ¿Cuál ha sido el personaje más difícil de aquellos con los se ha encontrado?

R. Antonio Gala… tal vez. Lo entrevisté en el bar Pimpi, de Málaga, con 38 grados de temperatura, con toda la gente ahí como pollos salidos del horno y él impoluto, con su chaqueta y su fular y un rostro impenetrable. Eso… acojona, eh. También fue muy difícil el arranque de la entrevista con Pascal Bruckner. Me lo encontré con una actitud de: "Mira, chaval, nada de lo que me vayas a preguntar va a ser interesante". Pero… al final fue todo lo contrario.

P. ¿Qué opina de cuando un redactor entrega una entrevista, el jefe la mira y al final le dice: “Se te escapó vivo”?

R. Es una expresión que vale. Puede ser cruel, pero… vale. Porque hay gente que se te escapa viva. Porque no has tenido la pericia necesaria o por que no has tenido el día. A mi muchos se me han escapado vivos: Rafael Chirbes, Milan Kundera, que no están en este libro y por lo tanto se me escaparon vivos. Y de los que están… no tengo esa sensación. Están aquí porque pienso que he cumplido la misión.

P. ¿Por qué alguien “se te escapa vivo”?

R. Porque no has sabido entrar al santuario del personaje o porque a lo mejor él no tenía el día y no le interesó abrirse.

P. ¿Qué debe hacer un periodista cuando lo que escucha le hiere?

R. Lo ideal es hacer como que no te afecta. Pero… es que antes de ser entrevistador eres persona. Y, mira, creo que eso ayuda mucho en una entrevista.

P. ¿Cuál son sus límites en una entrevista?

R. Los códigos de buena conducta y educación que te han enseñado. Hay cosas que no se pueden hacer, esto es así.

P. Cuénteme sobre sus experiencias de entrevista a Juan Marsé y a Javier Marías.

R. Javier Marías me resultó alguien muy en el tono de las columnas que escribía: cabreado, cascarrabias, lúcido, pesado… Y eso me gustó mucho. Muy educado, muy frío… Y Marsé: todo lo contrario. Era un socarrón encantador. Me cayó genial. Me pareció un señor digno de su obra. Siendo así y hablando así… se reflejaba tal cual es.

P. ¿Y Fernando Arrabal?

R. Delirio total. Yo le tengo mucho cariño. Pienso que tiene una obra importante que en este país no se le toma en cuenta. Tal vez porque aquí no le perdonan la borrachera en el programa de Sánchez Dragó. Pero tiene grandes libros, obras de teatro, un gran conocimiento de ajedrez…

P. ¿Ha sentido miedo ante algún entrevistado?

R. Sí. Cuando entrevisté a Irene Vallejo.

P. ¿Por qué? Es encantadora.

R. Porque me contó cosas que no estaban previstas. Sentí miedo cuando me contaba cosas sobre su hijo y… yo las relacioné con mis hijos y me entró miedo de publicar algo que a ella le pareciera muy íntimo.

P. ¿Qué tal con Roberto Saviano, sometido a una pena de muerte de la mafia napolitana?

R. Saviano era un perrillo abandonado. Y eso que iba con cuatro guardaespaldas. Tenía una mirada negra. Es que estaban muy recientes las amenazas de la mafia cuando yo lo entrevisté. Estaba encorvado y mirando hacia el suelo… Terrible.

P. Para terminar, dígame una respuesta a un verso célebre del poeta alemán Michael Krüger: “A veces la infancia / me envía una postal. ¿Te acuerdas?” ¿Qué postal le manda su infancia?

R. La de estar con mis padres y mis hermanos en un hotel rural del norte de Navarra. Yo soy lo que me dieron mis padres. ¡Yo lo pasé tan, pero tan bien con ellos! Y me transmitieron grandes valores. Y eso es algo que te sirve para toda la vida.      

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