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Carmen Linares: “Cuando escucho a Rosalía me pongo a bailar, pero el flamenco es otra cosa”

“Cuando empecé a ganar todo iba para casa. Tristemente, hoy sucede al revés: los padres tienen que seguir ayudando a sus hijos aunque trabajen”, asegura la cantaora, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022 junto a María Pagés

Premio Princesa de Asturias 2022 y doctora Honoris Causa por la Universidad de Sevilla, la cantaora este sábado firma en la Feria del Libro de Madrid

La cantante y bailaora Carmen Linares en su casa en Madrid.

La cantante y bailaora Carmen Linares en su casa en Madrid. / Alba Vigaray

Si algún lema pudiera definir la carrera de Carmen Linares, éste sería: “Gracias a la vida”. Nació en una pedanía de tren (Jaén, 1951), hija de un ferroviario y una madre amorosa que pese a las carencias supieron darle la alegría y la bondad que ella ha llevado el mundo adelante, elevando el cante jondo que aprendió de oído con su padre a los escenarios más altos del planeta, del Lincoln Centre a la Ópera de Sidney. Premio Princesa de Asturias 2022, doctora Honoris Causa por la Universidad de Sevilla, este sábado firma en la Feria del Libro de Madrid.

¿Se vive a gusto siendo una “leyenda”?

En flamenco siempre se ha llamado “leyenda” a los artistas vivos, es como una categoría, y se dice con cariño. Claro que yo no vivo pensando que soy una leyenda en el sentido de algo pasado; no, no, ¡aquí estoy todavía!

Premio Princesa de Asturias, Honoris Causa por la Universidad de Sevilla y este sábado firma en la Feria del Libro de Madrid. ¿Asusta tanto reconocimiento a la vez?

Sí, parece que a raíz del Princesa de Asturias se hubieran acordado todos de mí. Pero es bonito y nada banal, y a mí me ha hecho repasar mi vida: he trabajado tanto y esto me ha dado tantos frutos, en lo artístico y en lo personal, facetas que he podido equilibrar siempre, que me siento muy satisfecha. Además, siendo mujer esto no es nada fácil: somos las que parimos y las que cuidamos, claro que la suerte ha sido tener a Miguel (Espín, su marido, periodista y flamencólogo) y a mis padres, sin ellos nada hubiera sido posible.

¿Hay que ser muy valiente para arrancarse a cantar a pelo en la entrega de los Premios Princesa de Asturias, ante semejante auditorio?

María (Pagés, con quien compartió el galardón) y yo sabíamos que iba a ser bienvenido. Aquel poema de Juan Ramón Jiménez, cantado por la toná, que es uno de los cantes más primitivos, y aquello tan bonito que María hizo con su mantón, fue una manera de agradecer el premio en nuestro lenguaje jondo. Los Reyes nos dieron las gracias.

Carmen, ha fusionado el cante jondo con todo tipo de músicas, incluida la orquesta de cámara, e influencias: pureza y eclecticismo. ¿Dónde estaría hoy el cante flamenco sin investigaciones como las que usted ha llevado a cabo?

Somos muchos los que hemos aportado, el flamenco es un arte muy individualista. Los artistas, después de investigar a fondo y desde una base profunda, hemos de tener la libertad de innovar para que el cante vaya evolucionando. Y así nos retroalimentamos unos a otros.

¿Y qué opina de esta legión de rosalías que desde el hip-hop y el rap han llevado el flamenco hasta el reguetón? ¿Le chirría?

El cante jondo es otra cosa, es un rito: a veces se pierde de vista lo que significa flamenco. Pero por encima de todo creo que la gente ha de ser libre para crear lo que siente y lo que le gusta. Yo escucho a Rosalía y me pongo a bailar, me divierte mucho, pero el flamenco es otra cosa.

Fue la única mujer de aquella generación dorada de los 70 en torno al Café de Chinitas. ¿Se sentía cómoda en un país de duquesas y gitanos, caridad y clasismo?

Nosotros en el escenario no estábamos pensando en eso, había marqueses muy educados y otros que no se comportaban, y a lo mejor no eran marqueses. Para mí Chinitas fue mi segunda casa, fui tan feliz y aprendí tanto, subiendo al escenario todas las noches, y luego escuchando a Morente que, cuando los turistas ya se habían ido, cantaba solo para nosotros, porque a los tablaos íbamos a vernos unos a otros. Y me parece una suerte que hayan vuelto a abrir, aunque sin cuadro de la casa porque esto ya no se puede mantener, pero que al menos algunos tablaos puedan subsistir adaptándose a los tiempos.

También es, junto a Pepe Habichuela, la superviviente de aquella revolución. ¿Por qué se fueron tan pronto todos (Camarón, Morente, Paco de Lucía...)? ¿Quema el flamenco?

No, no es la vida del flamenco lo que se los llevó, a tantos y tan pronto; fueron muertes por causa natural. Cuando lo pienso me echo las manos a la cabeza. Pero los que quedamos, Tomatito, Mercé, Pepe Habichuela… intentamos conservar la ilusión y transmitirla a la gente, y a los más jóvenes flamencos, que ahora a mí me llaman “Tita”: cuando estoy con ellos me contagian tanta vida…

Como decía Luis Habichuela, yo era una niña un poco viejilla, porque siendo muy joven conocía muy bien el cante

No venía usted de ninguna saga ni familia sagrada del flamenco, sino de un trastierro vital por las líneas férreas de España (Jaén, Ávila, Madrid). ¿Cómo consiguió que confiaran en usted, en aquel universo tan endogámico de los tablaos madrileños, siendo además mujer? ¿Mucho arte el suyo?

Como decía Luis Habichuela, yo era una niña un poco viejilla, porque siendo muy joven conocía muy bien el cante, y aquello era raro. Se lo debía a mi padre, que me enseñó desde muy pequeña. Mira, yo en la vida he tenido unos hombres maravillosos alrededor, como ahora lo son también mis hijos, el pequeño es mi mánager. Y no, no encontré ninguna dificultad por ser mujer, esos problemas surgían en el entorno familiar, pero a mí siempre me alentaron a ser artista.

Carmen Linares, apoyada en un muro de su casa.

Carmen Linares, apoyada en un muro de su casa. / Alba Vigaray

Había aprendido sin más escuela que el oído y la memoria, la radio y un tocadiscos portátil que su madre ganó en el programa de radio de José Luis Pécker. ¿Sigue sin tener academia el cante jondo?

Sí hay unas academias ahora donde les enseñan la historia del flamenco y les dan unas herramientas para desarrollar su arte, tanto para guitarra como para baile. Pero el cante es más complicado, porque lo importante es que uno labre su propio camino y personalidad y deje de imitar, que es lo que todos hemos hecho al principio.

Jugando aprendió, y al principio imitaba (“lo normal” –dice). ¿Y cuándo encontró su propia voz?

Pues mira, repasando mi discografía, todos coincidimos en que en el disco que grabé con Pepe Habichuela en el 84, Carmen Linares, su cante, tengo ya muchas aportaciones y suena a lo que luego será mi cante.

Carmen, ¿es el cante jondo una forma de sentir? ¿Podría definirla?

Uy, difícil. Es una expresión del pueblo andaluz, popular, influenciada por todas las culturas que han atravesado Andalucía, por eso es tan tico y complejo, y que los artistas hemos elevado a la categoría de arte.

No sé si es consciente pero su vida rompe tantos tópicos… Una pedanía de tren cercana a Linares, recién terminada la posguerra, un cante que es un llanto y sin embargo, su infancia fue un tiempo muy alegre. ¿Gracias todo al carácter de su familia?

Sin duda, pero el flamenco es la emoción de la tristeza y también, de la alegría. Parece triste, sí, pero habla mucho del amor, de la naturaleza… En mi infancia carecíamos de muchas cosas y vivíamos humildemente, pero con una alegría… La ferroviaria era una gran familia, y allí éramos todos iguales, ni pobres ni ricos, y lo poco que teníamos lo disfrutábamos muchísimo. Mi padre además era un cascabel.

Bondad, empatía, honestidad, generosidad fueron los valores que le inculcaron padre y madre. ¿Son sus pies de puro hierro forjado?

No podría decirlo mejor, crecer en esos valores te enseña a ir por la vida. Es tan importante que deberíamos grabarlos en la entrada de las casas, y agradecer todo lo que la vida nos ha dado, que es una canción que siempre canto en mis recitales porque me pone los pies en la Tierra.

Cuando empecé a ganar todo iba para casa. Tristemente hoy sucede al revés: los padres tienen que seguir ayudando a sus hijos aunque trabajen

Su padre, con su afición a la guitarra, fue quien le subió a los escenarios. ¿Cuándo empezó a ganar más dinero que él?

Si eres un niño cantor y tienes un instrumento en casa, y tu padre lo toca, te lo ponen en bandeja. Fue un gran maestro, yo sabía salir al tono que él me daba, cuando los demás niños en los concursos no lo hacían. Salí de casa con el doctorado hecho, y creo que fue cuando trabajaba en el Café de Chinitas que empecé a ganar más que él, y todo iba para casa, lo normal en aquellos tiempos, y él se lo tomaba con muchísimo orgullo. Tristemente, ahora sucede al revés, que los padres tienen que seguir ayudando a sus hijos aunque trabajen.

Y así, Carmen, ¿hasta que la voz aguante?

Se canta de otra manera con la edad, con otra dulzura, y mientras haga sentir a los demás, continúo. El día que pierda esta ilusión, lo dejo.