CONCIERTO

Bruce Springsteen somete Barcelona realzando el poder del rock'n'roll

El cantante entusiasmó a sus seguidores con un generoso concierto en el que evocó a sus amigos caídos en las canciones recientes y ofreció vibrantes asaltos a sus clásicos, con el álbum 'Born to run' en cabeza, hitos como 'Because the night', 'Born in the USA' y 'Dancing in the dark', varias piezas inhabituales

Bruce Springsteen

Bruce Springsteen / Ferran Nadeu

Después del espectáculo mediático, de las mesas 'vip' en restaurantes y del efecto ‘celebrity’, queda el diálogo íntimo del artista con cada asistente, un ejercicio todavía posible, aunque hablemos de la inmensidad de un Estadi Olímpic. Llegó la hora de la verdad y Bruce Springsteen se dirigió a su gente del modo que él sabe, encarnando la quintaesencia del rock’n’roll después del rock’n’roll, con su repertorio de leyenda, la dorada camaradería con la E Street Band y las proverbiales palabras en catalán.

Noche de estreno de la pata europea del ‘Tour 2023’, todavía con los rayos de sol acariciando Montjuïc (con “cerca de 60.000 personas”, según Doctor Music) cuando, a las 20.58, los músicos entraron en escena, acogidos uno a uno con ovaciones rituales. El mitológico “one, two, three…” precedió a ‘No surrender’, entrando en tromba y deslizando el mensaje de resistencia emocional. “Hola, Barcelona, Catalunya!”. Sin respiro, un par de citas al álbum ‘Letter to you’ (el tema titular, con la letra subtitulada en catalán en las pantallas, y ‘Ghosts’), evocando a los amigos caídos, entrelazados con ‘Prove it all night’ y ‘The promised land’, sacando humo con el solo final de armónica.

Catedral crecida

Bruce rugiente, destilando una energía antigua y esbozando una sonrisa juvenil en el contacto con las fogosas primeras filas, salpicadas por pancartas de apoyo. Bruce con las espaldas bien cubiertas, bombeado por ese prodigio biológico llamado Max Weinberg. Los cimientos de la catedral dispuestos por Roy Bittan y el juego de guitarras de ‘Miami’ Steve Van Zandt y Nils Lofgren, armando la sólida arquitectura de la E Street Band (ampliada con coros y metales, y sin Patti Scialfa… hasta la hora de los bises).

Era el primer concierto de estadio de este ‘Tour 2023’, y el primero de ese formato desde 2016, y la sensación fue que Springsteen volvía al hogar, a esa noción ‘king size’ del rock’n’roll como lenguaje todavía agitador de multitudes. Sesión acaso para todos los públicos, pero con sus atrevimientos: el remolino electrizante de ‘Candy’s room’, perla del idolatrado ‘Darkness on the edge of town’ (1978), y las singularísimas citas al remoto (y memorable) segundo álbum (1973), ‘Kitty’s back’ y ‘E Street shuffle’, desplegando la mescolanza de estilos del Bruce juvenil, con sus cadencias de swing, sus guitarras ‘funky’ y sus metales jazzeros.

Cambios de guion

El repertorio se apartó poco de los conciertos de la reciente gira estadounidense, y como peculiaridades hay que destacar la repesca de ‘Human touch’ (tema de sus días de infidelidad con los ‘E streeters’), con redoblado peso de las guitarras, y un recuerdo de su álbum de homenaje a Pete Seeger con ‘Pay me my money down’, con sus aires de Nueva Orleans. De su reciente disco de versiones solo cayó ‘Nightshift’, de Commodores, aportando acentos soul que conectaron con el espíritu de ‘Mary’s place’. El Bruce ‘showman’, parando el espectáculo al son popular del “oe, oe, oe…” y poniendo al Estadi comiendo de su mano.

Y el Bruce serio, introspectivo, cogiendo la guitarra acústica para hablarnos de la historia, muy real, que inspiró ‘Last man’s standing’. Canción sobre “un vell amic”, explicó, pasándose al inglés para evocar a George Theiss, compañero de su primera banda, The Castiles, cuando tenía entre 15 y 17 años. “La aventura más grande de mi joven vida”. Theiss murió en 2018, dejando a Springsteen como único superviviente del grupo. Reflexión poco dicharachera: “Cuando tienes 15 años, todo es ‘hola’ y ‘mañana’, y pasados los años, todo es más bien ‘adiós’ y ‘ayer’”.

Coros de Michelle Obama

Encarando el tramo final del ‘set’ central, y adentrándonos en los bises, el álbum ‘Born to run’ (1975) tomó el poder. Después de mil y un debates, ¿es la obra definitiva e insuperable de Springsteen? Es posible, y ahí estuvieron, primero ‘Backstreets’ y ‘She’s the one’, y luego ‘Thunder road’, el tema titular y ‘Tenth avenue freeze out’ para armarnos de razones. Haciendo más grande la bola, ‘Because the night’, la pieza que el Boss tuvo a bien regalar a su amiga Patti Smith, y ‘Badlands’, y un ‘Born in the USA’ con la voz ya un poco castigada.

Springsteen ha venido muchas veces a vernos, pero en esta ocasión, siete años después de la anterior y con algunas calamidades globales en el camino, la visita presenta un valor anímico añadido, de abrazo al valor seguro, una vibración compartida que flotaba este viernes en el Estadi. Así fue hasta el último suspiro del ‘show’, a golpe de un ‘Glory days’ con coros ampliados: Patti Scialfa, sumada por fin a la ‘troupe’ junto con Michelle Obama y la esposa de Steven Spielberg, Kate Capshaw. Y ‘Bobby Jean’, cantando a la amistad, y ‘Dancing in the dark’, prolongando la fiesta como si no hubiera un mañana y como si al Boss no le aguardara otra exigente sesión este domingo.